Lo bueno llega de Nazaret

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Из серии: Narraciones y Novelas
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Conseguí la edición neoyorquina de James. (Ni te diré lo que me costó.) Pero merece la pena… Lo que me llama la atención (hablando de tu artículo) es la manera en que los protagonistas de James se meten en templos católicos para calmarse, o para conversar interminablemente. Tengo una teoría sobre la indiferencia de James hacia la Iglesia, o mejor dicho sobre las extrañas disociaciones de su actitud: por ejemplo, él separa su gran reverencia estética por la Basílica de San Pedro de toda necesidad de tomarse en serio lo que le exige la Iglesia. Esa fue la Era del Descreimiento si alguna vez la hubo. Habría sido absolutamente impensable que ningún hombre, por culto e inteligente que fuese, viese el camino expedito para la conversión. Le habría hecho falta una cantidad heroica de gracia. Claro que hay razones evidentes para ello: era el tiempo del éxito de la ciencia; el gran edificio victoriano era entonces colosal y seguro. Pero creo que existe una dialéctica de la fe. Esto no es nada nuevo, por supuesto. Pero la dialéctica está ahora a nuestro favor; estamos entrando sin duda en una Edad de la Fe. No es tanto de la fe como de la polaridad entre fe y descreimiento. Esta alternativa simplemente no existía para nuestros abuelos ni para James. Tiene que haber sin duda una flexibilidad providencial para el problema que tenían. Doy gracias a Dios de no haber vivido entonces. Cuando miro la biblioteca de mi padre, compuesta de tantas obras religiosas, pero todas de la variedad liberal-estudiosa-protestante que nació del racionalismo alemán del diecinueve por vía de los teólogos ingleses, escalofríos me da. Es mucho más letal para la fe que, por ejemplo, el ateísmo violento del masón español. En aquellos días tenían un gran terreno medio. Ahora se está recortando.

James nunca tuvo ninguna posibilidad. Estoy seguro de que ni se le ocurrió el Camino a Roma, excepto como algo «europeo» y por eso tradicional y agradable. Lo malo es que todas las demás edificaciones seguían en pie y la cúpula de San Pedro no era especialmente conspicua. Ahora se han caído todas las demás y hasta yo la veo.

CAROLINE GORDON A FLANNERY O’CONNOR

Cuenta Gordon que enseña a las monjas una nueva interpretación del Retrato del artista adolescente de James Joyce. La interpretación tal vez se inspirase en su corrección de Sangre sabia, una sátira dramática del Retrato. Alaba también la biografía de Tomás Moro de Chambers, que le deja claro que el gobierno de Enrique VIII fue esencialmente un estado moderno con sistema de inteligencia. Los informadores de la Corona estaban empeñados en aplastar toda disensión y consolidar el poder de un rey maquiavélico que a menudo atemorizaba a sus súbditos.

1801 University Avenue S.E.

Minneapolis 14, Minnesota

Al final no voy a poder reseñar tu libro. Olvidé tontamente advertir a HB [Harcourt, Brace] que no usaran mi nombre en la propaganda, y por eso dice Francis Brown que estoy excluida. Lo siento. Mi vanidad me dice que entiendo tu intención mejor que otros críticos.

Las hermanas que asisten de oyentes a mis clases lo leerán con gran interés, estoy segura. Siguen asombrándome. El otro día, cuando terminé de ofrecer mi interpretación del Retrato de Joyce, que, como mínimo, no es la interpretación con la que, digamos, me crie, una de ellas suspiró suavemente, murmurando: «¡Es lo que ha dicho siempre la hermana Mariella Gable!».

Me alegro mucho de que te encuentres mejor. Si visitas en junio a los Fitzgerald puede que nos veamos. Esperamos aterrizar por Princeton hacia primeros de julio.

¡Por fin ha llegado la primavera! El río ya no tiene hielo. Las aceras por fin están limpias de nieve y hielo y la hierba verdea. Aquí parece que ocurre de la noche a la mañana y ¡qué buena idea! No creo que pudiéramos soportarlo más.

