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Dramas

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ESCENA III

Celda de Fray Lorenzo
FRAY LORENZO y ROMEO
FRAY LORENZO

Ya la aurora se sonrie mirando huir á la oscura noche. Ya con sus rayos dora las nubes de oriente. Huye la noche con perezosos piés, tropezando y cayendo como un beodo, al ver la lumbre del sol que se despierta y monta en el carro de Titan. Antes que tienda su dorada lumbre, alegrando el dia y enjugando el llanto que vertió la noche, he de llenar este cesto de bien olientes flores y de yerbas primorosas. La tierra es á la vez cuna y sepultura de la naturaleza, y su seno educa y nutre hijos de varia condicion, pero ninguno tan falto de virtud que no dé alimento ó remedio ó solaz al hombre. Extrañas son las virtudes que derramó la pródiga mano de la naturaleza, en piedras, plantas y yerbas. No hay sér inútil sobre la tierra, por vil y despreciable que parezca. Por el contrario, el sér más noble, si se emplea con mal fin, es dañino y abominable. El bien mismo se trueca en mal y el valor en vicio, cuando no sirve á un fin virtuoso. En esta flor que nace duermen escondidos á la vez medicina y veneno: los dos nacen del mismo orígen, y su olor comunica deleite y vida á los sentidos, pero si se aplica al labio, esa misma flor tan aromosa mata el sentido. Así es el alma humana; dos monarcas imperan en ella, uno la humildad, otro la pasion; cuando ésta predomina, un gusano roedor consume la planta.

ROMEO

Buenos dias, padre.

FRAY LORENZO

Él sea en tu guarda. ¿Quién me saluda con tan dulces palabras, al apuntar el dia? Levantado y á tales horas, revela sin duda intranquilidad de conciencia, hijo mio. En las pupilas del anciano viven los cuidados veladores, y donde reina la inquietud ¿cómo habitará el sosiego? Pero en lecho donde reposa la juventud ajena de todo pesar y duelo, infunde en los miembros deliciosa calma el blando sueño. Tu visita tan de mañana me indica que alguna triste ocasion te hace abandonar tan pronto el lecho. Y si no… será que has pasado la noche desvelado.

ROMEO

¡Eso es, y descansé mejor que dormido!

FRAY LORENZO

Perdónete Dios. ¿Estuviste con Rosalía?

ROMEO

¿Con Rosalía? Ya su nombre no suena dulce en mis oidos, ni pienso en su amor.

FRAY LORENZO

Bien haces. Luego ¿dónde estuviste?

ROMEO

Te lo diré sin ambages. En la fiesta de nuestros enemigos los Capuletos, donde á la vez herí y fuí herido. Sólo tus manos podrán sanar á uno y otro contendiente. Y con esto verás que no conservo rencor á mi adversario, puesto que intercedo por él como si fuese amigo mio.

FRAY LORENZO

Dime con claridad el motivo de tu visita, si es que puedo ayudarte en algo.

ROMEO

Pues te diré en dos palabras que estoy enamorado de la hija del noble Capuleto, y que ella me corresponde con igual amor. Ya está concertado todo – sólo falta que vos bendigais esta union. Luego os diré con más espacio dónde y cómo nos conocimos y nos juramos constancia eterna. Ahora lo que importa es que nos caseis al instante.

FRAY LORENZO

¡Por vida de mi padre san Francisco! ¡Qué pronto olvidaste á Rosalía, en quien cifrabas antes tu cariño! El amor de los jóvenes nace de los ojos y no del corazon. ¡Cuánto lloraste por Rosalía! y ahora tanto amor y tanto enojo se ha disipado como el eco. Aún no ha disipado el sol los vapores de tu llanto. Aún resuenan en mis oidos tus quejas. Aún se ven en tu rostro las huellas de antiguas lágrimas. ¿No decias que era más bella y gentil que ninguna? y ahora te has mudado. ¡Y luego acusais de inconstantes á las mujeres! ¿Cómo buscais firmeza en ellas, si vosotros les dais el ejemplo de olvidar?

ROMEO

¿Pero vos no reprobabais mi amor por Rosalía?

FRAY LORENZO

Yo no reprobaba tu amor, sino tu idolatría ciega.

ROMEO

¿Y no me dijisteis que hiciera todo lo posible por ahogar ese amor?

