Formar-se en psicología

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Tania: Desde tu punto de vista y experiencia, ¿la perspectiva históricocultural es una de las que atienden esa complejidad?

Wanda: Desde mi punto de vista sí.

Tania: Estamos en el cierre, te agradezco inmensamente tu tiempo y dedicación en esta conversación. Has pensado de forma profunda cada pregunta. Te pregunto si quieres añadir algo o ¿cómo te sentiste en el proceso?

Wanda: La primera reacción cuando me llamaste para hablarme del proyecto de un libro originado por colegas colombianos sobre docentes en psicología y explorar mi disponibilidad para una entrevista fue de sorpresa y curiosidad. Primero, sorpresa porque es poco común dialogar sobre la formación de formadores y formadoras; segundo, curiosidad por saber cómo terminé entre las personas seleccionadas para hablar sobre el tema. Desde la lectura inicial del protocolo inicié un proceso de reflexión que, de manera interesante, me llevó desde los grados iniciales hasta experiencias posdoctorales de formación. La entrevista resultó una conversación agradable, al tiempo que una indagación sobre el sentido de la actividad educativa. Como resultado, he reafirmado que he sido una persona privilegiada, que he podido compartir muchas herramientas de trabajo recibidas y construidas en los cada vez más turbulentos y retadores caminos de la educación contemporánea.

La formación de los psicólogos, una cuestión de rigor científico, responsabilidad social y atención al contexto *

https://doi.org/10.17230/9789587206937ch3

José María Peiró conversa con Juan Pablo Gamboa Navarro**

Universidad de Valencia, Instituto Valenciano de Investigaciones Econónimcas, Orkestra-Fundación Deusto y Deusto Business School, Universidad de Deusto

El profesor José María Peiró es catedrático de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones de la Universidad de Valencia (España) y director del Instituto de Investigación en Psicología de los Recursos Humanos, del Desarrollo Organizacional y de la Calidad de Vida Laboral (IDOCAL) de la misma universidad, donde además coordina el Máster Erasmus Mundus en Psicología del Trabajo, de las Organizaciones y de los Recursos Humanos (WOP-P) y el programa de doctorado interuniversitario en Psicología de los Recursos Humanos. Es presidente de la European Network of Organizational Psychology Professors, presidente en el pasado de la International Association of Applied Psychology (IAAP) y también de la European Association of Work and Organizational Psychology (EAWOP). Es doctor honoris causa de la Universidad Miguel Hernández de Elche (2017) y de la Universidade Metodista de São Paulo (2010). Ha recibido diversos reconocimientos como el premio Aristóteles concedido por la European Federation of Psychologists’ Associations (EFPA) y el Advanced International Research and Service Award concedido por el International Council of Psychologists (ICP), entre otros. Ha publicado más de doscientos artículos científicos y capítulos de libro, además de numerosos libros y monografías. Actualmente, sus investigaciones se centran en el estrés y bienestar laboral a nivel individual y colectivo, el clima y la cultura organizacional y de equipo, los procesos de socialización laboral, así como la inserción laboral de los jóvenes, el desempleo, la empleabilidad y la sobrecualificación.

Juan Pablo: ¿Cómo y por qué escogiste formarte en psicología?

