Nos quitaron la miel

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NOS QUITARON LA MIEL

MEMORIAS DE UNA LUCHADORA

ANTIFRANQUISTA

NOS QUITARON LA MIEL

MEMORIAS DE UNA LUCHADORA

ANTIFRANQUISTA

Rosalía Sender Begué

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

2004


Aquesta publicació no pot ser reproduïda, ni totalment ni parcialment, ni enregistrada en, o transmesa per, un sistema de recuperació d’informació, en cap forma ni per cap mitjà, sia fotomecànic, fotoquímic, electrònic, per fotocòpia o per qualsevol altre, sense el permís previ de l’editorial.

© Rosalía Sender Begué, 2004

© De esta edición: Universitat de València, 2004

© Foto cubierta: Mitin de clausura del IX Congreso del PCE en la plaza de toros de Vistalegre (Madrid), 23 de abril de 1978 (Foto de Rosalía Sender Begué)

http://puv.uv.es publicacions@uv.es Maquetación: Maria Casanova Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera Producción editorial: Juli Capilla

Impresión: GUADA Impressors, SL

ISBN: 978-84-370-9420-5

Depósito legal: V-4745-2004

A mis hijos, Antonio y Lidia,que han sido lo mejor de mi vida

A mi nieto Adrián,para que conozca mejorlos acontecimientos y vivenciasde sus raíces

Una vida como miles de otras,la de una abeja más de la colmena

ÍNDICE

A MODO DE INTRODUCCIÓN

LOS AÑOS DE AÑORANZA, ILUSIÓN Y ESPERANZA

Infancia

Juventud

Matrimonio

Misiones esporádicas

Los hijos

REGRESO A ESPAÑA Y LUCHA ANTIFRANQUISTA

Valencia, 1967

Encarcelamiento de Antonio y lucha contra la tortura

Nuevo trabajo y viajes a África

Militancia activa. Trabajo unitario y lucha por la democracia

Miembro de la Dirección del PCPV

La matanza de Atocha

Legalización del PCE y pacto constitucional

Campaña electoral y primeras elecciones generales

Secretaría de Finanzas

LA DEMOCRACIA

Cuestionamientos. Dedicación plena al partido

Separación

Proceso preautonómico

Enfrentamientos nacionalistas y otros

23 de febrero de 1981. Intento de golpe de estado

Congresos y campaña Anti OTAN

Elecciones generales de 1982

Dimisión de la Secretaría de Finanzas

Promociones Culturales del País Valenciano

Nuestras relaciones con el Partido

ALGUNAS REFLEXIONES

ÍNDICE ONOMÁSTICO

APÉNDICE GRÁFICO

SIGLAS


AP Alianza Popular
BR Bandera Roja
CCOO Comisiones Obreras
CEOE Confederación Española de Organizaciones Empresariales
CNT Confederación Nacional del Trabajo
EE Euskadiko Ezkerra
EPK Euskadiko Partidu Komunista (Partido Comunista de Euskadi)
FRAP Frente Revolucionario Antifascista y Patriota
HOAC Hermandad Obrera de Acción Católica
JOC Juventud Obrera Católica
LCR Liga Comunista Revolucionaria
MC Movimiento Comunista de España
MDM Movimiento Democrático de Mujeres
OCE Organización Comunista de España
ONU Organización de Naciones Unidas
ORT Organización Revolucionaria de Trabajadores
PCE Partido Comunista de España
PCE-ML Partido Comunista de España Marxista-Leninista
PCE (R) Partido Comunista de España Reconstituído
PCPV Partido Comunista del País Valenciano
PDLPV Partido Demócrata Liberal del País Valenciano
PNV Partido Nacionalista Vasco
PSAN Partit Socialista d’Alliberament Nacional dels Països Catalans
PSD Partido Socialista Democrático
PSOE Partido Socialista Obrero Español
PSP Partido Socialista Popular
PSPV Partido Socialista del País Valenciano
PSV Partit Socialista Valencià
PTE Partido de los Trabajadores de España
UCD Unión de Centro Democrático
UCE Unificación Comunista de España
UDC Unión Democrática Cristiana
UDPV Unió Democràtica del País Valencià
UGT Unión General de Trabajadores
UML Unión Marxista-Leninista
URV Unión Regional Valenciana
USO Unión Sindical Obrera
UV Unión Valenciana

