Contra la corriente

Текст
Автор:
0
Отзывы
Читать фрагмент
Отметить прочитанной
Как читать книгу после покупки
Contra la corriente
Шрифт:Меньше АаБольше Аа

«John Lennox dio en el clavo una vez más. Al combinar un pensamiento profundo, una investigación intensa y una mirada precisa a la cultura contemporánea occidental, Lennox ha logrado establecer paralelismos estrechos y reveladores entre la vida y las circunstancias de Daniel, y la vida y las circunstancias del creyente contemporáneo. A mi modo de ver, lo más interesante de Contra la corriente es cómo Lennox destaca que, aunque Daniel estaba inmerso en las altas esferas de una cultura pluralista, cada vez más hostil a la religión bíblica, él no se contentó con testificar solamente mediante la piedad personal. Al contrario, Daniel mantuvo el compromiso público con las ideas y prácticas existentes en su época. Por último, Lennox ofrece un consejo sabio y una aplicación práctica en cuanto a cómo podemos convertirnos en Danieles modernos. Recomiendo de todo corazón la lectura de este libro.»

J. P. Moreland, profesor distinguido de Filosofía, Biola University [Universidad de Biola], La Mirada, California y autor de The Soul: How We Know It’s Real and Why It Matters [El alma: cómo sabemos que es real y porqué es importante]

«Yo leo todo lo que John Lennox escribe debido a su asombrosa mezcla de erudición rigurosa con percepciones y aplicaciones prácticas para todos nosotros. ¡Usted no puede dejar de leer este importante libro! Léalo y luego déselo a un amigo.»

Doctor Rick Warren, Una vida con propósito

«Este libro constituye un ejemplo excelente de nuestra responsabilidad de entender la Palabra de Dios y la cultura en la que vivimos, y luego establecer las conexiones entre las dos. John Lennox está dotado de forma única para ayudarnos a lograr esto, ya que él aborda los grandes temas de la obra de Dios en la historia, el lugar de la moralidad, la naturaleza del género humano, los desafíos de la fe, la fiabilidad de la Escritura y el llamado a proclamar la verdad, sin importar el costo. Como maestro de la Biblia, científico y discípulo valiente de Cristo, John Lennox nos ha proporcionado un recurso extraordinario. Le recomiendo encarecidamente este importante libro.»

Jonathan Lamb, director general y ministro general, Keswick Ministries

«John Lennox ha logrado una cosa rara: erudición excelente, fidelidad bíblica y aplicación cultural por excelencia. Su análisis de la historia de Daniel pone de manifiesto las tensiones profundas que Israel enfrentó, y nos recuerda que muchos de esos desafíos todavía existen. Así como Daniel mantuvo integridad y fidelidad a Dios, nosotros también podemos. Este es un libro de reflexión teológica aplicada que rebosa esperanza. Los desafíos que aborda son muy reales, pero las respuestas que brinda son impresionantemente sencillas y desafiantes en gran manera.»

Malcolm Duncan, pastor principal, Iglesia Bautista de Gold Hill

«Pocas partes de la Escritura son más conscientes del conflicto entre la sabiduría de Dios y la sabiduría del mundo que el libro de Daniel, en el Antiguo Testamento. Pocos autores de hoy son más expertos que John Lennox en cuanto a analizar y plantear ambos elementos. Es una combinación magistral, y el resultado es extraordinario.»

Reverendo doctor John Dickson, director fundador del Centro para la Cristiandad Pública, miembro honorario, Departamento de Historia Antigua, Universidad Macquarie

«No puedo pensar en un libro más importante para una época secular y pluralista. John Lennox desafía a los cristianos a atreverse a ser como Daniel, quien testificó con denuedo en los niveles más altos de una nación que no compartía su fe. Este libro es un gran estímulo para todos los cristianos que desean vivir para Dios de manera fiel y útil en un mundo hostil.»

Amy Orr-Ewing, directora de programas, Oxford Centre for Christian Apologetics [Centro Oxford para la apologética cristiana]

«John Lennox tiene un don único como profesor bíblico. Él aplica el texto de forma muy profunda al mundo de hoy, y a sus filosofías predominantes. Esta exposición académica de Daniel muestra cómo este libro hace críticas enérgicas a las idolatrías modernas, ya sean ateas o secularistas. Todo lector de este volumen verá la profundidad y la coherencia del libro de Daniel de una manera nueva.»