José María: Desde siempre me han atraído los temas relacionados con las ciencias humanas y las ciencias sociales y desde los estudios del bachillerato me fui orientando hacia esos temas. En especial me atraía entender el comportamiento y poder aportar mi conocimiento científico y profesional a las personas y grupos sociales, lo cual se podía hacer de forma especial estudiando psicología y esa fue una de las opciones que hice, sin embargo, eso iba influido por un contexto. Cuando yo tenía que estudiar la carrera, en España solo se ofertaban los estudios de psicología en Madrid y en Barcelona, se estaba trabajando y había grupos que estaban intentando que esta disciplina tuviera mayor presencia en el mundo académico, pero cuando entré en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Valencia allí no se enseñaba la carrera de Psicología. Afortunadamente, aunque no se ofertaba esa titulación, sí que se ofrecía bastante formación psicológica porque se acababa de introducir un plan de estudios de filosofía que permitía a los estudiantes elegir bastantes asignaturas de psicología, y esa fue la forma en la que yo pude estudiarla, aunque en realidad mis estudios eran de filosofía. Cuando terminé estos estudios ya había cursado más de quince asignaturas de temas psicológicos y con profesores de esta área, eso me animó a ampliar dichos estudios y obtener el título de psicólogo en la Universidad Complutense de Madrid. Entonces, durante un año más, realicé los estudios que me faltaban y que se requerían para completar el currículo que daban acceso al título de Licenciado en Filosofía sección Psicología, el cual permitía trabajar como profesional psicólogo formado en la universidad. Además, había un título de posgrado que se estudiaba en la Escuela de Psicología Aplicada y que solo se podía cursar si ya eras licenciado en alguna otra disciplina. Así fue como decidí formarme en psicología.

Tenía una gran atracción por la psicología aplicada, pero también me resultaba apasionante todo lo que fuera comprender de manera científica y rigurosa el comportamiento de las personas y de los grupos sociales. La verdad es que el entorno en que me formé me proporcionó un buen caldo de cultivo con grandes oportunidades y con magníficos maestros.

Juan Pablo: ¿Puedes mencionar algunos de esos maestros?

José María: Sí, entre los maestros en la Universidad de Valencia estaba el profesor Helio Carpintero, que ha sido mi mentor a lo largo de toda esta trayectoria académica, y del cual sigo aprendiendo muchísimo. También había reconocidos profesores como José Bernia, Francisco Secadas y Julio Seoane. Una de las personas de las que también he aprendido mucho ha sido el profesor Vicente Pelechano, del cual leí sus libros durante mis estudios y después vino a Valencia cuando yo era un profesor en formación y estaba iniciando mi carrera docente e investigadora. Él introdujo en nuestra facultad estímulos, oportunidades y retos que fueron interesantes y valiosos. En un marco más general, profesores como Pinillos, Yela, Siguán y Fernández-Trespalacios, entre otros, también han contribuido a mi formación a través de la lectura de sus obras y posteriormente en el trato con ellos en el ámbito académico. De ellos he recibido el testigo del interés y de las contribuciones rigurosas, científicas y valiosas para la psicología en el contexto español. En el ámbito internacional me gustaría mencionar a los profesores Robert Roe y Bernhard Wilpert, los dos ya desaparecidos, pero muy vivos en mi memoria y en mi práctica científica y profesional. También al profesor Peter Warr que me acogió en el Instituto de Psicología Aplicada de Sheffield en mi primera visita académica a una institución extranjera en 1985.

Juan Pablo: ¿Qué nos puedes comentar sobre tu formación y trayectoria académica y científica?

José María: Yo siempre he defendido que en el mundo académico lo mejor que puedes hacer es aprender de quien te puede enseñar y hacerlo de forma rigurosa, cuidadosa y responsable, allí donde encuentres más oportunidades. Como ya he dicho, mi interés fundamental en función de mis preferencias personales y de mis propios valores era la psicología aplicada. Sin embargo, pronto me di cuenta de que uno de los ámbitos en los que podía aprender más como investigador y como psicólogo era precisamente en el ámbito de la historia de la psicología, porque mi maestro era un especialista, una persona de primera línea en esos campos y además tenía una trayectoria y una conexión con una importante tradición filosófica muy relevante para las cuestiones centrales de la psicología y de su historia. Me refiero a la obra de Julián Marías, Ortega y Gasset y Xavier Zuribi, representantes de una trayectoria filosófica que en aquella época en España era realmente importante. Por tanto, empecé mi trayectoria académica de posgrado y de doctorado investigando en historia de la psicología, de hecho, mi tesis doctoral es sobre la psicología de James Mark Baldwin,1 quien me puso en contacto directo con la psicología funcionalista norteamericana, el preconductismo y con todo lo que después supuso el desarrollo de la psicología genética de Piaget, además de una serie de cuestiones importantes en el ámbito social y del desarrollo del self en su matriz social.

