#Manifestante

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Álvaro Acevedo Tarazona

Raquel Méndez Villamizar

Héctor Mauricio Rojas Betancur

Andrés Correa Lugos

Johana Linares García


Universidad Industrial de Santander

Facultad de Ciencias Humanas

Escuela de Trabajo Social

Escuela de Historia

Bucaramanga, 2022

Página legal


ACEVEDO TARAZONA, ÁLVARO #Manifestante : La indignación estudiantil universitaria en Colombia durante el año 2011 / Álvaro Acevedo Tarazona …[y otros]Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2022 226p.: il., tablas ISBN: E.PUB : 978-958-5188-16-7MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES – COLOMBIA – ACTIVIDADES POLÍTICAS – SIGLO XXI 2. MOVIMIENTOS SOCIALES – COLOMBIA – ACTIVIDADES POLÍTICAS – SIGLO XXI 3. MOVIMIENTOS DE PROTESTA – COLOMBIA – ACTIVIDADES POLÍTICAS – SIGLO XXI 4. ASOCIACIONES ESTUDIANTILES - COLOMBIA – FINES Y OBJETIVOS 5. REFORMA UNIVERSITARIA – COLOMBIA – SIGLO XXI 6. Universidades – colombia – aspectos sociales 7. EDUCACIÓN SUERIOR Y ESTADO – COLOMBIA I. Méndez Villamizar, Raquel II Rojas Betancur, Héctor Mauricio III Correa Lugos, Andrés IV. Linares García, Johana CDD : 371.8109861 Ed. 23 CEP - Universidad Industrial de Santander. Biblioteca Central

#Manifestante

La indignación estudiantil universitaria en Colombia durante el año 2011

Álvaro Acevedo Tarazona*

Raquel Méndez Villamizar*

Héctor Mauricio Rojas Betancur*

Andrés Correa Lugos

Johana Linares García

*Profesores, Universidad Industrial de Santander

© Universidad Industrial de Santander

Reservados todos los derechos

ISBN: 978-958-5188-16-7

Imagen carátula: César Paredes Téllez

Primera edición, enero de 2022

Diseño, diagramación e impresión:

División de Publicaciones UIS

Carrera 27 calle 9, ciudad universitaria

Bucaramanga, Colombia

Tel.: (607) 6344000, ext. 1602

ediciones@uis.edu.co

Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin autorización escrita de la UIS

Impreso en Colombia

Prefacio

La investigación y posterior realización de este libro tiene como fundamento la portada de la revista Time al personaje del año 2011. En ella, una mujer con parte del rostro cubierto y mirada profunda expresa el síntoma de un personaje que sacudió al mundo durante un año: el manifestante. Puede que haya sido con intención o no, pero la revista no eligió a la masa de manifestantes, ni a una horda o movilización poderosa de aquellas que doblegaron regímenes políticos en el norte de África; tampoco eligió una protesta de aquellas que pusieron en jaque a Estados Unidos y naciones de Europa ante su impagable endeudamiento económico. Por el contrario, la portada hizo énfasis en la individualidad de un sujeto casi al borde del anonimato, alguien que marcha en medio de centenares de iguales y quien muy seguramente será devorado por el acontecer.

La riqueza de la imagen va mucho más allá de la propuesta visual de la revista. La individualización del manifestante es una característica única de los movimientos sociales contemporáneos, representa a un sujeto intempestivo que rehúsa ser encasillado y se siente único, así comparta gustos, posturas políticas, temores y pasiones con millones de personas. De alguna manera, la imagen de la revista Time sienta a quien la observa en un diván para ser iniciado en una terapia en la cual se debe buscar un síntoma, uno que exprese con cierta fidelidad la relación del individuo con el mundo; el síntoma es ontológico y no histórico. Por eso, es una sola persona, así la problemática involucre a millones, como el movimiento Occupy en el que se protesta por el abuso de un sistema financiero y la capitalización por endeudamiento del futuro. Al final de la noche, el manifestante está solo con su almohada mirando la oscuridad y pensando que dicha sensación de incompletitud tal vez sea síntoma de un mundo también incompleto, atomizado, en medio de una palabra o de un estado no menos sintomático: la globalización.

