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Dramas

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ESCENA VIII

Calle en Venecia
SALARINO y SALANIO
SALARINO

Ya se ha embarcado Basanio, y con él va Graciano, pero no Lorenzo.

SALANIO

El judío se quejó al Dux, é hizo que le acompañase á registrar la nave de Basanio.

SALARINO

Pero cuando llegaron, era tarde, y ya se habian hecho á la mar. En el puerto dijeron al Dux que poco antes habian visto en una góndola á Lorenzo y á su amada Jéssica, y Antonio juró que no iban en la nave de Basanio.

SALANIO

Nunca he visto tan ciego, loco, incoherente y peregrino furor como el de este maldito hebreo. Decia á voces: «¡Mi hija, mi dinero, mi hija… ha huido con un cristiano… y se ha llevado mi dinero… mis ducados… Justicia… mi dinero… una bolsa… no… dos, llenas de ducados… Y ademas joyas y piedras preciosas… Me lo han robado todo… Justicia… Buscadla… Lleva consigo mi dinero y mis alhajas!»

SALARINO

Los muchachos le persiguen por las calles de Venecia, gritando como él: «Justicia, mis ducados, mis joyas, mi hija.»

SALANIO

¡Pobre Antonio si no cumple el trato!

SALARINO

Y fácil es que no pueda cumplirlo. Ayer me dijo un francés que en el estrecho que hay entre Francia é Inglaterra habia naufragado un barco veneciano. En seguida me acordé de Antonio, y por lo bajo hice votos á Dios para que no fuera el suyo.

SALANIO

Bien harias en decírselo á Antonio, pero de modo que no le hiciera mala impresion la noticia.

SALARINO

No hay en el mundo alma más noble. Hace poco ví cómo se despedia de Basanio. Díjole éste que haria por volver pronto, y Antonio le replicó: «No lo hagas de ningun modo, ni eches á perder, por culpa mia, tu empresa. Necesitas tiempo. No te apures por la fianza que dí al judío. Estáte tranquilo, y sólo pienses en alcanzar con mil delicadas galanterías y muestras de amor el premio á que aspiras.» Apenas podia contener el llanto al decir esto. Apartó la cara, dió la mano á su amigo, y se despidió de él por última vez.

SALANIO

Él es toda su vida, segun imagino. Vamos á verle, y tratemos de consolar su honda tristeza.

SALARINO

Vamos.

ESCENA IX

Quinta de Pórcia en Belmonte
NERISSA

(A un criado.) Anda, descorre las cortinas, que ya el Infante de Aragon ha hecho su juramento y viene á la prueba.

(Salen el Infante de Aragon, Pórcia y acompañamiento. Tocan cajas y clarines.)

PÓRCIA

Egregio Infante: ahí teneis las cajas: si dais con la que contiene mi retrato, vuestra será mi mano. Pero si la fortuna os fuere adversa, tendreis que alejaros sin más tardanza.

EL INFANTE

El juramento me obliga á tres cosas: primero, á no decir nunca cuál de las tres cajas fué la que elegí. Segundo, si no acierto en la eleccion, me comprometo á no pedir jamas la mano de una doncella. Tercero, á alejarme de vuestra presencia, si la suerte me fuere contraria.

PÓRCIA

Esas son las tres condiciones que tiene que cumplir todo el que viene á esta dudosa aventura, y á pretender mi mano indigna de tanta honra.

EL INFANTE

Yo cumpliré las tres. Fortuna, dame tu favor, ilumíname. Aquí tenemos plata, oro y plomo. «Quien me elija, tendrá que darlo todo y aventurarlo todo.» Para que yo dé ni aventure nada, menester será que el plomo se haga antes más hermoso. ¿Y qué dice la caja de oro? «Quien me elija, alcanzará lo que muchos desean.» Estos serán la turba de necios que se fia de apariencias, y no penetra hasta el fondo de las cosas: á la manera del pájaro audaz que pone su nido en el alero del tejado, expuesto á la intemperie y á todo género de peligros. No es mio pensar como piensa el vulgo. No elegiré lo que muchos desean. No seré como la multitud grosera y sin juicio. Vamos á tí, arca brillante de precioso metal: «Quien me elija, alcanzará lo que merece.» Está bien, ¿qué alma bien nacida querrá obtener ninguna ventaja ni triunfar del hado, sin un mérito real? ¿A quién contentará un honor inmerecido? ¡Dichoso aquel dia en que no por subterráneas intrigas, sino por las dotes reales del alma, se consigan los honores y premios! ¡Cuántas frentes, que ahora están humilladas, se cubrirán de gloria entonces! ¡Cuántos de los que ahora dominan querrian ser entonces vasallos! ¡Qué de ignominias descubriríamos al traves de la púrpura de reyes, emperadores y magnates! ¡Y cuánta honra encontraríamos soterrada en el lodo de nuestra edad! Siga la eleccion: «Alcanzará lo que merece.» Mérito tengo. Venga la llave, que esta caja encierra sin duda mi fortuna.

