El Español de América

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El Español de América
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Primera edición.

Editorial Tecnológica de Costa Rica, 2000

Segunda edición.

Editorial Tecnológica de Costa Rica, 2002

Tercera edición.

Editorial Tecnológica de Costa Rica, 2010

460 Q5e3

Quesada Pacheco, Miguel Ángel

El Español de América / Miguel Ángel Quesada Pacheco.

-- 3a. ed. -- Cartago, Costa Rica : Editorial Tecnológica

de Costa Rica, 2010.

240 páginas.

ePub x Hipertexto Ltda. / www.hipertexto.com.co

ISBN 978-9977-66-225-1

ISBN EPUB 978-9977-66-270-1

1. Idioma 2. América Latina 3. Historia 4. Morfología

5. Fonética 6. Léxico 7. Dialectos

© Editorial Tecnológica de Costa Rica

Instituto Tecnológico de Costa Rica

Apdo. 159-7050 Cartago, Costa Rica

Tel. (506) 2550-2297 / 2550-2336 / 2550-2392

Fax (506) 2552-5354

ISBN: 978-9977-66-225-1

Impreso en Costa Rica

Hecho el depósito de ley

Pero el hecho es que Hispanoamérica está

dividida en naciones: ¿cómo no va a haber

una dialectología parcializada que estudie el

modo de hablar propio de cada una de ellas?

Se trata de que la realidad es que

Hispanoamérica está constituida por

diecinueve naciones soberanas, que cultivan

su personalidad, y no tiene sentido hacer

observaciones que no correspondan

a esta situación.

Guillermo Guitarte

Introducción

El proceso a través del cual se ha gestado y desarrollado la lengua española en el continente americano es uno de los capítulos más fascinantes de la lingüística románica. Por otra parte, y a medida que avanzan y se agilizan los medios de comunicación, los hablantes del castellano de uno y otro lado del Atlántico son cada vez más conscientes de lo que los une y desune en su lengua, lo cual conlleva el deseo de conocer sus distintas particularidades y los motivos de sus diferencias. Lo anterior explica la razón por la cual, desde finales del siglo XIX, no pocos filólogos, lingüistas y otros interesados en asuntos del lenguaje se han dedicado al estudio del español de América como una variedad autónoma y divergente de la lengua estándar y de la peninsular; es cuando surgen denominaciones del tipo «español de México», «español de Costa Rica», «español de América» en contraposición al concepto de español «peninsular» o «de España» y, tal como afirma Rivarola (1990: 24-28), «Cada uno de ellos [dichos conceptos] constituye una entidad histórica, para la cual tienen vigencia en el nivel correspondiente las observaciones acerca de lo vario y lo unitario en la lengua española».

Dentro de este marco conceptual, el presente libro intenta servir de herramienta introductoria al estudio de los principales fenómenos lingüísticos que caracterizan la lengua española en América a través de la fonética, la morfosintaxis y el léxico. Es un trabajo de carácter predominantemente bibliográfico, que toma como fuente principal estudios lingüísticos, tanto generales como particulares, relativos a todas las naciones americanas de habla española, incluyendo a los Estados Unidos,{1} pero también se ha apoyado en muestras lingüísticas. Es a la vez un estudio descriptivo, global, contrastivo y, en gran medida, de carácter diatópico, ya que resalta las diferencias existentes entre las diversas regiones de la América hispana, sin dejar de lado, en ciertas ocasiones, estudios de otra índole que enriquecen la perspectiva dialectal.

Siguiendo de cerca los razonamientos de J. Lope Blanch (1983) respecto de las dificultades con las que se topa el investigador a la hora de escribir un libro de conjunto sobre el español de América, soy consciente de que el presente estudio no pretende ser -ni puede serlo- exhaustivo ni categórico, dadas las grandes lagunas que aún rodean el conocimiento del castellano en el Nuevo Mundo. Por otra parte, en los últimos años han aumentado, numérica y cualitativamente, las investigaciones sobre el tema, lo cual trae como consecuencia inmediata el deseo de renovación de los trabajos de conjunto pertinentes al español americano. A raíz de esta perspectiva, el presente libro surge de la urgente tarea de revisión de las investigaciones más recientes y de la necesidad de actualizar nuestro conocimiento sobre el español hablado en la Romania Nova.