El síntoma de una época, de un momento, de una cresta en la temporalidad ya ha sido analizado por Hegel, Karl Marx o Lacan. En términos generales, es concebido como una expresión del inconsciente que irrumpe para dislocar el funcionamiento “normal” del sujeto. El manifestante no pretende seguir con la norma impuesta por el sistema, se siente ahogado, necesita explotar y como él, millones pasan por la misma situación. Ahora bien, cuando el manifestante explota y hace evidente el síntoma, se siente mejor; sin embargo, el malestar no desaparece, en otras palabras, siempre van a existir movilizaciones, protestas y rebeliones, condición esencial del ser en tanto es.

Un revolucionario puede ser entendido como la incompletitud ontológica del sujeto con el mundo; no obstante, el sistema se encarga de hacerle creer que su carencia es un problema personal que puede ser controlado con medicación y resignación, en otras palabras, ser revolucionario es para el sistema una falla del sujeto y no del propio sistema. Esta situación complejiza cualquier intento de rebeldía y revolución. Desde el año de 1968 el sistema deja de ser el problema y las protestas se centran en ahogar los síntomas desde la particularidad. Los movimientos por las luchas sexuales y de género, ambientalistas o cívicos son prueba de ello.

Este libro, más que una investigación dirigida a un público específico, es un llamado a comprender la movilización y la protesta; una invitación para todo aquel que quiera preguntarse por el sentido histórico del devenir revolucionario y considere la importancia de comprender el manifestante y la protesta de la actualidad, y si quiere, aúne fuerzas por una protesta que vaya más allá de una tendencia, una moda, una indignación, y aún si es del caso, se comprometa con el porvenir.

Introducción

Si bien las protestas y movilizaciones sociales son ampliamente analizadas por la teoría social, aún es preciso reconstruir la evolución del manifestante en las movilizaciones sociales contemporáneas. Argumenta Marc Bloch1 la imperiosa necesidad de conocer el presente para comprender el pasado, por ello, esta investigación propende por estudiar al manifestante universitario en el año 2011 en Colombia. De manera que a partir de su expresión en la protesta de rechazo a la reforma de la Ley 30 de 1992 de la Educación Superior en Colombia y con el apoyo de información en prensa y de repositorios digitales, se intentará dar respuesta a la pregunta ¿qué es hoy un manifestante y por qué su acción social colectiva ha cambiado?

La delimitación conceptual puede definir al manifestante como una persona que exhibe una postura en desacuerdo. La actuación de este manifestante desnuda sus pretensiones y muestra su opinión ante un tema que lo interpela. Para ser un manifestante se requiere de una convicción personal derivada de una motivación interna que se exterioriza. Es el primer paso en la pretensión de ser libre y es la unidad fundamental de la manifestación. El manifestante es de por sí rebelde, como lo señala Albert Camus: “un hombre que dice no. Pero si se niega, no renuncia: es además un hombre que dice sí desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante toda su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden”2.

La rebeldía busca crear acontecimientos, arrebatarle al devenir la monotonía de una existencia direccional y hacer del futuro un proyecto con sus propias manos. Las manifestaciones que integran miles de personas están fundamentadas a partir de sujetos que consideran tener la razón al defender un derecho o una causa justa. Este principio avalado por otros que se suman a la movilización como síntoma de inconformismo rompe la cotidianidad y da impulsos para defender una causa:

El “no más” afirma la existencia de una frontera. Vuelve a encontrarse la misma idea de límite en este sentimiento del rebelde que el otro “exagera”, de que no extiende su derecho más allá de una frontera a partir de la cual el otro derecho le hace frente y lo limita. Así el movimiento de rebelión se apoya, al mismo tiempo, en el rechazo categórico de una intrusión juzgada intolerable, y en la certidumbre confusa de un buen derecho; más exactamente en la impresión del rebelde de que “tiene derecho a…”. La rebelión va acompañada de la sensación de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón3.

