Sueños De Un Juez I

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Sueños De Un Juez I
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Sueños

de un

Juez

I

Juan Moisés de la Serna

Editorial Tektime

2020

“Sueños de un Juez I”

Escrito por Juan Moisés de la Serna

1ª edición: marzo 2020

© Juan Moisés de la Serna, 2020

© Ediciones Tektime, 2020

Todos los derechos reservados

Distribuido por Tektime

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Prólogo

El juez se quedó dormido y después de descansar, tal vez unas tres horas, cuando su mente estaba ya descargada de la pesadez del día, ésta estableció contacto de forma visual con una escena que no le era familiar, era como si él mismo fuera trasladado a otro lugar, y pudiera ver y escuchar todo lo que allí se hacía. Él presenció aquello que estaba delante y podía observar con detalle a todos los asistentes, pero él mismo no estaba físicamente en el lugar.

Era la primera vez que le ocurría, y por tanto se encontró con miedo, y así se mantuvo aparte de las personas que veía y de los acontecimientos que presenciaba, durante el primer tiempo. Luego entendió que todo podía ser un sueño por lo que nada le podía ocurrir, y se mezcló entre los asistentes observando todo desde distintas posiciones, pues ellos no detectaban su presencia, y al final determinó que efectivamente era un sueño y que podría aprender algo de las cosas que veía y escuchaba.

Dedicado a mis padres

Contenido

Primer Sueño

Segundo Sueño

Tercer Sueño

Cuarto Sueño

Quinto Sueño

Sexto Sueño

Primer Sueño

El juez se quedó dormido y después de descansar, tal vez unas tres horas, cuando su mente estaba ya descargada de la pesadez del día, ésta estableció contacto de forma visual con una escena que no le era familiar, era como si él mismo fuera trasladado a otro lugar, y pudiera ver y escuchar todo lo que allí se hacía. Él presenció aquello que estaba delante y podía observar con detalle a todos los asistentes, pero él mismo no estaba físicamente en el lugar.

Era la primera vez que le ocurría, y por tanto se encontró con miedo, y así se mantuvo aparte de las personas que veía y de los acontecimientos que presenciaba, durante el primer tiempo. Luego entendió que todo podía ser un sueño por lo que nada le podía ocurrir, y se mezcló entre los asistentes observando todo desde distintas posiciones, pues ellos no detectaban su presencia, y al final determinó que efectivamente era un sueño y que podría aprender algo de las cosas que veía y escuchaba.

Sin saber cómo se encontró en un gran salón, presidido por su propio Rey, y junto a él, alguien que se parecía a él mismo, esto le extrañó y se dijo, “¡Extraño sueño, pues yo mismo me veo!” y sabiendo que no es una realidad física, y además también en el sueño ejercía de Juez, y había otras personas, otros que eran como él, otros que eran Jueces y que hacían las veces de testigos de cargo, y de la defensa, y así también había uno que era el que exponía el caso y decía que este caso era sobre los Ancianos de la Comunidad y así uno que parecía de cargo como el actual Fiscal, argumentó aspectos para que desaparecieran, y el Defensor para que se les respetara, y al final él mismo o el que se le parecía a él mismo, tuvo que dar su JUSTICIA, decir su parecer.

Y después de terminado todo, el Rey allí presente, aunque a un lado, y que era testigo, pero no participante, hizo un Decreto por la misma Sentencia, pero todo esto, es mejor contarlo con detalle, pues es importante y lo fue para algunos pueblos a través de los cuales se extendió las enseñanzas.

Para una mayor aclaración en este primer capítulo, os diré que, el juez, se veía a sí mismo como un ser vivo pero no físico, sino de energía, por ello no era detectable a los demás, pero a él mismo si le funcionaban bien los sentidos, y podía moverse de un lugar a otro, no andando como los físicos si no, solo pensando y el pensamiento les llevaba a donde quería, y esto lo tuvo que aprender en unos cuantos movimientos, pues el pensar no tiene importancia, pero cuando se cumple lo que uno piensa, se da cuenta de la enorme capacidad que el hombre tiene.