A MODO DE INTRODUCCIÓN

 

La historia la forjan millones de hombres y mujeres con su trabajo y su lucha, pero siempre la cuentan los que detentan el poder. Desde 1976 se nos muestra una «Santa Transición» que tiene poco que ver con la realidad. Se silencian los hechos que provocaron las decisiones que se tomaban, no por una «voluntad democrática» de hombres que siempre habían sido franquistas y que se resistieron al cambio, sino por la presión y la fuerza ejercida en su contra por la oposición y, en gran medida, por la organización del PCE. En la primera etapa de la democracia resultaba comprensible que no se rescatara inmediatamente la memoria histórica de lo que había ocurrido en la Guerra Civil y en los cuarenta años de franquismo. La presencia de elementos antidemocráticos lo dificultaba y no convenía encender nuevamente el fuego. Pero ya no era así cuando, por aplastante mayoría, el PSOE ganó el poder. Esta ocultación no sólo fue un error histórico, sino que constituyó una inmensa injusticia con los fusilados, los torturados, los encarcelados, los exiliados y todos los que luchamos por una sociedad más justa y más libre.

Los comunistas españoles defendimos la reconciliación nacional y fuimos los primeros en lanzar esa consigna, pero no para que los crímenes se olvidasen, no para que continuaran en las cercanías del poder los vencedores enorgulleciéndose de su pasado, ofreciendo lecciones de democracia quienes nunca la practicaron. Hemos tenido que esperar veinticinco años para ver por televisión una serie que describe un poco aquellos años o para contemplar algunas películas que tocan parcialmente el tema. ¡Pero todo de forma tan tímida!

La generación nacida con la democracia sabe poco de nuestra historia; continúa creyendo la versión de la Santa Cruzada; no conoce qué atrocidades se cometieron a lo largo de los cuarenta años de franquismo. Con lo sencillo que hubiese sido realizar series cuando ganó el PSOE, entrevistar a los supervivientes por la televisión, enseñar los documentales que duermen en los archivos estatales, realizar películas sobre las diversas facetas humanas del conflicto con testimonios vivos de los que padecieron los larguísimos años de cárcel, de los que vivimos en el exilio o hablar de los miles de desaparecidos. Sin afán de revancha, con la convicción de que conocer nuestra historia nos previene para que no se repita otra vez y resurja el fascismo que encandila con sus hazañas nazis a muchos jóvenes desinformados. No fue así. El PSOE mantuvo silencio con sus diez millones de votos, diez millones de personas de izquierdas que creyeron en su socialismo, y ello continuó a lo largo de sus trece años en el poder, sus trece años de mayoría absoluta. De haber actuado de otra forma, tal vez seguiría gobernando, tal vez se hubiera ganado a toda la izquierda.

No hace mucho –en octubre de 2002- la televisión programó dos domingos seguidos un interesante reportaje sobre el exilio dirigido por Alfonso Guerra. ¡Ya era hora! Eso es justo lo que eché de menos en su época de gobierno. Sin embargo, en esta serie el silencio sobre el PCE se mantuvo, y con el mutismo, la manipulación de la historia. En la serie aparecían algunos socialistas: debajo se señalaban sus nombres y su militancia, pero cuando lo hacían los comunistas no se referían a eUo. «Republicanos españoles», se indicaba nada más. En el documental se habló, sí, de la resistencia organizada dentro del campo de exterminio de Mauthausen, pero sin decir una palabra del partido que la dirigía. Incluso cuando hablaron de Francisco Boix y del proceso de Nuremberg, presentaron al fotógrafo como republicano español. ¡Claro que era republicano! Pero también era comunista. Manipulación y silencio. Nada de los miles de comunistas que lucharon en la Resistencia francesa de forma organizada, denominados ahora «valientes republicanos españoles». Cuando se habló de las guerrillas en España, se obvió el papel de los comunistas en ellas, sólo se mencionó al Partido cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, entraron nuevos destacamentos por los Pirineos con la esperanza de que los aliados apoyaran su acción. Lo presentaron como un fracaso. A lo largo del documental hablaron de muchos hombres y de sus gestas pero, de forma diabólica, silenciaron que eran comunistas y que justamente actuaron así por el hecho de serlo. Nos borraron de la historia, que es en definitiva otra forma de matar.