Desde finales del siglo XIX y durante el siglo XX las revoluciones dominan el espectro social. En el acontecer puede ocurrir que unos individuos se tornen rebeldes y digan “no más” a los parámetros sociales y políticos establecidos y a los paradigmas que hasta el momento la ciencia y la tecnología han propuesto4. El manifestante como referente de la sociedad moderna se acostumbra a estar inconforme, a no dejar piedra sobre piedra y a ser él mismo quien cuestione, transforme o destruya lo anteriormente establecido. Esta lógica patentada en el capitalismo moderno orienta las doctrinas del liberalismo y es extrapolada a coyunturas como la cultura, la educación e incluso, el ocio.

La modernidad es entonces una experiencia colectiva de rebeldía, movilización y destrucción innovadora permanente. En el año de 1982 el filósofo marxista Marshall Berman plantea que todas las formas materiales e inmateriales contemporáneas son parte de una dinámica capitalista que busca un “no más” como excusa para crear algo nuevo y capitalizarlo. A esta tendencia la denomina nihilismo innovador5. Pero la revolución de un consumo continuo necesita explotar y la mejor forma de hacerlo es creando máquinas deseantes: “las máquinas deseantes proceden al investimento de las máquinas sociales, sea formando investimentos de libido de tipo revolucionario, sea formando investimentos de libido de tipo reaccionario”6. Para Deleuze, el objeto de la revolución o de la manifestación siempre está implícito en un cuerpo codificado de deseos en el que prima la proyección de un bienestar propio, y este cuerpo es compartido y exteriorizado por otros actores que a la final conforman la masa7. En otras palabras, ser manifestante es una topología social del consumo capitalista. Con el avance de la sociedad a un estadio neoliberal, los manifestantes cambian de forma radical en su forma de actuar. Si las redes sociales pueden conservar el anonimato, ya no es necesario protestar en medio de una masa. La fugacidad del deseo es equiparable a la fugacidad de la rebelión. Esto puede llevar a que no exista, en el momento, una definición de manifestante.

 

Las movilizaciones sociales estudiantiles de hoy tienen la particularidad de ser momentáneas si son comparadas con otro tipo de movilizaciones como la obrera o la campesina del siglo XX. Esta particularidad gira sustancialmente la forma de abordar una investigación histórica y la necesidad de la misma, de recurrir a estrategias metodológicas que logren aprehender la mayor cantidad de fenómenos asociados a la coyuntura. Si a esta situación –propia de los movimientos estudiantiles– se suma la realidad social colombiana, la resultante es una movilización aún más pasajera y difícil de investigar con la profundidad y el rigor necesarios.

Esta nueva situación de la protesta hace que existan retos al momento de investigar como son el seguimiento de los actores sociales que se movilizan; más aún, comprender la evolución de los discursos, los ajustes generacionales y su sincronía con las contemporaneidades, sin dejar de considerar temas transversales propios de la movilización estudiantil como son el derecho a la educación, la autonomía universitaria o nuevas iniciativas colectivas como el procomún. La compleja adaptabilidad de la movilización estudiantil hace que sea necesario analizar las perspectivas y los seguimientos más de una vez.

De hecho, la dinámica de la movilización estudiantil puede tener un relevo generacional cercano a los cinco años, que es el promedio formal de un estudiante para terminar sus estudios universitarios. Esta transmutación continua del estudiante que protesta dificulta ver un “movimiento estudiantil” colombiano al día de hoy, según una variable esencial que caracteriza un movimiento social: la organización permanente en el tiempo. Pese a ello, la protesta estudiantil en Colombia cumple con otras variables que identifican un movimiento social: un interés focal, horizontalidad en las decisiones sin que esto desvirtúe los liderazgos y un conjunto de valores e ideologías convergentes en pro de una o varias causas.