Durante mi trayectoria de investigación, en el grupo en el que estaba, pude hacer compatibles diversas actividades de I+D y práctica profesional en ámbitos aplicados. Realicé actividades en el ámbito de la psicología comunitaria, dirigiendo el Instituto Pro-Desarrollo Comunitario de Torrent.2 Además, hicimos algunas aportaciones en el ámbito de la psicología ambiental bajo la dirección del profesor Carpintero gracias al encargo de una empresa de construcción, el cual nos permitió analizar los aspectos psicológicos y psicosociales que incidían en un mejor diseño de las residencias de tercera edad de modo que resultaran más adecuadas para las personas que vivían en ellas. Por otra parte, pusimos en marcha, en una localidad próxima a Valencia con fuertes tasas de inmigración, un gabinete de psicología aplicada en el ámbito de la educación el cual fue dirigido por María Victoria del Barrio, una excelente psicóloga y profesora de universidad, en psicopatología infantil y juvenil. Allí mi papel fue el de organizar y dirigir una cooperativa de psicólogos que desarrolló un acuerdo de servicios con el ayuntamiento de la ciudad; la contribución que hice en ese ámbito estaba en buena medida relacionada con los aspectos organizativos de los servicios.

 

Por lo tanto, mi periodo de formación como investigador y profesor en los primeros años estuvo marcado por una combinación entre, por un lado, lo que podría ser investigación fundamental y básica para comprender lo que es la psicología –en especial desde la vertiente de su desarrollo histórico–; y por otro, la investigación e intervención aplicadas en contextos reales en varios ámbitos de la disciplina, evaluando sus resultados e implicaciones. Recuerdo que teníamos mucha ilusión por mostrar y demostrar a la sociedad y a los destinatarios de nuestras actuaciones la utilidad de la psicología en la sociedad ante las demandas reales.

En el ámbito académico, las plazas a las que por mi perfil yo podía concursar públicamente (en oposición)3 para alcanzar la estabilidad (“tenure”) en la carrera de profesor universitario, eran las de psicología general, dado que no había por aquel entonces ese tipo de plazas con el perfil de historia de la psicología, lo cual supuso un esfuerzo importante para preparar todo el temario y la memoria que había que presentar sobre esa disciplina. Fue también una excelente oportunidad que aproveché con esfuerzo y empeño para estudiar y comprender los procesos psicológicos, analizarlos en profundidad y hacer una revisión actualizada de la literatura sobre los desarrollos recientes de la investigación en esos ámbitos. Esa preparación la pude ampliar después impartiendo durante varios años asignaturas básicas como psicología de la motivación, psicología del aprendizaje y psicología general. En esa época me interesé por la psicología de las organizaciones porque me parecía un ámbito de investigación y práctica profesional de gran riqueza, muy poco desarrollado en España y que suponía una magnífica oportunidad para integrar conocimientos disciplinares de la psicología general, social y diferencial. Decidí pues a comienzos de los ochenta iniciar mi propia línea de investigación en ese ámbito en la temática del estrés de rol laboral.

Poco después, llegó la invitación del profesor Fernández-Trespalacios para escribir el libro Psicología de la Organización de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)4 y esa fue una gran oportunidad para revisar sistemáticamente los grandes temas de la psicología organizacional. Comentaré que el encargo requería escribir un amplio manual de esa disciplina que necesariamente debía tener treinta y seis capítulos, por lo que durante dos años, capítulo a capítulo, revisé de forma sistemática todos los temas centrales que aparecen reflejados en la obra, lo cual me permitió una formación sólida en ese campo.

Juan Pablo: ¿Es ahí donde empieza tu interés y tu desarrollo en la Psicología de las Organizaciones?

