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El Reino de los Dragones

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Из серии: La Era de los Hechiceros #1
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El Reino de los Dragones
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EL REINO DE LOS DRAGONES
(LA ERA DE LOS HECHICEROS – LIBRO UNO)
MORGAN RICE
Morgan Rice

Morgan Rice es autora de best sellers de USA Today y de la serie de fantasía épica EL ANILLO DEL HECHICERO, best seller No. 1 que consta de diecisiete libros; de la serie de best sellers No. 1 DIARIO DE UN VAMPIRO, que comprende doce libros; de la serie de best sellers No.1 LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA, un thriller postapocalíptico compuesto por tres libros; de la serie de fantasía épica REYES Y HECHICEROS, compuesta por seis libros; de la serie de fantasía épica DE CORONAS Y GLORIA, que consta de ocho libros; de la serie de fantasía épica UN TRONO PARA LAS HERMANAS, que consta de ocho libros; de la nueva serie de ciencia ficción LAS CRÓNICAS DE LA INVASIÓN, compuesta por cuatro libros; de la serie de fantasía OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES, compuesta de cuatro libros; de la serie de fantasía EL CAMINO DEL ACERO, que consta de cuatro; y de la nueva serie de fantasía LA ERA DE LOS HECHICEROS. La obra de Morgan está disponible en audio y en ediciones impresas, con traducciones a más de 25 idiomas.

A Morgan le encanta saber de sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web  www.morganricebooks.com para suscribirte a la lista de correos electrónicos, recibir un libro gratis y otros obsequios, descargar la aplicación gratuita, recibir noticias exclusivas, conectarte por Facebook y Twitter, y estar en contacto.

Selección de reconocimientos a Morgan Rice

“Si pensaban que ya no había razones para vivir después del final de la serie EL ANILLO DEL HECHICERO, estaban equivocados. En el DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice ha creado lo que promete ser otra serie brillante, sumergiéndonos en una fantasía de troles y  dragones, de valor, honor, coraje, magia y fe en el destino. Morgan otra vez ha logrado producir una serie de personajes fuertes que nos hacen alentarlos en cada página…Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores que adoren las fantasías bien escritas”.

--Books and Movie Reviews
Roberto Mattos

“Una fantasía llena de acción que asegura complacer a los fanáticos de las novelas anteriores de Morgan Rice, además de a fanáticos de obras como EL LEGADO de Christopher Paolini…. Fanáticos de la ficción para jóvenes van a devorar este último trabajo de Rice y rogarán por más”.

--The Wanderer, A Literary Journal (respecto a El Despertar de los Dragones)

“Una fantasía animada que en su trama entrelaza elementos de misterio e intriga. La Senda de los Héroes se trata de la construcción del coraje y de alcanzar un propósito en la vida que conduzca al crecimiento, la madurez y la excelencia….Para aquellos que buscan aventuras fantásticas sustanciosas, los protagonistas, recursos y acción proveen una enérgica serie de encuentros que se enfocan bastante en la evolución de Thor, de un niño soñador a un joven que se enfrenta a posibilidades de sobrevivencia imposibles ….Solo el comienzo de lo que promete ser una serie épica para jóvenes”.

--Midwest Book Review (D. Donovan, crítico de eBooks)

“EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para un éxito inmediato: argumentos, contraargumentos, misterio, valientes caballeros y relaciones que florecen repletas de corazones rotos, engaños y traición. Los mantendrá entretenidos durante horas complaciendo a todas las edades. Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores de fantasía.”

--Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

“En este primer libro lleno de acción de la serie de fantasía épica El Anillo del Hechicero (que actualmente cuenta con 14 libros), Rice les presenta a los lectores a Thorgrin "Thor" McLeod, de 14 años, cuyo sueño es pertenecer a la Legión de los Plateados, los selectos caballeros que sirven al rey…. La composición de Rice es sólida y el argumento, intrigante”.