El juez, durante el relato se movía de un lugar a otro, y pasaba a través de los personajes y también escuchaba sus palabras y pensamientos, y así se enteraba de todo, pero él mismo se veía a sí mismo formando parte de aquel mundo físico, y él mismo se daba cuenta de que todo era un Sueño, pero un Sueño que alguien Superior muy poderoso le hacía tener y así lo primero que quiso averiguar era quién le mandaba aquellas imágenes y descubrió para su asombro que era el ALTÍSIMO.

Esto fue lo que vio. En un salón grande con columnas a los lados, y de forma redonda, había unos sillones, alineados a una gran mesa, los sillones eran cinco, y pareció que aquello era un tribunal, y él mismo el juez, quien llegó antes de que entrase la gente, pues vio guardias armados, y con ello entendió que alguien importante, como luego confirmó, estaría presente, y así empezó a entrar gente bien vestida, o diría con lujosos mantos, y elegantes gorros en la cabeza, y también como fue el caso de dos de los personajes que entraron, uno de los cuales era el Rey, y otro el que parecía su Consejero de Justicia.

Se sentaron aquellos nobles Señores en sus sillones, y dieron paso a otros de menos categoría, pues al entrar, desde la puerta estaban dando saludos y haciendo inclinaciones de cabeza, y para el asombro del Juez, se vio a sí mismo entre uno de los de aquel grupo.

Naturalmente él se daba cuenta de que todo no era realidad, pues él continuaba dormido y al mismo tiempo estaba en aquel salón como si fuera un Espíritu presente viendo y escuchando.

Delante del Rey y puestos en pie, hablaron por turno y así dijeron lo siguiente.

El Rey los había convocado como los mejores de entre los que se consideraban los Jueces, y así, aunque él mismo, no era sino únicamente un Juez de la Capital, sin siquiera territorio propio, pues solo podía administrar Justicia en el Zoco, le habían llamado porque había conseguido fama.

Con el reconocer públicamente que siempre que tenían Juicio hacía Oración, y se le decía lo justo, y así siempre acertaba, y como normalmente eran reconocidos como justos todos los veredictos, aspecto que en otros casos no ocurría, donde los veredictos se solían inclinar a favor de alguno de los dos.

Veredictos que solían ser injustos entre los demás, porque se inclinaban hacia aquel por tener mejores medios económicos, o mejores argumentos, o que hubiera preparado mejor las pruebas, se le daban los fallos, y el que era inferior o ignorante no tenía nunca la justicia a su favor, por eso, entre el pueblo y sobre todo entre los comerciantes, se decía que la justicia era de los poderosos, menos en uno de los Jueces, que era de quien tuviera la razón.

De esto se había enterado el Rey y quiso probar lo que escuchaba, y así se dijo así mismo, en contra de su Consejero de Justicia, que trató de quitarle de la cabeza el asunto, pues podría perjudicarlos, que quería presenciar algún Juicio de aquel hombre, y así ocurrió que se presentó disfrazado a presenciar uno y le gustó, y dispuso que sería interesante, hacer unos Juicios a la Sociedad, y puesto que tenían un Juez que le venía la Justicia del mundo Espiritual, los humanos se podrían beneficiar de ello, y lo pensó y lo dispuso y así llamó y organizó un Juicio presidido por aquel Juez tan especial.

Así pasó, que cuando todos hubieron saludado y se presentaron, el Rey mandó hablar al Consejero de Justicia, y éste expuso, que quería saber cómo estaba la Justicia entre las gentes, y que, para ver la preparación de los Jueces, se había pensado hacer unos Juicios allí delante del Rey, el cual escucharía y no intervendría.

Así, no se quería que se hiciera la Justicia a su parecer, sino porque es lo acertado, y así mismo dispuso quién tenía que ser el Acusador o Fiscal, y quién tenía que ser el Defensor, y quiénes tenían que actuar como testigos de la acusación, y quiénes de la defensa, y al último de todos que nombró fue al Juez principal, que no era otro que el propio juez del sueño.