No quiero concluir estas líneas sin dejar constancia de mi agradecimiento a los profesores Arne - Johan Henrichsen (Universidad de Bergen, Noruega), José Joaquín Montes Giraldo (Instituto Caro y Cuervo) y Manuel Galeote (Universidad de Málaga) por sus valiosos aportes a este libro y por sus atinadas sugerencias.

I

I

El español de América:

historia de un concepto

Cuando los españoles tocaron tierra en las Antillas, a fines del siglo XV, los hablantes del romance castellano no tenían, de acuerdo con los postulados de P. Boyd-Bowman (1995: 37), conciencia de unidad lingüística; es decir, durante esa época se escuchaban en el Nuevo Mundo todas las lenguas ibéricas y de fuera de la Península -además del dialecto andaluz, que tanta importancia iría a desplegar en el desarrollo de la lengua en América- de modo que, durante la época antillana (1493-1519),

aportó a la cuenca del Caribe, no el español todavía, sino una diversidad de lenguas y dialectos representados en proporciones muy desiguales entre los primeros pobladores (Boyd-Bowman, ubi supra).

Así, el desarrollo por medio del cual el español de América llega a concebirse como una unidad distinta de la peninsular es tan extenso como su misma historia, y en ella se pueden reconocer tres etapas claramente delimitadas que doy en llamar: primera etapa (siglos XVI-XVIII), segunda etapa (siglo XIX) y tercera etapa (siglo XX).{2}

Primera etapa (siglos XVI-XVIII):

hacia un concepto de español americano

La historiografía del español americano se ha ocupado en averiguar cuándo se expresa por primera vez la idea de que el castellano hablado en el Nuevo Mundo es diferente del peninsular, del ibérico. Para llegar a esta cuestión hay que indagar en las fuentes documentales y en la literatura de la época, y detectar el concepto de español que el escribano o el creador literario estaba manejando. Hay dos modos de averiguarlo: a) a través de testimonios, y b) por medio de obras lexicográficas.

Testimonios

Respecto de los testimonios, las tres primeras noticias que tenemos acerca de la manera de hablar el español en América coinciden en que no hay diferencias entre el Nuevo Mundo y la Península. La primera data de 1591 y fue expresada por el andaluz doctor Juan de Cárdenas, el cual dice acerca del español de los mexicanos:

Para dar muestra y testimonio cierto de que todos los nacidos en Indias sean a una mano de agudo, tracendido y delicado ingenio, quiero que comparemos a uno de los de acá con otro rezién venido de España. Y sea ésta la manera, que el nacido en las Indias no sea criado en alguna d’estas grandes y famosas ciudades de las Indias, sino en una pobre y bárbara aldea de indios, sólo en compañía de quatro labradores; y sea, assimesmo, el cachupín o rezién venido de España criado en aldea. Y, júntense éstos, que tengan plática y conversación el uno con el otro: oyremos al español nacido en las Indias hablar tan pulido, cortesano y curioso y con tantos preámbulos, delicadeza y estilo retórico no enseñado ni artificial, sino natural, que parece ha sido criado toda su vida en corte y en compañía de gente muy hablada y discreta; al contrario, verán al chapetón, como no se aya criado entre gente ciudadana, que no ay palo con corteza que más bronco y torpe sea. Pues ver el modo de proceder en todo del uno tan differente del otro, uno tan torpe y otro tan bivo, que no ay hombre, por ignorante que sea, que luego no eche de ver quál sea cachupín y quál nacido en Indias (cit. por Javier Ortiz 2007).

El segundo testimonio proviene de 1604 y es del escritor Bernardo de Balbuena, quien dedica las siguientes palabras al español de México en su poema Grandeza Mexicana (cit. por Rosenblatt 1984: 265):

Es ciudad de notable policía,

y donde se habla el español lenguaje

más puro y con mayor cortesanía.

Vestido de un bellísimo ropaje

que le da propiedad, gracia, agudeza,

en casto, limpio, liso y grave traje.