FRAY LORENZO

Pero no para que de la sepultura de ese amor brotase otro amor nuevo y más ardiente.

ROMEO

No os enojeis conmigo, porque mi señora me quiere tanto como yo á ella y con su amor responde al mio, y la otra no.

FRAY LORENZO

Es que Rosalía quizá adivinara la ligereza de tu amor. Ven conmigo, inconstante mancebo. Yo te ayudaré á conseguir lo que deseas para que esta boda sea lazo de amistad que extinga el rencor de vuestras familias.

ROMEO

Vamos, pues, sin detenernos.

FRAY LORENZO

Vamos con calma para no tropezar.

ESCENA IV

Calle
BENVOLIO y MERCUTIO
MERCUTIO

¿Dónde estará Romeo? ¿Pareció anoche por su casa?

BENVOLIO

Por casa de su padre no estuvo. Así me lo ha dicho su criado.

MERCUTIO

¡Válgame Dios! Esa pálida muchachuela, esa Rosalía de duras entrañas acabará por tornarle loco.

BENVOLIO

Teobaldo, el primo de Capuleto, ha escrito una carta al padre de Romeo.

MERCUTIO

Sin duda será cartel de desafío.

BENVOLIO

Pues Romeo es seguro que contestará.

MERCUTIO

Todo el mundo puede responder á una carta.

BENVOLIO

Quiero decir que Romeo sabrá tratar como se merece al dueño de la carta.

MERCUTIO

¡Pobre Romeo! Esa rubia y pálida niña le ha atravesado el corazon á estocadas, le ha traspasado los oidos con una cancion de amor, y el centro del alma con las anchas flechas del volador Cupido… ¿Y quién resistirá á Teobaldo?

BENVOLIO

¿Quién es Teobaldo?

MERCUTIO

Algo más que el rey de los gatos; es el mejor y más diestro esgrimidor. Maneja la espada como tú la lengua, guardando tiempo, distancia y compas. Gran cortador de ropillas. Espadachin, espadachin de profesion, y muy enterado del inmortal passato, del punto reverso y del par.

BENVOLIO

¿Y qué quieres decir con eso?

MERCUTIO

Mala landre devore á esos nuevos elegantes que han venido con gestos y cortesías á reformar nuestras antiguas costumbres. «¡Qué buena espada, qué buen mozo, qué hermosa mujer!» Decidme, abuelos mios, ¿no es mala vergüenza que estemos llenos de estos moscones extranjeros, estos pardonnez moi, tan ufanos con sus nuevas galas y tan despreciadores de lo antiguo? ¡Oh, necedad insigne!

(Sale Romeo.)

BENVOLIO

¡Aquí tienes á Romeo! ¡Aquí tienes á Romeo!

MERCUTIO

Bien roma trae el alma. No eres carne ni pescado. ¡Oh materia digna de los versos del Petrarca! Comparada con su amor Laura era una fregona, sino que tuvo mejor poeta que la celebrase; Dido una zagala, Cleopatra una gitana, Hero y Elena dos rameras, y Ciste, á pesar de sus negros ojos, no podria competir con la suya. Bon jour, Romeo. Saludo francés corresponde á vuestras calzas francesas. Anoche nos dejaste en blanco.

ROMEO

¿Qué dices de dejar en blanco?

MERCUTIO

Que te despediste á la francesa. ¿Lo entiendes ahora?

ROMEO

Perdon, Mercutio. Tenia algo que hacer, y no estaba el tiempo para cortesías.

MERCUTIO

¿De suerte que tú tambien las usas á veces y doblas las rodillas?

ROMEO

Luego no soy descortes, porque eso es hacer genuflexiones.

MERCUTIO

Dices bien.

ROMEO

Pero aquello de que hablábamos es cortesía y no genuflexion.

MERCUTIO

Es que yo soy la flor de la cortesía.

ROMEO

¿Cómo no dices la flor y nata?

MERCUTIO

Porque la nata la dejo para tí3.

ROMEO

Cállate.

MERCUTIO

¿Y no es mejor esto que andar en lamentaciones exóticas? Ahora te reconozco: eres Romeo, nuestro antiguo y buen amigo. Andabas hecho un necio con ese amor insensato.

(Salen Pedro y el Ama.)