Éste que no salía de su asombro, y que nunca le había gustado ser importante, y que en aquel mismo momento estaba sentado al final de todos los sillones, en el lugar más alejado y considerado menos relevante, cuando escuchó su nombre para el cargo, se levantó, y trató de excusarse diciendo:

―En verdad os agradezco el cargo, pero teniendo aquí a mis superiores, y considerando que soy el más ínfimo de los presentes, creo que os habéis equivocado en el nombramiento ―El juez continuó hablando despacio y en voz tal, que todos le pudieran escuchar bien, pues el recinto era grande―. Decirme si no, ¿cómo ellos que son más, van a someterse a mi Juicio siendo menos?, ¿acaso mi palabra va a tener alguna fuerza?, cuando ellos bien preparados, y con grandes cargos defiendan o ataquen algo, si yo apenas tengo lo justo para hacer justicia en el Zoco, que como sabéis son cosas sencillas y no requieren de grandes preparaciones es.

 

Y así argumentó, y como el consejero que estaba de acuerdo con sus explicaciones iba a cambiar las cosas, intervino el Rey, que era el único al parecer que tenía el empeño en que aquello se celebrase y dijo:

―Veremos qué tal lo hacéis ahora que no estáis en el Zoco, y también qué tal lo hacen otros, estando a las ordenes en lugar de darlas, ¡Que el Juicio empiece!

Así pues, una vez constituido el tribunal, se trajeron unos sillones y unas mesas y se formó el Juicio y también como el Rey quería tener constancia, pues intuía que podía salir algo importante, se llamó a un escritor que pusiera en tablillas de cera lo que se dispusiera como Sentencia, para que se archivasen o se aplicasen según su valía.

El juez cuando se vio tan importante, pidió el tema del Juicio y este se le dijo, y así entendió y levantándose por el poder que según él mismo dijo le había dado el Rey, dispuso que se abriera el debate, pero como a ninguno se le había comunicado las intenciones del Rey antes, se dispuso, y así lo dispuso él, que tuvieran tiempo hasta después de la comida para pensar y organizar sus argumentos y así también preparar a los testigos.

A todos les pareció bien menos al Rey, que parecía que tenía prisa y así lo manifestó.

El juez, ejerciendo de Juez, le contestó:

―Ver Señor que podemos hacer lo que queráis, pero que, si queréis Justicia, esta tiene que ser bien pensada y también bien defendida, y bien planteada, y si alguno por no tener su tiempo, no lo hace bien, luego se podrá decir, que El Rey lo quiso así, no quería justicia si no prisa.

El Rey entendió y le dijo:

―Tú tienes el poder, pues eres el Juez, que se haga como dices.

El juez, el verdadero y real, el que dormía en su habitación de su casa, seguía durmiendo, y mientras su Espíritu, era el que veía y escuchaba todo y así asombrado por verse él mismo en una situación no real, escuchaba todos los comentarios, y así se juntó a alguno de los Jueces importantes, y sin que ellos se dieran cuenta.

En realidad, eran los Principales dentro de los Jueces, y también Principales suyos en la vida real, y acercándose escuchaba cómo murmuraban que le arreglarían las cuentas al juez cuando salieran del lugar, y otros decían:

―Le dejaremos hacer, y cuando sea el momento, delante del Rey le pondremos una trampa ―Pues todos eran inteligentes y así mismos se veían respaldados por el Consejero de Justicia, que había dado muestras de no estar conforme con aquella escena, ni con los cargos dados.

El juez, el que tenía el cargo de Juez que le había dado el consejero por orden del Rey, se veía solo en un lado de la habitación, y cuando se le acercó uno para hablarle, le dijo:

―No tengo nada que comentar, hasta que el Juicio haya terminado, pues tus comentarios podrían invalidar el Juicio, al conocer una parte y no la otra.

El tema escogido era, LOS ANCIANOS. El Juicio inició y se organizaron, y empezó a hablar el Principal de mayor autoridad, y como era el que más autoridad tenía, todos le escucharon, y todos vieron que trataba de lucirse, pero que no decía nada nuevo y a este se le había dicho que presentara el Juicio, y eso hizo sin muchos detalles, tan solo para cubrir el puesto.

Luego habló el siguiente, también Principal y segundo en autoridad, todos le escucharon y así éste hizo su presentación como acusador o Fiscal, y él mismo, se dio cuenta por lo expuesto, que quería terminar y marcharse pues se sentía incómodo y consideraba un capricho del Rey aquel acto.