Me lo he pasado en grande todo el invierno leyendo y releyendo La copa dorada. Si tomamos en consideración tres cosas: a, que es la única de las novelas de James que tiene final feliz, b, que es la única en que a la pareja protagonista le nace un hijo, c, que es la única en que los protagonistas son católicos los dos, no vemos a James convirtiéndose al catolicismo pero vemos que el libro se convierte en algo muy distinto a lo que F.O. Matthiessen [American Renaissance] y compañía quieren que creamos.

Al terminar un artículo sobre el tema, Allen me horrorizó al decir que debería ampliarlo en un libro. La idea me aterra de verdad: no sé escribir prosa divulgativa. Pero el hecho de que nadie vaya a tener ganas de publicarlo me salvará seguramente de tener que escribirlo.

Otro libro que hemos leído este invierno es la Vida de santo Tomás Moro de R.W. Chambers. Es simplemente magnífico. El no haberlo leído es para mí un poco como haber estudiado la Guerra de Secesión desde el punto de vista de la Unión: así no se comprende bien de qué trató.

Que los relatos vayan bien y esperamos verte pronto.

CAROLINE GORDON A FLANNERY O’CONNOR

Gordon habla de un retiro en una residencia del Movimiento del Trabajador Católico, que tuvo en ella un impacto espiritual importante. Con frecuencia alaba a Dorothy Day ante O’Connor y Percy. Más de medio siglo antes de que el papa Francisco, en una visita a los Estados Unidos, citara a Day como uno de los «cuatro grandes americanos», Gordon ya la reconocía.

20 de septiembre, 1952

1908 Selby Street

St. Paul

Me alegré mucho de tener noticias tuyas, y sobre todo de saber que estás levantada y trabajando de nuevo. Nos decepcionó no verte en Princeton. De repente deseé haberte secuestrado y llevado allí el día que comimos juntas…

Allen sigue dando tumbos por Europa: una semana en Roma, otra en Venecia; pero tendrá que volver antes del 29 de septiembre, porque la U. de Minnesota, institución que sin duda está muy lejos de sus pensamientos estos días, abre en esa fecha. Se lo ha pasado tan bien que está absolutamente atolondrado. No sé cuándo tenía prevista su audiencia con el Santo Padre. Había cosas que tenía ganas de hablar con Su Santidad. Tengo curiosidad por ver si su pavor en presencia del pontífice lo dejará decir todo lo que piensa del cardenal Spellman, su compañero en Scribner.

Llegué a St. Paul hace cosa de una semana y he estado ocupada instalándome en nuestra nueva casa (alquilada). Estoy en la gloria deshaciendo las maletas y colgando la ropa en mi propio armario (alquilado). Ha sido un verano infernal. No he podido dedicarle ni una hora a mi novela y en las últimas semanas me he estado sintiendo un poco malhumorada al respecto.

En cuanto a Los niños extraños, creo que tienes razón en lo que dices de Reardon. No está conseguido. Ahora me parece que su papel está mal planteado. Tenía que ser un hombre «pequeño», al que todos pudieran mirar con desprecio, pero podía haber tenido otra variedad de pequeñez. Ahora veo un personaje distinto en su papel, un hombre de poco intelecto y que se revele más de lo que hace Reardon, intentando pesadamente explicar su conversión sin conseguirlo, pero aferrándose tozudamente a lo que fuese, no obstante. Bueno: ¡un motivo para escribir otra novela es la oportunidad de evitar los errores cometidos en la primera! Ya que estamos, voy a señalar otro fallo de esa novela…

Aproveché la ausencia de Allen para ir a la «Maryfarm» de Dorothy Day en Newburgh, a lo que llama ella el «retiro básico». Duraba cinco días. Tuve que volver a la mitad para despedir a Allen, así que sólo estuve tres días en total; me faltó tiempo para volver nada más ver despegar el avión. Fue una experiencia extraordinaria. Dice Dorothy que después de entrar en la Iglesia pasó unos años sin apenas ayuda, sólo lugares comunes por parte de los párrocos.