Las protestas del año 2011 cuentan con varias cualidades que las hacen insólitas a nivel global y local. En primer lugar, se considera como el primer intento de “revolución planetaria” por parte del grupo generacional milénico8 y en segundo lugar, se vislumbra un desgaste o malestar social generalizado ante políticas planetarias con base en postulados neoliberales que incrementan la desigualdad social. Una manera en que se comprueba lo anterior es a partir de un seguimiento a la producción de información en masa de los actores sociales. No es objetivo de esta investigación realizar un análisis exhaustivo a una movilización estudiantil, su objetivo es realizar una radiografía social de una generación desencantada que se moviliza, pero que también crea contenidos valiéndose de las tecnologías de la información y de la comunicación impulsadas por el mismo sistema, y a partir de ellas la manera como ejerce presión y resistencia.

En el año 2011 reaparece la movilización y la acción colectiva como una fuerza de opinión global. Por ello, The protester es la figura del año para la revista Time9. La elección de la misma revela la importancia que le da el mundo de la información a los millones de personas que marchan por las calles ante un malestar que es bautizado con el nombre de indignación. Los manifestantes no son una masa sin rostro que se mueve por ideales; por el contrario, tienen un rostro que evoca la lucha de la humanidad por un futuro común mientras se abre paso en una sociedad de virtualidad y gadgets10; tampoco necesitan de líderes o caudillos, menos aún de una definición política o sectorizada.

Los manifestantes del año 2011 son en su mayoría jóvenes con un ideal político y social orientado al bienestar común de todos los actores de la sociedad. Expresión de ello, son las protestas en contra de las dictaduras en el norte de África, las movilizaciones en contra del sistema financiero en Europa y las movilizaciones por la protección del medio ambiente, los derechos digitales y la educación en Latinoamérica. Estas movilizaciones proclaman el cambio para salir del atasco neoliberal o luchar por mayor participación o más inclusión. Pero de los supuestos a los realizables siempre hay un universo de posibilidades que terminan muchas veces por modificar el objetivo inicial.

La investigación y construcción de un relato explicativo sobre temas contemporáneos o de historia del tiempo presente remite de manera directa al uso metodológico de las plataformas de las tecnologías de la información y de la comunicación; a su vez, representa diversos retos porque se enfrenta a una cantidad colosal de información –que puede saturar el relato–. Por ello, es necesario realizar un filtro para depurar las fuentes e identificar aquellas que tienen mayor incidencia.

Los nuevos repositorios informáticos con sus herramientas de análisis también permiten comprender el hábitat polimorfo en el cual se mueven los manifestantes. El apoyo que recibe una publicación al tener millones de “me gusta” no solo indica un tráfico alto del contenido, sino una mayor incidencia relativa en la web; de igual manera, el hecho de que un usuario decida compartir un contenido, no solo revela una traza de información que le interesa, sino que concurre todo un sentimiento y compromiso para hacerlo. Millones de usuarios se unen y comparten el mismo contenido logrando un trending topic11, que es todo un fenómeno colectivo, en su mayoría, con temas de protestas y apoyo a las movilizaciones.

Llega el momento en que la investigación social debe tomar en serio lo que sucede en la Internet. Las redes sociales son testigo de las nuevas formas de aglutinación de la opinión y son el pósito donde los manifestantes consignan toda la molestia y razones para salir a marchar. Además, es en este nuevo entorno en el que los medios de comunicación tradicionales como la prensa y la televisión incursionan para llegar a nuevos consumidores, mientras divulgan y dan forma a los acontecimientos.