He redactado estos hechos vividos por mí con la visión acertada o errónea que en cada momento tenía de los mismos, para dar a conocer una parte de esa etapa oculta de nuestra historia. Me han empujado a ello mis hijos y mis amigos. Agradezco su insistencia, creo que sin ella no hubiera terminado. Ha sido un trabajo laborioso y en solitario. Agradezco a mi hija y a mi nuera que suprimieran algunos galicismos del texto y, muy especialmente, las orientaciones y ayuda de mi hija a lo largo de siete años de tarea.

Los camaradas, mujeres u hombres, que cito a lo largo de mis años de militancia, son un ejemplo del trabajo realizado con entusiasmo, ya fuera en las actividades de mi agrupación, en el feminismo, o en los órganos de dirección. Ignoro qué fue de buena parte de ellos. De otros sé que discreparon por una razón u por otra y abandonaron la militancia, no siempre de forma correcta, incluso algunos de manera dañina para la lucha. Si bien no comparto su actuación, ello no anula los momentos de ilusión que pasamos trabajando juntos, y valoro su trabajo positivo cuando dieron fuerza al Partido y lo impulsaron. En mi recuerdo sólo perduran los momentos en los que compartimos las esperanzas en nuestra lucha. Otras personas me perjudicaron personalmente tanto en el feminismo, como en las tareas de la dirección, pero considero que, pese a ello, el conjunto de su trabajo fue necesario para el funcionamiento del Partido. También debo suponer que no siempre mis formas de actuar fueron del agrado de todos. Estas memorias son testimonio de lucha, no ajuste de cuentas.

***

Desde que acabé de redactar estas memorias en octubre de 2002, han aparecido una serie de libros sobre la Guerra Civil, las matanzas, las cárceles, la represión y el exilio. Lo celebro. Más recientemente, tras unos días intensos de participación ciudadana, no sólo de las fuerzas progresistas organizadas en partidos o sindicatos, sino colectivos muy variados: pacifistas, ecologistas, feministas, así como un elevado número de jóvenes que han sacudido su pasividad, han logrado democrática y masivamente barrer a un gobierno que les ignoraba. Han sido días de ilusión y alegría. Es de esperar que el PSOE sepa dialogar y colaborar con todos ellos. No militan en sus filas, no están del todo de acuerdo con su política, pero le han votado respondiendo a su llamada al voto útil. Esperemos que, extrayendo las lecciones de nuestra historia reciente, el PSOE no vuelva a practicar el rodillo, ni a ningunear a quienes, sacrificando sus intereses de partido, han votado para hacer posible el cambio.

Octubre de 2004

MESÓN FUEN LA REINA. ALCALÁ DE LA SELVA (TERUEL) AGOSTO 1995

Sentada en un pedrusco me quedo quieta, inmóvil, fascinada ante este mundo multicolor y maravilloso. Agitándose en torno a mí hay decenas de bellas mariposas. Cada una es una obra de arte de la naturaleza y el conjunto constituye un cuadro cambiante, lleno de vida, un verdadero espectáculo. Círculos amarillos, rojos, negros, colores puros, luminosos, vivos y preciosos. Un Miró en miniatura posado sobre el fondo blanco de una margarita o en una amapola vecina otra mariposa más pequeñita, casi toda negra con manchas blancas: ésta es más bien un Tàpies. Ahora pasa delante de mí una con el naranja dominante y tonos verdes formando círculos, un minúsculo Robert Delaunay que se posa suavemente sobre el amarillo de un cardo. ¡Voy a fotografiarla! Ésta no se me escapa. Despacio, intentando no moverme mucho saco la cámara de la bolsa pero, adiós mariposa. En la piedra de al lado, una lagartija inmóvil. Sospecho que sólo dormita en apariencia: está a la espera de que algún insecto incauto se le acerque para zampárselo. Le importa un rábano la sinfonía de colores de estas flores silvestres que bordean el camino con el bullicio de las mariposas, que tanto me encandilan a mí.