Luego pasó el tercero, aquel que era Defensor, y como la acusación había sido tan mala, el defensor no podía lucirse anulando a su superior, y así lo hizo peor, y aunque al final trató de hacer un resumen y aclarar un poco lo dicho, todos vieron que quería hacer un favor al anterior.

Continuaron los testigos de la acusación y los de la defensa y así terminaron, y cuando todo parecía acabado y se suponía el veredicto del Juez, que sin duda sería favorable al Principal de mayor autoridad, pues así lo esperaban todos incluso el Rey, al que le había parecido todo muy poco profundo, se encontraron con que el Juez dijo:

―Dejarme hacer Oración y escucharéis mi Sentencia ―Y se retiró.

Cuando regresó su cara denotaba preocupación y así en pie y pidiendo permiso al Rey que se lo concedió, dijo:

―Bien ahora ya os habéis lucido todos delante del Rey, pero si este quiere Justicia, se tendrá que hacer algo diferente a lo que hasta ahora se ha hecho, pues si no, repetiremos los mismos errores que en estos momentos se tienen.

Aquellas palabras las tomaron los Principales como un insulto y levantándose del asiento arremetieron verbalmente contra el juez, pero el Rey levantándose a su vez, les gritó y todos se callaron para escucharle, y así dijo:

―Me alegro de que el Juez haya sido el que os pusiera en vuestro sitio, pues si él no lo hubiera hecho lo habría hecho yo. Todo lo que he visto no me sirve de nada, y quiero tener algo nuevo, así que dejar de pensar en luciros, que para mí sois los Principales y no se os va a quitar nada, y dejar hacer al Juez su trabajo, así que escuchemos y veamos qué más nos dice, pues el tiempo que ha estado en Oración ha sido mayor del que nos ha dicho las cosas ―Y se sentó.

Ante aquellas palabras del Rey, el juez, vio reforzada su escasa autoridad y empezó por organizar el trabajo y designó a quién quería escuchar el primero, y como empezó a hacerlo como lo había hecho antes le dijo:

―Espero que seas mejor en tus Juicios, pues careces de calidad, así que prepara para mañana bien el trabajo ―Y lo mismo hizo con los demás, asombrando incluso al Rey, que por un lado veía que se alargaba algo que para él había empezado como un juego, y que por otra parte le gustó el tono y los planteamientos, de aquel a quien había puesto como Juez, y todos salieron pues disgustados.

Así pues, el Juez por la autoridad que le había dado el Rey dispuso que el Juicio se celebraría al día siguiente, dando tiempo a preparar cada uno por separado, sus respectivos cargos, y desde luego, con aquellas premisas expuestas, todos se esforzaron pues veían que el mismo Rey, que hasta entonces les había ignorado estaba tomando parte en el propio Juicio, aunque como espectador.

Llegado a este punto el Espíritu del Juez, volvió a su cuerpo, y así vino volando, haciendo realidad un pensamiento que él mismo había tenido, y antes de entrar vio la casa por encima y le pareció curioso, pues era la primera vez que se fijaba en una construcción desde aquella perspectiva, y entró en la habitación y vio a su amada esposa durmiendo tranquila, y se vio a sí mismo en otra habitación también durmiendo, aunque con mala postura y entró en el cuerpo, y cuando lo hizo El juez, el Juez, el Físico, se despertó, y levantándose y marchó a su cama con un gran cansancio.

El juez se despertó a la mañana siguiente, y aquel día estuvo casi sonámbulo, era como si hubiera tenido fiebre y no hubiera descansado, y, sin embargo, rememoraba con todo detalle lo que tenía que hacer, recordaba muy bien lo soñado, y como le inquietaba todo, lo consultó en la Oración, y se le dijo:

―Espera a esta noche el sueño no ha terminado.

Así pasó el día, demasiado despacio para él, y cuando llegó el tiempo de descansar, se durmió totalmente agotado, pero no por eso dejó de despertarse a las tres horas de dormir, y así revivió todo lo que había visto en su sueño anterior, y volvió a ensoñarse y con ello siguió el Juicio planteado a la TERCERA EDAD.