Doctor Peter J. Williams, director, Tyndale House, Cambridge

El autor

John C. Lennox es profesor de Matemáticas en la Universidad de Oxford y miembro emérito de Matemáticas y Filosofía de la Ciencia en Green Templeton College. Él da conferencias sobre fe y ciencia en Oxford Centre for Christian Apologetics, y es autor de una serie de libros sobre las relaciones entre la ciencia, la religión y la ética. John y su esposa Sally viven cerca de Oxford. johnlennox.org

Del mismo autor: God’s Undertaker [Sepulturero de Dios]; Disparando contra Dios; God and Stephen Hawking [Dios y Stephen Hawking]; Seven Days that Divide the World [Siete días que dividen al mundo].


Contra la corriente: La inspiración de Daniel en una era de relativismo

© 2017 por John C. Lennox

Publicado por Editorial Patmos, Miami, FL. 33169

Todos los derechos reservados.

Publicado originalmente en inglés por Lion Hudson plc | Monarch Books | Wilkinson House, Jordan Hill Road, Oxford, OX2 8DR con el título Against The Flow: The inspiration of Daniel in an age of relativism.

© 2015 por John C. Lennox

A menos que se indique lo contrario, las citas de la Biblia se toman de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en America Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usada con permiso.

Las citas de la Biblia con las siglas NBLH son de la versión Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy®, Copyright © 2005 vi The Lockman Foundation. Usada con permiso. www.Lockman.org

Las citas marcadas con DHH son de la Biblia Dios habla hoy ®, Tercera edición © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996. Usada con permiso.

Traducido por Grupo Scribere

Diseño de portada: Getty

Adaptación de portada y diagramación: Adrián Romano

Conversión a libro electrónico: Cumbuca Studio

e-ISBN: 978-1-64691-193-6

Categoría: Vida Cristiana

Este libro está dedicado a mis nietos, Janie Grace, Freddie, Herbie, Sally, Lizzie, Jessica y Robin con la esperanza de que ellos formarán parte de una nueva generación que se inspirará en Daniel y vivirá contra la corriente.

Agradecimientos

Este libro nunca habría sido escrito si no fuera por la inspiración que recibí durante muchos años de mi amigo y mentor el profesor David Gooding. Fue él quien primero abrió mis ojos a la riqueza de la Escritura y me enseñó a pensar bíblicamente. Su trascendental obra sobre Daniel, tal como se contempla en la Conferencia de Tyndale de 1981, fue el estímulo para comenzar a meditar en el valor de este antiguo libro como medio para comunicar la cosmovisión bíblica al mundo contemporáneo.

Como siempre, me siento inmensamente agradecido a la Sra. Barbara Hamilton por su inestimable ayuda de secretaría, además de salvarme de desaciertos gramaticales y de estilo.

También quiero agradecer a mi esposa Sally por estimularme constantemente a seguir escribiendo, y por los muchos amigos alrededor del mundo (demasiados como para mencionarlos a todos), que me expresaron que tal esfuerzo valdría la pena. Confío en que no se sentirán decepcionados.

Contenido

Por qué debemos leer el Libro de Daniel

1. Una cuestión de historia

2. Ciudad de ídolos

3. Una cuestión de valores

4. Cuestión de identidad

5. La resolución y la protesta

6. La cosmovisión de Babilonia

7. La forma de la protesta

8. La estructura lógica de Daniel

9. Sueños y revelaciones

10. Una sucesión de imperios

11. Cuando el estado se convierte en dios

12. El testimonio de Nabucodonosor

13. La escritura en la pared

14. La ley de Media y de Persia

15. La ley de la selva

16. Las cuatro bestias y el Hijo del Hombre

17. La visión del carnero y del macho cabrío

18. Jerusalén y el futuro

 

