Una Corona para Los Asesinos

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Una Corona para Los Asesinos
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UNA CORONA PARA LOS ASESINOS

(UN TRONO PARA LAS HERMANAS -- LIBRO 7)

MORGAN RICE

Morgan Rice

Morgan Rice tiene el #1 en éxito de ventas como el autor más exitoso de USA Today con la serie de fantasía épica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de doce libros; de la serie #1 en ventas LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA, novela de suspense post-apocalíptica compuesta de tres libros; de la serie de fantasía épica REYES Y HECHICEROS, compuesta de seis libros; de la serie de fantasía épica DE CORONAS Y GLORIA, compuesta de 8 libros; de la nueva serie de fantasía épica UN TRONO PARA LAS HERMANAS, compuesta de ocho libros (y subiendo); y de la nueva serie de ciencia ficción LAS CRÓNICAS DE LA INVASIÓN. Los libros de Morgan están disponibles en audio y ediciones impresas y las traducciones están disponibles en más de 25 idiomas.

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Algunas opiniones sobre Morgan Rice

«Si pensaba que no quedaba una razón para vivir tras el final de la serie EL ANILLO DEL HECHICERO, se equivocaba. En EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice consigue lo que promete ser otra magnífica serie, que nos sumerge en una fantasía de trols y dragones, de valentía, honor, coraje, magia y fe en el destino. Morgan ha conseguido de nuevo producir un conjunto de personajes que nos gustarán más a cada página… Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores que disfrutan de una novela de fantasía bien escrita».

--Books and Movie Reviews

Roberto Mattos

«Una novela de fantasía llena de acción que seguro satisfará a los fans de las anteriores novelas de Morgan Rice, además de a los fans de obras como EL CICLO DEL LEGADO de Christopher Paolini… Los fans de la Ficción para Jóvenes Adultos devorarán la obra más reciente de Rice y pedirán más».

--The Wanderer, A Literary Journal (sobre El despertar de los dragones)

«Una animada fantasía que entrelaza elementos de misterio e intriga en su trama. La senda de los héroes trata sobre la forja del valor y la realización de un propósito en la vida que lleva al crecimiento, a la madurez, a la excelencia… Para aquellos que buscan aventuras fantásticas sustanciosas, los protagonistas, las estrategias y la acción proporcionan un fuerte conjunto de encuentros que se centran en la evolución de Thor desde que era un niño soñador hasta convertirse en un joven adulto que se enfrenta a probabilidades de supervivencia imposibles… Solo el comienzo de lo que promete ser una serie épica para jóvenes adultos».

--Midwest Book Review (D. Donovan, eBook Reviewer)

«EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: conspiraciones, tramas, misterio, caballeros valientes e incipientes relaciones repletas de corazones rotos, engaño y traición. Lo entretendrá durante horas y satisfará a personas de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del género fantástico».

-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

«En este primer libro lleno de acción de la serie de fantasía épica El anillo del hechicero (que actualmente cuenta con 14 libros), Rice presenta a los lectores al joven de 14 años Thorgrin “Thor” McLeod, cuyo sueño es alistarse en la Legión de los Plateados, los caballeros de élite que sirven al rey… La escritura de Rice es de buena calidad y el argumento intrigante».

--Publishers Weekly

Libros de Morgan Rice

OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES

LA FÁBRICA MÁGICA (Libro #1)

LA ESFERA DE KANDRA (Libro #2)

LOS OBSIDIANOS (Libro #3)

EL CETRO DE FUEGO (Libro #4)

LAS CRÓNICAS DE LA INVASIÓN

TRANSMISIÓN (Libro #1)

LLEGADA (Libro #2)

ASCENSO (Libro #3)

EL CAMINO DEL ACERO

SOLO LOS DIGNOS (Libro #1)

SOLO LOS VALIENTES (Libro #2)

UN TRONO PARA LAS HERMANAS

UN TRONO PARA LAS HERMANAS (Libro #1)

UNA CORTE PARA LOS LADRONES (Libro #2)

UNA CANCIÓN PARA LOS HUÉRFANOS (Libro #3)

UN CANTO FÚNEBRE PARA LOS PRÍNCIPES (Libro #4)

UNA JOYA PARA LA REALEZA (Libro #5)

UN BESO PARA LAS REINAS (Libro #6)

UNA CORONA PARA LAS ASESINAS (Libro #7)

DE CORONAS Y GLORIA

ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1)

CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA (Libro #2)

CABALLERO, HEREDERO, PRÍNCIPE (Libro #3)

REBELDE, POBRE, REY (Libro #4)