José María: Sí, ahí empieza. Desde comienzos de los ochenta empiezo a formar un pequeño grupo de investigación en el que jugó un papel primordial el ahora profesor José Luis Meliá y al que pronto se añadirían los ahora también profesores Rosario Zurriaga, Oto Luque, Vicente González-Romá y Fernando Prieto. La primera temática que abordamos, como he mencionado, fue la influencia social de los roles en las organizaciones y también el estrés de rol y sus competencias. Esta temática se mostró muy enriquecedora para un análisis multinivel (individual y organizacional) y con un enfoque que permitía atender a la persona y al rol que desempeñara en la organización así como a su entorno y matriz social (el conjunto de rol). También permitía analizar las implicaciones que el desempeño del rol y otros procesos relacionados tenían para el estrés y, en forma más general, la salud, el bienestar y también el desempeño laboral. Como se puede ver fue todo un acierto empezar por esta temática que ha resultado una primera declaración programática de buena parte de mi investigación posterior.

Juan Pablo: ¿Qué reflexión haces de tu propia formación como psicólogo?

José María: La formación inicial, y sobre todo la continua o permanente como psicólogo y como profesor de psicología, ha sido muy importante y una constante en mi carrera. Lo que resaltaría aquí es que es muy importante y muy interesante, pero si no va acompañada de una formación continua, tiene fecha de caducidad y además se degrada y deteriora. Es pues fundamental que los profesionales y los investigadores estemos permanentemente haciendo esfuerzos para ampliar nuestros aprendizajes con empeño y abordando las distintas temáticas, técnicas, tecnologías y metodologías que van apareciendo, gracias a la investigación en nuestro campo que es terriblemente dinámico e innovador. Si no actualizamos constantemente nuestra formación, un profesional (y también un investigador) no puede mantener el diálogo con los avances de la propia disciplina, tan relevantes para el propio trabajo investigador y profesional; irremisiblemente sus conocimientos quedan entonces obsoletos. Por lo tanto, yo diría que mi formación fue muy positiva, muy retadora, pero también muy provechosa, y su efecto más importante ha sido seguir alimentando las ganas, el empeño y el interés por seguir formándome como psicólogo y como investigador en psicología.

Juan Pablo: Pasemos a la segunda parte de la entrevista, referida al estado actual de la formación en psicología. Dado tu conocimiento universal de la formación, me gustaría que nos aportaras una visión de ella a nivel global, pero también del contraste que encontrarías entre los niveles europeo y latinoamericano.

José María: Creo que la formación universitaria contemporánea en psicología, desde una perspectiva histórica, ha hecho importantes progresos desde los inicios hasta la actualidad. Por otra parte, esos desarrollos han sido posibles por el crecimiento y la diversificación de la propia psicología en sus distintos ámbitos y subdisciplinas, y en su diálogo con otras ciencias como la economía, la biología, las neurociencias y la sociología; también con la filosofía y la antropología. Todo ello ha hecho que haya una mayor diversidad en la formación del psicólogo y mayor conciencia de que es necesario combinar una formación científica y profesional. Es muy importante que haya prácticas y estrategias de intervención y una mayor conciencia del contexto en el que se aplica la disciplina y que no se enfoque la formación de manera abstracta in vacuo o in vitro, sino que tenga en cuenta el contexto.

La demanda de formación en psicología en muchas partes del mundo ha sido apabullante e impresionante y eso también tiene una cara menos positiva, porque ese exceso de demanda ha hecho que no siempre la oferta que se ha proporcionado sea de suficiente calidad ni que los resultados que se obtienen sean los que se necesitan para cumplir adecuadamente sus diferentes funciones. Hay gente que estudia psicología por mera curiosidad intelectual y por entender la realidad, son titulados, pero no pretenden ser psicólogos, si entendemos como tales a los titulados que desempeñan ese rol profesional.