Otros testimonios similares se refieren al español de Lima en las primeras décadas del siglo XVII, uno de los cuales, escrito en 1611, escrito por fray Martín de Murcia, dice:

El lenguaje que en ella [Lima, Perú] se habla es el más cortesano, pulido y limado que en ninguna ciudad de España se habla, de tal manera que el de Toledo, famoso y siempre celebrado, no le excede y no se hallará en esta ciudad un vocablo tosco y que desdiga de la pulideza y cortesanía que pide el lenguaje español. (cit. por Guitarte 1992: 70).

Y otro, que data de 1625, escrito por Gregorio López Madera, dice así:

No nos pasará por el pensamiento agora extrañar que una criolla, nacida en las Indias, hable tambien Castellano como en la Corte, porque se habla en Lima tan limado el español, quitados algunos vocablos bárbaros tomados de los frutos y uso de la tierra. (cit. por Guitarte 1992: 70).

 

Como se puede notar, estas noticias son más que todo de tono poético, de alabanza, pero son susceptibles de ser interpretadas lingüísticamente, de modo que se puede deducir que los habitantes de los virreinatos de México y del Perú manejaban un sociolecto de tipo cortesano, el cual era el dominante y el de prestigio; da la impresión de que en estas partes de América se hablaba bastante diferente de la Península. Sin embargo, el testimonio del español Bernardo de Aldrete, un estudioso de la historia del español, en 1606, nos dice lo siguiente (se mantiene la ortografía original):

En lo que toca a la lengua, que es nuestro intento principal, según me e informado de personas que an estado muchos años en aquellas partes, los Indios, que tratan con Españoles, que son casi todos, los que están en nuestras provincias, saben hablar Romance más o menos bien, como se aplican a él, i todos los más lo entienden. Algunos Indios principales lo pronuncian también como los nuestros, lo mismo hazen todos los que tienen raga de Españoles, por cualquier vía que sea, que hablan como en Castilla. (Aldrete 1606: cap. XXII, pp. 145-146).

De modo que, a través de sus afirmaciones, nos es posible saber que en América no solo se hablaba un sociolecto de tipo cortesano, sino que también se manejaban otras formas de hablar al menos bastante cercanas a las peninsulares.

Sin embargo, habrá que esperar hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVII para empezar a observar impresiones discordantes de las primeras menciones. Así, en 1676 el obispo Fernández de Piedrahita se expresa de la siguiente manera acerca de los habitantes de Cartagena de Indias:

Los nativos de la tierra, mal disciplinados en la pureza del idioma español, lo pronuncian generalmente con aquellos resabios que siempre participan a la gente de las costas de Andalucía. (cit. por Fontanella de Weinberg 1993: 32).

Este es el primer testimonio que tenemos del español americano, en donde no solo se expresa que una región de América del Sur tuviera una forma de hablar que la distinguía del resto, sino también que ese hablar tenía similitudes con el andaluz. El dato es de vital importancia porque orienta los fundamentos de una de las teorías más exitosas acerca del origen del español americano, conocida como «teoría andalucista».

De aquí en adelante se multiplican los testimonios respecto de la manera de hablar español de los americanos, diferente de la peninsular. En 1748, los ingenieros españoles Jorge Juan y Antonio Ulloa describen con las siguientes líneas el español hablado en Cartagena de Indias, Portobelo y Ciudad de Panamá:

En aquella ciudad [Cartagena], como en Portobelo, y esta [Panamá] tienen sus moradores un methodo de prorrumpir las palabras, quando hablan, bien particular; y assí como hay unos pueblos, que tienen arrogancia; otros dulzura; y otros brevedad; este tiene una floxedad, y desmayo en las vocales tal, que es muy sensible, y molesto al que le oye, hasta que la costumbre le va habituando a ello: aun más sucede en este particular, y es que en cada una de las tres ciudades llevan distinto methodo en el desquadernamiento, flaqueza, y acento de las voces, acompañado de diversas syllabas propias de cada uno; no menos distinguibles entre si, que todas ellas apartadas del estilo, con que se habla en España.