PÓRCIA

Mucho lo habeis pensado para tan corto premio como habeis de encontrar.

EL INFANTE

¿Qué veo? La cara de un estúpido que frunce el entrecejo y me presenta una carta. ¡Cuán diverso es su semblante del de la hermosísima Pórcia! ¡Otra cosa aguardaban mis méritos y esperanzas! «Quien me elija, alcanzará lo que merece.» ¿Y no merezco más? ¿La cara de un imbécil? ¿Ese es el premio que yo ambicionaba? ¿Tan poco valgo?

PÓRCIA

El juicio no es ofensa: son dos actos distintos.

EL INFANTE

¿Y qué dice ese papel? (Lee.) «Siete veces ha pasado este metal por la llama: siete pruebas necesita el juicio para no equivocarse. Muchos hay que toman por realidad los sueños: natural es que su felicidad sea sueño tambien. Bajo este blanco metal has encontrado la faz de un estúpido. Muchos necios hay en el mundo que se ocultan así. Cásate á tu voluntad, pero siempre me tendrás por símbolo. Adios.» Todavía seria estupidez mayor, no irme ahora mismo. Como un necio vine á galantear, y ahora llevo dos cabezas nuevas, la mia y otra ademas. Quédate con Dios, Pórcia: no faltaré á mi juramento.

PÓRCIA

Huye, como la mariposa que se quema las alas escapa del fuego. ¡Qué necios son por querer pasarse de listos!

NERISSA

Bien dice el proverbio: Sólo su mala fortuna lleva al necio al altar ó á la horca.

UN CRIADO

¿Dónde está mi señora?

PÓRCIA

Aquí.

EL CRIADO

Se apea á vuestra puerta un jóven veneciano, anunciando á su señor, que viene á ofreceros sus respetos y joyas de gran valía. El mensajero parece serlo del amor mismo. Nunca amaneció en primavera, anunciadora del ardiente estío, tan risueña mañana como el rostro de este nuncio.

PÓRCIA

Silencio. ¡Por Dios! tanto me lo encareces, que recelo si acabarás por decirme que es pariente tuyo. Vamos, Nerissa: quiero ver á tan gallardo mensajero.

NERISSA

Su señor es Basanio, ó mucho me equivoco.

ACTO III

ESCENA PRIMERA

Calle de Venecia
SALANIO y SALARINO
SALANIO

¿Qué se dice en Rialto?

SALARINO

Corren nuevas de que una nave de Antonio, cargada de ricos géneros, ha naufragado en los estrechos de Goodwins, que son unos escollos de los más temibles, y donde han perecido muchas orgullosas embarcaciones. Esto es lo que sucede, si es que no miente la parlera fama, y se porta hoy como mujer de bien.

SALANIO

¡Ojalá que por esta vez mienta como la comadre más embustera de cuantas comen pan! Pero la verdad es, sin andamos en rodeos ni ambages, que el pobre Antonio, el buen Antonio… ¡Oh si encontrara yo un adjetivo bastante digno de su bondad!

SALARINO

Al asunto, al asunto.

SALANIO

¿Al asunto dices? Pues el asunto es que ha perdido un barco.

SALARINO

¡Quiera Dios que no sea más que uno!

SALANIO

¡Ojalá! No sea que eche á perder el demonio mis oraciones, porque aquí viene en forma de judío.

(Sale Sylock.)

¿Cómo estás, Sylock? ¿Qué novedades cuentan los mercaderes?