SOLDADO, HERMANO, HECHICERO (Libro #5)

HÉROE, TRAIDORA, HIJA (Libro #6)

GOBERNANTE, RIVAL, EXILIADO (Libro #7)

VENCEDOR, DERROTADO, HIJO (Libro #8)

REYES Y HECHICEROS

EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)

EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)

EL PESO DEL HONOR (Libro #3)

UNA FORJA DE VALOR (Libro #4)

UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5)

LA NOCHE DEL VALIENTE (Libro #6)

EL ANILLO DEL HECHICERO

LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)

LA MARCHA DE LOS REYES (Libro #2)

EL DESTINO DE LOS DRAGONES (Libro #3)

UN GRITO DE HONOR (Libro #4)

UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)

UNA CARGA DE VALOR (Libro #6)

UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)

UNA SUBVENCIÓN DE ARMAS (Libro #8)

UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)

UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10)

UN REINO DE HIERRO (Libro #11)

UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)

UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)

UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)

UN SUEÑO DE MORTALES (Libro #15)

UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)

EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)

LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA

ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro #1)

ARENA DOS (Libro #2)

ARENA TRES (Libro #3)

LA CAÍDA DE LOS VAMPIROS

ANTES DEL AMANECER (Libro #1)

EL DIARIO DEL VAMPIRO

TRANSFORMACIÓN (Libro #1)

AMORES (Libro #2)

TRAICIONADA (Libro #3)

DESTINADA (Libro #4)

DESEADA (Libro #5)

COMPROMETIDA (Libro #6)

JURADA (Libro #7)

ENCONTRADA (Libro #8)

RESUCITADA (Libro #9)

ANSIADA (Libro #10)

CONDENADA (Libro #11)

OBSESIONADA (Libro #12)

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Derechos Reservados © 2018 por Morgan Rice. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperación de información, sin la autorización previa de la autora. Este libro electrónico está disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electrónico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir un ejemplar adicional para cada uno. Si está leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo compró solamente para su uso, por favor devuélvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es totalmente una coincidencia.

ÍNDICE

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

 

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDÓS

CAPÍTULO VEINTITRÉS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTISÉIS

CAPÍTULO VEINTISIETE

CAPÍTULO VEINTIOCHO

CAPÍTULO VEINTINUEVE

CAPÍTULO TREINTA

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

CAPÍTULO UNO

Sofía se encontraba ante la Asamblea e intentaba no sentirse agobiada por todo aquel esplendor, o por todo lo que estaba previsto para aquel día. A su alrededor, los nobles vestían la clase de ropa elegante que había tenido ocupados durante semanas a los sastres y las modistas de Ashton, mientras que los soldados vestían sus mejores uniformes.

Evidentemente, no solo estaba la nobleza. Ahora la Asamblea de los Nobles era una asamblea de todo el mundo, con los habitantes de la ciudad sentados en los bancos, vestidos con lo que habían podido encontrar para la ocasión.

—Siento que no voy bien vestida para la ocasión —le dijo Sofía a Catalina, que le ofreció el brazo para que se apoyara. Su vestido, de un blanco sencillo que parecía casi liso al lado del oro y las joyas, las sedas y el brocado, e incluso después de los arreglos que habían hecho las modistas de la ciudad, se tensaba para tapar el bulto de su embarazo. A su lado, Sienne, el gato del bosque, se apretaba contra ella con un suave ronroneo.

—Es el día de tu boda —dijo Catalina—. Por definición, eres la mujer más bella de la sala.

—Es el día de nuestra boda —puntualizó Sofía, aunque cualquiera que las viera no lo hubiera dicho viendo a su hermana. Catalina llevaba un uniforme militar y Sofía dudaba que nadie se hubiera atrevido a sugerirle un vestido de boda.

—Solo que primero está el pequeño detalle de tu coronación —dijo Catalina con una sonrisa.

Sofía respiró hondo con cuidado y notó que la niña que tenía en su interior se movía. Eso la hizo sonreír. Después de tantas semanas, aún le costaba creer que pronto sería madre.

—¿Estás preparada? —dijo Catalina.

Sofía asintió.

—Lo estoy.

Catalina la acompañó hacia fuera y los vítores de la multitud que esperaba golpeó a Sofía como un muro de ruido. Allí había mucha gente. Sofía los oía y se sentía rodeada por la presencia de sus pensamientos. Notó que un mensaje mental de alegría de aquellos que tenían los mismos dones que ella se colaba entre el resto, aunque había bastantes.

—Ojalá Cora y Emelina pudieran estar aquí —dijo Sofía.