Entonces fue a un retiro dirigido por el padre La Couture en Canadá. Ya murió, pero ella mantiene vivo el retiro, formando primero a un sacerdote y luego a otro para dirigirlo. Es un esfuerzo duro, porque este retiro en particular no está bien visto en según qué ambientes.

A su residencia le dicen «hospedería»: cualquier vagabundo que pase es libre de entrar, y muchos lo hacen. Así que el público era bastante variado. Pero tenías que haber oído cómo cantaban laudes esos vagabundos. Luego misa, dos clases por la mañana, el almuerzo y un descanso, luego otra clase por la tarde, la cena y otra clase. Creo que no me podía ni haber levantado después de cinco días así, pero cuando volví de Princeton hacia el final del retiro estaban todos más frescos que una lechuga.

El planteamiento era francamente místico y me acordaba a menudo de lo que dice Jacques Maritain, que todo novelista de verdad es un místico, «pues nadie más sabe qué hay en el corazón humano». A Jacques lo invocaban a menudo, igual que a Aristóteles y otros venerables. Y toda la serie de charlas estaba basada en el pondus animae de san Agustín, la gravedad espiritual, digamos. El sacerdote añadía también la demostración escolástica de la existencia de Dios y muchas otras cosas de las que apenas se tienen noticias en los círculos académicos en que me muevo. ¡Fue formidable! Lo pasé tan bien que ni siquiera envidié a Allen su viaje a Italia. Pero parece que vamos allí en 1954. Allen ha conseguido una Fulbright en la Universidad de Roma para ese año, supongo que Minnesota lo dejará ir.

Espero que tengas buenas noticias de Sally [Fitzgerald]. No sé nada de ella desde su enfermedad. Espero que las cosas vayan mejor allí. Me sentó fatal no poder ir a Ridgefield pero Sue Jenkins, a quien estaba visitando en Sherman, estuvo enferma y no conseguí transporte para ir el día que tenía pensado.

Me gustaría saber de ti cuando tengas ganas de escribir. Si no te contesto sabrás que es porque estoy luchando a brazo partido con mi novela. Volver al trabajo después de una interrupción de cuatro o cinco meses es un asunto terrible, ¿verdad? Te deseo suerte, siempre.

 

FLANNERY O’CONNOR A CAROLINE GORDON

Dice Flannery que su pecado capital es la pereza. Fue una estudiosa de Dante y santo Tomás; los siete pecados capitales inundan su obra. Recordaba Robert Fitzgerald, que enseñaba la Divina comedia en Harvard: «Estoy casi seguro de que presté a Flannery la versión de Binyon»[21]. Los apuntes de Flannery en otra edición, The Divine Comedy of Dante Alighieri (Modern Library, 1933), demuestran un conocimiento íntimo del poema. Enumera los siete pecados capitales en una lista junto a un dibujo del Purgatorio. Aprende de Dante que la soberbia, la envidia y la ira son «pecados de perversión»; la ira y la pereza, «amor defectuoso»; y la avaricia, la gula y la lujuria, «amor excesivo»[22]. La productora Good Country Pictures está preparando una serie de televisión: Los siete pecados capitales, siete películas basadas en los relatos de Flannery O’Connor[23].

O’Connor menciona también la visita de un vendedor danés de libros de texto que no entiende el concepto de las obras de caridad.

Milledgeville

20/5/53

Sabe Dios que te agradezco (arriesgándome a aburrirte soberanamente) que me regañes dos veces por lo mismo. Eso es Caridad y como dicen las hermanas Dios te lo pagará. Espero que pronto. Pero te equivocas en una cosa: yo no sufro del mal moderno de la abstracción; sufro del 7º pecado capital: la pereza. Los perezosos siempre tienen mucha prisa. Lo sé bien. Y cómo acaba alcanzándote antes del final. Mi fastidiosa enfermedad se llama lupus pero no es más que la manifestación de la pereza agresiva. Me gustaría persuadirme de que oigo el carro alado del tiempo y tal y cual pero luego pienso, te cuidarás tanto que pasarás el bochorno de andar por aquí como tu prima con 85 años, a pesar de los males y los sufrimientos y la rabia. El esfuerzo de lograr un poco de intensidad es terrible pero no tan terrible como debería, o habría más intensidad saliendo por alguna parte.