SYLOCK

Vosotros lo sabeis. ¿Quién habia de saber mejor que vosotros la fuga de mi hija?

SALARINO

Es verdad. Yo era amigo del sastre que hizo al pájaro las alas con que voló del nido.

SALANIO

Y Sylock no ignoraba que el pájaro tenia ya plumas, y que es condicion de las aves el echar á volar en cuanto las tienen.

SALARINO

Por eso la condenarán.

SALANIO

Es claro: si la juzga el demonio.

SYLOCK

¡Ser infiel á mi carne y sangre!

SALANIO

Más diferencia hay de su carne á la tuya que del marfil al azabache, y de su sangre á la tuya que del vino del Rhin al vino tinto. Dinos: ¿sabes algo de la pérdida que ha tenido Antonio en el mar?

SYLOCK

¡Vaya otro negocio! ¡Un mal pagador, que no se atreve á comparecer en Rialto! ¡Un mendigo que hacia alarde de lujo, paseándose por la playa! A ver cómo responde de su fianza. Para eso me llamaba usurero. Que responda de su fianza. Decia que prestaba dinero por caridad cristiana. Que responda de su fianza.

SALARINO

De seguro que si no cumple el contrato, no por eso te has de quedar con su carne. ¿Para qué te sirve?

SYLOCK

Me servirá de cebo en la caña de pescar. Me servirá para satisfacer mis odios. Me ha arruinado. Por él he perdido medio millon: él se ha reido de mis ganancias y de mis pérdidas: ha afrentado mi raza y linaje, ha dado calor á mis enemigos y ha desalentado á mis amigos. Y todo ¿por qué? Por que soy judío. ¿Y el judío no tiene ojos, no tiene manos ni órganos ni alma, ni sentidos ni pasiones? ¿No se alimenta de los mismos manjares, no recibe las mismas heridas, no padece las mismas enfermedades y se cura con iguales medicinas, no tiene calor en verano y frio en invierno, lo mismo que el cristiano? Si le pican ¿no sangra? ¿No se rie si le hacen cosquillas? ¿No se muere si le envenenan? Si le ofenden, ¿no trata de vengarse? Si en todo lo demas somos tan semejantes ¿por qué no hemos de parecernos en esto? Si un judío ofende á un cristiano ¿no se venga éste, á pesar de su cristiana caridad? Y si un cristiano á un judío, ¿qué enseña al judío la humildad cristiana? A vengarse. Yo os imitaré en todo lo malo, y para poco he de ser, si no supero á mis maestros.

 
UN CRIADO

Señores: mi amo Antonio os espera en su casa, para hablaros de negocios importantes.

SALARINO

Largo tiempo hace que le buscamos.

(Sale Túbal.)

SALANIO

Hé aquí otro de su misma tribu: no se encontraria otro tercero que los igualase como no fuese el mismísimo demonio.

(Vanse.)

SYLOCK

Túbal, ¿qué noticias traes de Génova? ¿qué sabes de mi hija?

TÚBAL

Oí noticias de ella en muchas partes, pero nunca la ví.

SYLOCK

Nunca ha caido otra maldicion igual sobre nuestra raza. Mira: se llevó un diamante que me habia costado dos mil ducados en la feria de Francfort. Dos mil ducados del diamante, y ademas muchas alhajas preciosas. Poco me importaria ver muerta á mi hija, como tuviera los diamantes en las orejas, y los ducados en el ataud. ¿Pero nada, nada has averiguado de ellos? ¡Maldito sea yo! ¡Y cuánto dinero he gastado en buscarla! ¡Tanto que se llevó el ladron, y tanto cómo llevo gastado en su busca, y todavía no me he vengado! Cada dia me trae una nueva pérdida. Todo género de lástimas y miserias ha caido sobre mí.

TÚBAL

No eres tú el solo desgraciado. Me contaron en Génova que tambien Antonio…

SYLOCK

¿Qué, qué? ¿le ha sucedido alguna desgracia?

TÚBAL

Se le ha perdido un barco que venia de Trípoli.

SYLOCK

¡Bendito sea Dios! ¿Pero eso es cierto?

TÚBAL

Me lo han contado algunos marineros escapados del naufragio.

SYLOCK

¡Gracias, amigo Túbal, gracias! ¡Qué felices nuevas! ¿Con qué en Génova, eh, en Génova?