No sé cuánto tiempo transcurre, ¡estoy tan a gusto! Ha sido un acierto venir aquí. Descanso total, no mirar el reloj, no tener que hacer nada, ninguna obligación, dormir lo que quiera, leer hasta que me canso, y patearme los contornos con pasión, ¡sí, pasión! Voy todos los días a pie a Alcalá de la Selva, el pueblo más cercano, a por la prensa, son tres kilómetros y medio de ida y otros tantos de vuelta y no me canso nada, seguiría muchos más, es un regalo para los sentidos. Voy bordeando trigales dorados sin cosechar. Se les ve bulbosos con sus granos maduros, listos para ser cortados, triturados y transformados en alimentos. Más allá son campos de avena, con otro matiz de amarillo, o bien cebada. La madre naturaleza ha dado a luz como cada año sus frutos. Todo eso bajo un sol de plomo, brilla y resplandece. A lo lejos tintinean los cencerros de las vacas que están desparramadas por la ladera de un monte, motitas negras y blancas sobre el verde. De vez en cuando, por los caminos se oye el chapoteo del agua, aquí hay manantiales y fuentes naturales por todas partes, el agua surge a borbotones de la tierra, se une, forma un hilo que reluce al sol, corre alegremente, va engrosándose; cuando salta alguna piedra forma una pequeña cascada cantarina que al final desemboca en el río Alcalá. Estamos al pie de la Sierra de Gúdar, y toda esta región es rica en agua. Así está de frondosa y bella.

Estoy en el Mesón Fuen de la Reina, de mi amiga Pilar Calvo, en la Virgen de la Vega, Teruel. Desde mi ventana, en el segundo piso, veo en primer plano los prados de un verde pálido, partidos en dos por una cinta siena, es el camino que lleva al pueblo. Al borde, Luis Miguel Galíndez, su hijo, ha plantado con mucho acierto una hilera de chopos, tiernos todavía, pimpollos con sólo dos o tres ramitas, pero orgullosamente tiesos, moviendo con alegría sus hojas al menor soplo de aire. Los prados están separados por muretes de piedras y arbustos, resultando, desde lo alto, unos dibujos geométricos en el tapiz verde de la hierba que me recuerdan a Kandinsky. Más allá hay choperas de diferentes tamaños formando una gama de verdes de diversos matices según su altura. A la izquierda no son muy frondosas todavía, parecen un ejército de soldados alineados con sus trajes verdes. Al fondo las montañas, masas verde oscuro, por los bellos pinares que las cubren. De vez en cuando emerge entre los pinos algún tejado, motitas rojas que le dan alegría al conjunto.

¡Quépaz! ¡Qué silencio! ¡Cuánta belleza! Este valle me suena a paraíso terrenal. El ambiente bucólico que me rodea me transporta a un tiempo remoto, casi olvidado. Como nada me apremia, me abandono al recuerdo, horas y horas en medio de esta paz, meditando y, de repente, tomo conciencia plenamente que estoy en el tramo final. La vida se va agotando, no me había hecho a la idea de que estoy en la tercera edad, pero así es. He llevado una vida tan intensa, tan activa, tan dura. No me quedaba tiempo ni para soñar, los ratos de calma eran para organizar, pensar en las cosas pendientes, preparar el día siguiente. Al final del día leer, leer lo imprescindible, pilas de periódicos, revistas, informes, libros. Todo robándolo al sueño. Y ahora, con las 24 horas a mi disposición, reviso en mi mente la película de mi vida. ¡Tantos proyectos, tantos sacrificios, tantos esfuerzos, tantas penas y tantas penurias! Y también, ¡cuántos momentos de alegría, esperanza, amistad, hermandad, calor humano, tantas ilusiones compartidas!