En cualquier caso, la formación de los psicólogos es, en muchos casos, muy positiva; hay metodologías, herramientas y materiales magníficos, y también un progreso y un avance en las formas de enseñar que son cada vez más eficaces. Cuando esa formación va dirigida a la preparación para el ejercicio profesional, no puede consistir únicamente en transmisión de conocimientos; ha de formar también en habilidades, destrezas, actitudes y, sobre todo, en competencias. Además, cada vez más se está tomando mayor conciencia de la importancia de los componentes éticos de esa formación, de la responsabilidad profesional, del poder como expertos que tienen los psicólogos y cómo se ha de utilizar de manera adecuada con respeto al destinatario y al usuario, y con el rigor y la responsabilidad social que requiere. Entiendo que en todos estos aspectos ha habido progresos, pero junto a ellos veo zonas de sombra, porque no siempre la calidad de la formación es la que debiera ser, y no siempre lo que hay detrás del papel que refleja que esa persona es titulada en psicología y le autoriza para el ejercicio profesional en ese ámbito, garantiza una preparación y cualificación científica y profesional adecuada.

Además, hay retos fundamentales, entre ellos, lograr una identidad de la psicología como ciencia, como disciplina y como profesión que sea reconocible y reconocida en distintas partes del mundo, y hacer que esa identidad se concrete, y que se adopten las formas adecuadas para orientar la demanda, garantizando que se preste un buen servicio a la sociedad y a las personas en sus distintos contextos. En esa concreción y en esos esfuerzos, lógicamente hay que tomar en cuenta la realidad histórica, el contexto social, cultural, sociopolítico y geográfico, y otros muchos elementos que resultan fundamentales para intervenir como psicólogos de forma eficaz, ayudando a las personas en su mundo. Encontrar esa unidad en la diversidad, esa combinación del pluralismo en un enfoque que haga reconocible la identidad de la disciplina a nivel mundial es fundamental, y más en el proceso de globalización que estamos viviendo. Ahora bien, dicha globalización se ha de completar con aspectos de la “localización”, porque la psicología siempre se ejerce en un determinado contexto y el contexto concreto y local (envuelto a su vez en el marco global) tiene un peso importante. Por eso, el planteamiento más pertinente para reflejar esa doble perspectiva que se ha de tomar en consideración es el de un enfoque “glo-cal” que combine lo global y lo local. Sobre estas cuestiones tuve la oportunidad de reflexionar en alguna de mis publicaciones durante el tiempo en que fui presidente de la International Association of Applied Psychology (IAAP)5 y también en la experiencia que durante más de diez años venimos realizando en el marco del programa Erasmus Mundus sobre Psicología del Trabajo y las Organizaciones que se imparte por un consorcio de universidades de distintos países.6

En relación con las semejanzas y diferencias de los psicólogos en España y en Latinoamérica, yo diría que, por una parte, hay amplias semejanzas por la gran ventaja de tener una lengua en común, de leer los mismos textos y por tener acceso a lo que se hace allí y aquí. El hecho de que muchos españoles hayan ido a países iberoamericanos –por ejemplo, Ignacio Martín-Baró–, se hayan involucrado y arraigado en esa realidad, y también, por otra parte, que con creciente frecuencia estudiantes de posgrado y doctorandos vengan aquí y aporten sus puntos de vista, sus planteamientos, sus preguntas de investigación a los planteamientos de investigación que se hacen en los distintos departamentos,7 todo eso hace que haya una parte de componentes comunes.

Junto a eso, lógicamente, las realidades son parcialmente diferentes entre España y Latinoamérica, además hay importantes diferencias en la psicología en las diversas partes de Latinoamérica; incluso, veo que hay una gran diversidad en planteamientos paradigmáticos. Creo que esa diversidad es enriquecedora y, en la medida en que haya diálogo y se esté abierto a considerar con rigor las aportaciones de las distintas partes, es un elemento de innovación. Considero un reto importante, como en casi todas las partes del mundo, hacer compatible el rigor y la responsabilidad de científicos con la respuesta a las demandas y necesidades sociales, con la forma de tematizar los problemas, de analizarlos y de investigarlos. Así pues, uno de los desafíos en los que habría que ahondar para avanzar sería, quizás, que se importen menos conocimientos y tecnologías de forma acrítica y que se investigue más localmente, desarrollando tecnologías adecuadas para cada contexto; por ello es importante que lo que se importe se haga de manera crítica y rigurosa y, por tanto, con las adaptaciones oportunas. Ese mayor desarrollo e investigación, creo que se ha de hacer desde el diálogo con la comunidad internacional y con las estrategias y metodologías rigurosas, que permitan fundamentar la actuación profesional. Cuando digo “rigurosas” no necesariamente identifico ese término con metodologías cuantitativas, en muchas situaciones es fundamental una aproximación de corte cualitativo, de reflexión crítica; reconociendo las fortalezas y debilidades que cada una de esas aproximaciones tiene, su utilidad y su alcance, así como su aportación a la evidencia científica, ambas tienen que inspirar la intervención psicológica de los profesionales, la cual ha de basarse tanto en la evidencia científica, como en la experiencia profesional valiosa.

