Malvinas

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CAPÍTULO XII

EL PACTO QUE SE QUEBRÓ EN MALVINAS. UNA PULSEADA DESIGUAL

El TIAR mostró su fragilidad y fue cuestionado tras la guerra del Atlántico Sur.

El sistema común de defensa continental que intentó ser el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), cuya convocatoria impulsó el gobierno argentino, tuvo su prueba de fuego en la guerra de las Malvinas. Y tuvo un fracaso rotundo.

Pese a haber sido antecesor de la OTAN, los años y las aplicaciones controvertidas fueron llevando al TIAR hacia una crisis tan pronunciada que hoy muchos de sus miembros lo consideran obsoleto.

Impulsado por Washington en los albores de la Guerra Fría, el tratado nació en Río de Janeiro, en 1947, y fue ratificado por 21 países. “Un ataque armado por parte de cualquier Estado americano será considerado un ataque contra todos los Estados americanos”, establece en su artículo 3.

Esa norma, columna vertebral del acuerdo, solo se aplicó cuando benefició a los objetivos de los Estados Unidos y se incumplió (o se pasó por alto) cuando no coincidió con los intereses del socio más poderoso.

El tratado no fue convocado en 1961 tras la fallida invasión a bahía de Cochinos, en Cuba (que todavía era miembro del TIAR) y dio el visto bueno a las invasiones a la República Dominicana, Nicaragua y Panamá, y a la política norteamericana durante la crisis de los misiles, en 1963.

El mecanismo fijado establece que los cancilleres de los países firmantes deben reunirse ante el pedido explícito de uno de ellos que se sintiera afectado por otra nación.

Hasta 1982, el TIAR había sido convocado 13 veces. Gracias a su intervención se evitó que derivaran en guerras conflictos entre Costa Rica y Nicaragua (en 1948 y 1955) y entre Honduras y El Salvador (en 1969).

Pero hasta el 22 de abril de 1982, cuando el canciller argentino Nicanor Costa Méndez convocó el TIAR para reclamar ayuda frente al conflicto en las islas Malvinas, los miembros del sistema común de defensa jamás se habían enfrentado ante un verdadero estado de guerra.

Tras recuperar el control de las Malvinas, la Argentina buscó apoyo regional contra el ataque británico.

Con la flota del Reino Unido acercándose al Atlántico Sur, el gobierno argentino consideraba que eso constituía una amenaza contra la paz en el continente y justificaba la invocación del compromiso del pacto. En la reforma del TIAR de 1975, la Argentina había logrado que se extendiera el límite de la zona de seguridad de modo de que incluyera al archipiélago de las Malvinas.

Costa Méndez reclamaba la aplicación del artículo 8, que compromete a los países firmantes a tomar represalias económicas o diplomáticas conjuntas contra el país agresor, de ser aprobado por la mayoría. Lo que no se fija es el uso de la fuerza, que deja supeditado a la decisión de cada país.

En una noche dramática, en la que Costa Méndez invocó la inminencia del ataque británico, la asamblea aprobó por 17 votos en favor y cuatro abstenciones una declaración que reconocía la soberanía argentina e instaba a ambos países a poner fin a las hostilidades. Pero la ausencia en la última sesión del secretario de Estado norteamericano Alexander Haig ponía en duda cuánto éxito podría tener la iniciativa.

La Argentina volvió a pedir la aplicación del tratado en mayo, en rechazo a la ayuda norteamericana a Gran Bretaña. Fueron sesiones dramáticas, en las que se acusó a los Estados Unidos de violar el tratado. Nuevamente con la abstención de los Estados Unidos, Colombia, Chile y Trinidad y Tobago, el TIAR se pronunció en favor de la Argentina.

Pero el apoyo se quedaría en la letra de la resolución. Estados Unidos fue fiel a la OTAN, la guerra terminó y el TIAR empezó un camino hacia el descrédito. (Diario La Nación, 15 de septiembre de 2001).