De todas formas le echaré más tiempo a esta historia. Me pregunto una y otra vez: ¿qué aspecto tendría el bosque después de dos disparos de pistola? El Narrador Omnisciente me trae de cabeza. Creí que podría meterse sigilosamente en un cerebro y saquearlo y salir de nuevo sigilosamente sin dejar rastro. El mío es un chapucero. Además creo que voy a empezar a hablar como el doctor Johnson como quien no quiere la cosa, si ello es posible. Dice mi madre que algún día voy a decir algo y todos van a preguntarse de qué clase de familia vengo etc etc. Sus vaticinios se cumplen de inmediato y peor y aquí ha afectado al Narr. Om.

En Yaddo había un hombre que solía decir que Gide era el «gran espíritu protestante». Me alegré de que lo pusieran en el Índice porque así no tenía que leerlo. Si no me habría sentido obligada a hacerlo. Si yo estuviera al mando del Índice lo llenaría hasta arriba para aligerar mi carga.

Alguien trajo a un hombre, vendedor de libros de textos para Harcourt, Brace [Erik Langkjaer]. Era danés y había estudiado en Fordham con el padre Lynch y le interesaba Dorothy Day. No era católico y decía que lo que no entendía era por qué daba de comer a filas inacabables de mendigos sin fin que volvían arrastrándose al arroyo después de cada plato de sopa. Sin resultados. Sin esperanza. Sin nada, decía. Los pocos escandinavos que he visto me han dado la impresión de ser muy antisépticos en todo. Le dije que eso era Caridad y que no podía hacerse nada al respecto. Parecía fascinado y asqueado al mismo tiempo. Lo que yo no entiendo de ellos es su pacifismo. Si la Caridad tuviera forma de palo me imagino dándole a la gente en la cabeza con él.

Rezaré por ti. St. Simons y yo esperamos que esto siga adelante.

FLANNERY O’CONNOR A ETHEL DANIELL

Unos años después de que Gordon invitara a Walker Percy a impartir clases en la Escuela del Espíritu Santo de una hospedería del Movimiento del Trabajador Católico, Flannery le confiesa su escepticismo. Es posible que le pareciera que esa «escuela» pudiera conducir a una categorización literaria engañosa. O’Connor se distancia de los movimientos literarios, un tema constante en las cartas.

Milledgeville

6 de febrero 56

Agradezco mucho su carta y su interés por mis libros. El padre McCown me habló de usted y le pedí a mi editor en Harcourt, Brace que le enviara un ejemplar de Los malhechores, que saldrá en marzo. Es de Caroline Gordon (esposa de Allen Tate), que ingresó en la Iglesia hace seis o siete años. Es buena novelista, lo es desde hace mucho tiempo, y más católicos deberían conocerla. Su marido, poeta y crítico, se convirtió unos años después que ella. Los dos formaban parte (en los años 20) de ese grupo de Nashville que se llamaba Los Fugitivos: eran «agrarios», gente como John Crowe Ransom y Robert Penn Warren. Los Tate son los únicos que acabaron en la Iglesia, aunque la Iglesia parece el destino lógico para los principios con los que empezaron. Todo aquello fue parte de lo que ahora se llama pomposamente el renacimiento literario del Sur.