 

Juan Pablo: Centrándonos en la formación en psicología, ¿cuáles serían los aspectos y procesos nucleares de dicha formación?

José María: En eso me tengo que remitir a lo que he venido trabajado durante los últimos veinte años, desde 1997, siendo consciente de que en lo que ahora voy a comentar, el énfasis y el foco es europeo. En ese año acepté ser miembro de un equipo de psicólogos de diversas partes de Europa que estaba configurando la profesora Ingrid Lunt para desarrollar un proyecto de investigación sobre la formación y certificación de la psicología en Europa. Ese equipo, con ampliaciones y cambios, ha venido trabajando todos estos años liderado por la profesora Lunt y ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de la disciplina en Europa y en el mundo, pero principalmente en Europa. Junto con los profesores Bernhard Wilpert y Robert Roe y una docena más de investigadores y profesores de distintas universidades europeas hicimos una reflexión profunda y fundamentada sobre la diversidad de modelos de formación en el continente; analizamos las diferentes aproximaciones, las distintas trayectorias y los diversos enfoques, y desarrollamos una serie de propuestas sobre las que pedíamos aportaciones de varios grupos de interés en diferentes países. Así, se escucharon las contribuciones de las conferencias de decanos de facultades de psicología, las asociaciones profesionales y científicas, las organizaciones de estudiantes de psicología y otros grupos de interés relevantes. También se presentaron los trabajos y sus avances en los simposios de diferentes congresos, jornadas y seminarios que se realizaban en diferentes países europeos sobre el tema. Poco a poco fuimos configurando lo que podría ser un modelo nuclear o fundamental que fuese una guía, por supuesto con mucha flexibilidad en cuanto a la concreción definitiva de los componentes que se debían considerar para la formación de los psicólogos.

El modelo propuesto se estructuró en dos ciclos, aunque había flexibilidad también en su duración. Tres años de grado, dos años de posgrado y un año de práctica supervisada hacían un modelo de formación para el ejercicio profesional de la psicología en Europa. En ese modelo, y como se puede ver en el libro EuroPsy,8 señalamos que es importante entender los fenómenos psicológicos desde una perspectiva individual, los procesos psicológicos básicos, los componentes del desarrollo evolutivo, los componentes de las patologías, los aspectos diferenciales y de la diversidad, los fundamentos y bases biológicas, además de la necesidad de una mirada social y grupal e incluso societal, institucional y organizacional. En el “modelo EuroPsy” se resalta la importancia de tres vías (individual, grupal y societal) y también se presta atención a las tres salidas básicas e iniciales (clínica y salud, trabajo y organizaciones, y educación). Igualmente se pone énfasis en la formación en metodologías cualitativas y cuantitativas y también en el diálogo con otras disciplinas y en algunos aspectos de esas disciplinas. Esto lo proponíamos en unos niveles de la aproximación de grado9 y posteriormente en el posgrado. Se planteaban como viables diversas posibilidades con distintos grados de especialización, porque queríamos ser respetuosos con diversas opciones formativas con tradición en Europa y valiosas en determinados entornos y ámbitos. Por eso tratábamos de no ser excesivamente prescriptivos, pero sí señalar los componentes que harían que esa formación fuese fundamentalmente idónea para que no se desdibujara la identidad de la disciplina y de la profesión en el continente.