TÚBAL

Dicen que tu hija ha gastado en Génova ochenta ducados en una noche.

SYLOCK

¡Qué daga me estás clavando en el corazon! ¡Pobre dinero mio! ¡En una noche sola ochenta ducados!

TÚBAL

Varios acreedores de Antonio, con quienes vengo desde Génova, tienen por inevitable su quiebra.

SYLOCK

¡Oh! ¡qué felicidad! Le atormentaré. Me he de vengar con creces.

TÚBAL

Uno de esos acreedores me mostró una sortija, con que tu hija le habia pagado un mono que compró.

SYLOCK

¡Cállate, maldecido! ¿Quieres martirizarme? Es mi turquesa. Me la regaló Lia, cuando yo era soltero. No la hubiera yo cedido por todo un desierto henchido de monos.

TÚBAL

Pero no tiene duda que Antonio está completamente arruinado.

SYLOCK

Eso me consuela. Eso tiene que ser verdad. Túbal, avísame un alguacil para dentro de quince dias. Si no paga la fianza, le sacaré las entrañas; si no fuera por él, haria yo en Venecia cuantos negocios quisiera. Túbal, nos veremos en la sinagoga. Adios, querido Túbal.

ESCENA II

Quinta de Pórcia
BASANIO, PÓRCIA, GRACIANO, NERISSA y criados
PÓRCIA

Os ruego que no os deis prisa. Esperad siquiera un dia ó dos, porque si no acertais en la eleccion, os pierdo para siempre. Hay en mi alma algo que me dice (no sé si será amor) que seria para mí un dolor que os fueseis. Odio ya veis que no puede ser. Si no os parecen bastante claras mis palabras (porque una doncella sólo puede hablar de estas cosas con el pensamiento) os suplicaria que permanecieseis aquí uno ó dos meses. Con esto tendré bastante tiempo para enseñaros el modo de no errar. Pero ¡ay! no puedo, porque seria faltar á mi juramento, y no he de ser perjura aunque os pierda. Si errais, hareis que me lamente mucho de haber faltado á mi juramento. ¡Ojalá nunca hubiera yo visto vuestros ojos! Su fulgor me ha partido el alma: sólo la mitad es mia, la otra mitad vuestra… He querido decir mia, pero no es mia, vuestra es tambien, y toda yo os pertenezco. Este siglo infeliz en que vivimos pone obstáculos entre el poseedor y su derecho. Por eso, y á la vez, soy vuestra y no lo soy. El hado tiene la culpa, y él es quien debe pagarla é ir al infierno, yo no. Hablo demasiado, pero es por entretener el tiempo, y detenerle, y con él vuestra eleccion.

BASANIO

Permitid que la suerte decida. Estoy como en el tormento.

PÓRCIA

¿Basanio en el tormento? pues qué, ¿hay algun engaño en vuestro amor?

BASANIO

Hay un recelo, que me presenta como imposible mi felicidad. Antes harán alianza el fuego y el hielo, que mi amor y la traicion.

PÓRCIA

Me temo que esteis hablando desde el tormento, donde el hombre, bien contra su voluntad, confiesa lo cierto.

BASANIO

Pórcia, mi vida consiste en vos. Dádmela, y os diré toda la verdad.

PÓRCIA

Decídmela y vivireis.

BASANIO

Mejor hubierais dicho: «decídmela y amad», y con esto seria inútil mi confesion, ya que mi único crímen es amar, delicioso tormento en que sólo el verdugo puede salvar al reo. Vamos á las cajas, y que la suerte nos favorezca.