En cuanto a mí, y a si quiero ser «escritora católica» —bueno, lo que quiero, naturalmente, es ser mejor católica y mejor escritora. Los escritores profesionales penosos, no importa su grado de piedad, no le hacen demasiado bien a la Iglesia —supongo que hay que excluir a los escritores penosos no profesionales como santa Teresa de Lisieux. El catolicismo de uno afecta a su arte, sin duda, pero la aplicación intensa a la disciplina de un arte o incluso de un oficio debería intensificar nuestro catolicismo. Creo que he llegado a la conclusión de que la forma es nuestra fuerza moral trasladada al tema que nos traemos entre manos.

He escrito una novela, Sangre sabia, y una colección de relatos. Estos son mejores que aquella, pero las dos cosas fueron lo mejor que supe hacer en su momento, y no podían haber sido escritos, por mí, más que exactamente así, sin cambiar ni una línea. Me temo que algunos personajes son incluso más desagradables que los de Mauriac, y que tampoco querríamos conocerlos. Pero todos, incluso los peores, son yo misma, así que mi tolerancia de ellos es suprema. Tengo amigos piadosos e incluso inteligentes que me dicen que el autor católico ha de escribir sobre el amor y la redención y no tanto sobre su falta. Es muy posible estar de acuerdo y añadir: «Sí, y todos hemos de ser santos». Resulta que los consejos que recibo de los que no tienen experiencia son correctos siempre pero casi nunca posibles. Escribimos lo que podemos y rezamos para hacerlo mejor.

Algo he oído de Grailville [Ohio], no mucho. ¿Ese centro de escritores es una imprenta o una escuela o qué? Me resultaría sospechosa una escuela para escritores católicos, porque no existe una manera especial de escribir como católico.

Vivo en el campo en una granja lechera con mi madre. Milledgeville está a 60 kilómetros de Dublin y si vuelve allí a visitar a sus amigos tiene que venir a vernos también. No me muevo mucho porque uso muletas —esto, gracias a Dios, me convierte en una inútil para la casa así que me paso el tiempo escribiendo y leyendo y observando unos pavos reales que tengo. Mi afición es la cría de pavos reales. Espero que cuando lea mis cuentos me diga lo que le parecen. No exijo a mis amigos que les gusten y estoy acostumbrada al hecho de que a la mayoría no les gusten. Sólo espero que todas las señoras que queman mis libros tengan que comprarlos primero.

Un saludo, y muchas gracias.

CAROLINE GORDON A WALKER PERCY

El 25 de noviembre de 1952, Caroline Gordon escribe a Walker Percy alabando sus correcciones a La cartuja, y también cómo trata la novela el «problema negro». Gordon había oído probablemente la frase en labios de Allen Tate, que conocía profesionalmente a Langston Hughes y escribió: «Sé que soy / el problema negro /… No sé cómo hemos llegado a esto / en la noche democrática actual» (Invitado a cenar: yo)[24].

Gordon, como de costumbre, se fija en la sintaxis y la gramática: «No existen demasiadas clases distintas de oración. Pero en tu repertorio deberías tener al menos tres clases». Le ofrece la receta de un buen párrafo:

Oración declarativa breve. Oración declarativa un poco más larga que la primera. Oración declarativa breve. Frase que comience con una cláusula subordinada o frase compuesta de la unión de dos cláusulas. Oración declarativa. Oración declarativa. Oración declarativa larga.

Como en cartas anteriores, Gordon corrige también el mal uso que hace Percy de los pronombres. Añade, en tono de disculpa:

Me alargo tanto, en parte debido a mi irritabilidad natural, y en parte porque me interesa muchísimo tu trabajo. Creo que deberías intentar formar los hábitos que hacen para la buena escritura. Dice Maritain de todas formas que el arte es hábito. Si intentas cumplir sólo estas pocas cosas de las que he hablado, en poco tiempo se convertirán en habituales.

Concluye: «Y bien, habrás comprendido que estoy comprometida con este libro. En todos los años que llevo intentando ayudar a autores ninguno ha recompensado tanto mis esfuerzos». Citando a una monja anciana, observa: «Estás en disposición de recibir ayuda del Espíritu Santo, a diferencia de todos mis alumnos anteriores».