--Publishers Weekly
Libros de Morgan Rice

LA ERA DE LOS HECHICEROS

EL REINO DE LOS DRAGONES (Libro #1)

OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES

LA FÁBRICA MÁGICA (Libro #1)

LA ESFERA DE KANDRA (Libro #2)

LOS OBSIDIANOS (Libro #3)

EL CETRO DE FUEGO (Libro #4)

LAS CRÓNICAS DE LA INVASIÓN

TRANSMISIÓN (Libro #1)

LLEGADA (Libro #2)

ASCENSO (Libro #3)

EL CAMINO DEL ACERO

SOLO LOS DIGNOS (Libro #1)

SOLO LOS VALIENTES (Libro #2)

SOLO LOS DESTINADOS (Libro #3)

UN TRONO PARA LAS HERMANAS

UN TRONO PARA LAS HERMANAS (Libro #1)

UNA CORTE PARA LOS LADRONES (Libro #2)

UNA CANCIÓN PARA LOS HUÉRFANOS (Libro #3)

UN CANTO FÚNEBRE PARA LOS PRÍNCIPES (Libro #4)

UNA JOYA PARA LA REALEZA (Libro #5)

UN BESO PARA LAS REINAS (Libro #6)

UNA CORONA PARA LAS ASESINAS (Libro #7)

DE CORONAS Y GLORIA

ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1)

CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA (Libro #2)

CABALLERO, HEREDERO, PRÍNCIPE (Libro #3)

REBELDE, POBRE, REY (Libro #4)

SOLDADO, HERMANO, HECHICERO (Libro #5)

HÉROE, TRAIDORA, HIJA (Libro #6)

GOBERNANTE, RIVAL, EXILIADO (Libro #7)

VENCEDOR, DERROTADO, HIJO (Libro #8)

REYES Y HECHICEROS

EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)

EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)

EL PESO DEL HONOR (Libro #3)

UNA FORJA DE VALOR (Libro #4)

UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5)

LA NOCHE DEL VALIENTE (Libro #6)

EL ANILLO DEL HECHICERO

LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)

LA MARCHA DE LOS REYES (Libro #2)

EL DESTINO DE LOS DRAGONES (Libro #3)

UN GRITO DE HONOR (Libro #4)

UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)

UNA CARGA DE VALOR (Libro #6)

UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)

UNA SUBVENCIÓN DE ARMAS (Libro #8)

UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)

UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10)

UN REINO DE HIERRO (Libro #11)

UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)

UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)

UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)

UN SUEÑO DE MORTALES (Libro #15)

UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)

EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)

LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA

ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro #1)

ARENA DOS (Libro #2)

ARENA TRES (Libro #3)

LA CAÍDA DE LOS VAMPIROS

ANTES DEL AMANECER (Libro #1)

EL DIARIO DEL VAMPIRO

TRANSFORMACIÓN (Libro #1)

AMORES (Libro #2)

TRAICIONADA (Libro #3)

DESTINADA (Libro #4)

DESEADA (Libro #5)

COMPROMETIDA (Libro #6)

JURADA (Libro #7)

ENCONTRADA (Libro #8)

RESUCITADA (Libro #9)

ANSIADA (Libro #10)

CONDENADA (Libro #11)

OBSESIONADA (Libro #12)

¿Sabías que he escrito múltiples series? Si no las has leído todas, ¡haz clic en la imagen más abajo para descargar el comienzo de una de las series!

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Derechos reservados © 2019 por Morgan Rice. Todos los derechos reservados. Con excepción de lo permitido por la ley de derechos reservados de EE.UU. de 1976, ninguna parte de este libro podrá reproducirse, distribuirse o transmitirse en ninguna forma y por ningún medio, o almacenarse en una base de datos o sistema de recuperación, sin previo permiso de la autora. Este ebook está autorizado únicamente para su disfrute personal. Este ebook no podrá revenderse o regalarse a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor adquiera una copia adicional para cada lector. Si usted está leyendo este libro y no lo compró, o si no se lo compraron para que únicamente usted lo usara, por favor, devuélvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el trabajo del autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación del autor o se utilizan de forma ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es mera coincidencia. Los derechos de la imagen de portada son de cosmin4000 y se utilizaron bajo autorización de istockphoto.com

CAPÍTULO UNO

El rey Godwin III del Reino del Norte había visto muchas cosas en su tiempo. Había visto marchar ejércitos y el funcionamiento de la magia, pero en este momento solo podía mirar fijamente al cuerpo de la criatura que yacía frente a él, postrado boca abajo e inmóvil sobre el pasto, con los huesos y escamas dando una sensación de irrealidad al momento en la luz nocturna.