MERCUTIO

Vela, vela.

BENVOLIO

Y son dos: una saya y un sayal.

AMA

¡Pedro!

PEDRO

¿Qué?

AMA

Tráeme el abanico.

MERCUTIO

Dáselo, Pedro, que siempre será más agradable mirar su abanico que su cara.

AMA

Buenas tardes, señores.

MERCUTIO

Buenas tardes, hermosa dama.

AMA

¿Pues hemos llegado á la tarde?

MERCUTIO

No, pero la mano lasciva del reloj está señalando las doce.

AMA

¡Jesús, qué hombre!

MERCUTIO

Un hombre que Dios crió, para que luego echase él mismo á perder la obra divina.

 
AMA

Bien dicho. Para que echase su obra á perder… ¿Pero me podria decir alguno de vosotros dónde está el jóven Romeo?

ROMEO

Yo te lo podré decir, y por cierto que ese jóven será ya más viejo cuando le encontreis, que cuando empezabais á buscarlo. Yo soy Romeo, á falta de otro más jóven.

AMA

¿Lo decis de veras?

MERCUTIO

¿Conque á falta de otro mejor, os parece jóven? Discretamente lo entendeis.

AMA

Si verdaderamente sois Romeo, tengo que deciros secretamente una palabra.

BENVOLIO

Si querrá citarle para esta noche…

MERCUTIO

¿Es una alcahueta, una perra?.. ¡Oh, oh!..

ROMEO

¿Qué ruido es ese?

MERCUTIO

No es que haya encontrado yo ninguna liebre, ni es cosa de seguir la liebre, aunque como dice el cantar: «En cuaresma bien se puede comer una liebre vieja, pero tan vieja llega á podrirse, si se la guarda, que no hay quien la pueda mascar.» ¿Vas á casa de tu padre, Romeo? Allá iremos á comer.

ROMEO

Voy con vosotros.

MERCUTIO

Adios, hermosa vieja; hermosa, hermosa, hermosa.

(Vanse él y Benvolio.)

AMA

Bendito sea Dios, que ya se fué éste. ¿Me podriais decir (á Romeo) quién es este majadero, tan pagado de sus chistes?

ROMEO

Ama, es un amigo mio que se escucha á sí mismo y gusta de reirse sus gracias, y que habla más en una hora que lo que escuchas tú en un mes.

AMA

Pues si se atreve á hablar mal de mí, él me lo pagará, aunque vengan en su ayuda otros veinte de su calaña. Y si yo misma no puedo, otros sacarán la cara por mí. Pues no faltaba más. ¡El grandísimo impertinente! ¿Si creerá que yo soy una mujer de esas?.. Y tú (á Pedro) que estás ahí tan reposado, y dejas que cualquiera me insulte.

PEDRO

Yo no he visto que nadie os insulte, porque si lo viera, no tardaria un minuto en sacar mi espada. Nadie me gana en valor cuando mi causa es justa, y cuando me favorece la ley.

AMA

¡Válgame Dios! todavía me dura el enojo y las carnes me tiemblan… Una palabra sola, caballero. Como iba diciendo, mi señorita me manda con un recado para vos. No voy á repetiros todo lo que me ha dicho. Pero si vuestro objeto es engañarla, ciertamente que será cosa indigna, porque mi señorita es una muchacha jóven, y el engañarla seria muy mala obra, y no tendria perdon de Dios.

ROMEO

Ama, puedes jurar á tu señora que…

AMA

¡Bien, bien, así se lo diré, y ha de alegrarse mucho!..

ROMEO

¿Y qué le vas á decir, si todavía no me has oido nada?

AMA

Le diré que protestais, lo cual, á fe mia, es obrar como caballero.

ROMEO

Dile que invente algun pretexto para ir esta tarde á confesarse al convento de fray Lorenzo, y él nos confesará y casará. Toma este regalo.

AMA

No aceptaré ni un dinero, señor mio.

ROMEO

Yo te lo mando.

AMA

¿Conque esta tarde? Pues no faltará.

ROMEO

Espérame detras de las tápias del convento, y antes de una hora, mi criado te llevará una escala de cuerdas para poder yo subir por ella hasta la cima de mi felicidad. Adios y séme fiel. Yo te lo premiaré todo. Mis recuerdos á Julieta.