CAPÍTULO XIII

LOS PRINCIPALES APOYOS RECIBIDOS POR GRAN BRETAÑA Y LA ARGENTINA

1. PRINCIPALES APOYOS RECIBIDOS POR GRAN BRETAÑA

a. El apoyo recibido de Estados Unidos

Estados Unidos fue una colonia británica, que logró su libertad e independencia a través de un guerra que enfrentó a las trece colonias británicas originales en América del Norte, contra el Reino de Gran Bretaña. Dicha guerra ocurrió entre 1775 y 1783, finalizando con la derrota británica en la batalla de Yorktown y la firma del Tratado de París.

Las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y el Reino Unido, también llamadas relaciones angloamericanas, abarcan muchas relaciones complejas que van desde dos guerras tempranas hasta la competencia por los mercados mundiales.

Las dos naciones están unidas por una historia compartida, una superposición en la religión y un lenguaje y un sistema legal comunes, y lazos de parentesco que se remontan a cientos de años, incluidas las líneas familiares y ancestrales entre ingleses estadounidenses, escoceses estadounidenses, galeses estadounidenses, escoceses-irlandeses estadounidenses y estadounidenses británicos, respectivamente. Hoy, un gran número de expatriados viven en ambos países.

Durante épocas de guerra y rebelión, paz y alejamiento, además de convertirse en amigos y aliados, Gran Bretaña y Estados Unidos consolidaron estos vínculos profundamente arraigados durante la Segunda Guerra Mundial en lo que se conoce como “relación especial”

A principios del siglo XX, Reino Unido afirmó su relación con Estados Unidos como su “asociación bilateral más importante” en la actual política exterior británica, y la política exterior estadounidense también afirma su relación con Gran Bretaña como su relación más importante, como lo demuestran los asuntos políticos alineados, la cooperación mutua en las áreas de comercio, finanzas, tecnología, asuntos académicos, así como las artes y las ciencias; el intercambio de inteligencia gubernamental y militar, y operaciones de combate conjuntas y mantenimiento de la paz en misiones llevadas a cabo entre las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos y las Fuerzas Armadas Británicas.

Cuando Ronald Reagan, el presidente de Estados Unidos, habló públicamente sobre la imparcialidad de los Estados Unidos en el conflicto entre la Argentina y Gran Bretaña de 1982, Margaret Thatcher le preguntó al secretario de Estado Alexander Haig, quien cumplía una visita oficial en Londres a seis días del desembarco del 2 de abril en las islas Malvinas, cómo era eso de que la Casa Blanca se ofrecía como un mediador desinteresado.

—Seguramente la primera ministra sabe dónde se ubica el presidente —la tranquilizó el funcionario de Reagan—. No somos imparciales.

La revelación, hecha a 30 años de la guerra por un documento desclasificado, incluyó también el agradecimiento de Thatcher “por la cooperación de los Estados Unidos en asuntos de Inteligencia y los suministros recibidos en la isla de Ascensión (británica)”.

El apoyo de los Estados Unidos, que fue reconocido por autoridades de su gobierno, fundamentalmente consistió en proporcionar un apoyo importante a la Base Aeronaval británica de la isla Ascensión, que fue determinante desde el punto de vista logístico y operativo para la flota y la fuerza aérea británicas.

Thatcher comentó años después de la guerra, que recibieron una importante cantidad de metros cuadrados de planchas para crear una pista de aterrizaje improvisada. El 3 de mayo de 1982, Gaspar Weinberger, secretario de Defensa de Estados Unidos, “incluso propuso enviarnos el portaaviones Eisenhower” (Margaret Thatcher. Los años de Downing Street, Ed. Sudamericana, págs. 225/26);

La ayuda provista incluyó munición, equipos y el envío de 4 millones de litros de combustible de aviación a la Isla Ascensión. Pero, más útil aún, fue que Gran Bretaña recibió vital inteligencia militar de comunicaciones interceptada y de un satélite de reconocimiento que se sacó de su órbita sobre Rusia a estos efectos. Cabe agregar algo fundamental: la ayuda de EE. UU. se concretó en abril, mientras su secretario de Estado mediaba entre las partes.