El rey desmontó su caballo, que se negaba a acercarse ya fuera por lo que era la criatura o simplemente por el lugar en donde estaban. Habían cabalgado más de un día hacia el sur de Royalsport, por lo que el rugido del río Slate estaba a solo unas pocas decenas de metros, en donde las tierras de su reino desaparecían en el rugido de esas aguas violentas y aceradas. Más allá del río podría haber observadores mirando desde el sur, incluso del otro lado de su amplia anchura. Godwin esperaba que no, y no solo porque él y los otros estaban muy lejos de casa, la que había quedado expuesta para cualquiera que pudiera cruzar los puentes entre los reinos. Él no quería que ellos vieran esto.

 

El rey Godwin avanzó, mientras que a su alrededor, el pequeño grupo de gente que había venido con él intentaba decidirse si debería hacer lo mismo. No eran muchos porque esto…esto no era algo que él quisiera que la gente viera. Su hijo mayor, Rodry, estaba allí, tenía veintitrés y se parecía al hombre que Godwin había sido una vez, alto y corpulento, con el cabello rubio rapado en las sienes para que no obstruyera su manejo de la espada, el único recuerdo de su madre. Los hermanos de Rodry, Vars y Greave, se habían quedado en casa; no era del estilo de ninguno de los dos soportar algo así. Vars probablemente se quejaría de que Rodry había sido elegido para esto, aunque Vars nunca se ofrecería a nada que tuviera un indicio de peligro. Greave estaría encerrado en la biblioteca con sus libros.

Francamente, hubiese sido más probable que sus hijas vinieran, o al menos dos de ellas. La más joven, Erin, hubiese disfrutado la aventura. Nerra hubiese querido ver lo extraño de la criatura, y probablemente hubiese llorado por su muerte a pesar de lo que era. Godwin sonrió al pensar en su bondad, aunque como siempre su sonrisa se borró levemente ante el recuerdo de su último acceso de tos y de la enfermedad que mantenían cuidadosamente oculta. Lenore probablemente hubiese preferido quedarse en el Castillo, aunque también es cierto que tenía que prepararse para su boda.

En lugar de todos ellos, estaban Godwin y Rodry. Había media docena de los Caballeros de la Espuela con él: Lars y Borus, Halfin y Twell, Ursus y Jorin; todos hombres en los que Godwin confiaba, algunos de ellos cumplieron bien su cometido durante décadas, con las armaduras grabadas con los símbolos que ellos habían elegido brillando en la salpicadura del río. Estaban los pobladores que habían encontrado esto, y allí, sobre un caballo de aspecto enfermizo, estaba la silueta togada de su hechicero.

–Gris —dijo el rey Godwin, haciéndole señas al hombre para que se acercara.

Maese Gris se adelantó lentamente, apoyándose en sus hombres.

En otras circunstancias, el rey Godwin se hubiese reído del contraste entre ellos. Gris era delgado, tenía la cabeza rapada y la piel tan pálida como su nombre, y vestía togas blancas y doradas. Godwin era más grande, de hombros anchos y francamente de barriga pronunciada en estos días, llevaba puesta la armadura y tenía una barba completa y el cabello oscuro hasta los hombros.

–¿Crees que están mintiendo?—Le dijo el rey Godwin, sacudiendo la cabeza hacia los pobladores.

Godwin sabía el modo en que los hombres lo intentaban, con huesos de vaca y mantas de cuero, pero su hechicero no le respondió la pregunta. Gris solo sacudió la cabeza y lo miró directo a los ojos.