En 1789, Fernando Borrero, un viajero por el Río de la Plata, se expresa de la siguiente manera acerca de los nativos:

No existe otro pueblo en América que, en sus usos y costumbres tanto recuerde a los puertos de Andalucía, en la Península: la indumentaria, el lenguaje y los vicios son casi idénticos. (cit. por Fontanella de Weinberg 1993: 32).

Como se puede observar, el testimonio de Borrero apunta, al igual que el de Piedrahita, al parecido entre el español de algunas regiones americanas y el de Andalucía.

En 1807, Antonio Blanco, un viajero proveniente de América del Sur, comenta lo siguiente acerca de los habitantes de la provincia de Guanacaste, en la zona noroeste de Costa Rica:

Estos hombres constan de tres castas, que son indios tostados y oscuros, mulatos y blancos, que por la mayor parte son un español adulterado con las castas anteriores. Su idioma es el Castellano, pero tan corrompido con la lengua del país, que hace fastidiosa la conversación. (cit. por Meléndez 1974: 122).

El viajero Antonio Blanco no da detalles sobre cuáles eran esos rasgos que él consideró «español adulterado», lo cual hubiera sido de gran valor para la dialectología centroamericana. Tampoco dice expresamente lo que entiende por «castellano corrompido», si lo está comparando con su dialecto americano o con el español ibérico. De manera que este dato solo se debe ver con cierta cautela.{3}

En 1865, el escritor colombiano José Joaquín Borda viaja por Costa Rica y nos suministra, a manera de relato de diario, datos comparativos entre el español de su país natal con el del país anfitrión:

En las conversaciones que tuve con ellos y con los de la capital (San José), noté una perfecta identidad en el acento, lo mismo que en las costumbres, con mis paisanos de Cundinamarca y Boyacá. Allí como en estas tierras se acostumbra acentuar los imperativos, usar el vos en lugar de tú i convertir en diptongos, vocales que deben pronunciarse separadas y con distinto acento. “Poné ái los báules, decía un amigo al peón del puerto, mirá que vos sos muy descuidao” (Borda 1865: 123).

La cita anterior cobra grandísima importancia para la historia dialectal americana porque, si bien los testimonios anteriores habían indicado que ya se estaban dando diferencias dialectales entre América y España, las observaciones de Borda se convierten en el primer testimonio, de que tengamos noticia, donde se dan detalles lingüísticos y rasgos concretos que describen ciertas diferencias -o similitudes- de dos hablas hispanoamericanas. Ya no es una simple caracterización general, de corte impresionista, con visos de ser más etnográfica que lingüística, sino que está demostrada con datos extraídos del habla cotidiana.

Obras lexicográficas

En lo pertinente a las obras lexicográficas, el primer glosario de americanismos data del 16 de febrero de 1608, y figura en la Descripción de la provincia de los Quixos, un manuscrito que describe el actual Ecuador, redactado por el Conde de Lemos.{4} Al inicio del glosario escribe el autor:

y aora para mayor inteligencia, me a parecido poner aqui un Dicionario con declaracion de los vocablos particulares de las Yndias, y poco familiares en España (folio 3).

Renglón seguido aparecen 18 palabras con su significado, las cuales son: arcabuco, bahareque, camayo, (la) cordillera, dotrinero, dotrina, encomendero, encomienda, escupil, guandos, (los) macas, reservado, preservado o tributero, repartimiento, tributo, parcialidad, inga y Lima. Este glosario indica que, por lo menos en el léxico, a principios del siglo XVII se estaban dando diferencias entre América y España, no solo por causa de la introducción de voces indígenas al inventario léxico americano, sino también porque algunas palabras de origen ibérico se empleaban con significados divergentes a uno y otro lado del Atlántico.

Una noticia más amplia sobre las diferencias léxicas proviene de 1637, del cronista fray Pedro Simón, autor de un libro sobre la conquista de Tierra Firme. En este libro figura lo que el autor llama «Tabla para la inteligencia de algunos vocablos de esta Historia», en cuya introducción dice el autor (con la ortografía original):

Pareciome al principio destos libros poner una declaracion por modo de Abecedario de algunos vocablos, que solo se usan en estas partes de las Indias Occidentales que se han tomado de algunas naciones de los Indios, que se han ydo pacificando; y para mejor poder entenderse los Españoles con ellos en sus tratos, los han usado tan de ordinario que ya los han hecho tan Españolizados, que no nos podemos entender aca sin ellos...

