El contentamiento cristiano... Una joya rara

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El Contentamiento Cristiano...

Una Joya Rara

(Aprendiendo a estar contentos)

por Jeremiah Burroughs

Publicado originalmente en 1648

Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org

ISBN: 978-1-629461-39-7

Contenido

1. La Felicidad Cristiana

2. El Gran Secreto

Preguntas que pueden ayudarle en su meditación de los capítulos 1 y 2.

3. Las Promesas de Dios

4. Aprendiendo en la Escuela del Contentamiento

5. La Felicidad es Buena para ti

Preguntas que pueden ayudarle en su meditación de los capítulos 3 a 5.

6. Quejarse es Malo para ti

7. Es Tiempo de Parar de Quejarnos

8. ¡Ningún Pretexto!

Preguntas que pueden ayudarle en su meditación sobre los capítulos 6 a 8.

9. La Felicidad, Cómo Obtenerla

10. El Contentamiento... Cómo Conservarlo

Preguntas que puedan ayudarle en su meditación de los capítulos 9 y 10.

1. La Felicidad Cristiana

Todos quisiéramos ser felices, pero no nos es fácil lograrlo. El problema es que creemos que solo obteniendo más de lo que este mundo nos ofrece, podemos tener la felicidad. El apóstol Pablo tenía una actitud muy diferente. Pablo escribió: “He aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé vivir humildemente y sé tener abundancia: En todo y por todo estoy enseñado...” (Fil.4:11-12) El apóstol había aprendido el secreto del contentamiento, cualquiera que fuera su lugar o circunstancia.

Dios es la única fuente de la felicidad verdadera. Dios no necesita nada ni a nadie para hacerle feliz; aún antes de que el mundo fuese, las tres personas de la Trinidad estaban en completa felicidad. Dios hace que los creyentes sean felices, tal como Él lo está. Esto es necesario porque los creyentes no son lo suficientemente fuertes y buenos para hacerse felices a sí mismos. Dios les da todo lo que necesitan como Juan escribió: “de su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia” (Jn.1:16). Entonces los creyentes pueden estar siempre felices, porque aún y cuando tengan muy poco de lo que este mundo ofrece, tienen las bendiciones espirituales de parte de Dios. En Cristo tienen todas las cosas que necesitan.

Esta felicidad cristiana es llamada a veces, el contentamiento. Pablo escribió: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo y sin duda nada podremos sacar. Así que teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición.” (1 Tim.6:6-9) “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque Él dijo: No te desampararé ni te dejaré.” (Heb.13:5)

La primera cosa que podemos decir acerca de la felicidad cristiana es que proviene de dentro. Es posible que una persona pueda dar la impresión de estar feliz simplemente por no quejarse, cuando en realidad en lo profundo de su ser, la persona esté inconforme. Pero Dios sabe realmente lo que uno piensa y siente. El rey David escribió en Salmo 62:5, “Alma mía, en Dios solamente reposa”, porque él sabía que ésta era la única manera para estar verdaderamente feliz. En forma semejante, esta confianza en Dios, esta felicidad que proviene de dentro del cristiano afecta la totalidad de su ser. David sabía que Dios estaba controlando todo; pero aun así, cayó en depresión porque no dejó que la verdad afectara su manera de pensar. Por eso escribió: “¿Porqué te abates alma mía y te conturbas dentro de mí?” (Sal. 42:5). Igual como David, nosotros tenemos que fijar nuestros corazones en el tipo de felicidad que comienza de dentro y nos hace completamente felices.

La segunda cosa que podemos decir acerca de la felicidad cristiana es que permanece aun cuando nos suceden tragedias o desgracias. Cuando los creyentes están en dificultades, se entristecen igual como los demás. Cuando otros están en problemas, los creyentes simpatizan con ellos. Oran tanto por ellos mismos como por otros que sufren, porque saben que el Señor Jesucristo es “poderoso para socorrer a los que son tentados”. (Heb. 2:18) Aun cuando son tentados a quejarse, resisten la tentación. No se quejan de Dios sino que le siguen obedeciendo y amando. En sus oraciones hablan a Dios de sus problemas, porque creen que Dios les puede ayudar.

Un tercer aspecto importante de la felicidad cristiana es el hecho de que es una obra de Dios. No es el resultado de un temperamento naturalmente feliz, ni tampoco es el resultado de escapar de la realidad. La felicidad cristiana es mucho más que un intento de “no preocuparse”, porque contiene un elemento positivo. El creyente quiere estar feliz porque eso glorificará a Dios.