Una vez terminada la novela, Gordon escribe a la mañana siguiente que piensa mandarla a la editorial Scribner, y que más adelante pueden incorporarse más correcciones menores. Le recomienda que lea a Mauriac y Bernanos, pero observa:

Son criminalmente malos en su oficio, y por eso, en mi opinión, teológicamente defectuosos, los dos; menos cristianos, según las definiciones de Maritain, que por ejemplo James Joyce. Hay un desprecio maniqueo por su oficio, por todo el orden natural, que es letal para el novelista. Caray, que no son buenos novelistas, ninguno de los dos. Cualquier alumno de primero de un taller de escritura creativa sería capaz de señalar los fallos técnicos de cualquier libro de cualquiera de los dos, pero tienen todo un registro, un plan de acción, que es prácticamente desconocido para el novelista «protestante» actual. Me refiero al novelista que escribe desde el mito «protestante». Hacen que Hemingway, por ejemplo, aparezca plano, unidimensional. No quisiera que escribas como ellos. Todo este sermón mío ha sido para impedir que escribas como ellos, pero sí que quisiera que los investigues. Me parece que te resultarían de ayuda para encontrar el camino a cosas que podrían hacerse pero no se han hecho aún en la novela.

WALKER PERCY A CAROLINE GORDON

Años después de haber ganado el Premio Nacional de Literatura de 1962, Walker Percy defiende la enseñanza de gramática y mitología en la clase de escritura creativa. Recuerda por otra parte la lucha de su amiga con un pavo congelado en una fiesta de Acción de Gracias en el monasterio trapense de Conyers, Georgia.

14 de febrero de 1974

Querida Caroline:

Hoy recibí carta de Bob Giroux, donde me cuenta entre otras cosas que le mandaste un test de mitología que ponías a tus alumnos. Bob lo hizo y suspendió.

Tu vida en Dallas suena maravillosa[25]. Con Dios todo es posible, así que ¡incluso parece que el país y la Iglesia podrían salvarse en Dallas! (Seguro que ni en Princeton ni en Nueva Orleáns).

Tendremos que ir a verte, o tú a nosotros en alguno de tus viajes al Este. Te recogeríamos en el aeropuerto de Nueva Orleáns y te llevaríamos en volandas al otro lado del lago.

Me preguntan mucho por vuestro programa de escritura creativa. Un doctor enterado de Tulane me preguntaba si es verdad que enseñáis gramática. Le dije que espero que sí.

Caroline II debe de ser un encanto. Allen Tate II se pasó a ver a mi hermano Phin el pasado otoño, de camino a México. A todos les encantó. Decía que pensaba ser granjero. Una opción sensata.

Si vienes a vernos puedes ponerte el camisón de franela roja como en Conyers pero no hará falta que te enfrentes a un pavo congelado.

Te deseo suerte en tu novela antepenúltima. Yo estoy atascado con la mía, sin remedio, porque no consigo acertar pero tampoco me decido a dejarla. Qué vida más perra, debería haberme dedicado a la patología. Por lo menos, después de acabar con un cuerpo por noche, tendría la sensación de haber conseguido algo. Por el momento sólo tengo un título: El caballero, la muerte y el demonio [la novela de Percy se titularía por fin Lanzarote]. (¿Te acuerdas de aquel grabado de Durero?) (No digas nada a los novelistas bribones de Texas.)

Un abrazo

Walker

CAROLINE GORDON A WALKER PERCY

A finales de otoño de 1952 Gordon escribe a la editorial Scribner que Walker Percy es «el talento más importante salido del Sur desde Faulkner»[26]. El 8 de diciembre del mismo año, Gordon escribe a Percy que Scribner está pensando publicarle la novela y que ella está loca por el libro: «Profetizo que barrerá el país».