Se facilitaron además otros satélites para reconocer Malvinas y para espiar otros objetivos: dos de detección fotográfica y uno de detección electrónica y se envió información acerca del movimiento de buques argentinos.

Les proporcionaron el Código de Comunicaciones Encriptado Argentino, que había sido descifrado por la Agencia de Seguridad de Estados Unidos.

Proporcionaron oportuna, amplia, actualizada y eficaz información e inteligencia satelital, que contribuyó a una guerra electrónica que facilitó las operaciones británicas.

Proveyeron aproximadamente 200 misiles Sidewinder (aire-aire) y misiles antirradar Shrike, para los aviones de combate británicos. Reemplazaron al Reino Unido en Europa, en las operaciones en el marco de la OTAN.

b. El apoyo recibido de Chile

No es nuestra intención realizar un análisis de las antiguas y dificultosas relaciones argentino-chilenas, pero sí consideramos necesario que el lector recuerde algunos aspectos importantes que han marcado las diferencias entre ambos países.

Las disputas siempre estuvieron referidas a cuestiones limítrofes, en las que Chile reclamaba que partes de la Patagonia le pertenecían.

La Campaña al Desierto en 1833 y principios de 1834, llevada a cabo por el exgobernador de la provincia de Buenos Aires, general Juan Manuel de Rosas, hasta el río Colorado y la otra Campaña al Desierto, más conocida como la Conquista del Desierto, organizada y llevada adelante por el general Julio Argentino Roca desde fines de 1878 hasta mayo de 1879, que llegó hasta la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, consolidaron la soberanía de nuestro país sobre la Patagonia.

 

De allí en más se firmaron varios acuerdos de límites, algunos como los referidos a la demarcación de los límites en la cordillera de los Andes y las diferencias sobre el canal de Beagle y la pertenencia de las islas Picton, Lenox y Nueva, que casi nos llevan en 1978, a un enfrentamiento bélico, el que fue resuelto con la intervención del cardenal Samoré en representación del papa.

Para tener una clara y concreta idea de los apoyos proporcionados por Chile a Gran Bretaña, solo hace falta citar las revelaciones realizadas por la exprimera ministra Margaret Thatcher, por medio de una carta al diario The Times y publicada por el diario La Nación el 22 de octubre de 1998.

Londres (De nuestra corresponsal).- Margaret Thatcher confirmó ayer lo que se sospechaba desde hace 16 años: Chile brindó un importante apoyo a Gran Bretaña durante la guerra de las Malvinas, en 1982. La sorpresiva revelación se conoció por medio de una carta, que la Dama de Hierro envió al diario The Times, en la que solicita a las autoridades británicas la inmediata liberación del exdictador chileno Augusto Pinochet, detenido en Londres desde el sábado último por requerimiento de la justicia española.

“Sería vergonzoso predicar la reconciliación con uno (por el presidente Menem, que el martes próximo comienza una visita oficial a Gran Bretaña) mientras se mantiene arrestado a alguien que, durante aquel conflicto, hizo tanto para salvar vidas de británicos”, destacó Thatcher en la carta, que hoy publica The Times.

La expremier británica indicó que el senador vitalicio chileno, de 82 años (Pinochet), contribuyó a abreviar la guerra de las Malvinas, en 1982, con lo cual pudieron salvarse muchas vidas británicas.

“El general Pinochet debe ser autorizado a retornar a su país sin dilación”, indicó.

Recordemos que Pinochet fue reclamado por organizaciones internacionales de derechos humanos para su juzgamiento, en el momento en que realizaba una visita a Gran Bretaña y se lo tuvo con asilo político en Londres por varios meses.