AMA

Bendito seais. Una palabra más.

ROMEO

¿Qué, ama?

AMA

¿Es de fiar vuestro criado? ¿Nunca oisteis que á nadie fia sus secretos el varon prudente?

ROMEO

Mi criado es fiel como el oro.

AMA

Bien, caballero. No hay señorita más hermosa que la mia. ¡Y si la hubierais conocido cuando pequeña!.. ¡Ah! Por cierto que hay en la ciudad un tal Páris que de buena gana la abordaría. Pero ella, bendita sea su alma, más quisiera á un sapo feísimo que á él. A veces me divierto en enojarla, diciéndole que Páris es mejor mozo que vos, y ¡si vierais cómo se pone entonces! Más pálida que la cera. Decidme ahora: ¿Romero y Romeo no tienen la misma letra inicial?

ROMEO

Verdad es que ambos empiezan por R.

AMA

Eso es burla. Yo sé que vuestro nombre empieza con otra letra menos áspera… ¡Si vierais qué graciosos equívocos hace con vuestro nombre y con Romero! Gusto os diera oirla.

ROMEO

Recuerdos á Julieta.

AMA

Sí que se los daré mil veces. ¡Pedro!

PEDRO

¡Qué!

AMA

Toma el abanico, y guíame.

ESCENA V

Jardin de Capuleto
JULIETA y el AMA
JULIETA

Las nueve eran cuando envié al ama, y dijo que antes de media hora volveria. ¿Si no lo habrá encontrado? ¡Pero sí! ¡Qué torpe y perezosa! Sólo el pensamiento debiera ser nuncio del amor. El corre más que los rayos del sol cuando ahuyentan las sombras de los montes. Por eso pintan al amor con alas. Ya llega el sol á la mitad de su carrera. Tres horas van pasadas desde las nueve á las doce, y él no vuelve todavía. Si ella tuviese sangre juvenil y alma, volveria con las palabras de su boca; pero la vejez es pesada como un plomo.

(Salen el Ama y Pedro.)

¡Gracias á Dios que viene! Ama mia, querida ama… ¿qué noticias traes? ¿Hablaste con él? Que se vaya Pedro.

AMA

Véte, Pedro.

JULIETA

Y bien, ama querida. ¡Qué triste estás! ¿Acaso traes malas noticias? Dímelas, á lo menos, con rostro alegre. Y si son buenas, no las eches á perder con esa mirada torva.

AMA

Muy fatigada estoy. ¡Qué quebrantados están mis huesos!

JULIETA

¡Tuvieras tus huesos tú y yo mis noticias! Habla por Dios, ama mia.

AMA

¡Señor, qué prisa! Aguarda un poco. ¿No me ves sin aliento?

JULIETA

¿Cómo sin aliento, cuándo te sobra para decirme que no le tienes? Menos que en volverlo á decir, tardarias en darme las noticias. ¿Las traes buenas ó malas?

AMA

¡Qué mala eleccion de marido has tenido! ¡Vaya, que el tal Romeo! Aunque tenga mejor cara que los demas, todavía es mejor su pié y su mano y su gallardía. No diré que la flor de los cortesanos, pero tengo para mí que es humilde como una oveja. ¡Bien has hecho, hija! y qué Dios te ayude. ¿Has comido en casa?

JULIETA

Calla, calla: eso ya me lo sabia yo. ¿Pero que hay de la boda? dímelo.

AMA

¡Jesús! ¡qué cabeza la mia! Pues, y la espalda… ¡Cómo me mortifican los riñones! ¡La culpa es tuya que me haces andar por esos andurriales, abriéndome la sepultura antes de tiempo!

JULIETA

Mucho siento tus males, pero acaba de decirme, querida ama, lo que te contestó mi amor.

AMA

Habló cómo un caballero lleno de discrecion y gentileza; puedes creerme. ¿Dónde está tu madre?

JULIETA

¿Mi madre? Allá dentro. ¡Vaya una pregunta!

AMA

¡Válgame Dios! ¿Te enojas conmigo? ¡Buen emplasto para curar mis quebraduras! Otra vez vas tú misma á esas comisiones.

JULIETA

Pero ¡qué confusion! ¿Qué es en suma lo que te dijo Romeo?