LOS AÑOS DE AÑORANZA,

ILUSIÓN Y ESPERANZA

INFANCIA

Mis recuerdos más remotos se asocian a los sonidos estridentes de las sirenas y el pánico que inspiraban. Alguien me toma de la mano, seguramente mi hermana y me conduce al refugio. Todos los vecinos juntos, apretujados en el sótano. Gritos, lloros, «¡la pava, la pava!» gritábamos. Los bombarderos nos lanzaban sus mortíferos huevos. Explosiones, estruendo, más gritos, o bien silencios aterradores. Luego, el hambre. Mi hermana Vida y yo vivíamos entonces en Barcelona, en casa de una prima de papá. Él estaba en el frente, mamá lejos, en Olesa de Montserrat, en una fábrica que construía obuses para la guerra. Rememoro como en un sueño dorado el hecho de mirar desde la estatura de mis tres años y medio un par de palosantos inalcanzables que mi tía había puesto a madurar en un clavo en el balcón. Aquellos dos frutos que cada día adquirían un tono más anaranjado eran el paraíso prohibido. No sé quien se los comió, pero no fuimos nosotras, que estábamos allí de prestado y gracias.

 

A veces los recuerdos maravillosos se sobreponen al horror y surge como una gota de alegría, un pequeño consuelo. Un día viene papá a vernos. Estamos sentados los tres en la cama y papá extrae un tesoro de debajo de su cazadora. No es más que un chusco de pan, redondito y blanco, un manjar memorable. Papá nos mira comer con ternura y emoción, el pobre se había privado de sus raciones para traer pan a las nenas en uno de sus permisos. Pero después, más tarde, me invade el color rojo y la remembranza de un enorme griterío de gente alocada y aterrorizada: «¡Han tocado la CAMPSA, han tocado la CAMPSA!» El fin del mundo. La aviación alemana bombardeó los depósitos de gasolina de la CAMPSA en el puerto y el combustible se desparramó por el mar. Todo ardía, todo era rojo. Barcelona tenía el color del fuego. Y Barcelona despareció de mi memoria tras la llamas.

Desde Barcelona mamá nos llevó a la casa de mi tía Pilar, una de sus hermanas, que estaba cerca de Olesa de Montserrat. El único recuerdo que tengo de esos días, pero muy vivo, sucedió en el lavadero. Las mujeres estaban lavando la ropa y los chavales jugaban cerca; mi hermana y los otros más mayores intentaban ver quien lanzaba la paleta de lavar más lejos. Yo quise hacer lo mismo, cogí la paleta de mi tía, la lancé y… la seguí. Me pescaron, me vaciaron el agua que había tragado, me reanimaron y, tras el susto, mi tía Pilar me suministró una tremenda paliza.

Hasta ese día mi memoria resulta borrosa pero se vuelve nítida y refulgente como la nieve que pisé cuando me observo caminar con dificultad, los pies helados, atravesando la frontera. Fue el 6 de febrero de 1939. Mi madre no podía tomarme en brazos porque iba muy cargada, mi hermana igual y yo, con mis cinco añitos, transportaba tan sólo una manta cruzada en los hombros. Estábamos obligados a cruzar la frontera con lo que pudiésemos llevar a mano, nada de carros, ni coches, ni animales, así que miles de personas finalmente abandonaban sus pertenencias. Los campesinos catalanes que no se marcharon hicieron su agosto recogiendo los enseres de los exiliados. Aquel episodio fue espantoso porque además del frío y del cansancio, los fascistas, con sus aviones, nos bombardeaban. ¡Criminales! ¡Nazis inhumanos! ¿Qué objetivo militar éramos nosotros? Hileras de mujeres, ancianos y niños indefensos huyendo de la guerra, anhelando llegar a un país en paz. Siempre que veo la película de Frederic Rossif, Mourir à Madrid, no puedo evitar llorar, me veo entre toda esa pobre gente. ¡Qué gran reportero! Y qué poco han difundido esa película. Hubiera sido muy aleccionador pasarla y repasarla por la tele, en vez de las mamarrachadas americanas, pero no, ni ésa ni otras. Hemos llegado a la democracia y rápidamente se ha tratado de silenciar al máximo lo que pasó. Oficialmente se trataba de alcanzar la reconciliación entre todos los españoles, tapar heridas y evitar nuevamente el enfrentamiento de las dos Españas pero, ¿qué ha pasado? Tras cuarenta años de franquismo, de tergiversación de los hechos, pocos sabían la verdad de la Guerra Civil transformada en cruzada. Sólo los supervivientes de aquellos años, los prisioneros dentro de las cárceles y sus familias. Dos generaciones de españoles han sido educados con la versión franquista de los hechos: los rojos criminales destruyeron España, y el caudillo Franco, al frente de la Santa Cruzada, fue quien la salvó de la barbarie.