PÓRCIA

A las cajas, pues. En una de ellas está mi efigie. Si me amais, la encontrareis de seguro. Atras, Nerissa: atras, todos vosotros, y mientras elige, resuene la música. Si se equivoca, morirá entre armonías como el cisne, y para que sea mayor la exactitud de la comparacion, mis ojos le darán sepulcro en las nativas ondas. Si vence (y no es imposible), oirá el son agudo de las trompetas, semejante al que saluda al rey que acaba de ser ungido y coronado, ó á las alegres voces que, al despuntar la aurora, penetran en los oidos del extasiado novio. Vedle acercarse con más amor y más vigorosos alientos que Hércules, cuando fué á salvar á Troya del nefando tributo de la doncella que tenia que entregar á la voracidad del mónstruo marino, en luctuoso dia. Yo soy la víctima. Vosotros sois como las matronas dárdanas que con llorosos ojos han salido de Troya á contemplar el sacrificio. Adelante, noble Alcides: sal vencedor de la contienda. En tu vida está la mia. Todavía tengo yo más interes en el combate, que tú que vas á pelear, dando celos al mismo Áres. (Mientras Basanio elige, canta la música: «¿Dónde nace el amor, en los ojos ó en el alma? ¿Quién le da fuerzas para quitarnos el sosiego? Decídnoslo, decídnoslo. – El amor nace en los ojos, se alimenta de miradas, y muere por desvíos en la misma cuna donde nace. Cantemos dulces himnos en alabanza del amor. ¡Viva el amor, viva el amor!»)

BASANIO

Muchas veces engañan las apariencias. ¿Ha habido causa tan mala que un elocuente abogado no pudiera hacer probable, buscando disculpas para el crímen más horrendo? ¿Hay alguna herejía religiosa que no tenga sectarios, y que no pueda cubrirse con citas de la Escritura ó con flores retóricas que disimulen su fealdad? ¿Hay vicio que no pueda disfrazarse con la máscara de la virtud? ¿No habeis visto muchos cobardes, tan falsos y movedizos como piedra sobre arena, y que por fuera muestran la belicosa faz de Hércules y las híspidas barbas de Marte, y por de dentro tienen los hígados tan blancos como la leche? Fingen valor, para hacerse temer. Medid la hermosura: se compra al peso, y son más ligeras las que se atavian con los más preciados arreos de la belleza. ¡Cuántas veces los áureos rizos, enroscados como sierpes al rededor de una dudosa belleza, son prenda de otra hermosura que yace en olvidado sepulcro! Los adornos son como la playa de un mar proceloso: como el velo de seda que oculta el rostro de una hermosura india: como la verdad, cuya máscara toma la fraude para engañar á los más prudentes. Por eso desdeño los fulgores del oro, alimento y perdicion del avaro Midas, y tambien el pálido brillo de la mercenaria plata. Tu quebrado color, oh plomo que pasas por vil y anuncias más desdichas que felicidad, me atrae más que todo eso. Por tí me decido. ¡Quiera Dios cumplir mi amoroso deseo!

PÓRCIA

(Aparte.) Como el viento disipa las nubes, así huyen de mi alma todos los recelos, tristezas y desconfianzas. Cálmate, amor; ten sosiego: templa los ímpetus del alma, y dame el gozo con tasa, porque si no, el corazon estallará de alegría.

BASANIO

(Abre la caja de plomo.) ¿Qué veo? ¿El mismo rostro de la hermosa Pórcia? ¿Qué pincel sobrehumano pudo acercarse tanto á la realidad? ¿Pestañean estos ojos, ó es que los mueve el reflejo de los mios? Exhalan sus labios un aliento más dulce que la miel. De sus cabellos ha tejido el pintor una tela de araña para enredar corazones. ¡Ay de las moscas que caigan en ellos! ¿Pero cómo habrá podido retratar sus ojos, sin cegar? ¿Cómo pudo acabar el uno sin que sus rayos le cegaran de tal modo que dejase sin acabar el otro? Toda alabanza es poca, y seria afrentar al retrato tanto como el retrato al original. Veamos lo que dice la letra, cifra breve de mi fortuna. (Lee.) «Tú á quien no engañan las apariencias, consigues la rara fortuna de acertar. Ya que tal suerte tuviste, no busques otra mejor. Si te parece bien la que te ha dado la fortuna, vuélvete hácia ella, y con un beso de amor tómala por tuya, siguiendo los impulsos de tu alma.» ¡Hermosa leyenda! Señora, perdon. Es necesario cumplir lo que este papel ordena. A la manera que el gladiador, cuando los aplausos ensordecen el anfiteatro, duda si es á él á quien se dirigen, y vuelve la vista en torno suyo; así yo, bella Pórcia, dudo si es verdad lo que miro, y antes de entregarme al gozo, necesito que lo confirmen vuestros labios.