AMA

¿Te dejarán ir sola á confesar?

JULIETA

Sí.

AMA

Pues allí mismo te casarás. Véte á la celda de fray Lorenzo. Ya se cubren de rubor tus mejillas con tan sencilla nueva. Véte al convento. Yo, iré por otra parte á buscar la escalera, con que tu amante ha de escalar el nido del amor. A la celda, pues, y yo á comer.

JULIETA

¡Y yo á mi felicidad! ama mia.

ESCENA VI

Celda de Fray Lorenzo
FRAY LORENZO y ROMEO
FRAY LORENZO

¡El cielo mire con buenos ojos la ceremonia que vamos á cumplir, y no nos castigue por ella en adelante!

ROMEO

¡Así sea, así sea! Pero por muchas penas que vengan no bastarán á destruir la impresion de este momento de ventura. Junta nuestras manos, y con tal que yo pueda llamarla mia, no temeré ni siquiera á la muerte, verdugo del amor.

FRAY LORENZO

Nada violento es duradero: ni el placer ni la pena: ellos mismos se consumen como el fuego y la pólvora al usarse. La excesiva dulcedumbre de la miel empalaga al labio. Ama, pues, con templanza. Aquí está la dama; (sale Julieta) su pié es tan leve que no desgastará nunca la eterna roca; tan ligera que puede correr sobre las telas de araña sin romperlas.

JULIETA

Buenas tardes, reverendo confesor.

FRAY LORENZO

Romeo te dará las gracias en nombre de los dos.

JULIETA

Por eso le he incluido en el saludo. Si no, pecaria él de exceso de cortesía.

ROMEO

¡Oh, Julieta! Si tu dicha es cómo la mia y puedes expresarla con más arte, alegra con tus palabras el aire de este aposento y deja que tu voz proclame la ventura que hoy agita el alma de los dos.

JULIETA

El verdadero amor es más prodigo de obras que de palabras: más rico en la esencia que en la forma. Sólo el pobre cuenta su caudal. Mi tesoro es tan grande que yo no podria contar ni siquiera la mitad.

FRAY LORENZO

Acabémos pronto. No os dejaré solos hasta que os ligue la bendicion nupcial.

ACTO III

ESCENA PRIMERA

Plaza de Verona
MERCUTIO, BENVOLIO
BENVOLIO

Amigo Mercutio, pienso que debíamos refrenarnos, porque hace mucho calor, y los Capuletos andan encalabrinados, y ya sabes que en verano hierve mucho la sangre.

MERCUTIO

Tú eres uno de esos hombres que cuando entran en una taberna, ponen la espada sobre la mesa, como diciendo: «ojalá que no te necesite», y luego, á los dos tragos, la sacan, sin que nadie les provoque.

BENVOLIO

¿Dices que yo soy de esos?

MERCUTIO

Y de los más temibles espadachines de Italia, tan fácil de entrar en cólera como de provocar á los demas.

BENVOLIO

¿Por qué dices eso?

MERCUTIO

Si hubiera otro como tú, pronto os matariais. Capaz eres de reñir por un solo pelo de la barba. Donde nadie veria ocasion de camorra, la ves tú. Llena está de riña tu cabeza, como de yema un huevo, y eso que á porrazos te han puesto tan blanda como una yema, la cabeza. Reñiste con uno porque te vió en la calle y despertó á tu perro que estaba durmiendo al sol. Y con un sastre porque estrenó su ropa nueva antes de Pascua, y con otro porque ataba sus zapatos con cintas viejas. ¿Si vendrás tú á enseñarme moderacion y prudencia?

BENVOLIO

Si yo fuera tan camorrista como tú, ¿quién me aseguraria la vida ni siquiera un cuarto de hora?.. Mira, aquí vienen los Capuletos.

MERCUTIO

¿Y qué se me da á mí, vive Dios?

(Teobaldo y otros.)

TEOBALDO

Estad cerca de mí, que tengo que decirles dos palabras. Buenas tardes, hidalgos. Quisiera hablar con uno de vosotros.

MERCUTIO

¿Hablar sólo? Más valiera que la palabra viniese acompañada de algo, v. g., de un golpe.

TEOBALDO

Hidalgo, no dejaré de darle si hay motivo.

MERCUTIO

¿Y no podeis encontrar motivo sin que os lo dén?