La relación entre la humanidad y los acontecimientos es una de las particularidades que enriquece la investigación. Los acontecimientos llegan súbitamente cuando nadie los espera: la enfermedad, el amor, una lotería o la muerte son pequeñas cápsulas acontecimentales que rompen con la monotonía. La memoria del acontecimiento puede ser histórica o ficcional, trabaja con el mismo principio: la naturaleza súbita de un algo indescriptible que cambia la forma de percibir el futuro, pero que también transfigura de manera sustancial el acontecer. Quizá sea este el principio de la historia y de la necesidad humana de recrear y estudiar desde diversas perspectivas, un acontecimiento en la búsqueda de una mirada distinta que complemente lo vivido como un refuerzo para sentir que se sigue estando ahí.

La intriga es el factor clave en la construcción del futuro de las sociedades. Entre el año pasado y el futuro se produce una tensión, en ella, se analizan los fenómenos más importantes del año que va a pasar, creyendo que esto sirve de alguna manera para augurar lo que viene. Pero lo que encuentran quienes son espectadores del año 2011 es un proceso de cambio que va desde un reordenamiento geopolítico hasta un cambio en la cosmovisión de los jóvenes que da como resultado una transmutación del sí-mismo como parte de la sociedad. Otro cambio trascendental es la desmonopolización de los acontecimientos que reproducen los medios de comunicación en una dinámica en la cual los grandes hitos de la historia se dan en el primer mundo. Esta visión es causa y efecto de una lógica eurocéntrica que lleva a las personas a ignorar lo que tienen a su alcance.

En gran medida por las razones anteriormente expuestas es que el año 2011 es vital en la comprensión de las nuevas configuraciones de la sociedad y las movilizaciones sociales. No es solamente en la calle histórica y romántica parisina donde grupos de jóvenes marchan por un cambio, es en las calles polvorientas y mal diseñadas donde germina la indignación del siglo XXI.

La tensión social es otro de los elementos clave para comprender las movilizaciones sociales contemporáneas, muy distinto al relato utópico antisistémico y revolucionario de los años sesenta y setenta del siglo XX que propende por alcanzar la utopía igualitaria. Los actores sociales de hoy salen a movilizarse porque están molestos y sienten frustración frente a un sistema que mercantiliza y estandariza todo, desde el sí-mismo hasta las desigualdades. Por tal razón, es bastante recurrente al describir una movilización, que las personas mencionen la situación crítica del sistema de salud, de la educación media, de la primera infancia o incluso revivan ideas que aterrorizan la educación desde antaño, como la privatización o la desaparición de la educación superior pública. Esta investigación busca la sincronía entre los acontecimientos de orden político, cultural y económico con el fin de demostrar una articulación acontecimental que no lleve a pensar en las movilizaciones como construcciones sociales etéreas e idealistas, sino como coyunturas relacionales que sirvan como barómetros de las tensiones sociales y la concientización de los colectivos hacia la comunidad.

Entre las formas de concientización y protesta que usan los manifestantes en el año 2011 en defensa de la educación pública se destacan la utilización de alternativas artísticas y culturales, además de un despliegue en medios de comunicación y redes sociales. Estas alternativas generan un gran impacto en la opinión pública y ejercen presión para que el gobierno retire una propuesta de reforma a la educación superior y se acuerde construir una nueva concertada con los estudiantes. El punto más polémico de la reforma educativa propuesta por el gobierno en cabeza del Ministerio de Educación, es la creación de universidades con ánimo de lucro.

El balance de la movilización y presión de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (Mane) se puede considerar como exitoso, no solamente porque logra retirar la reforma sino por la consolidación de la protesta estudiantil a lo largo del año 2011. Al año siguiente, sin embargo, la movilización universitaria sufre un retroceso por su fracturación interna y por diferencias ideológicas y políticas entre los principales organizadores de las marchas y protestas. Se debe tener en cuenta que la movilización, además, ya ha alcanzado su objetivo fundamental: echar atrás la reforma a la Ley 30 de Educación Superior y el propósito de crear universidades con ánimo de lucro.