19. Las setenta semanas

20. La semana setenta

21. El hombre sobre el río

22. El libro de la verdad

23. El tiempo del fin

Apéndice A: La naturaleza del reino de Dios

Apéndice B: Traducción del texto del cilindro de Ciro

Apéndice C: La estructura del libro de Daniel

Apéndice D: Daniel 11 y la historia

Apéndice E: Fecha de composición del libro de Daniel

Preguntas de reflexión y debate

Bibliografía

Notas

Por qué debemos leer el Libro de Daniel

La historia de Daniel trata sobre una fe extraordinaria en Dios, vivida en el pináculo del poder ejecutivo, a plena luz de la vida pública. Relaciona acontecimientos cruciales en la vida de cuatro amigos, Daniel, Ananías, Misael y Azarías, que nacieron en el diminuto estado de Judá en el Oriente Medio, hace unos 2.500 años. Como miembros jóvenes de la nobleza, probablemente adolescentes aún, el emperador Nabucodonosor los llevó cautivos y los trasladó a su capital, Babilonia, para capacitarlos en la administración babilónica. Daniel nos relata cómo ellos finalmente llegaron a los niveles más altos del poder, no solo en el Imperio mundial babilónico sino también en el imperio medo-persa que lo sucedió. (Sé muy bien que esta datación tradicional del Libro de Daniel ha sido puesta en duda y que muchos creen que esta obra data del siglo II y no del siglo VI a. C. Este tema se abordará en varias partes del libro y en el Apéndice E se puede encontrar un resumen de las fundamentaciones.)

Lo que hace extraordinaria la historia de su fe es que ellos no continuaron sencillamente la devoción privada a Dios que habían aprendido en su tierra natal; sino que mantuvieron un testimonio público prominente en una sociedad pluralista que cada vez se hacía más antagónica a su fe. Es por eso que su historia contiene un mensaje tan poderoso para nosotros en la actualidad. Las fuertes corrientes de pluralismo y secularismo en la sociedad occidental contemporánea, reforzadas por una corrección política paralizante, marginan cada vez más la expresión de fe en Dios, y la confinan, si es posible, a la esfera privada. Cada vez es menos aceptable mencionar a Dios en público, y mucho menos confesar la creencia en algo exclusivo y absoluto, como la singularidad de Jesucristo como Hijo de Dios y Salvador. La sociedad tolera la práctica de la fe cristiana en forma de devoción privada y en los servicios de la iglesia, pero menosprecia cada vez más el testimonio público. Para el relativista y secularista, el testimonio público de la fe en Dios le suena mucho a extremismo proselitista y fundamentalista. Por lo tanto, lo consideran una amenaza progresiva para la estabilidad social y la libertad humana.

La historia de Daniel y sus amigos es un llamado inequívoco a nuestra generación a ser valientes; a no amilanarnos ni permitir que diluyan y expulsen la expresión de nuestra fe del espacio público, y de esta forma se vuelva débil e ineficaz. Su historia también nos dirá que es poco probable que logremos este objetivo sin pagar un precio.

Ya que la corrección política sofoca el testimonio cristiano, el ateísmo parece llevar la voz cantante en la arena pública. Richard Dawkins en The God Delusion [El engaño de Dios], Sam Harris en su Letter to a Christian Nation [Carta a una nación cristiana], Christopher Hitchens en God is Not Great [Dios no es grandioso] y Michel Onfray en Atheist Manifesto [Manifiesto ateo] han estado agrupando las tropas detrás de ellos al anunciar los peligros de la religión y la conveniencia de eliminarla. Para lograrlo, estos llamados nuevos ateos aprovechan el inmenso poder cultural de la ciencia. En una conferencia en el Instituto Salk de Ciencias Biológicas en La Jolla, California, en noviembre de 1994, el Premio Nobel, Steven Weinberg, sugirió siniestramente que la mejor contribución que los científicos podrían hacer en esta generación era eliminar la religión por completo.

Weinberg y otros presentan el ateísmo como la única cosmovisión intelectualmente respetable. La intolerancia a la religión y una creciente falta de respeto hacia las personas con convicciones religiosas son rasgos fundamentales de su ataque cada vez más vociferante. De hecho, su constante repetición de fundamentaciones harapientas y filosóficamente superficiales nos lleva a sospechar que su gran emperador del ateísmo está empezando a temblar debido a la falta de ropa.