TEOBALDO

Mercutio, tú estás de acuerdo con Romeo.

MERCUTIO

¡De acuerdo! ¿Has creido que somos músicos? Pues aunque lo seamos, no dudes que en esta ocasion vamos á desafinar. Yo te haré bailar con mi arco de violin. ¡De acuerdo! ¡Válgame Dios!

BENVOLIO

Estamos entre gentes. Buscad pronto algun sitio retirado, donde satisfaceros, ó desocupad la calle, porque todos nos están mirando.

 
MERCUTIO

Para eso tienen ojos. No me voy de aquí por dar gusto á nadie.

TEOBALDO

Adios, señor. Aquí está el doncel que buscábamos.

(Entra Romeo.)

MERCUTIO

Mátenme si él lleva los colores de vuestro escudo. Aunque de fijo os seguirá al campo, y por eso le llamais doncel.

TEOBALDO

Romeo, sólo una palabra me consiente decirte el odio que te profeso. Eres un infame.

ROMEO

Teobaldo, tales razones tengo para quererte que me hacen perdonar hasta la bárbara grosería de ese saludo. Nunca he sido infame. No me conoces. Adios.

TEOBALDO

Mozuelo imberbe, no intentes cobardemente excusar los agravios que me has hecho. No te vayas, y defiéndete.

ROMEO

Nunca te agravié. Te lo afirmo con juramento. Al contrario hoy te amo más que nunca, y quizá sepas pronto la razon de este cariño. Véte en paz, buen Capuleto, nombre que estimo tanto como el mio.

MERCUTIO

¡Qué extraña cobardía! Decídanlo las estocadas. Teobaldo, espadachin, ¿quieres venir conmigo?

TEOBALDO

¿Qué me quieres?

MERCUTIO

Rey de los gatos, sólo quiero una de tus siete vidas, y luego aporrearte á palos las otras seis. ¿Quieres tirar de las orejas á tu espada, y sacarla de la vaina? Anda presto, porque si no, la mia te calentará tus orejas antes que la saques.

TEOBALDO

Soy contigo.

ROMEO

Detente, amigo Mercutio.

MERCUTIO

Adelante, hidalgo. Enseñadme ese quite. (Se baten.)

ROMEO

Saca la espada, Benvolio. Separémoslos. ¡Qué afrenta, hidalgos! ¡Oid, Teobaldo! ¡Oye, Mercutio! ¿No sabeis que el Príncipe ha prohibido sacar la espada en las calles de Verona? Deteneos, Teobaldo y Mercutio.

(Se van Teobaldo y sus amigos.)

MERCUTIO

Mal me han herido. ¡Mala peste á Capuletos y Montescos! Me hirieron y no los herí.

ROMEO

¿Te han herido?

MERCUTIO

Un arañazo, nada más, un arañazo, pero necesita cura. ¿Dónde está mi paje, para que me busque un cirujano?

(Se va el paje.)

ROMEO

No temas. Quizá sea leve la herida.

MERCUTIO

No es tan honda como un pozo, ni tan ancha como el pórtico de una iglesia, pero basta. Si mañana preguntas por mí, verásme tan callado como un muerto. Ya estoy escabechado para el otro mundo. Mala landre devore á vuestras dos familias. ¡Vive Dios! ¡Que un perro, una rata, un raton, un gato mate así á un hombre! Un maton, un pícaro, que pelea contra los ángulos y reglas de la esgrima. ¿Para qué te pusiste á separarnos? Por debajo de tu brazo me ha herido.

ROMEO

Fué con buena intencion.

MERCUTIO

Llévame de aquí, Benvolio, que me voy á desmayar. ¡Mala landre devore á entrambas casas! Ya soy una gusanera. ¡Maldita sea la discordia de Capuletos y Montescos!

(Vanse.)

ROMEO

Por culpa mia sucumbe este noble caballero, tan cercano deudo del Príncipe. Estoy afrentado por Teobaldo, por Teobaldo que ha de ser mi pariente dentro de poco. Tus amores, Julieta, me han quitado el brio y ablandado el temple de mi acero.

BENVOLIO

(Que vuelve.) ¡Ay, Romeo! Mercutio ha muerto. Aquella alma audaz, que hace poco despreciaba la tierra, se ha lanzado ya á las nubes.