La sorpresiva declaración de Thatcher fue la primera confirmación oficial de que Chile colaboró con Londres durante la guerra de las Malvinas y es un anuncio incómodo a pocos días de la visita del mandatario argentino a Gran Bretaña.

Aunque siempre se había asegurado que Londres y Santiago mantuvieron estrechos contactos durante la guerra, que —se sospecha— incluyeron abastecimiento de combustible, apoyo logístico y transferencia de datos de la inteligencia chilena a su par británica, la declaración de Thatcher constituye de por sí una revelación histórica.

Durante todo el conflicto, Chile enfatizó reiteradamente la neutralidad del país, aunque las sospechas argentinas se acentuaron cuando, el 18 de mayo de 1982, un helicóptero británico Sea King, matrícula ZA290, se precipitó a tierra al sur de Punta Arenas, en Chile, fuera del área de conflicto que enfrentaba a Londres y Buenos Aires.

En esta misma línea de revelaciones, el general retirado sir Jeremy Moore, excomandante de las fuerzas de tierra británicas en las Malvinas, señaló a una agencia de noticias argentina que Londres contó con la ayuda de Estados Unidos y de Chile.

“Solo sé que desde el sur de Chile, desde las altas montañas, se espiaba el movimiento de las bases argentinas, por ejemplo con radares, y se nos informaba sobre la salida de los aviones”, aseguró Moore. Ver: Página 12/Diario El País-25/9/2005- EL PAÍS –España-COLABORACIÓN DE CHILE CON GRAN BRETAÑA EN MALVINAS

Los británicos coordinaron con la amigable Fuerza Aérea de Chile que su radar Thomson-CSF, que habían ubicado en las cercanías de Punta Arenas, en el sur de Chile, daría las alertas por despegues en Ushuaia, Río Grande y Río Gallegos.

Sin embargo, quedaba una gran zona sin poder ser vigilada por radar: toda la provincia de Chubut y la base de Comodoro Rivadavia. Eso era un problema.

El denominado Wing Commander Sidney Edwards, era el representante de la fuerza aérea británica en Chile y obtuvo del general Fernando Matthei, el comandante de la Fuerza Aérea de Chile, “carta blanca” para avanzar en la solución de ese problema.

Los chilenos no tenían un radar allí, ni disponían de un radar móvil. Así que, para superar el problema los británicos les vendieron un radar modelo Marconi S259 móvil, el que fue trasladado a Chile por aviones británicos. El precio figurativo fue inferior a una libra esterlina y, por el mismo precio, se llevaron también después seis aviones de caza Hawker Hunter, tres bombarderos Canberra y misiles antiaéreos. Esta operación se denominó Operación Fingent.

El lugar de emplazamiento, finalmente, lo decidió el general Matthei y se emplazó en la localidad de Balmaceda, a la altura de Comodoro Rivadavia y fue protegido por el Ejército de Chile. (Ver: “Operación Fingent”. Mariano P. Sciaroni, Infobae, 27 de junio de 2019).

1) Movilización de tropas en la frontera argentino-chilena

Teniendo en cuenta que existía una situación de alta desconfianza entre ambos países, el gobierno militar argentino había previsto en sus planes cubrir los pasos fronterizos con Chile más importantes y así lo realizó desplegando fuerzas del Ejército en proximidades de cada uno de ellos. El general Pinochet dispuso lo mismo del lado de Chile, provocándose una situación de permanente tensión en la frontera, la que duró todo el desarrollo de la guerra de Malvinas.

2)Para que Argentina perdiera

El exjefe de la Fuerza Aérea de Chile general Fernando Matthei reconoció que hizo “todo lo posible” para que la “Argentina perdiera” la guerra de Malvinas ante Gran Bretaña. El exmilitar también admitió en una entrevista concedida al canal estatal TVN y que ayer reprodujo el diario trasandino Últimas Noticias que “toda la nación argentina puede estar resentida conmigo. Chile no tuvo nada que ver en las Malvinas. Fui yo, por mi cuenta”. Las declaraciones de Matthei, que fue integrante de la junta militar que gobernó Chile, intentaron quitarle responsabilidades políticas a Augusto Pinochet, argumentando que el dictador apenas tenía “un conocimiento vago” sobre la ayuda que su país había decidido brindarle al Reino Unido en el conflicto, a cambio de pertrechos bélicos para Chile.