Si Daniel y sus tres amigos estuvieran con nosotros en la actualidad, no tengo duda alguna de que estarían en la vanguardia del debate público, contraatacando a los autodenominados «cuatro jinetes del nuevo ateísmo», como Dawkins y sus aliados Dennett, Harris y Hitchens se llaman a sí mismos. En este libro trataremos de aprender algo sobre qué fue lo que dio la fuerza y la convicción a ese antiguo cuarteto de estar preparados, a menudo corriendo un gran riesgo, para nadar contra la corriente en la sociedad en que vivían, y expresar públicamente de forma inequívoca y audaz lo que ellos creían. Esto fortalecerá sin duda nuestra determinación, no solo para sacar la cabeza por encima del parapeto, sino también para asegurarnos de antemano que nuestra mente y corazón estén preparados (que nuestro casco esté bien colocado) para que la primera salva no nos destroce.

CAPÍTULO 1

UNA CUESTIÓN DE HISTORIA

Daniel 1

Necesitamos algunos antecedentes históricos que nos ayuden a entrar en el ambiente de la historia de Daniel.1 (Para conocer otros antecedentes históricos, yo recomiendo leer importantes artículos que aparecen en The New Bible Dictionary [El nuevo diccionario bíblico] publicado por IVP). El diminuto estado de Judá se localizaba en un nexo geográfico en el antiguo Oriente Medio, donde los intereses de las grandes potencias chocaban frecuentemente, por lo que este vivía bajo constante amenaza de invasión por parte de las superpotencias vecinas de la época. Alrededor de medio siglo antes de que Daniel naciera, la superpotencia, Asiria, dominaba el mundo (al menos, la parte importante para nosotros). En los días de Ezequías, uno de los mejores reyes de Judá, el emperador asirio Senaquerib marchó sobre Judá en el 701 a. C. Como lo expresó Byron (en «La destrucción de Senaquerib»): «Bajaron los asirios como al redil el lobo». Las ovejas se prepararon para un holocausto. De repente e inesperadamente Senaquerib se retiró (pero eso es otra historia), y Jerusalén se salvó por el momento.

Con el tiempo, Nínive, la gran ciudad capital de Asiria, cayó en el 612 a. C. ante los ejércitos babilónicos y medos, quienes posteriormente continuaron con la tradición de amenazar con exterminar a Judá por completo. Como si fuera poco, Egipto continuaba en el sur, ya no era una superpotencia pues su antigua gloria ya se desvanecía, sin embargo, era una espina constante. Anteriormente uno de los reyes reformistas de Judá, Josías, había perdido su sentido de perspectiva y se había embarcado en una misión temeraria para ayudar a los babilonios en su intento de enfrentar el poder del ejército egipcio. Su esfuerzo fracasó y terminó asesinado. El Faraón destituyó rápidamente al hijo de Josías, Joacaz, lo deportó a Egipto, y puso como gobernante títere al hermano de Joacaz, Eliaquim; ahora llamado Joacim. Para colmo de males, Faraón impuso una desmesurada multa a Judá de 100 talentos de plata y uno de oro; una bonita suma en aquellos tiempos de miseria.

Joacim resultó ser incompetente y en poco tiempo también fue destituido, pero no por los egipcios sino por el emperador de Babilonia, Nabukudirriusur II (Nabucodonosor II como se conoce más comúnmente, o Nabucodorosor; existe evidencia de cambio de -r- por -n- en transcripciones de nombres babilónicos). Con anterioridad, en el verano del 605 a. C., Nabucodonosor había derrotado a los egipcios en la batalla decisiva de Karkemish en el Éufrates, al noreste de Jerusalén. No mucho tiempo después de aquella insigne victoria militar, murió Nabopolasar, padre de Nabucodonosor, quien regresó a Babilonia como rey. A partir de entonces, él realizó visitas frecuentes a los territorios conquistados en el oeste, para cobrar impuestos, llevar personal y administrar justicia (ver Wiseman 1991, página 22). Y fue una de esas visitas la que cambió para siempre la trayectoria de las vidas de Daniel y sus amigos.2