—Regresarán en cuanto convenzan a los líderes del Hogar de Piedra para que salgan de su escondite otra vez —la tranquilizó Catalina.

En parte, Sofía esperaba que se quedaran tras la batalla con uno de los suyos en el trono.

«Pensaba que se quedarían» —mandó Sofía a su hermana.

Catalina encogió los hombros.

«Están acostumbrados a esconderse y la mayoría tienen su vida en el Hogar de Piedra. Cora y Emelina harán que vuelvan. Y ahora vámonos, tu carruaje te espera».

Así era y la idea de que ir en procesión a su boda en un carruaje cubierto de oro fue suficiente para hacer reír a Sofía. Si le hubieran dicho que su boda sería así cuando era pequeña, no lo hubiera creído. Aun así, el carruaje era necesario. Sofía no estaba segura de poder hacer el trayecto hasta la plaza principal del pueblo a pie en ese momento sin llegar agotada, así que Catalina y ella subieron al carruaje, tirado por cuatro caballos blancos que trotaban de forma majestuosa. Mientras tanto, todos los miembros de la Asamblea les seguían, demostrando con sus vítores que estaban con ellas.

«Ojalá estuvieran así de unidos cuando discuten» —mandó Sofía a Catalina.

«Has conseguido hacer mucho» —le respondió Catalina—. Algo debes de estar haciendo bien.

Pero Sofía no estaba segura de cuánto había conseguido hasta el momento. Bueno, había hecho sus declaraciones al final de la batalla de Ashton y esperaba haber mejorado la vida de la gente, pero la vida en el reino era complicada. Parecía que para cada propuesta que hacía, había un montón de objeciones, sugerencias y recomendaciones.

Un ejemplo era la reconstrucción de Ashton tras la batalla. Mirando hacia fuera desde su carruaje, Sofía veía los edificios a medio reconstruir, soldados que se habían convertido en obreros mientras trabajaban en la ciudad, aunque cada día parecía traer un debate nuevo sobre si este edificio era más adecuado que aquel otro, o a quién pertenecía la tierra, o quién debía hacer el trabajo ahora que el trabajo por contrato de los sirvientes ya no era una opción.

«Hay una cosa que he conseguido» —mandó Sofía mientras pasaban por delante de un grupo de hombres que llevaban sus marcas de propiedad al descubierto en las pantorrillas, sin que nadie los molestara o intentara darles órdenes ahora que eran libres—. «Si no hago nada más, con esto valdrá».

«Yo creo que harás mucho más» —le aseguró Catalina.

A su alrededor, la multitud continuaba lanzando gritos de alegría. Sonaba música por todas partes, pues los artistas callejeros se unieron a la celebración. Lord Cranston y sus hombres desfilaban y se unieron al desfile a un paso perfecto mientras se dirigían hacia la plaza. Alguien tiró algo y Catalina lo cogió, con mirada recelosa, pero solo era una flor. Sofía se rio y la metió lo mejor que pudo entre los cortos bucles del pelo de su hermana.

—Voy a hacer alguna cosa para hacer que parezcas una novia —dijo Sofía.

—Para eso, ¿no deberíamos llevar máscaras las dos?

—No —dijo Sofía con firmeza. Esa era una cosa que había dejado clara, por la misma razón que nada de esto tendría lugar en el interior de la Iglesia de la Diosa Enmascarada, sino en la plaza de detrás.

Esa plaza estaba tan abarrotada de gente que hizo falta que los soldados mantuvieran un espacio libre en el centro. Allí había una plataforma preparada, engalanada con sedas, con un trono dispuesto sobre un altar. Allí estaba la actual suma sacerdotisa de la Diosa Enmascarada, junto con Hans y Jan, los primos de Sofía y Catalina; Frig y Ulf estaban en las tierras de la montaña, mientras que Rika, Oli y Endi habían vuelto a Ishjemme.

Lucas también estaba allí, resplandeciente con su vestimenta de seda, y parecía estar encantado por sus hermanas e increíblemente nervioso a la vez.

«¿Tienes la sensación de que solo quiere quitarse esto de encima para poder ir a buscar a nuestros padres» —mandó Sofía a Catalina.

«Para que podamos» —la corrigió Catalina—. «Debe de ser difícil esperar así, ahora que sabe dónde buscar y sin tan solo tener la expectativa de una boda para pasar el tiempo».

«Si alguna de vosotras cree que estoy poco menos que feliz por vosotras, se equivoca. No me perdería este día por » —les mandó Lucas a las dos—. «¿Estás preparada para ser reina, Sofía?»