“Hice todo lo posible para que la Argentina perdiera la guerra de las Malvinas”, enfatizó el exintegrante de la junta militar chilena y agregado aéreo en Londres entre 1971 y 1974 ante periodistas de la televisión chilena. Esto fue publicado en el diario El País de España y transcripto en el diario Página/12 de la Argentina con fecha 1 de septiembre de 2005.

Otro importante apoyo que obtuvieron los británicos fue el uso del Aeropuerto de la isla de Pascua y el de Concepción, desde donde operaron algunos aviones británicos de reconocimiento, pintados con los colores de Chile.

3) El reconocimiento de nuestra soberanía sobre Malvinas

Recién, el 5 de junio de 2018, la República de Chile, durante la presidencia de Sebastián Piñera, el entonces ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Roberto Ampuero, durante su participación en la 48 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA),en Washington D. C., reconoció la soberanía de la Argentina sobre las islas Malvinas, “disputadas históricamente con el Reino Unido”.

2. LOS APOYOS RECIBIDOS POR LA ARGENTINA

a. La República del Perú

Nos parece que es justo afirmar que Perú estuvo a la altura de lo que de un país hermano se podía esperar y de la oportunidad que la historia le reservó a su apoyo fraternal.

Ella está impregnada de esa condición histórica y emotiva que nos hermana, tal vez como con ningún otro país. Algunos con estrecha relación histórica con nosotros tuvieron un tibio papel rayando en la indiferencia y algún otro francamente hostil (si juzgamos cómo actuó cada uno en esa circunstancia). Nunca mejor aplicado el gauchesco dicho “en la cancha se ven los pingos”. Y Perú demostró sobradamente, aun a costa de su propia seguridad, cómo debe proceder un país “hermano”.

Resumir la participación del Perú en la guerra de Malvinas significa adentrarnos en aspectos y lazos históricos que existen desde la independencia entre ambas naciones. Un dato basta para ilustrarlo: el Libertador José de San Martín, luego de la independencia del Perú, fue nombrado “protector del Perú” y fue el creador, el 8 de octubre de 1821, de la Marina de Guerra del Perú.

Tampoco podemos olvidar que un noble y destacado ciudadano de nacionalidad argentina, el doctor Roque Sáenz Peña, quien fue luego nuestro presidente entre 1910 y 1914, peleó del lado del Ejército del Perú en la guerra del Pacífico contra Chile (1879-1883).

Sáenz Peña, haciendo gala de su joven espíritu romántico, de luchar por causas justas, se alistó como voluntario del ejército peruano, en el que tuvo una destacada actuación. Llegó a comandar un batallón peruano con el grado de teniente coronel, y luego de tener una destacada actuación en distintas batallas, tras la derrota peruano-boliviana, permaneció prisionero de los chilenos por seis meses.

Perú debió evaluar cuidadosamente los condicionamientos de su ayuda para no ser considerado aliado militar de la Argentina y pasar a ser parte beligerante.

Gobernaba Perú el arquitecto Fernando Belaúnde Terry, que en su país representaba al partido de centro Acción Popular. “Fue un demócrata clásico, de la época de la Alianza para el Progreso, imaginada por John F. Kennedy y Arturo Frondizi, para desarrollar las economías atrasadas sudamericanas”.

Belaúnde Terry comprendió perfectamente su compromiso con la historia y estará siempre en nuestro agradecido recuerdo.