Esto sucedió de la siguiente manera. Como parte de su política con las naciones conquistadas, Nabucodonosor tomaba lo mejor de sus hombres jóvenes a fin de capacitarlos para el servicio en su administración. Se estimó que Daniel y sus amigos eran material idóneo para esa capacitación, por lo que fueron arrancados de sus familias, de su sociedad y cultura y llevados a una tierra muy lejana, desconocida y extraña. Ellos no solo tuvieron que lidiar con el trauma emocional de ser separados de sus padres, sino también con la total rareza de todo lo que los rodeaba: un idioma nuevo, nuevas costumbres, un sistema político nuevo, un nuevo sistema educativo, nuevas creencias. ¿Cómo se las arreglaron con todo esto?

Dios y la historia

La explicación de Daniel de cómo ellos finalmente se adaptaron es el fruto de haber reflexionado durante toda su vida sobre los acontecimientos claves que moldearon su vida y lo convirtieron en lo que fue. Él comienza su libro con una descripción escueta de lo que para él fue el sitio trascendental de Jerusalén por Nabucodonosor, y su posterior deportación a la más ilustre de las capitales de la antigüedad: Babilonia en el Éufrates.

En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios. Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá (Daniel 1:1-6).

Muchas de las cosas que Daniel pudiera haber mencionado, que a nosotros nos hubiera encantado leer, han sido omitidas de forma decepcionante. Por ejemplo, no se plantea nada en absoluto sobre la niñez de Daniel en Judá, ni sobre las lamentables intrigas y la confusión políticas en los años anteriores a su deportación. Daniel decide comenzar con los acontecimientos del 605 a. C. cuando Nabucodonosor volvió su atención militar hacia Jerusalén, en las afueras de su imperio. Su estado insurreccional irritó al emperador por lo que este la sitió. Dado el absoluto poder militar de los babilonios, el resultado fue inevitable. La ciudad fue tomada, el rey de Judá se convirtió en vasallo, y comenzó la primera oleada de deportaciones a Babilonia. La ciudad de Jerusalén como tal sobrevivió en ese momento, hasta que Nabucodonosor la destruyó en 586 a. C.

Estos acontecimientos están documentados en más detalle en las antiguas Crónicas de Babilonia. Las tablillas cuneiformes de piedra confirman que Daniel nos cuenta una historia real y no invenciones de su propia imaginación. Más adelante comentaremos sobre la historicidad de su relato, ya que a menudo ha sido cuestionada.

 

La gran interrogante para alguien con los antecedentes de Daniel era: ¿por qué Dios había permitido que tal cosa sucediera? Después de todo, ¿no era su nación una nación especial? ¿No era la nación de Moisés a quien Dios le había entregado la ley directamente? ¿No era la nación que ese mismo Moisés había sacado de los campos de trabajo forzado de Egipto y traído a la tierra que Dios les había prometido como herencia? ¿No era también la nación de David, el gran rey unificador, que había hecho de Jerusalén su capital, y cuyo hijo Salomón había construido un templo único para el Dios viviente? ¿Acaso no había hablado Dios a patriarcas, sacerdotes, profetas y reyes de esa nación, de forma cada vez más clara, sobre un Rey venidero, el Mesías (Ungido), que sería un descendiente del Rey David y que presidiría en el futuro sobre un período inigualable de paz y prosperidad en la tierra? Ciertamente, esta visión mesiánica se hace eco en los corazones de los seres humanos de todas las culturas y ha captado las mentes de las naciones contemporáneas, de tal manera que está grabada en la pared del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York para que todo el mundo la lea:

… y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra (Isaías 2:4).

¿Qué sería de esa visión si Jerusalén fuera saqueada y el linaje de David eliminado? ¿Tendría la promesa del Mesías que ser relegada al cesto de basura de ideas utópicas fallidas? ¿Y qué de Dios mismo? ¿Podría Él, por decirlo así, sobrevivir a semejante fracaso? ¿Cómo podrían Daniel y sus amigos seguir creyendo que había un Dios que se había revelado a Su nación de una manera especial? Si Dios es real, ¿cómo podría un emperador pagano como Nabucodonosor violar la santidad del templo único de Dios y salirse con la suya? ¿Por qué Dios no hizo nada? En esencia, esta es la difícil interrogante que aún está muy presente hoy en mil formas específicas y diferentes. ¿Por qué la historia a menudo da un giro que zarandea la confianza en la existencia de un Dios que se preocupa?