Sucedió lo mismo que la noche anterior, el Espíritu del Juez, salió del cuerpo físico y después de mirarle, pensó en estar en el palacio del Rey, y tal como lo pensó marchó volando hacia aquel lugar donde se tenían que reunir, llegó el primero y vio como entraban y el último de todos fue el Rey, que se sentó en su sillón y a su lado su corte, el Consejero de Justicia y dos Consejeros más invitados por el propio Rey, y cuando todos estuvieron se mandó al Juez que empezase.

Así el Juicio empezó por el Juez, que expuso el motivo de la reunión, y también presentó las partes según se tenía que hacer, y también dijo que, si alguien no podía, no quería, o tenía algunos prejuicios o presiones que el Juicio no sería válido, y todo sabían que eso sería así, y el Juez lo dijo en voz alta y dijo:

―Sé que eso es así, pero como entiendo que todos son Jueces, podrán dejar en la puerta antes de entrar, aquello que pueda afectar a lo que aquí se diga.

Todos estuvieron de acuerdo y parecía que en la noche que habían tenido para reflexionar, habían cambiado de aptitud, ya que consideraron que el Juez iba en serio, y podría darles un susto, si no cumplían bien, pues estaba el Rey delante.

Abrió la Sesión aquel que tenía que acusar y que vosotros llamáis Fiscal, y defendió el argumento de que a todos los ancianos a una determinada edad o circunstancias, se les tenía que dar muerte o permitir que murieran, ya que no servían para nada y también eran una gran carga para su familia que tenía que tener personas dedicadas a ellos, y así dijo que en la antigüedad cuando alguien llegaba al momento de no poderse valer, se le dejaba en el monte para que esperase la muerte, en soledad y por inanición, todo podría ser dos a cuatro días de sufrimiento, y comparaba que este tiempo no era nada, con los años de sufrimiento que podía tener, si se le cuidaba en que podía durar años, y también el sufrimiento para los demás.

Todos escuchaban y aunque no les gustaba el tema, estaba bien presentado y argumentado, y así continuó aquel hombre que parecía de hierro por sus duras palabras:

―Esto naturalmente tiene sus excepciones, pero como norma y como Sentencia que tiene que ser general, y luego en cada caso particular, digo que tampoco el sufrimiento purifica ni ayuda en su vida Espiritual. Así pues, no tiene sentido prolongar el sufrimiento, pues para su Espíritu interno, tampoco le vale de nada pues sus mentes no rigen, y es sabido que los Espíritus y el cuerpo físico se conectan a través de la mente, así pues si esta no funciona, la conexión está interrumpida, y ese Espíritu está esperando la muerte del cuerpo para salir y marchar al lugar donde moran los Espíritus ―Y por los gestos que hacían los demás, parecía que tenía razón.

El Acusador o Fiscal, presentó a uno de sus testigos, el cual dijo, que tenía a su padre que vivía con él desde hacía mucho tiempo y que era una carga tan pesada que todos estaban deseando que muriese, el hecho había ocurrido hacía más de diez años, y era la consecuencia de una caída de caballo, un accidente.

Así todos los días se lo demostraban pues el hombre apenas se podía mover dado que tenía dificultades en la espalda y también por ello, y ver si la carga era pesada, que se le tenía que bañar y también atender en sus necesidades personales, y conocéis que los enfermos no tienen control de sus órganos, y así estaba rodeado muchas veces de porquería, y así todos parecían asentir.

El hombre que era un Juez de los asistentes que le había tocado ser testigo de cargo, se expresaba diciendo:

―Yo soy el que menos sufre, pues apenas le veo, ya que cuando marcho por la mañana él continúa en su cama, y cuando regreso él está en su habitación y todo el trabajo cae sobre la mujer y los hijos, y ya no pueden aguantar más, y mirar que ocupa un lugar en la casa que necesitamos para separar a los hijos que son mayores, y que deben dormir juntos siendo machos y hembras ―Y así hizo muchos comentarios.

Cuando hubo terminado, continuó el segundo testigo de cargo y dijo:

―Veréis mi caso es distinto, tengo un padre que ya es muy anciano y tiene la cabeza ida, pero como según la Ley continúa con vida, no se puede repartir la herencia, y así tenemos que aguantarnos sin poder hacer nada pues él solo dice:

―Todo se queda como está, cuando me marche podéis vender o hacer lo que queráis, pero ahora es mi bien lo que me juego.