También fue importante el papel jugado por el Dr. Javier Pérez de Cuellar, también peruano, que era secretario general de la ONU, pero que debió guardar equilibrio dado su cargo, pero fue muy importante el rol en las conversaciones con el mediador Gral. Alexander Haig, quien estaba claramente a favor de Gran Bretaña y usaba su mediación para dar tiempo a la Task Force a llegar al teatro del conflicto y desbaratar cualquier clase de negociación pacífica futura.

No fue una sorpresa para nosotros el apoyo de Perú, ya que siempre fue un aliado militar estratégico. Tanto esto es así que desde hace muchos años acordaron la estandarización de sus proveedores de armamentos.

El vínculo militar con Perú con la Argentina también se dio por relaciones personales y por la existencia de muchos oficiales graduados en Centros de Formación Militar de la Argentina.

En septiembre de 1981, a raíz del incidente militar de Perú con Ecuador en la frontera denominada cordillera del Cóndor, aviones de la FAP (Fuerza Aérea Peruana) se desplazaron a la IV Brigada Aérea de Mendoza para realizar ejercicios de recarga aérea de combustible con aviones KC 130 Hércules y ejercicios de combate con sus aviones A-37B Dragonfly y con A 4-Skyhawk. Además, había gran interés de la Fuerza Aérea Argentina por conocer detalles de los Dragonfly en acción, teniendo en cuenta que Chile tenía varias unidades de este avión de combate que usó mucho EE. UU. en Vietnam, y como se dice, siempre es bueno saber con qué material cuenta cada uno.

Esta proximidad con oficiales militares peruanos renovó la continuidad de nuestra histórica hermandad con Perú.

Iniciado el conflicto de Malvinas, en abril de 1982, hubo sondeos concretos del gobierno argentino sobre un posible apoyo peruano. La respuesta peruana fue favorable y el apoyo brindado por el presidente Fernando Belaúnde Terry fue muy claro y concreto.

La FAP (Fuerza Aérea Peruana) analizó el tipo de apoyo y solo puso 2 objeciones:

1º- No hacer participar en esta ayuda a sus aviones de combate Sukhoi de origen soviético, ya que ningún otro país de la región los tenía, de manera que no quedara en evidencia la ayuda peruana.

2º- La imposibilidad de apoyo de unidades navales que seguramente serían detectadas por Chile.

Se resolvió dar el apoyo con 10 aviones Mirage V, de los 32 de la FAP del Grupo Aéreo de Chiclayo, con base al norte de Lima. Los Mirage V peruanos estaban dotados de misiles Nord AS 30 aire-superficie.

El otro apoyo que Perú iba a brindar era un embarque de misiles Exocet MM38 destinados a las corbetas peruanas, pero que finalmente fue misteriosamente retenido en puertos franceses. Era fuerte la sospecha de que el destino de los misiles era la Armada Argentina.

Los 10 Mirage partieron desde “La Joya” en Arequipa el 4 de mayo de 1982, previamente les fueron cambiadas las insignias identificatorias y las numeraciones, con destino a la Base Aérea de Tandil, con una escala en Jujuy. Después de dejar su base, los pilotos peruanos debieron elevarse por encima de los 33.000 pies, sin comunicarse entre sí, con las radios apagadas para no ser detectados por los radares chilenos que apoyaban a Inglaterra.

 

Volaban a una velocidad de 800 a 900 km por hora. No temían ser detectados por Bolivia por considerar que estos no tenían capacidad para hacerlo. En cambio, Chile y sus radares, que probablemente tenían en Iquique y Antofagasta, sí podrían detectarlos, pero lograron pasar sin ser detectados. A los 10 cazabombarderos los seguía un avión de transporte con repuestos y elementos técnicos.

En Tandil casi no los esperaban, era demasiado bueno para ser cierto, cuando sorpresivamente vieron la llegada del escuadrón de cazas peruanos, los pilotos argentinos, entre lágrimas, se abrazaron con sus colegas peruanos por ese gesto de solidaridad hispanoamericano que los argentinos jamás hemos de olvidar. También enviaron tanques auxiliares de combustible para los aviones que pudieron realizar sus ataques sin reaprovisionarse, como también misiles aire-aire y aire-tierra.