Era necesario llegar a la democracia sin afán de revanchismo, pero también lo era enderezar la verdad histórica. No se hizo porque no interesó despertar la simpatía de las nuevas generaciones hacia unos ideales de justicia, de solidaridad, de compañerismo y de hermandad, sentimientos muy peligrosos para el poder. Al contrario, les interesaba continuar manejando a un país muy despolitizado. Las fechorías cometidas por los franquistas y los alemanes se escamotearon y los malos continuaron siendo los «rojos», agrupando bajo ese término a socialistas, anarquistas y comunistas. Y ahora, cuando por fin, tras más de veinticinco años de democracia se estrena alguna película sobre el tema, se ensalza a los socialistas, anarquistas, incluso a los trotskistas, pero para los comunistas se reservan las palabras menos halagüeñas. Los grandes poderes no se sienten particularmente incómodos con los anarquistas. La historia ha demostrado que el anarquismo es una utopía que no lleva a ninguna parte. Si algún país pudo demostrar que el anarquismo era un arma eficaz para terminar con la explotación del hombre por el hombre, ese fue España. En esos años los anarquistas eran mayoría, ¡y mira lo que pasó! No obstante tengo un gran respeto por todos aquellos que lucharon con sinceridad por esos ideales. Mis padres fueron anarquistas, pero rápidamente se apercibieron de que mientras ellos hacían su revolución libertaria en Aragón, Franco ganaba la guerra. Los dos participaron activamente en la defensa de la República. Mi madre organizó la UGT y la nombraron enlace sindical en su fábrica de obuses. Mi padre se opuso a los abusos de muchos miembros de la FAI. Años más tarde nos repetía: «Ojo con el anarquismo, hijas mías, es un ideal muy bonito, pero es un sueño irrealizable por el momento, se necesitan hombres y mujeres nuevos, puros, hay que cambiar la sociedad primero para dar educación y cultura a todos.» Nos ponía en guardia porque él lo había vivido, había luchado con pasión y entrega por esos ideales sufriendo encarcelamientos y represión, y todo se había venido abajo.

Mi padre fue campesino hasta que cumplió el servicio militar y en 1917, con 22 años, se fue a Barcelona. Trabajaba en una fábrica de Olesa de Montserrat como ayudante electricista, pero tras participar en una huelga lo despidieron. En 1924 transportaba la cosecha de aceitunas hasta Barbastro, pero por otra huelga, esta vez de transportistas, lo encarcelaron. Militó en la CNT entre 1919 y 1931 y en una reunión conoció a mi madre, que había llegado a Barcelona a los 13 años como niñera, después fue doncella y más tarde cocinera. Se casaron en junio de 1925. Tras la boda vivieron dos años con los padres y hermanos de mi padre en La Torre, una masía de Las Pueblas, Aragón, trabajando las tierras y cuidando animales. Marcharon después a trabajar a Cataluña y regresaron al pueblo en 1930. Fueron años de vida azarosa debido a los avatares de su lucha militante, primero en la CNT, después en Izquierda Republicana. Ambos nos educaron a mi hermana y a mí en los ideales de justicia y libertad.