PÓRCIA

Basanio, tal cual me veis, vuestra soy. No deseo para mí suerte mayor, pero en obsequio vuestro quisiera ser veinte veces más hermosa de lo que soy, y diez mil veces más rica. Yo quisiera exceder á todas en virtud, en belleza, en bienes de fortuna y en amigos, para que me amaseis mucho más. Pero valgo muy poco; soy una niña ignorante y sin experiencia; sólo tengo una cosa buena, y es que todavía no soy vieja para aprender; y otra aún mejor, que no fué tan mala mi educacion primera que no pueda aprender. Y áun tengo otra felicidad mejor, y es la de tener un corazon tan rendido que se humilla á vos como el siervo á su señor y monarca. Mi persona, y la hacienda que fué mia, son desde hoy vuestras. Hace un momento era yo señora de esta quinta y de estos criados, y de mí misma, pero desde ahora yo y mi quinta y mis criados os pertenecemos. Todo os lo doy con este anillo. Si algun dia le destruís ó perdeis, será indicio de que habeis perdido mi amor, y podré reprenderos por tan grave falta.

BASANIO

Señora, me habeis quitado el habla. Sólo os grita mi sangre alborotada en las venas. Tal trastorno habeis producido en mis sentidos, como el tumulto que estalla en una muchedumbre cuando oye el discurso de un príncipe adorado. Mil palabras incoherentes se confunden con gritos que no tienen sentido alguno, pero que expresan un júbilo sincero. Cuando huya de mis dedos ese anillo, irá con él mi vida, y podreis decir que ha muerto Basanio.

NERISSA

Á nosotros, mudos espectadores de tal drama, sólo nos toca daros el parabien. Sed dichosos, amos y señores mios.

GRACIANO

Basanio, señor mio; y tú, hermosa dama, disfrutad cuanta ventura deseo para vosotros, ya que no ha de ser á mi costa. Y cuando os prepareis á cerrar solemnemente el contrato, dadme licencia para hacer lo mismo.

BASANIO

Con mucho gusto, si encuentras mujer.

 
GRACIANO

Mil gracias, Basanio. Á tí lo debo. Mis ojos son tan avizores como los tuyos. Tú los pusiste en la señora; yo en la criada: tú amaste; yo tambien. Tu amor no consiente dilaciones; tampoco el mio. Tu suerte dependia de la buena eleccion de las cajas; tambien la mia. Yo ardiendo en amores perseguí á esta esquiva hermosura con tantas y tantas promesas y juramentos, que casi tengo seca la boca de repetirlos. Pero al fin (si las palabras de tal hermosura valen algo), me prometió concederme su amor, si tú acertabas á conquistar el de su señora.

PÓRCIA

¿Es verdad, Nerissa?

NERISSA

Verdad es, señora, si no lo llevais á mal.

BASANIO

¿Lo dices de véras, Graciano?

GRACIANO

De véras, señor.

BASANIO

Vuestro casamiento aumentará los regocijos del nuestro.

GRACIANO

¡Pero quién viene! ¿Lorenzo y la judía? ¿y con ellos mi amigo, el veneciano Salerio?

(Salen Lorenzo, Jéssica y Salerio.)

BASANIO

Con bien vengais á esta quinta, Lorenzo y Salerio, si es que mi recien nacida felicidad me autoriza para saludaros en este lugar. ¿Me lo permites, bellísima Pórcia?

PÓRCIA

Y lo repito: bien venidos sean.

LORENZO

Gracias por tanto favor. Mi intencion no era visitarte, pero Salerio, á quien encontré en el camino, se empeñó tanto, que al cabo consentí en acompañarle.

SALERIO

Lo hice, es verdad, pero no sin razon, porque te traigo un recado del señor Antonio. (Le da una carta.)

BASANIO

Antes de abrir esta carta, dime cómo se encuentra mi buen amigo.

SALERIO

No está enfermo más que del alma; por su carta verás lo que padece.

GRACIANO

Querido Salerio, dame la mano. ¿Qué noticias traes de Venecia? ¿Qué hace el honrado mercader Antonio? ¡Cómo se alegrará al saber nuestra dicha! Somos los Jasones que han encontrado el vellocino de oro.

SALERIO

¡Ojalá hubierais encontrado el áureo vellocino, que él perdió en hora aciaga!