A Godwin le corrió un escalofrío por la espalda. No había dudas de la autenticidad de esto. No se trataba de una broma para intentar ganarse el favor o dinero o ambos.

Esto era un dragón.

Sus escamas eran rojas como la sangre derramada sobre hierro oxidado. Sus dientes como el marfil, tan largos como la estatura de un hombre, y sus garras afiladas. Sus grandes alas estaban extendidas, desgarradas y rotas, enormes y parecidas a las de un murciélago, y parecían apenas lo suficiente para sostener en el aire a tan enorme bestia. El cuerpo de la criatura estaba enrollado en el suelo, más largo que una decena de caballos, lo suficientemente grande para que, en vida, pudiese haber levantado a Godwin como a un juguete.

– Nunca había visto a uno antes —admitió el rey Godwin, posando una mano sobre la piel escamosa.

Casi esperaba que estuviese cálida, pero por el contrario, estaba fría como la quietud de la muerte.

–Muy pocos lo han hecho —dijo Gris.

Mientras la voz de Godwin era profunda y sonora, la de Gris era apenas un susurro.

El rey asintió. Por supuesto que el hechicero no diría todo lo que sabía. No era un pensamiento que lo tranquilizara. Ver a un dragón ahora y muerto…

–¿Qué sabemos de este?—preguntó el rey.

Caminó a lo largo de este hasta lo que quedaba de su cola, que se extendía largamente detrás.

–Una hembra —dijo el hechicero— y roja, con todo lo que ello implica.

Por supuesto, no explicó lo que eso implicaba. El hechicero caminó alrededor mirando pensativamente. De vez en cuando miraba tierra adentro como si tuviese calculando algo.

–¿Cómo murió?—preguntó Godwin.

Había estado en batallas en su tiempo, pero no podía ver la herida de un hacha o espada en la criatura, no se podía imaginar qué arma podría dañar a una bestia de este tipo.

– Quizás fue la edad…

Godwin se lo quedó mirando.

–Pensé que vivían para siempre —dijo Godwin.

En ese momento no era el rey sino el niño que por primera vez había acudido a Gris hacía todos esos años, buscando su ayuda y sabiduría. El hechicero le había parecido anciano incluso en ese entonces.

– No para siempre. Mil años, nacen sólo en la luna de dragón —dijo Grey como si estuviese citando algo.

– Aun así, mil años es demasiado para que hayamos encontrado uno muerto aquí, ahora —dijo el rey Godwin— No me gusta. Se parece mucho a un presagio.

–Posiblemente —admitió Gris, y era un hombre que rara vez admitía algo así—. La muerte es a veces un poderoso presagio. A veces es solo una muerte. Y a veces, también es vida.

Volvió a mirar hacia el reino.

El rey Godwin suspiró, desalentado por nunca poder verdaderamente entender al hombre, y se quedó observando a la bestia, intentando entender cómo algo tan poderoso y magnífico podía haber muerto. No tenía señales de haber luchado ni heridas visibles. Observe los ojos de la criatura como si le pudiesen ofrecer algún tipo de respuesta.

–¿Padre? —Gritó Rodry.

El rey Godwin se volteó hacia su hijo. Se parecía mucho a Godwin a esa edad, musculoso y fuerte, aunque con un rastro de la belleza y el cabello más claro de su madre para recordarla ahora que ya no estaba. Estaba sentado sobre un corcel y tenía una armadura incrustada con brillos azules. Parecía impaciente ante la perspectiva de estar atrapado allí, haciendo nada. Probablemente cuando supo que había un dragón habría esperado pelear con él. Aún era bastante joven para pensar que él le podía ganar a todo.

Los caballeros a su alrededor esperaron pacientemente las órdenes del rey.

El rey Godwin sabía que no podían estar mucho tiempo allí afuera. Al estar tan cerca del río, corrían el riesgo de que los sureños se escabulleran por uno de los puentes, y además estaba oscureciendo.