En total vinieron 34 pilotos y ayudantes, integrantes de la FAP y varios de ellos se ofrecieron como voluntarios para combatir en las islas y nuestra Fuerza Aérea no consideró necesario que lo hicieran, por lo que regresaron a Perú.

En una nota publicada por el mayor de la Fuerza Aérea Guillermo S. Posadas el 14 de abril de 2018, titulada: “La ayuda peruana durante la batalla aérea por nuestras islas Malvinas”, publicada en sus libros y en Facebook, relata lo siguiente: “Lo que voy a escribir NO OPACA EN NADA LO QUE HICIERON NUESTROS QUERIDOS HERMANOS PERUANOS, a los cuales debemos estar eternamente agradecidos, pero debo decir la verdad de esta historia siempre mal contada, en beneficio de la verdad histórica”.

“Nunca pudimos utilizar los aviones Mirage 5P, entregados por Perú en junio de 1982, durante la batalla aérea por las islas Malvinas”. En este artículo, Posadas comenta en detalle los desperfectos que tenían dichos aviones y por los que los técnicos y el entonces comodoro Martínez recomendaron no emplearlos, entre otros desperfectos, tenían problemas de sistemas electrónicos, de tren de aterrizaje, etc. “Luego nos llevó casi 6 meses colocarlos en servicio”. El mayor (retirado) Posadas, durante la guerra de Malvinas, se desempeñó en la Base Aérea San Julián (Santa Cruz), como jefe de Mantenimiento del Segundo Escuadrón Dagger.

Igualmente nos cabe destacar que este loable gesto de ceder los aviones se produjo en los momentos más difíciles y peligrosos, cuando se estaban produciendo los desembarcos y los británicos ya tenían el dominio del aire, por esa misma razón ese fue un gesto que ennoblece a este pueblo hermano.

Un embarque de misiles Exocet MM-38, destinado a las corbetas peruanas PR-72, fue extraña e inusualmente “retenido”, pero no embargado, en puertos franceses, debido a la suspicacia subyacente de que podría ser “tercerizado” a la Armada Argentina.

Lamentablemente, años después, entre enero y febrero de 1995, Perú y Ecuador se enfrentaron en una guerra no declarada que se focalizó en la cuenca del río Cenepa, y desembocó en una historia que Perú descubrió y caratuló de traición argentina.

La Argentina, que era garante del Protocolo de Río de Janeiro de 1942, que delimitó la frontera entre el Perú y Ecuador, en una equivocada decisión de política exterior, ejecutada de forma encubierta y triangulada, durante el gobierno de Menem (Carlos Saúl), le vendió armas a Ecuador.

b. Los apoyos de Israel y Libia. Los pilotos de Aerolíneas Argentinas

Israel armó y ayudó secretamente a la Argentina durante la guerra de las Malvinas. Todo esto sale a la luz, por primera vez, en el libro Operación Israel: El rearme argentino durante la dictadura (1976-1983) - Hernán Dobry. (Diario La Nación - “Política” - 17 de abril 2011 y Visavis.com.ar/2020/4/2/israel-armó-y-ayudo-secretamente-a-argentina…).

Israel fue con Perú el país que más apoyó a la Argentina durante la guerra de las Malvinas para vencer los bloqueos de armas, a que la habían sometido Gran Bretaña, la Comunidad Económica Europea, el Commonwealth y EE. UU. Incluso, envió a dos de sus técnicos a instalar equipos en las islas.

Cuando el gobierno de Galtieri debió salir en busca de algún proveedor que la abasteciera de los equipamientos que precisaba, para seguir afrontando los combates, allí estaba Israel dispuesto a ofrecerle todo lo que tuviera a su alcance.