En el posgrado (segundo ciclo), se permitían opciones de una formación que profundizara en los procesos básicos o que atendiera a procesos formativos aplicados y profesionales generalistas, que introdujeran a los estudiantes en varias salidas profesionales. También se consideró una formación profesional más centrada en alguno de los campos clásicos de intervención de los psicólogos. En este sentido, establecimos cuatro campos: el primero, clínica y salud; el segundo, educación y desarrollo; el tercero, psicología organizacional y del trabajo; y el cuarto se dejó abierto para que cada país incluyera aquel ámbito de práctica más consolidado y desarrollado; que tuviera clara imagen social como servicio profesional de los psicólogos. Según los países, se atendían ámbitos como intervención psicosocial, psicología forense, o de tráfico y seguridad vial, entre otros.

Juan Pablo: Veo que el modelo es muy global, y aunque se recogieron diversas realidades europeas tiene una aplicabilidad general.

José María: Sí, había un programa impulsado por la Unión Europea, el programa Tuning Europa,10 en el que se hacía un esfuerzo por definir las guías y características básicas comunes que debiera considerar el diseño de los programas educativos universitarios en distintos campos de la enseñanza superior. Se buscaba que un amplio grupo de profesores universitarios, asociaciones y profesionales participasen en configurar lo que debería ser el tronco común de la formación en Europa en distintas disciplinas. En nuestro caso se nos invitó a que, a partir del EuroPsy, hiciésemos una propuesta que finalmente fue aceptada e incorporada. Lo más interesante es que junto al Tuning Europa, se desarrolló también el Tuning Latinoamérica, en cuyo marco se desarrollaron unas propuestas de formación. En el análisis de ambas se puede constatar que no hay una gran diferencia entre lo que puede ser un núcleo común, aunque luego en las plasmaciones y concreciones se ven, lógicamente, aspectos específicos de cada contexto.

Es importante que este tipo de análisis y esfuerzos se realicen para diferentes regiones del mundo porque ello permite una reflexión global de la formación en psicología al tiempo que hacen posible identificar los aspectos y concreciones específicas para cada contexto. Por ejemplo, recuerdo que en un determinado país había tal flexibilidad en el diseño de programas formativos que se podía plantear e impartir una licenciatura11 o un grado solo de Psicología Organizacional. Cuando ibas a ver ese currículo, ya desde el primer curso había déficits importantes en la formación de un psicólogo, como la falta de formación en los aspectos biológicos y psicobiológicos, en los aspectos culturales o en los procesos básicos en detalle, etc; por tanto, ese programa en concreto no se ajustaba al marco de contenidos mínimos planteados en el modelo EuroPsy. Es pues importante que existan estos marcos generales que, sin determinar la totalidad de contenidos de un programa, señalen los contenidos fundamentales de los mismos.

Juan Pablo: Hablando en términos del proceso, ¿qué nos puedes contar de la relación profesor-alumno?

José María: La relación profesor-alumno es fundamental en el proceso formativo, pero hay que contextualizarla en el diseño y desarrollo del mismo, de una forma más amplia y comprehensiva. Es importante diseñar y elaborar el proceso formativo en sí, el cual no puede basarse solo en la relación profesor-alumno porque hay muchos más elementos implicados, desde los aspectos organizativos, los del diseño curricular, las metodologías docentes, la composición del grupo de alumnos y la composición del claustro de profesores. Hay, pues, muchos elementos de proceso como la garantía de calidad, el estímulo del aprendizaje, los mecanismos de revisión de los propios programas y la evaluación de los resultados y los procesos de aprendizaje. Al definir y diseñar el proceso ya no se trata únicamente de determinar lo que se enseña sino de establecer los mecanismos básicos de la enseñanza y el aprendizaje. Este es un elemento fundamental en los procesos de acreditación, junto a la demanda de profesionales en el mercado laboral, la adecuación del perfil en el que se está formando a los profesionales a esa demanda y otros aspectos como la internacionalización del programa.

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