»Él, no cree que le cuidaríamos mucho mejor, si nos deja administrar el dinero, y entiende, que cuando no tenga la fortuna le podemos abandonar o quitar de en medio, tal y como ha ocurrido en casos que él dice conocer, a lo largo de su vida, y ver que esta es mucha, pues ya tiene el pelo blanco y también la barba. Continuamente nos hace humillarnos y tener que ir a pedir dinero para poder seguir con la hacienda, pues él mismo como tiene la cabeza mal no puede cuidarla, y si no ver, que se necesitaba reponer una pareja de animales para el apareamiento y volver a tener una buena ganadería, y eso como sabéis cuesta una fortuna, y así se le dijo:

 

―Vendemos una tierra y con ella compramos los animales.

»Y como tiene la cabeza mal, nos dijo:

―El precio que me decís es robarme.

»Como no vive en nuestro momento y cree que todo es mucho más barato, nada se puede hacer.

El testigo miraba a todos y veía en sus rostros caras de asentimiento, y continuó:

―Termino diciendo que queremos que muera y creemos que estaría mucho mejor si ocurriera tal cosa, pues el sufrimiento en este caso no lo tiene él, sino que nos lo ha trasladado a nosotros, ya que parece que tiene un cuerpo que puede aguantar y sería la ruina de todos los hermanos ―Y dio por terminado el asunto.

El Juez escuchó, pero nada se veía en su rostro que le hubiera convencido, y aunque todos esperaron algo, también sabían que nadie que fuera Juez, puede dejar ver si está conforme o no con alguna de las partes, y se tiene que reservar para la Sentencia, y cuando el testigo del acusador terminó su exposición, este volvió a tomar la palabra y dijo:

―Me reservo el derecho de volver a hablar al final, después de la Defensa ―Y aunque esto no se hacía casi nunca él quería lucirse delante del Rey y había pensado en sacar algo no corriente para impresionarlo.

Terminó el acusador o Fiscal, le dio la palabra al Defensor, el cual manifestó lo siguiente:

―Cuando una persona está enferma se le cuida, y así podemos seguir adelante en la vida, si cuando no servimos para nada, si cuando nuestras mentes no pueden estar claras, por la fiebre o por la enfermedad nos cuidan y así la vida sigue, y esta situación en muchas ocasiones, ha durado un tiempo, a veces incluso más de un año, y aquello se pasa y se olvida, ¿cómo es posible ver a la tercera edad como una enfermedad?

»Todos estamos obligados por lazos de hermandad, y por considerar que tenemos un Espíritu dentro y no somos animales, y que tenemos humildad, y también sentimientos y obligación de ayudar a los que nos necesitan, pues esa es la base de nuestras Comunidades, verlo si no, cómo desde muy antiguo se han formado éstas sobre la base de AYUDA MUTUA Y PROTECCIÓN MUTUA.

El Defensor mirando a todos y viendo que estaban bien dirigidos sus argumentos, continuó.

―Pero, es más, se nos ha enseñado desde muy antiguo, y lo conocemos por la tradición, y también por algunos escritos, que costumbres tan bárbaras como las que se han presentado justificando esas muertes, eran repudiadas por los Maestros Espirituales. Se nos ha dicho que nuestras acciones tienen un trasfondo en el plano Espiritual, pensar ¿cómo quedaríamos nosotros mismos, si no solo no cuidamos a quien nos necesita sino propiciamos su muerte, dejando que mueran esas personas sin asistencia?

»Mirarnos nosotros como ejemplo de todos ―continuó el Defensor argumentando― todos tenemos edades que pronto nos darán que contar entre los ancianos, y así mismo les pasarán a nuestros hijos, cuando les llegue el momento. Juzgamos el hacer algo contra esas personas, por tener que soportar la enfermedad de la vejez y encima la incomprensión de los más jóvenes, con lo que nos estaremos juzgando a nosotros mismos cuando sea el momento.

»Estaremos cometiendo un crimen, el más grande que se puede cometer, pues son seres indefensos, y necesitan de ayuda, cuando ellos mismos durante toda su vida han estado dándose a los demás. Por ello digo y sostengo que los ancianos deberán ser respetados y tratados con la cortesía y el cariño que se merecen como personas, y también como padres de los que ahora les quieren echar y quitarles lo que es suyo.