Así, le vendió armamentos por cerca de USD 173 millones, sistemas de alerta con radares, camperas de abrigo, munición, misiles Shafrir y equipos de comunicación. Antes de la guerra, la Fuerza Aérea Argentina ya había comprado los aviones Dagger a Israel y los pilotos habían recibido entrenamiento con esos aviones, en bases aéreas israelíes. En junio de 1982, casi al final de la guerra, se le compraron a Israel 23 aviones Mirage IIIC, los que fueron triangulados a través de Perú. Esta fue una operación controvertida y bastante criticada en la misma Fuerza Aérea, por la antigüedad y el estado de los aviones. Estos aviones fueron adquiridos con el argumento de la urgencia por reponer los aviones de este tipo que ya se habían perdido en la guerra y teniendo en cuenta que el conflicto con Chile por las islas Picton, Lennox y Nueva, en el canal de Beagle, aún estaba pendiente de resolución. Dichos aviones no fueron usados en la guerra, llegaron varios meses después y luego fueron puestos en servicio.

La decisión de Jerusalén de apoyar a la Argentina no fue tan simple, ya que podía comprometer su relación con Inglaterra, quien era un comprador más importante y estable de sus productos que Buenos Aires y tenía una comunidad más poderosa. La excusa para calmar a los británicos era que estaban cumpliendo los contratos previos al comienzo del conflicto y que iban a honrarlos, ya que, en eso, se jugaba su imagen como vendedor a nivel internacional.

Embargada y necesitada de armamentos en pleno conflicto de Malvinas, la Argentina encontró en el Estado judío el aliado perfecto, que le vendió desde tanques de combustible y aviones hasta camperas tipo duvet.

El Estado judío no solo estuvo dispuesto a aprovisionar al gobierno de Galtieri en todo lo que necesitó, sino que, también, se mostró proactivo para asesorarlo y transmitirle sus experiencias en combate. Israel ya se había convertido en su proveedor en 1978, en pleno conflicto del Beagle con Chile.

En seguida, la Fuerza Aérea (la de mayor trato con Jerusalén) se contactó con “Isrex Argentina”, la representante en Buenos Aires de las fábricas de insumos bélicos del Estado judío, para pedirles lo que necesitaban. Su titular, Abraham Perelman, se mostró dispuesto a ayudarlos, aunque antes debió pedir autorización a la casa central de la compañía, en Tel Aviv.

El problema era de tal magnitud que Gad Hitrón, presidente “Isrex” en Israel, y su jefe Aaron Dovrat, cabeza del grupo Clal (ambos argentinos), tuvieron que solicitar una entrevista con el primer ministro, Menajem Beguin, para tomar una decisión. Su respuesta los sorprendió.

“Le empezaron a explicar que las Malvinas eran argentinas y que los ingleses y qué sé yo. Beguin los interrumpió y les dijo: ‘A mí ustedes me vienen a hablar mal de los ingleses. ¿Esto se va a usar para matar ingleses? Kadima (adelante). Dov desde arriba va a estar satisfecho de esta decisión que tomé. Eso sí, por supuesto, me lo hacen todo bien’”, cuenta Israel Lotersztain, vendedor de Isrex Argentina.

Inglaterra administró la región de Palestina luego de la Primera Guerra Mundial, hasta la partición realizada por la ONU, que permitió la creación de Israel en 1948. En esos tiempos, distintos grupos armados judíos buscaron erosionar el poder de Londres, mediante atentados para que cumpliera con la promesa de fundar un estado hebrero en la zona. Menajem Beguin fue comandante del “Irgún”, uno de estos grupos, donde también participaba su amigo Dov Gruner, quien fue capturado por los ingleses cuando preparaba un ataque y ahorcado el 16 de abril de 1947. Por eso sintió que saldaba una cuenta. “Odiaba a los británicos más que a cualquier otra cosa. Todos se habían olvidado, pero él no”, continúa Lotersztain.

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