 

Gordon capta la esencia de las novelas que publicará Percy más adelante: «El catolicismo está implícito en la acción (sin mencionarse siquiera). Tal vez. Pero en esta novela hablas realmente de la conversión, o ausencia de conversión, ¿verdad?» Vuelve a mencionar también su opinión de amor-odio de los «predicadores católicos» (Bernanos, Mauriac y Bloy). Critica «su oficio pobre», que «avergonzaría a un alumno de primero de escritura creativa». Pero alaba por otro lado el «plano elevado» de sus personajes, que supera las «aventuras espirituales del teniente Henry de Hemingway en Adiós a las armas, y del Jake Barnes de Fiesta.

FLANNERY O’CONNOR A CAROLINE GORDON

O’Connor habla de la tensión continua entre su obra y la narrativa pietista, didáctica, de una novela en particular, El expósito del cardenal Spellman. Está contenta con la perspicaz crítica que hace Brainard Cheney de Sangre sabia, que resultaría crucial en su consagración como escritora. Cita también la apreciación por parte de William Faulkner de un nuevo elemento teísta en El viejo y el mar de Hemingway.

Milledgeville

29 de enero del 53

Muchísimas gracias por buscar la página que faltaba. Era la anterior a la que mandaste pero la buscaré en el Sewanee Review para enviársela a aquellos familiares proclives a impresionarse con tanta letra impresa en torno a su sobrina. El tamaño dejará atónita a mi prima de 83 años. Sólo el volumen es capaz de impresionarla. Me escribió Monroe Spears para preguntar si tenía algún cuento. Mis cuentos son pasables, no tienen nada de malo pero me producen náuseas cuando los veo impresos; pero está el tema del dinero.

Me gustó mucho el artículo del New Republic pero donde habría que ampliarlo es en Thought. Aunque, ¿quién lee Thought sino los que van a Fordham? Tal vez debería publicarlo Our Sunday Visitor. ¿Será capaz Su Eminencia de evitar que lo publique Our Sunday Visitor? Mi actitud hacia él y hacia su obra (literaria) es más indulgente que la tuya y más taimada: si tiene que haber basura, esta es la basura que hace falta. Esto resume tu argumento y al mismo tiempo halaga al cardenal. Alguien tiene que escribir para mi prima y qué menos que un príncipe de la Iglesia, y un príncipe tan dispuesto a la tarea etc etc. Supongo que para ese problema sólo sirve el Espíritu Santo. Soñé una noche con un papa elegido el 15 de abril, y desperté pensando este debe de ser Francisco. Entonces caí en que Francisco sería el 1º y este sería un sucesor. Fue un sueño muy reconfortante.

Leí Middlemarch hace unos años y me pareció maravilloso excepto el final. Supongo que fue una concesión al siglo o algo así.

Conseguí la edición de Modern Library titulada Las novelas más conocidas de Geo. E[liot] y creí que iba a pasármelo en grande pero no. Empecé por El molino en el Floss pero eso tiene que ser un libro para niños o yo no tengo perseverancia o será que esos libros grandes son demasiado grandes para sostenerlos. Empecé uno sobre unos metodistas pero tampoco lo terminé. Recuerdo de Middlemarch algo así como «el rugido al otro lado del silencio». Eso es lo que hay que sacar de una novela —quiero decir poner en una novela, supongo. Quiero volver a leer Middlemarch a ver si sale gente rara.

¿Conoces a un tal Brainard Cheney? Encontré una reseña suya de mi libro en una publicación trimestral, el Shenandoah, que no conocía antes, pero que es de Washington and Lee [universidad de Lexington, Virginia]. Era una reseña muy buena, una de las pocas. Esta revista traía una reseña de Faulkner de El viejo y el mar. Decía que Hemingway había descubierto en este libro al Creador. Era sólo un párrafo. Creo que donde descubre al Creador es en esa frase del ojo del pez, donde parece un santo en procesión. Pensé al leerlo que ve algo que no ha visto antes, pero en realidad no he leído muchos libros suyos.