La cuarta cosa que podemos decir acerca de la felicidad cristiana es que lo que realmente hace feliz al creyente es hacer la voluntad de Dios. Los creyentes no son forzados a obedecer a Dios; lo hacen voluntariamente y encuentran que esto es lo que les hace felices. Cuando se ponen a pensar, se dan cuenta que no hay nada que les haga tan felices como la sumisión a la voluntad de Dios. Están contentos con dejar que Dios planee su futuro, aún y cuando los propósitos de Dios sean muy distintos a lo que ellos pensaban. De hecho, prefieren la voluntad de Dios antes que sus propios planes, porque saben que Dios entiende mejor que ellos, lo que les es benéfico.

Dios les conoce mejor de lo que se conocen a sí mismos. Los no creyentes que creen que su destino está en sus propias manos solamente pueden tener miedo con respecto al futuro, porque un solo error o equivocación les podría conducir al desastre. Los creyentes no tienen nada que temer porque pueden encomendar su futuro a Dios y contentarse con la guía divina. Salomón escribió: “Fíate en Jehová de todo tu corazón, no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y El enderezará tus veredas”. (Prov. 3:5-6) El saber que Dios tiene el control hace a los creyentes felices, no solo cuando están experimentando problemas, sino aún después, cuando ven hacia atrás y se dan cuenta como Dios los ayudó.

Aún más, la felicidad cristiana perdura, no importando la clase de problemas que nos sobrevengan. Los creyentes no tienen el derecho de decidir cual tipo de sufrimiento experimentarán. Por ejemplo, no pueden decir que no están de acuerdo en perder sus posesiones, ni oponerse a perder su salud. Están felices cualesquiera que sean los sufrimientos que padezcan. Quizás una clase de sufrimiento venga tras de otro, hasta que la totalidad de sus vidas parezca estar llena de dificultades; no obstante, en lo más profundo son todavía felices. Quizás parezca que el fin de sus problemas no aparece; sin embargo, en lo más profundo de su ser son felices. Dios, quien ha planeado la totalidad de sus vidas es glorificado por ello.

2. El Gran Secreto

Pablo escribió que aprendió el secreto de estar contento. Esto lo llamó un secreto, porque es algo que muchas personas nunca llegan a aprender. También le llamó así por la gran dificultad que tienen los no creyentes para entender lo que hace que los creyentes estén felices. En este capítulo vamos a considerar algunas de las cosas acerca de la felicidad cristiana que pueden ser un enigma.

En primer lugar, la felicidad cristiana es un enigma porque incluye estar perfectamente satisfechos en un sentido, y al mismo tiempo estar completamente insatisfechos en otro. Los creyentes están felices porque saben que Dios está con ellos, pero están infelices si no sienten la presencia de Dios. También les hace infelices acordarse de que son pecadores, porque es el pecado lo que obstaculiza el disfrute de su comunión con Dios. Solamente en el cielo serán libres del pecado y disfrutarán de una comunión ininterrumpida con Dios. Mientras tanto, no pueden estar satisfechos con las cosas que los no creyentes prefieren. La experiencia del amor de Dios es para ellos más importante que cualquier cosa que este mundo puede ofrecerles. El salmista sintió algo parecido cuando escribió, “¿A quién tengo yo en los cielos? y fuera de Ti nada deseo en la tierra.” (Sal. 73:25) La experiencia de ser amados por Dios ha guardado felices a los creyentes, aún en medio de los problemas más difíciles.

También los creyentes experimentan la paz de Dios “que sobrepasa todo entendimiento.” (Fil. 4:7) Habiendo experimentado esta paz, ya no pueden estar felices sin ella. Los creyentes saben que esta paz es el resultado de la obra del Señor Jesucristo, “el Príncipe de paz.” Experimentan más de esta paz cuando son más obedientes a Cristo. Por otro lado, los no creyentes desean tener paz, pero no quieren obedecer al Señor Jesús. Los no creyentes deberían fijarse en el hecho de que los creyentes son las personas más felices, más pacíficas y más satisfechas del mundo. Cuando pregunten por qué es así, los creyentes deben responder que es a causa de ser los siervos del Príncipe de paz.

 

En segundo lugar, la felicidad cristiana es un enigma al no creyente porque proviene no del hecho de obtener “más”, sino de desear menos. El no creyente piensa que entre más tenga para disfrutar, tendrá más felicidad. Los cristianos saben que esto solo les hará felices momentáneamente. La gente más rica no es necesariamente la gente más feliz. Los creyentes encuentran que lo que les hace realmente felices es cuando desean solamente las cosas que Dios ha escogido para ellos. Su felicidad no surge del tamaño de su saldo en el banco, sino más bien de su voluntad de estar satisfechos con lo que Dios les da. Una persona que posee muchas cosas pero que desea más, siempre será miserable. Una persona que posee pocas cosas pero que ya no desea más, siempre será feliz. Por ejemplo, una persona con las piernas cortas, camina mucho más fácilmente que una persona con una pierna larga y otra corta. Esto es una lección importantísima que los creyentes necesitan aprender hoy en día, cuando los no creyentes están deseando y obteniendo cada vez más y más cosas materiales. Los cristianos deberían enseñar a los demás como ser felices deseando menos en vez de buscar más.