–Si demoramos mucho la reina pensará que estamos intentando rehuir de los preparativos de la boda —señaló Rodry—. Nos llevará bastante volver, incluso cabalgando rápido.

Estaba eso. Faltando solo una semana para la boda de Lenore, era poco probable que Aethe los perdonara, menos aún si se había ido con Rodry. A pesar de sus esfuerzos, ella aún creía que él favorecía más a sus tres hijos con Illia que a las tres hijas que ella le había dado.

–Volveremos lo antes posible —dijo el rey Godwin—. Aunque primero debemos hacer algo al respecto.

El rey Godwin miró a Gris antes de continuar.

–Si la gente se entera de que apareció un dragón, por no hablar de un dragón muerto, pensarán que es un mal presagio, y no quiero que haya malos presagios en la semana de la boda de Lenore.

–No, claro que no —dijo Rodry, sintiéndose avergonzado por no haberlo pensado—. ¿Qué hacemos entonces?

El rey ya había pensado en eso. Se acercó primero a los pobladores sacando todas las monedas que tenía.

–Tienen mi agradecimiento por haberme contado esto —dijo él mientras les entregaba las monedas  —. Ahora vuelvan a sus casas y no le cuenten a nadie lo que vieron. Ustedes no estuvieron aquí, esto no ocurrió. Si escucho otra cosa…

Recibieron la amenaza tácita haciendo una apresurada reverencia.

–Sí, mi rey —dijo uno, antes de que ambos se fueran rápidamente.

–Ahora —dijo él, volviéndose hacia Rodry y los caballeros—. Ursus, eres el más fuerte; veamos cuánta fuerza tienes realmente. Uno de ustedes traiga cuerdas para que podamos arrastrar a la bestia.

El caballero más alto asintió y todos comenzaron a trabajar, buscando en las alforjas hasta que uno encontró unas cuerdas gruesas. Twell, el planificador, era la persona en quien confiar que tiene todo lo que se necesita.

Ataron los restos del dragón, lo que les llevó más tiempo de lo que el rey Godwin hubiese querido. El enorme volumen de la bestia parecía resistirse a los intentos por contenerlo, por lo que Jorin, siempre el más ágil, tuvo que treparse a la criatura con las cuerdas sobre sus hombros para atarla. Se bajó fácilmente de un salto, aún teniendo la armadura. Finalmente, lograron amarrarla. El rey descendió hasta ellos y asió la cuerda.

–¿Y?—le dijo al resto— ¿Creen que voy a arrastrarlo al río yo solo?

Hubo un tiempo en el que podría  haberlo hecho, cuando había sido tan fuerte como Ursus, sí, o Rodry. Pero ahora, él se conocía lo suficiente para saber cuándo necesitaba ayuda. Los hombres captaron el mensaje y agarraron la cuerda. El rey Godwin sintió el momento en que su hijo sumó su potencia al esfuerzo, empujando el cuerpo del dragón desde el otro extremo y gruñendo por el esfuerzo.

Lentamente comenzó a moverse, dejando huellas en la tierra mientras ellos desplazaban su peso. Solo Gris no sumó su esfuerzo a la cuerda, y francamente no habría servido de mucho de todos modos. Poco a poco, lograron acercar el dragón al río.

Finalmente llegaron al borde, dejándolo preparado en el punto en donde el terreno descendía abruptamente  hacia el río que era tanto el límite del reino como su defensa. Permaneció sentado ahí, tan perfectamente equilibrado que un soplo lo podría haber derribado, mirando momentáneamente hacia el rey Godwin como si estuviese en posición para volar hacia las tierras sureñas.

Apoyó una bota en el flanco y con un grito de esfuerzo lo empujó hacia la orilla.

–Ya está —dijo cuando cayó al agua con un chapoteo.