Supongo que tienes razón en cuanto a Cal [Robert Lowell]. Recuerdo lo del predicador que compró el loro del marinero pero al final tuvo que dejarlo porque cada vez que gritaba «¿Cómo llevaremos a Dios a nuestro corazón?» el loro voceaba «¡Jalándolo con el cabo! ¡Jalándolo con el cabo!»

CAROLINE GORDON A WALKER PERCY

Caroline Gordon informa a Percy (31 de enero de 1953) de que John Hall Wheelock, editor jefe de Scribner, le había escrito que la novela de Percy mostraba «destellos de gran talento» pero también «graves debilidades». Avisa a Percy de que está a punto de «caer en una de las primeras trampas que prepara el diablo para los jóvenes escritores». Le advierte de la «pereza estilística». Cita la crítica de Hemingway a Gertrude Stein:

Ernest solía decir que Gertrude era de natural perezosa, aunque tenía talento, y que cuando comprendió lo duro que era esto se puso a inventar una manera de aligerar la carga y así creó el estilo que tanto admiran los mariquitas. Jamás vi a ninguno que no la adorase.

Gordon cree que Percy no está «dotado por la Naturaleza, evidentemente, para seguir el camino de Gertrude, así que miras con añoranza a [Somerset] Maugham y a [John P.] Marquand». Lo anima a releer la Odisea y a estudiar la precisión de James Joyce y Henry James. Además le suplica que estudie su propio virtuosismo (el de ella) en la composición de escenas, y las compare con escenas de las novelas de Eliot. Concluye: «No es necesario ni siquiera deseable que intentes escribir como yo, pero si te da por intentar escribir como Maugham por favor jamás le digas a nadie que te di consejos sobre tu trabajo».

CAROLINE GORDON A BRAINARD CHENEY

Gordon felicita a Cheney por su «empleo político» como escritor de discursos para el gobernador Frank G. Clement, de Tennessee. Aunque Cheney publicó cuatro novelas, es más conocido como comentarista periodístico, escritor de discursos, y el importantísimo artículo que escribió sobre Sangre sabia.

4-2-53

1908 Selby Avenue

St. Paul 4

¡Qué listo eres! Conseguir un empleo político para ganarte la vida y además tener tiempo para escribir. Bueno, pues te lo mereces. Me alegro de que el nuevo gobernador comprenda cuánto que te debe. Y me alegro muchísimo de que te hayan salido bien las cosas.

En el correo llegó junto con tu carta otra de Flannery O’Connor preguntándome si conocía a un tal Brainard Cheney. Iba a decir que como un libro abierto, pero reflexioné que nuestros amigos más queridos de toda la vida son para nosotros un libro sellado, así que sólo le dije que esperaba ser tu madrina. ¿Qué te parece? ¿Hay esperanza?

Lo que dices de no ser digno de participar en la Eucaristía me recuerda que varias semanas después de bautizarme mi instructor, un jesuita de 83 años, me preguntó si comulgaba con frecuencia, y dejé atónito al pobre hombre diciendo que no me consideraba digna todavía. «¡Nunca lo serás! ¡Por eso se comulga!» También me he acordado de otra perla que cayó de los labios de monseñor Cummings después de varias semanas catequizando a los chicos Cummington: «Nunca me quedo tranquilo con un converso hasta que lo entierro».

Espero que tú y Fannie os encontréis alguna vez con Flannery O’Connor. Creo que os caería bien. Cal [Robert] Lowell dice que es una santa, pero es que es propenso a la extravagancia. Pero es posible que lo sea, no te digo que no. Es católica de nacimiento, criada en Milledgeville donde hay tan pocos católicos que los curas iban a la casa y usaban el piano de altar, pero es una católica potentísima. ¡Sin tonterías! Tiene una enfermedad terrible, una forma de artritis, y sólo funciona a base de grandes dosis de una cosa que se llama ACTH. Se espera de nosotros que adoremos todo lo que hace el Señor, pero te da que pensar el que esta muchacha de tanto talento probablemente se vaya pronto, mientras que Truman Capote morirá de viejo, cargado de honores…

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