La comprensión del desarrollo de las fases que orientan la movilización estudiantil encabezada por la Mane desde su creación hasta su disolución ofrece una oportunidad única para analizar los nuevos movimientos sociales a la par que crea un relato descriptivo de la misma. En procura de tal propósito, este libro reconstruye el decurso regional de la movilización estudiantil colombiana en el año 2011, mejor conocida como la Mane, principalmente en dos de los más importantes claustros del país como son la Universidad Nacional (UN) Sede Bogotá y la Universidad Industrial de Santander (UIS) en Bucaramanga. Es importante aclarar que esta investigación se construye desde adentro, esto es, a partir del testimonio de los participantes y opta por el método de la imputación en el cual se recopilan los distintos matices testimoniales para crear una historia que ofrece al lector una mirada particular de lo acontecido.

 

Para lograr este propósito investigativo es necesario identificar los actores clave de la Universidad Industrial de Santander y de la Universidad Nacional que hacen parte de la movilización estudiantil durante el periodo que es coordinado por la Mane; una vez realizado, es importante reconocer los eventos significativos y las experiencias que los actores clave pueden formar a partir de cada uno de estos acontecimientos. Como las dos universidades son nodos de la movilización, pero también de la creación de contenidos en propuestas, es necesario realizar un análisis comparativo entre ambos claustros. Por último, se analizan las relaciones de poder entre los géneros presentes en la dinámica de la Mane con el fin de establecer si el movimiento conceptualiza las formas de participación o continúa emulando tradicionales representaciones de la acción social colectiva en las cuales la mujer ocupa un papel importante pero no de primer orden en el liderazgo y organización estudiantil.

El diseño metodológico cualitativo de la investigación es analítico y se dirige a indagar por una nueva realidad que emerge de la interacción de los estudiantes frente al proyecto de reforma de la educación superior en Colombia en el año 2011; además, busca comprender su función y significado como una manifestación de las nuevas formas de la acción social colectiva en Colombia y el mundo. Las categorías de análisis se toman teniendo en cuenta las etapas clave para el movimiento: la identificación del contexto antes de la Mane, siguiendo con su nacimiento y el ciclo de protestas, la etapa de construcción de una propuesta educativa, los avances del movimiento durante los últimos cuatro años y, finalmente, la proyección o futuro previsto por y para la Mane. A su vez, se incluye otro elemento de análisis, las relaciones de poder entre los géneros presentes en la configuración del movimiento estudiantil.

Como estrategia de recolección de información se utiliza la entrevista en profundidad que es aplicada a quince actores clave, de los cuales nueve son de la Universidad Industrial de Santander y seis de la Universidad Nacional Sede Bogotá. Estas entrevistas son transcritas para proceder a su categorización y codificación. El análisis de las mismas se realiza a través del programa Atlas Ti. Con los insumos de este proceso se da paso a la interpretación y análisis de los hallazgos.

El método de investigación usado permite estudiar los acontecimientos sociales en relación con el contexto histórico, es así que se define como “una descripción o reconstrucción densa de escenarios y grupos culturales […] cuyo objetivo final es la construcción conceptual de patrones que expliquen el orden social a partir de la búsqueda de esos significados”12.

Para realizar tal descripción, en el proceso de investigación se acude al diálogo con los actores clave de las dos universidades, pues es a partir de su experiencia que se puede dar cuenta de aquello que motiva el resurgimiento del movimiento, de las vivencias de sus protagonistas durante el periodo de las protestas y de la etapa de construcción; es decir, estas personas permiten comprender los elementos presentes en el fenómeno de la movilización desde su momento de mayor fuerza hasta su progresivo debilitamiento.