Por supuesto, para el historiador secular no hay nada extraño en lo que ocurrió en el distante 605 a. C. La conquista de Judá fue sencillamente un ejemplo más de la ley del más fuerte: una nación con un gran poder militar destruye a un estado pequeño. Judá no tenía la capacidad militar para hacer frente a las tropas muy bien entrenadas y fuertemente armadas de Nabucodonosor. Con cerbatanas no se puede enfrentar a los tanques. Seguramente no había nada más que esto…

De hecho, los secularistas podrían muy bien añadir que si el otro lado se hubiese alzado con la victoria y Judá hubiese ahuyentado a Babilonia, tal vez se podría comenzar a hablar de una intervención de Dios. Pero no fue así; ocurrió de la manera que cualquiera hubiese predicho. Así que ellos afirman que simplemente debemos afrontar el hecho de que la idea de que los descendientes de David son especiales no es más que un mito tribal, inventado para sostener una casa real bastante inestable en un estado diminuto del Oriente Medio. El templo de Jerusalén no era más que un edificio, sus utensilios no más que artefactos humanos, por hermosos y valiosos que fueran. La idea de que Dios, si hubiera un Dios, estuviese interesado en semejante asunto insignificante, es absurda a todas luces. ¿No es la explicación más fácil, y con mucho la más probable, que el templo no tiene un Dios y por lo tanto no es suyo? ¿Por qué esperar que ocurra algo? ¿No roban objetos valiosos de las iglesias en la actualidad? ¿Los detiene Dios con un rayo del cielo?

Esta perspectiva parece muy verosímil para muchas personas, ya que es la única perspectiva lógica abierta a los secularistas. Sin embargo, ciertamente esta no era la perspectiva de Daniel; y al menos podemos afirmar que él estaba personalmente al corriente de los acontecimientos en cuestión. También sabía lo que había en juego en términos de su credibilidad cuando afirmó audazmente que Dios estaba detrás de la victoria de Nabucodonosor: Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá… (Daniel 1:2).

De modo que lo primero que Daniel plantea sobre Dios en su libro es que Él participa en la historia humana: una declaración de inmensa trascendencia, de ser verdad. Daniel no se contenta con informarnos lo que sucedió; él está mucho más interesado en por qué sucedió. Él interpreta la historia, y la interpreta de una manera muy provocativa para la mente contemporánea, por no decir otra cosa. Afirmar que hay un Dios detrás de la historia es volar contra el viento predominante del secularismo y, por lo tanto, provocar la compasión, si no el ridículo (especialmente en un departamento de historia en una universidad). Sin embargo, como Lesslie Newbigin afirma: «Desde Agustín hasta el siglo XVIII, la historia en Europa fue escrita con la creencia de que la clave para entender los acontecimientos era la providencia divina» (1989, pág. 71). Sin embargo, hace mucho que pasaron los días cuando un historiador destacado como Herbert Butterfield, pudo escribir de buena gana sobre la providencia de Dios como «una entidad viva y activa tanto en nosotros como en su movimiento a lo largo y ancho de la historia» (1957, pág. 147).

Es una ilusión pensar que la interpretación de la historia que rechaza cualquier posibilidad de acción divina es la manera objetiva, mientras que la manera de Daniel es subjetiva. Toda la historia es historia interpretada. La interrogante verdadera es: ¿hay evidencia de que la interpretación de Daniel es verdadera?

Creencia y evidencia

La próxima vez que alguien le afirme que algo es verdad, ¿por qué no decirle?: «¿Qué tipo de evidencia apoya eso?» Y si no pueden darle una buena respuesta, espero que considere muy bien antes de creer una palabra de lo que dicen. (Dawkins, 2003, pág. 248.)