El tercer punto enigmático acerca de la felicidad cristiana es que a veces la manera para ser felices no es dejando de preocuparse, sino más bien preocupándose acerca de algo diferente. Supongamos que estamos infelices acerca de un problema que nos afecta. Nos estamos engañando a nosotros mismos si pensamos que todo lo que nos hace falta para ser felices es que el problema sea quitado. La cosa que realmente nos hace infelices es el pecado. Si fuéramos a preocuparnos más acerca de eso, nuestros otros problemas ya no parecerían tan grandes. Un pecado en particular que los creyentes son propensos a cometer es olvidarse que todo lo que tienen viene de Dios. Entonces, se olvidan de agradecerle y comienzan a echarle la culpa por las cosas que están sufriendo. Si se acordaran de que Dios siempre les trata mejor de lo que merecen, entonces sería más sencillo ser felices, aun en tiempos de dificultad.

Otra cosa acerca de la felicidad cristiana que puede ser un enigma es que los problemas no necesitan ser quitados de nosotros para ser felices. A menudo Dios nos bendice mientras que estamos sufriendo. Pablo escribió: “porque el deseo de la carne es contra el espíritu y el del espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” (Gal. 5:17) Esta lucha está ocurriendo todo el tiempo dentro de cada creyente. A veces resulta que un problema nos ayuda a triunfar sobre la naturaleza pecaminosa, y acercarnos más a Dios, y en esta forma el problema se convierte en una bendición.

En quinto lugar, otro enigma sobre la felicidad cristiana es que la felicidad no se logra por desear más u obtener más, sino por hacer más. El creyente se dice a sí mismo: “Dios está detrás de lo que me acontece, y es debido a El que ya no estoy tan feliz como lo estuve antes. Pero no debo quejarme, sino que debo buscar nuevas maneras de servir a Dios y encontrar felicidad en obedecerle”. Los creyentes siempre serán más felices sirviendo a Dios en la situación en que se encuentren, y no afanándose por las cosas que no tienen.

En sexto lugar, otro enigma acerca de la felicidad cristiana es que los creyentes llegan a ser felices, aprendiendo a aceptar la voluntad de Dios, como lo mejor para ellos. Cuando aprenden eso, ya no les preocupa el no obtener exactamente lo que quieren. Ahora son felices con lo que Dios quiere, amando lo que El ama y aborreciendo lo que El aborrece. Ahora dicen: “Dios me ha hecho sabio espiritualmente, me ha hecho santo, me ha enseñado a aceptar su voluntad como lo mejor. Porque Él está satisfecho y es glorificado por ello, estoy feliz.”

Podemos resumir estos seis enigmas diciendo que lo que hace al creyente feliz es el hecho de que Dios le está haciendo santo. Cuando Santiago escribió en capítulo 4, versículo 1, “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre nosotros? ¿No es de vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros?”, estaba enseñando que la causa de la infelicidad de los creyentes es el pecado en sus vidas. Si pudiéramos acabar con los sentimientos pecaminosos que conducen a la impiedad, seríamos más felices. En pocas palabras, la felicidad verdadera no es el resultado de lo que poseemos, sino del tipo de persona que somos. Este es el gran secreto de la felicidad.

Ahora, aquellos que son felices en esta manera (felices de dentro porque son piadosos) encuentran que están contentos con cualquier cosa que Dios les envía. Los creyentes saben que todo lo que tienen es el don de Dios: la salud, el hogar, la comida, la ropa, los amigos, la familia, el empleo, las oportunidades y la sana diversión. Cada una de estas cosas son el don de Dios y una manifestación de su amor. Entonces, los creyentes están agradecidos y felices de recibirlas. Quizás tengan menos que algunos de los no creyentes, pero aprecian más lo que tienen porque saben que es mejor tener poco y ser hijo de Dios, que tener mucho y estar bajo su condenación. Aún más, los creyentes saben que cada manifestación de Dios que reciben es como si fuera un depósito o garantía de que en la vida venidera, Dios les dará todas las cosa buenas que les ha prometido. Todo lo que Dios les ha dado les hace felices, y sirve para recordarles que serán mucho más felices en el cielo.

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