Sin embargo, no desapareció. En cambio permaneció meciéndose allí, la furia pura de las aguas color gris acero era suficiente para arrastrar el cuerpo del dragón río abajo al tiempo que se golpeaba contra las rocas y giraba con la corriente. Ningún hombre podría nadar contra esa corriente, para la que el peso del dragón era algo minúsculo. Lo arrastraba en la dirección el mar expectante, las aguas oscuras se apresuraban para juntarse en la masa de agua más inmensa.

–Esperemos que no haya dejado huevos —susurró Gris.

El rey Godwin permaneció parado allí, demasiado cansado para cuestionar al hombre, mirando al cuerpo de la criatura hasta que desapareció de su vista. Se dijo a sí mismo que lo hacía para asegurarse de que la marea no lo llevara a su reino y de que no volviera a causar problemas otra vez. Se dijo a sí mismo que estaba recobrando el aliento porque ya no era más un hombre joven.

Sin embargo, no era verdad. La verdad era que estaba preocupado. Él había gobernado su reino durante mucho tiempo, y nunca había visto algo parecido antes. Para que ocurriera ahora, algo tenía que estar sucediendo.

Y el rey Godwin sabía que, fuera lo que fuese, estaba por afectar a todo su reino.

CAPÍTULO DOS

En sueños, Devin se encontró en un lugar muy lejos de la forja en donde trabajaba, incluso más allá de la ciudad de Royalsport, en donde vivía con su familia. Él soñaba con frecuencia, y en sus sueños podía ir a cualquier lado y ser cualquier cosa. En sus sueños, podía ser el caballero que siempre había querido ser.

Aunque este sueño era extraño. En primer lugar, el sabía que estaba en un sueño, cuando habitualmente no lo sabía. Eso quería decir que podía caminar por él y parecía cambiar cuando lo observaba, lo que le permitía crear paisajes a su alrededor.

Era como si estuviese flotando sobre el reino. Allí abajo podía ver cómo el terreno se extendía debajo de él, el norte y el sur, divididos por el río Slate, y Leveros, la isla de los monjes, hacia el este. En el extremo norte, sobre el límite del reino, a cinco o seis días a caballo, podía ver lo volcanes que había estado inactivos durante años. En el extremo oeste, apenas pudo divisar el Tercer Continente, del que la gente hablaba en voz baja y con asombro de las cosas que vivían allí.

 

Era un sueño, sin embargo, y él o sabía, era una visión extraordinariamente acertada del reino.

Ahora ya no estaba por encima del mundo. Ahora estaba en un lugar oscuro, y había algo allí con él: una silueta que llenaba el espacio, con un aroma mohoso, seco y reptiliano. Un parpadeo de luz destelló en las escamas, y en la casi oscuridad él creyó escuchar el susurro del movimiento junto con la respiración como un fuelle. En el sueño, Devin podía sentir que su miedo aumentaba, aferrando la empuñadura de una espada con la mano instintivamente y alzando la hoja de metal negro azulado.

Unos enormes ojos dorados se abrieron en la oscuridad y la luz volvió a parpadear. Entonces, él pudo ver un cuerpo enorme con escamas oscuras, de una dimensión que jamás había visto, con las alas enrolladas y la boca totalmente abierta que revelaba una luz interior. Devin tuvo un momento para darse cuenta de que era un destello de llamas lo que salía de la boca de la criatura, y entonces no había nada más que llamas, rodeándolo, llenando el mundo…

Las llamas cedieron, y ahora estaba sentado en una sala cuyas paredes formaban un círculo, como si estuviese en la cima lo alto de una torre. El lugar estaba lleno desde el suelo hasta el techo de artículos que debían haber sido recolectados en decenas de momentos y lugares. Cortinas de seda cubrían las paredes, y había objetos de latón sobre las repisas que Devin no podía adivinar su propósito.

Había un hombre allí, sentado con las piernas cruzadas en un pequeño espacio abierto, en un círculo dibujado con tiza y rodeado de velas. Era calvo y de apariencia seria, y tenía los ojos fijos en Devin. Vestía togas exquisitas bordadas con sigilos y joyas con diseños místicos.

–¿Me conoce? —Le  preguntó Devin mientras se acercaba.