Estoy totalmente de acuerdo con Richard Dawkins sobre este punto. De hecho, como David Hume señaló hace mucho tiempo, el carácter mismo de la ciencia es adecuar la creencia a la evidencia. Hasta aquí todo bien. Pero entonces Dawkins hace una distinción entre el pensamiento legítimo basado en la evidencia, que es la característica distintiva del científico, y lo que él llama la fe religiosa, que pertenece a una categoría muy diferente.

Creo que se puede asegurar que la fe es uno de los males más grandes del mundo, comparable al virus de la viruela, pero más difícil de erradicar. La fe, como creencia que no se basa en la evidencia, es el principal vicio de cualquier religión.3

Sería un error pensar que esta perspectiva extrema es típica. Muchos ateos no se sienten felices en lo absoluto con su militancia, por no mencionar sus connotaciones represivas, incluso totalitarias. Sin embargo, son estas declaraciones excesivas las que reciben la publicidad de los medios de comunicación, con el resultado de que muchas personas conocen esas opiniones y han sido afectadas por ellas. Por lo tanto, sería una locura ignorarlas; debemos tomarlas en serio.

Según lo que Dawkins plantea, está claro que una de las cosas que (tristemente) ha generado su hostilidad hacia la fe en Dios es su impresión de que mientras que «la creencia científica se basa en evidencia públicamente verificable, la fe religiosa no solo carece de evidencia; su independencia de la evidencia es su gozo, lo cual se pregona a los cuatro vientos».4 En otras palabras, él asume que toda fe religiosa es fe ciega. No obstante, si tomamos el propio consejo de Dawkins, mencionado anteriormente, debemos preguntarnos: ¿cuál es la evidencia de que la fe religiosa no se basa en la evidencia? Por desgracia hay personas que mientras profesan fe en Dios, adoptan un punto de vista abiertamente anticientífico y obscurantista. Su actitud desacredita la fe en Dios y es deplorable. Tal vez Richard Dawkins ha tenido la desdicha de conocer a muchísimos de ellos.

Sin embargo, eso no altera el hecho de que el cristianismo convencional insistirá en que la fe y la evidencia son inseparables. De hecho, la fe es una respuesta a la evidencia, no un regocijo en la ausencia de evidencia. El apóstol cristiano Juan brinda la explicación siguiente de su relato sobre Jesús: Pero éstas se han escrito para que creáis… (Juan 20:31). Es decir, él comprende que sus escritos deben ser considerados como parte de la evidencia en la que se apoya la fe. El apóstol Pablo plantea lo que muchos pioneros de la ciencia moderna creían, que la naturaleza misma es parte de la evidencia de la existencia de Dios:

Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa (Romanos 1:20).

No es parte de la perspectiva bíblica creer en cosas que no están respaldadas por la evidencia. Así como en la ciencia, la fe, la razón y la evidencia van de la mano. Por lo tanto, la definición de Dawkins sobre la fe como «fe ciega» resulta ser exactamente lo opuesto de la fe bíblica. Es curioso que al parecer él no está consciente de la discrepancia.

La definición idiosincrásica que Dawkins ofrece de la fe proporciona un ejemplo contundente de la misma clase de pensamiento que él dice aborrecer: el pensamiento que no se basa en la evidencia. En una demostración de inconsistencia impresionante, pues evidencia es lo que él no puede proporcionar para su afirmación de que la fe se goza en la independencia de la evidencia. Y la razón por la que él no proporciona tal evidencia no es difícil de encontrar, porque no existe. No hace falta ningún gran esfuerzo investigativo para determinar que ningún estudioso o pensador bíblico serio apoyaría la definición de fe que Dawkins brinda. Uno podría ser perdonado por ceder a la tentación de aplicar la máxima de Dawkins a él mismo; y no creer una de sus palabras sobre la fe cristiana.

Купите 3 книги одновременно и выберите четвёртую в подарок!

Чтобы воспользоваться акцией, добавьте нужные книги в корзину. Сделать это можно на странице каждой книги, либо в общем списке:

  1. Нажмите на многоточие
    рядом с книгой
  2. Выберите пункт
    «Добавить в корзину»