Una vez cruzada la frontera y ya en Francia, nos amontonaron donde pudieron y fue así como florecieron enfermedades olvidadas a pesar de las vacunas. La sarna y el tifus estaban a la orden del día. A los hombres los aparcaron sin más en las playas catalanas francesas, y los pobres, con mantas y palos, se fabricaron tiendas de fortuna para luchar contra el frío. Eran prisioneros vigilados y muchos murieron de frío y de enfermedades tras haberse salvado de las balas fascistas. Entre los miles de anónimos se encontraba la figura señera de nuestra poesía, don Antonio Machado, que concluyó sus días en Collioure. A un grupo de mujeres y niños nos enviaron a un centro de vacaciones infantiles a la ciudad francesa de la Vendée, en Les Sables d’Olonne, maravillosa y famosísima playa de la baja Bretaña francesa. Lo perdimos todo, incluida la documentación y las fotos, que desaparecieron con el bolso de mamá, pero a pesar de nuestra situación desesperada y de desconocer el paradero de papá, tuvimos mucha suerte, pues se hicieron cargo de nosotras las organizaciones de ayuda a los refugiados. Hubo un gran movimiento de solidaridad entre la población democrática y de izquierdas de toda Europa.

Tras tres años de guerra civil contra el fascismo sin apenas armas, toda la izquierda europea y de muchos otros países se sensibilizó en la defensa de la República, conscientes de lo que en España se estaba jugando. Desinteresadamente, por miles, acudieron a defender la libertad contra la tiranía en nuestro país, constituyendo las legendarias Brigadas Internacionales. Desconocían nuestra lengua pero hablaban el lenguaje de la solidaridad. Conocían la explotación, sabían de la represión fascista, de las injusticias y la miseria y en España lucharon codo con codo con nosotros. Aportaron su solidaridad, su bravura, su entrega, pero no eran un ejército formado y armado como lo era el de Franco, ayudado por Alemania e Italia. Ambos países pusieron a disposición de los franquistas el material más moderno y destructor y con él arrasaron ciudades enteras. Guernica fue el fatídico ejemplo.

Les Sables d’Olonne fueron para nosotras como una colonia de recreo de grandes y pequeños. Recuerdo como en un sueño los carritos de dulces y helados del paseo marítimo, los colores maravillosos de los sucre d’orge, que son unos palillos gruesos de caramelo, largos como un lápiz, pero con uno o dos centímetros de diámetro, o las sucettes, que son unos chupa-chups chatos en forma lanceolada. Yo miraba las inalcanzables golosinas con ojitos de deseo: los amarillos, los naranjas, los rojos, los verdes, parecían joyas que brillaban al sol. A veces el dueño de algún tenderete, al percatarse que era una niña refugiada, me regalaba uno, y todavía experimento una oleada de placer al recordarlo. La alegría que me invadía ante un manjar que hacía durar al máximo.

Entretanto mamá escribía constantemente a la Cruz Roja y a los organismos que ayudaban a los refugiados españoles para encontrar a papá. A él le tocó el campo de concentración de Bram, en el sur de Francia. Construyeron a toda prisa barracones de madera para diecisiete mil personas, cercados por alambradas y vigilados por gendarmes. Muchos, para poder salir de allí, se apuntaron a la Legión. Otros, como mi padre, se ofrecieron para trabajar en lo que fuese. No en vano, aunque de origen campesino, tenía mucha experiencia en otros oficios. Era un hombre muy mañoso y ocurrente. En el campo de Bram se dedicó a realizar trabajos artesanales que luego vendía. Era capaz de confeccionar unas sandalias preciosas sirviéndose de cualquier bolso viejo y trozos de cuero. Con cuerdas hacía unas alpargatas ligeras, con tablas viejas lijadas y pulidas fabricaba unos muebles muy airosos, y un sinfín de cosas más. Toda la vida me ha extrañado contemplar esas manos cortas de dedos regordetes que, sin embargo, obraban maravillas. Después de Bram fue trasladado como peón de labranza a una casa de la Beauce, a un pueblecito llamado Bois de Mivoie. Francia ya estaba en guerra.

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