Pero ase de advertir, que no todos son comunes en su origen a todas las tierras de donde escrivo, por averse tomado de diversas partes dellas, y llevadose de unas a otras, en especial de la isla de Santo Domingo, que como fue la primera tierra que se descubrio, tomaron alli muchos los Castellanos y los llevaron, y introduxeron en otras, que se fueron descubriendo: pero ya (como he dicho) se han hecho comunes a Indios, y Españoles. (Simón 1637/1986: 51).

La cita anterior cobra importancia porque es donde primero se manifiesta, expresamente, que hay diferencias -léxicas- entre América y España; además, que las diferencias léxicas también se pueden dar entre el mismo continente a causa de las distintas fuentes de donde provienen las palabras indígenas.

La “Tabla” es un glosario compuesto de 156 entradas que describen la fauna, la flora y algunas costumbres de los americanos, tanto indios como españoles. Simón recopila no solo voces aborígenes incorporadas al español americano (y general), tales como aguacate, anones, caimán, guarapo, guayaba, maguey, naguas, papa, papaya, tomate, etc., sino también palabras de base castellana empleadas en América con un significado particular, entre las que tenemos borrachera ‘nombre de árbol’, cimarrón, cuarterón, demora, encomendero, estancias, estero, ladino, peso, piña, plátano, pulpería y muchas otras.

El primer gran diccionario de americanismos es el Diccionario de voces americanas, redactado entre 1750 y 1777. Su autor fue el jurista panameño Manuel José de Ayala, quien desempeñó una serie de puestos en el Palacio Real de Madrid; entre ellos el más relevante fue promover y ordenar los archivos del Consejo y Secretaría de Indias por espacio de 32 años a partir de 1760. Ayala logró reunir cerca de 2800 voces y topónimos americanos, con lo cual queda clara su posición pionera dentro de la historia lexicográfica de América. Del conjunto de 2800 entradas, 1230 palabras forman el acopio de lo que se podría llamar «voces americanas», es decir, 43% del total de entradas de su diccionario. El resto lo componen topónimos y palabras generales o patrimoniales que, sin ser americanismos, el autor decidió incluir, por tener alguna relación con el Nuevo Mundo. De los dichos 1230 americanismos, 600 son de base castellana y 520 de base indígena, además de 111 gentilicios de tribus indígenas (Ayala 1995).

Al diccionario de Ayala le sigue el Diccionario histórico geográfico de las Indias Occidentales, de Antonio de Alcedo, publicado entre 1786 y 1789. Este diccionario no difiere en mayor cosa del de Ayala, tanto en la forma de presentar las entradas como en su contenido, con muchos topónimos y léxico general. Sin embargo, para la lexicografía hispanoamericana es de gran valor el tomo V (intitulado Vocabulario de las voces provinciales de la América) en donde afirma el autor:

Ofrecimos en el Plan de subscripción, que se publicó para este Diccionario, dar al fin de la Obra este Vocabulario, como parte precisa para la inteligencia de muchas voces usadas en aquellos Países: unas que aunque originarias de España, y especialmente de Andalucía, han degenerado allí por la corrupción que ha introducido la mezcla de los idiomas de los Indios; y otras tomadas de estos, y mal pronunciadas por los Españoles. (Alcedo 1789, tomo V, 1).

Lo importante en Alcedo es haber observado ciertos cambios léxicos entre la Península y América, y no el vocabulario en sí, porque también Ayala presenta muchas voces americanas pero junto con los artículos de historia y geografía, en un solo diccionario. Alcedo separó, en cuatro volúmenes, historia y geografía de lo puramente lingüístico, que se encuentra, como queda dicho, en el quinto tomo. Por otra parte, de nuevo tenemos un testimonio que ha incitado al crecimiento de partidarios de la teoría andalucista, al indicar que muchas voces usadas en América provienen de Andalucía.

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