Siguió un largo silencio, tan largo que Devin comenzó a preguntarse si le había hecho la pregunta.

–Las estrellas dijeron que si esperaba aquí, en sueños, tu vendrías —dijo finalmente la voz— El que será.

Devin se dio cuenta entonces de quién era este hombre.

–Usted es Maese Gris, el hechicero del rey.

Tragó ante la idea. Se decía que este hombre tenía el poder de ver las cosas que ningún hombre cuerdo querría; que le había dicho al rey el momento en que su primera esposa moriría y todos se rieron hasta que tuvo un desvanecimiento y se rompió la cabeza en la piedra de uno de los puentes. Se decía que podía buscar dentro del alma de un hombre y sacar todo lo que había visto allí.

El que será.

¿Qué podía significar eso?

–Usted es Maese Gris.

–Y tú eres el muchacho que nació en el día más imposible. He buscado y buscado, y tú no deberías existir. Pero existes.

A Devin se le aceleró el corazón al pensar que el hechicero del rey sabía quién era él. ¿Por qué un hombre así tendría interés él?

Y en ese momento, supo que esto era más que un sueño.

Esto era un encuentro.

–¿Qué quiere de mí? —Le preguntó Devin.

–¿Querer? —La pregunta parecía haber tomado por sorpresa al hechicero, si es que algo podía hacerlo—. Simplemente quería verte con mis propios ojos. Verte en el día en que tu vida cambiará para siempre.

Devin tenía muchas preguntas, pero en ese momento, Maese Gris extendió el brazo hacia una de las velas a su alrededor y la apagó con dos dedos largos mientras susurraba algo que apenas se escuchaba.

Devin quería acercarse y comprender lo que estaba sucediendo, pero en cambio sintió una fuerza que no podía entender, que lo arrastraba hacia atrás, hacia afuera de la torre, hacia la oscuridad…

***

—¡Devin! —Lo llamó su madre—. Despierta, o te perderás el desayuno.

Devin maldijo y abrió los ojos de golpe. La luz del amanecer ya entraba por la ventana de la pequeña casa familiar. Eso quería decir que si no se apresuraba, no podría llegar temprano a la Casa de las Armas ni tendría tiempo más que para meterse derecho a trabajar.

Estaba acostado en la cama, respirando con esfuerzo e intentando quitarse de encima el peso y realismo de sus sueños.

Pero por más que intentó, no pudo. Colgaba de él como un manto pesado.

–¡DEVIN!

Devin sacudió la cabeza.

Saltó de la cama y se apresuró a vestirse. Su ropa era simple, sencilla, con algunas partes remendadas. Algunas cosas las había heredado de su padre y no le quedaban bien, ya que a sus dieciséis años, Devin era aún más delgado que él, no más grande que el promedio para su edad, aunque un poco más alto. Se quitó de los ojos el cabello oscuro, con las manos que también habían sufrido pequeñas quemaduras y cortes en la Casa de las Armas. Él sabía que sería aún peor con el paso de los años. El viejo Gund apenas podía mover algunos dedos; el esfuerzo del trabajo le había quitado mucho.

Devin se vistió y corrió hacia la cocina de la cabaña familiar. Se sentó allí y comió estofado en la mesa de la cocina con su madre y su padre. Lo untó con un pedazo de pan duro, sabiendo que aunque era algo simple, lo necesitaría para el día de trabajo duro que tenía por delante en la Casa de las Armas. Su madre era una mujer pequeña, como un pájaro, y parecía muy frágil a su lado, como si se fuese a quebrar por el peso de sus tareas diarias, aunque nunca lo había hecho.

Su padre también era de menor estatura que él, pero era ancho, musculoso y duro como la teca. Cada mano era como un mazo, y tenía tatuajes en los antebrazos que aludían a otros lugares, desde el Reino del Sur a las tierras en el otro extremo del mar. Incluso tenía un mapa que mostraba ambos territorios y también la isla de Leveros y el continente Sarras, lejos, del otro lado del mar.