El propósito del investigador es realizar una descripción del fenómeno, y a partir de ella, lograr interpretar las acciones humanas. Para esto, debe ir más allá de la lectura de los actos físicos desarrollados por el grupo social estudiado, pues estos corresponden a un contexto específico en el que los sujetos poseen razones particulares para hacer lo que hacen. Es por esto que Miguel Martínez argumenta:

El acto en sí no es algo humano; lo que lo hace humano es la intención que lo anima, el significado que tiene para el actor, el propósito que alberga, la meta que persigue; en una palabra, la función que desempeña en la estructura de su personalidad y en el grupo humano en que vive 13.

Los estudios sociales requieren que el investigador construya una imagen del grupo en estudio –para el caso la UIS y la UN– con el propósito de comprender el proceso de movilización estudiantil en el año 2011. Respecto a la etnografía, Miguel Martínez escribe:

Es un proceso dirigido hacia el descubrimiento de muchas historias y relatos idiosincrásicos, pero importantes, contados por personas reales, sobre eventos reales, en forma real y natural. Este enfoque trata de presentar episodios que son porciones de vida documentados con un lenguaje natural y que representan lo más fielmente posible cómo siente la gente, qué sabe, cómo lo conoce y cuáles son sus creencias, percepciones y modos de ver y entender14.

Siguiendo a Martínez15, el proceso de investigación se lleva a cabo teniendo en cuenta tres puntos fundamentales. En primer lugar, se determina el nivel de participación tanto del actor clave como del investigador. La participación del actor clave se da en la construcción de conocimiento, es decir, es entendido como sujeto cognoscente, quien a partir de sus procesos propios de interacción en los planos socio-cultural y personal-vivencial, construye su subjetividad. En cuanto al investigador, su participación es activa en la fase narrativa e interpretativa del estudio.

Otro punto relevante en esta investigación es construir el esquema de preguntas teniendo en cuenta que la información recolectada da razón de los significados de las conductas de los sujetos entrevistados. Finalmente, se procura un nivel de objetividad realizando una cuidadosa selección de los sujetos participantes; el criterio de inclusión se basa fundamentalmente en líderes del movimiento de las dos universidades, por ende, el muestreo utilizado es por conveniencia. De esta manera, se busca que los resultados del proceso investigativo sean confiables y tengan validez. Para los asuntos de confiabilidad interna se procura la rigurosidad metodológica: se especifica cada paso dado en el proceso, además de precisar el instrumento de recolección de información y el método de análisis. Asimismo, se construye un referente conceptual que enriquezca la comprensión del fenómeno de la movilización ocurrido en el año 2011 en Colombia.

De otra parte, la validez de la investigación debe ser también de carácter interno y externo. Cuando el investigador logra observar, apreciar la realidad y no se desvía del asunto que le compete, se conoce como validez interna. Para obtenerla, se trazan objetivos claros y a partir de ellos, se construyen categorías generales de análisis. Frente a la validez externa, esta se logra cuando el investigador consigue determinar qué tanto la realidad que estudia ofrece conclusiones que se aplican a grupos similares; para ello, los resultados del proceso de investigación serán publicados en diversos espacios académicos para futuros procesos investigativos.

Según Gregorio Rodríguez16, las etapas que integran el estudio de la investigación cualitativa son cuatro: la fase preparatoria tiene dos momentos importantes, uno reflexivo y otro de diseño. En el reflexivo, a partir de la identificación del tema a investigar se busca la mayor información posible sobre el mismo desde una perspectiva amplia y sin llegar a adoptar posturas teóricas. Esta fase permite al investigador identificar las categorías núcleo, teniendo en cuenta sus objetivos. En el momento del diseño se involucran las actividades relacionadas con la construcción y validación de los métodos de recolección de información, la identificación de las fuentes de información y los niveles de participación. Ahora, lo que respecta a la fase de trabajo de campo, se accede de manera progresiva a los actores. Entre las actividades que componen esta fase se encuentra la identificación de los actores clave, la ambientación con los mismos para recolectar datos y la aplicación del instrumento.

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