Como respuesta, Sofía se bajó del carruaje y se dirigió al escenario dando largos pasos mientras la multitud aclamaba. Se dio la vuelta y miró a la gente que estaba allí reunida, sintiendo la alegría y la esperanza por su parte. Sabía que esperaban que ella hablara.

—Hace unas semanas, tomé Ashton por la fuerza —dijo—. Tomé decisiones como reina porque tenía un ejército que me respaldaba. Después fui hasta la Asamblea de los Nobles y les expuse mi caso. Aceptaron que yo fuera la reina porque mi sangre me daba derecho a ello. Hoy voy a ser coronada, pero ninguna de estas cosas parece suficiente. Por eso os pregunto: ¿me queréis a mí como vuestra reina?

Cuando vino la respuesta en forma de clamor, Sofía se dirigió hacia el trono y se sentó en él. Hans se acercó con una corona, algo delicado cuyo hilos de platino y oro se entrelazaban para parecer enredaderas, con flores enjoyadas colocadas a lo largo de su circunferencia. Se la pasó a la suma sacerdotisa de la Diosa Enmascarada. Esta era una parte de la ceremonia de la que Sofía hubiera prescindido, pero si iba a reunificar Ashton entera, debía demostrar que estaba dispuesta a aceptar a toda su gente, incluidos los muchos seguidores de la Iglesia Enmascarada.

—Por el poder que me otorga la Diosa Enmascarada —dijo la suma sacerdotisa y se detuvo como si recordara que debía decir más—, por el derecho de su linaje, la autoridad de la Asamblea y… al parecer, la voluntad del pueblo, yo te nombro a ti, Sofía, reina de este reino.

Los vítores al colocar la corona sobre la cabeza de Sofía fueron casi ensordecedores. Sofía echó un vistazo a las caras sonrientes de la gente que le importaba y supo que había muy pocas cosas que pudieran hacerla más feliz.

Excepto, evidentemente, la boda que venía a continuación.

***

Sebastián estaba en la entrada del templo de la Diosa Enmascarada, deseando haber podido estar con Sofía en el momento en que la coronaran. Pero eso hubiera sido romper demasiado la tradición, dado lo que estaban a punto de hacer.

—¿Nervioso? —le preguntó a Will, que estaba a su lado vestido con su uniforme de soldado. Su familia estaría en algún lugar entre la multitud. Una parte de Sebastián deseaba que su familia también estuviera aún allí para ver este momento, a pesar de todo lo que le habían hecho al reino, a él y a Sofía.

—Aterrorizado —le aseguró Will—. ¿Y tú?

Sebastián sonrió.

—Yo estoy feliz de que todo esto esté pasando, después de todo lo que hubo antes.

Sonaron las trompetas, que le avisaban de que era el momento de avanzar y unirse en matrimonio a la mujer que amaba. Avanzó entre la multitud, su atuendo era tan sencillo como el de Sofía, la segunda mitad que completaba un todo. La gente se apartaba para dejarlo pasar y a Sebastián aún le sorprendía un poco la buena voluntad que parecían tener hacia él a pesar de los rumores que habían empezado con él, y a pesar de todo lo que había hecho su familia a lo largo de los años.

Subió a la plataforma y se puso sobre una rodilla, con la cabeza agachada en reconocimiento a su recién proclamada reina. Sofía se rio, se levantó y tiró de él para que se pusiera de pie.

—No tienes por qué hacerlo —dijo ella—. Tú no tienes que hacerme una reverencia nunca.

—Pero lo hago —respondió Sebastián—. Quiero que la gente sepa que este reino es tuyo. Que la reina eres tú.

—Y pronto tú serás mi rey a mi lado —dijo Sofía. Parecía que quería besarlo y, desde luego, Sebastián quería besarla a ella, pero eso tendría que esperar.

La suma sacerdotisa hizo un pequeño ruido de enfado, como para recordarles que había una boda a la espera.

 

—Estamos hoy reunidos para presenciar la boda de la Reina Sofía de la Casa Danse con el Príncipe Sebastián de la Casa Flamberg. Están desenmascarados a la vista de la diosa y el uno ante el otro.

Convenientemente omitió la parte en la que ninguno de ellos había seguido la ceremonia tradicional desde el principio. Sebastián lo dejó pasar. El hecho de que se iba a casar con la mujer que amaba era lo único que importaba.

—Ahora la Reina Sofía me dice que desea decir unas palabras en este momento —dijo la suma sacerdotisa—. ¿Su Majestad?

Sofía alargó el brazo para tocar la cara de Sebastián y, en aquel instante, la multitud estaba tan en silencio que la brisa transportaba sus palabras.