PÓRCIA

Malas nuevas debe traer la carta. Huye el color de las mejillas de Basanio. Sin duda acaba de saber la muerte de un amigo muy querido, porque ninguna otra mala noticia podria abatir un ánimo tan constante; malo, malo. Perdóname, Basanio, pero soy la mitad de tu alma, y justo es que me pertenezcan la mitad de las desgracias que anuncia ese pliego.

BASANIO

¡Amada Pórcia! Leo en esta carta algunas de las frases más tristes que se han escrito nunca sobre el papel. ¡Pórcia hermosísima!, cuando por primera vez te confesé mi amor, no tuve reparo en decirte que yo no tenia otra hacienda que la sangre de mis venas, pero que era noble y bien nacido, y te dije la verdad. Pero así y todo hubo jactancia en mis palabras, al decirte que mis bienes eran ningunos. Para ser enteramente veraz, debí añadir que mi fortuna era menos que nada, porque la verdad es que empeñé mi palabra á mi mejor amigo, dejándole expuesto á la venganza del enemigo más cruel, implacable y sin entrañas: todo para procurarme dineros. Esta carta me parece el cuerpo de mi amigo: cada línea es á modo de una herida, que arroja la sangre á borbotones. Pero ¿es cierto, Salerio? ¿Todo, todo lo ha perdido? ¿Todos sus negocios le han salido mal? ¿Ni en Trípoli, ni en Méjico, ni en Lisboa, ni en Inglaterra, ni en la India, ni en Berberia, escapó ningun barco suyo de esos escollos tan fatales al marino?

SALERIO

Ni uno. Y aunque á Antonio le quedara algun dinero para pagar al judío, de seguro que este no le recibiria. No parece sér humano: nunca he visto á nadie tan ansioso de destruir y aniquilar á su prójimo. Dia y noche pide justicia al Dux, amenazando, si no se le hace justicia, con invocar las libertades del Estado. En vano han querido persuadirle los mercaderes más ricos, y el mismo Dux y los patricios. Todo en balde. Él persiste en su demanda, y reclama confiscacion, justicia y el cumplimiento de su engañoso trato.

JÉSSICA

Cuando vivia yo con él, muchas veces le ví jurar á sus amigos Túbal y Chus que preferia la carne de Antonio á veinte veces el valor de la suma que le debia, y si las leyes y el gobierno de Venecia no protegen al infeliz Antonio, mala será su suerte.

PÓRCIA

¿Y en vuestro amigo recaen todas esas calamidades?

BASANIO

En mi amigo, el mejor y más fiel, el de alma más honrada que hay en toda Italia. En su pecho arde la llama del honor de la antigua Roma.

PÓRCIA

¿Qué es lo que debe al judío?

BASANIO

Tres mil ducados que me prestó.

PÓRCIA

¿No más que tres mil? Dale seis mil, duplica, triplica la suma, antes que consentir que tan buen amigo pierda por tí ni un cabello. Vamos al altar, despidámonos, y luego corre á Venecia á buscar á tu amigo; no vuelvas al lado de Pórcia hasta dejarle en salvo. Llevarás lo bastante para pagar diez veces más de lo que debe al hebreo. Págalo, y vuelve enseguida con tu fiel amigo. Mi doncella Nerissa y yo viviremos entretanto como viudas y como doncellas. Es necesario que partas el dia mismo de nuestras bodas. Piensa en nuestros comensales; no arrugues el ceño, muestra la faz alegre. Ya que tan caro te he comprado, reflexiona cuánto he de amarte. Pero léeme antes la carta.

BASANIO

«Querido Basanio: mis barcos naufragaron: me acosan mis acreedores; he perdido toda mi hacienda; ha vencido el plazo de mi escritura con el judío, y claro es que si se cumple la cláusula del contrato, tengo forzosamente que morir. Toda deuda entre nosotros queda liquidada, con tal que vengas á verme en la hora de mi muerte. Sin embargo, haz lo que quieras; si nuestra amistad no te obliga á venir, tampoco te hará fuerza esta carta.»

PÓRCIA

Amor mio, véte en seguida.

BASANIO

Volaré, si me lo permites. Entretanto que vuelvo, el reposo y la soledad de mi lecho serán continuos estímulos para que yo vuelva.

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