»Pero no ver solo esto, ahora mismo se quiere ver, si es correcto o Justo, el sostener con vida a ancianos que nada sirven para la humanidad, fijaros si no estaremos dando argumentos a algunos poderosos o no tan poderosos, a que se quiten de encima a todos aquellos parientes que luego tengan que decidir sobre ellos.

»Ver que, según lo expuesto, solo se quedarán con los que luego ellos mismos sepan que les van a tratar bien, estaremos cubriendo un crimen con las acciones correspondientes del que va a ser la víctima, y sabéis que cuando uno está en peligro de muerte tiene todo el derecho de la Defensa.

»Pero ver también que, si hacemos tal cosa, todos los que lleguen a cierta edad, harán que sus fortunas se gasten y ellos mismos no se preocuparán de tener haciendas, pues nada se tiene que quedar para los verdugos, que cuando llegue el momento le matarán y se quedarán con sus bienes.

»Conocéis que todos los que poseen algo, tienen la preocupación de que sus bienes se conserven a través de los demás, y que, aunque algunos entendáis que el almacenar bienes en la Tierra es de necios, existen esas personas y el Reino es una muestra de ello ―Cuando dijo esto, el Juez se dio cuenta de que se había metido con la Corona, y que era una equivocación y así continuó y rectificó―. Pero no ver este último caso como muestra, si como el deseo de almacenar lo mejor para los suyos, y así vivir todos en mejor estado de salud y con alimentos y vestidos para todos, ―Y cuando estimó arreglado el fallo, continuó―. ¡Claro que es importante el caso que contábamos!, pero también detrás de ello, está el trasfondo de, ¿quién tiene derecho a dejarse matar?, pues tal sería lo que pensarían todos los hombres cuando se acercasen a los momentos en que serán ancianos, o bien ¿quién tiene derecho a matar al otro?, porque fijaros, y que sirva para reflexionar, ¿no tendría ese derecho el padre sobre los hijos que han salido de sí mismo?

»¿Acaso cuando quisiera no tendría ese derecho? ―continuó el Defensor―. Y entonces si se lo negamos a él, ¿cómo podemos dar ese derecho a los hijos, si el padre les ha dado la vida?, ¿acaso los hombres con nuestras mentes haremos las cosas al revés que la naturaleza?

Aquí se volvió a equivocar y se dio cuenta, y rectificó.

―Aunque claro, que, si la naturaleza tiene esas costumbres en algunos animales, y nosotros realizamos este acto nos convertimos en animales carniceros, que matamos para quedarnos con los bienes de los demás o simplemente porque no nos molesten, aquellos que no nos pueden beneficiar.

Aquí el Defensor hizo una pausa, y de esta manera utilizó lo que en los Juicios se llama “el silencio de la atención” al hacer un silencio, todos se callan esperando lo que sigue, y se centra la atención en lo siguiente que se quiere decir, y el Defensor alzando la voz continuó:

―Por eso grito y lo hago bien fuerte, ¡la vida es importante y nadie tiene derecho a quitarla! y si uno ha luchado por un País, por unas tierras, por una familia, nadie de este País, de estas tierras, o de esta familia tiene otro derecho que protegerlo hasta el fin de sus días.

Después le llegó el turno a un testigo de la Defensa que dijo:

―Veréis, me conocéis como Juez y también conocéis mi reputación de que nunca miento, por ello quiero que veáis que esta historia es cierta y no preparada para la Defensa.

»Yo tengo a mi padre en casa y bendigo el tenerlo pues es un hombre sabio y justo, y ayuda a la casa con su sabiduría, no da apenas trabajo y lo que da es gratamente compensado con alegría y halagos, y lleva ya con nosotros, cinco años, y aunque esperamos que tenga remedio pues fue un accidente al ser atropellado por una cabalgadura de un soldado, y haberse lastimado la espalda y las piernas que sufrieron fracturas varias. Sabemos que no será el mismo, y que necesitará ayuda, pero su cabeza está bien y aún enseña a todos los que están al lado.

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