—Cuando te conocí —dijo—, no sabía quién era. No sabía cuál era mi lugar en el mundo, o si lo tenía. Pero sabía que te amaba. Esa parte era una constante. Esa parte no ha cambiado. Te amo, Sebastián, y quiero pasar el resto de mi vida contigo.

A continuación, era el turno de Sebastián, pero no se había preparado lo que tenía que decir. Pensaba que cuando llegara el momento lo sabría y así fue.

—Hemos pasado mucho —dijo Sebastián—. Ha habido momentos en los que pensaba que te había perdido y momentos en los que sabía que no te merecía. Intenté seguirte más allá del reino y, al final, fuiste tú la que me encontró a mí aquí. Te amo, Sofía. —Hizo una pausa durante un instante y sonrió—. Nunca pensé que sería yo el que se casaría con alguien de la realeza.

La suma sacerdotisa les cogió las manos y colocó una sobre la otra. El corazón de Sebastián latía a toda velocidad por los nervios. Normalmente, este era el momento en el que los declaraba marido y mujer, pero así no era como Sofía quería las cosas.

En su lugar, sonaron los cuernos.

***

Catalina miró hacia la entrada de la Iglesia de la Diosa Enmascarada, incapaz de contener su emoción por más tiempo. En cualquier otro momento, la coronación y la boda de su hermana ya hubieran hecho de este uno de los mejores días de su vida, pero ahora parecía que ella ya había esperado lo suficiente. Observaba con gran expectación como Will avanzaba.

Ninguno de ellos se veía tan majestuoso como Sofía y Sebastián, pero a Catalina ya le iba bien. Ellos eran soldados, no gobernantes. Le bastaba con que Will fuera el mismo chico guapo que había visto por primera vez cuando este había ido de visita a la forja de sus padres.

Marchó hacia la plataforma y, a medio camino de su trayecto, Lord Cranston y sus hombres desenfundaron sus espadas y formaron un arco de acero bajo el que pasó Will. A Catalina le alegró verlo y le alegraba que estuvieron todos vivos todavía tras las batallas que habían librado.

Will subió a la plataforma y Catalina le agarró ella misma la mano, sin esperar a que una vieja sacerdotisa mustia decidiera que era el momento.

—Cuando te conocí —dijo Will—, pensé que eras testaruda y terca y que era posible que hicieras que nos mataran a los dos. Me preguntaba qué clase de chica había venido a la forja de mis padres. Ahora sé que eres todas esas cosas, Catalina, y esta es solo una parte de lo que te hace tan increíble. Quiero ser tu marido hasta que las estrellas se apaguen tanto que no te pueda ver, o hasta que sea yo el que se apague tanto que empiece a frenarte a ti.

—Tú no me frenas —respondió Catalina—. En primer lugar, mi corazón late más rápido con solo mirarte. Ojalá te pudiera prometer que me asentaré contigo y que haremos las cosas con paz, pero ambos sabemos que el mundo no funciona así. La guerra puede llegar incluso en el momento más feliz y no es propio de mí quedarme sin hacer nada ante ella. Aun así, hasta que una espada, un arco o la edad avanzada nos reclame, quiero que seas mío.

No era la promesa tradicional, pero era lo que había en el corazón de Catalina y ella sospechaba que esta era la parte que contaba. La suma sacerdotisa no parecía especialmente impresionada, pero desde la posición de Catalina, eso era sencillamente una ventaja añadida.

—Ahora que hemos oído vuestras promesas mutuas, te pregunto a ti, Sofía de la Casa Danse, ¿tomas a Sebastián de la Casa Flamberg como tu esposo?

—Lo tomo —dijo Sofía, que estaba al lado de Catalina.

—Y tú, Catalina de la casa Danse, ¿tomas a Will… hijo de Tomás el herrero, como tu esposo?

—¿No es lo que acabo de decir? —puntualizó Catalina, intentando no reírse de que la anciana no fuera capaz de comprender que el hijo de un herrero no tuviera una casa con nombre—. De acuerdo, de acuerdo, lo tomo.

—Sebastián de la Casa Flamberg, ¿tomas a Sofía de la Casa Danse como tu esposa?

—La tomo —dijo Sebastián.

—Y tú, Will, ¿tomas a Catalina de la Casa Danse como tu esposa?

—La tomo —dijo y parecía más feliz de lo que Catalina sospechaba que alguien pudiera estarlo ante la expectativa de unirse a ella de por vida.

—Entonces tengo el placer de declarar que sois uno, unidos ante los ojos de la diosa —entonó la sacerdotisa.

Pero Catalina no la oía. A esas alturas, estaba demasiado ocupada besando a Will.

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