ROMEO

Y de este dia sangriento nacerán otros que extremarán la copia de mis males.

BENVOLIO

Por allí vuelve Teobaldo.

ROMEO

Vuelve vivo y triunfante. ¡Y Mercutio muerto! Huye de mí, dulce templanza. Sólo la ira guie mi brazo. Teobaldo, ese mote de infame que tú me diste, yo te le devuelvo ahora, porque el alma de Mercutio está desde las nubes llamando á la tuya, y tú ó yo ó los dos hemos de seguirle forzosamente.

TEOBALDO

Pues véte á acompañarle tú, necio, que con él ibas siempre.

ROMEO

Ya lo decidirá la espada. (Se baten, y cae herido Teobaldo.)

BENVOLIO

Huye, Romeo. La gente acude y Teobaldo está muerto. Si te alcanzan, vas á ser condenado á muerte. No te detengas como pasmado. Huye, huye.

ROMEO

Soy triste juguete de la suerte.

BENVOLIO

Huye, Romeo.

(Acude gente.)

CIUDADANO 1.º

¿Por dónde habrá huido Teobaldo, el asesino de Mercutio?

BENVOLIO

Ahí yace muerto Teobaldo.

CIUDADANO 1.º

Seguidme todos. En nombre del Príncipe lo mando.

(Entran el Príncipe con sus guardias, Montescos, Capuletos, etc.)

EL PRÍNCIPE

¿Dónde están los promovedores de esta reyerta?

BENVOLIO

Ilustre Príncipe, yo puedo referiros todo lo que aconteció. Teobaldo mató al fuerte Mercutio, vuestro deudo, y Romeo mató á Teobaldo.

LA SEÑORA DE CAPULETO

¡Teobaldo! ¡Mi sobrino, hijo de mi hermano! ¡Oh, Príncipe! un Montesco ha asesinado á mi deudo. Si sois justo, dadnos sangre por sangre. ¡Oh, sobrino mio!

PRÍNCIPE

Dime con verdad, Benvolio. ¿Quién comenzó la pelea?

BENVOLIO

Teobaldo, que luego murió á manos de Romeo. En vano Romeo con dulces palabras le exhortaba á la concordia, y le traia al recuerdo vuestras ordenanzas: todo esto con mucha cortesía y apacible ademan. Nada bastó á calmar los furores de Teobaldo, que ciego de ira, arremetió con el acero desnudo contra el infeliz Mercutio. Mercutio le resiste primero á hierro, y apartando de sí la suerte, quiere arrojarla del lado de Teobaldo. Este le esquiva con ligereza. Romeo se interpone, clamando: «Paz, paz, amigos.» En pos de su lengua va su brazo á interponerse entre las armas matadoras, pero de súbito, por debajo de ese brazo, asesta Teobaldo una estocada que arrebata la vida al pobre Mercutio; Teobaldo huye á toda prisa, pero á poco rato vuelve, y halla á Romeo, cuya cólera estalla. Arrójanse como rayos al combate, y antes de poder atravesarme yo, cae Teobaldo y huye Romeo. Esta es la verdad lisa y llana, por vida de Benvolio.

LA SEÑORA DE CAPULETO

No ha dicho verdad. Es pariente de los Montescos, y la aficion que les tiene le ha obligado á mentir. Más de veinte espadas se desenvainaron contra mi pobre sobrino. Justicia, Príncipe. Si Romeo mató á Teobaldo, que muera Romeo.

PRÍNCIPE

Él mató á Mercutio, segun se infiere del relato. ¿Y quién pide justicia, por una sangre tan cara?

MONTESCO

No era Teobaldo el deudor, aunque fuese amigo de Mercutio, ni debia haberse tomado la justicia por su mano, hasta que las leyes decidiesen.

PRÍNCIPE

En castigo, yo te destierro. Vuestras almas están cegadas por el encono, y á pesar vuestro he de haceros llorar la muerte de mi deudo. Seré inaccesible á lágrimas y á ruegos. No me digais palabra. Huya Romeo; porque si no huye, le alcanzará la muerte. Levantad el cadáver. No seria clemencia perdonar al homicida.

3Siguen otros juegos de palabras difíciles de poner en castellano, so pena de sustituir otros.
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