–¿Por qué me miras los brazos, muchacho? —Le preguntó su padre con voz ronca.

Él nunca había sido bueno para demostrar afecto. Incluso cuando Devin obtuvo su puesto en la Casa, incluso cuando había demostrado ser capaz de forjar armas de la misma forma que los mejores maestros, su padre no había hecho mucho más que asentir.

Devin quería contarle acerca de su sueño desesperadamente. Pero sabía que era mejor no hacerlo. Su padre lo menospreciaría y estallaría en una celosa rabieta.

–Es solo que hay un tatuaje que no había visto —le dijo Devin.

Generalmente su padre vestía mangas largas y Devin nunca estaba allí el tiempo suficiente como para observarlo.

–¿Por qué en este están Sarras y Leveros? ¿Estuviste allí cuando eras…?

–¡Eso no es de tu incumbencia! —le gritó su padre.

La pregunta parecía haber desatado su ira curiosamente ante el enfrentamiento. Rápidamente se bajó las mangas y ató los puños a la altura de las muñecas para que Devin no pudiese ver más.

–¡Hay cosas por las que no debes preguntar!

–Lo siento —dijo Devin.

Había días en los que Devin apenas sabía qué decirle a su padre; días en los que apenas se sentía como su hijo.

–Debo irme a trabajar.

–¿Tan temprano? Vas a practicar con la espada otra vez, ¿no? —Le reclamó su padre—Aún intentas convertirte en un caballero.

Parecía realmente enojado y Devin no podía deducir por qué.

–¿Sería algo tan terrible? —le preguntó Devin con vacilación.

–Acepta tu lugar, muchacho —desembuchó su padre—. No eres un caballero. Solo un plebeyo como el resto de nosotros.

Devin reprimió una respuesta rabiosa. No tenía que ir a trabajar hasta dentro de una hora, pero sabía que al quedarse se arriesgaría a tener una discusión, como todas las que habían precedido.

Se levantó sin siquiera molestarse en terminar su comida, y se marchó.

La débil luz del sol lo iluminó. A su alrededor, la mayor parte de la ciudad aún dormía tranquilamente en las primeras horas de la mañana, incluso cuando aquellos que trabajaban durante la noche habían retornado a sus casas. Eso significaba que Devin tenía la mayoría de las calles para él mientras se dirigía hacia la Casa de las Armas, corriendo por los adoquines con esfuerzo. Cuanto más temprano llegara más tiempo tendría, y en todo caso, había escuchado como los maestros de la espada les decían a sus alumnos que este tipo de ejercicio era fundamental para tener resistencia durante un combate. Devin no sabía si alguno de ellos lo hacía, pero él sí. Necesitaría todas las herramientas que pudiese obtener si iba a convertirse en un caballero.

Devin continuó su camino por la ciudad, corriendo más rápido y con mayor esfuerzo, aún intentando quitarse de encima los restos de su sueño. ¿Realmente había sido un encuentro?

El que será.

¿Qué podía significar eso?

El día en que tu vida cambiará para siempre.

Devin miró a su alrededor como si estuviese buscando una señal o algún indicio de que algo lo cambiaría en este día.

Sin embargo, no vio nada más que los comunes tejemanejes de la ciudad.

¿Habría sido un sueño ridículo? ¿Un deseo?

Royalsport era un lugar con puentes y callejones, esquinas oscuras y aromas extraños. Con la marea baja, cuando el río entre las islas que lo formaban estaba lo suficientemente bajo, la gente caminaba por los lechos del río, aunque los guardias intentaban manejarlo y asegurarse de que ninguno de ellos fuese a distritos en los que no eran bienvenidos.

Los canales entre las islas formaban una serie de círculos concéntricos, con las partes más adineradas hacia el centro, protegidas por las capas del río. Hacia afuera había distritos de entretenimiento y de la nobleza, luego los mercantiles y las áreas más pobres, por las que quienes caminaban tenían que ser cuidadosos y vigilar su bolsa de dinero.

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