Traducción, humanismo y propaganda monárquica

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Traducción, humanismo y propaganda monárquica
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TRADUCCIÓN, HUMANISMO Y PROPAGANDA MONÁRQUICA

LA VERSIÓN GLOSADA DEL INFIERNO DE PEDRO FERNÁNDEZ DE VILLEGAS (1515)

COLECCIÓN PARNASEO

36

Colección dirigida por

José Luis Canet

Coordinación

Julio Alonso Asenjo

Rafael Beltrán

Marta Haro Cortés

Nel Diago Moncholí

Evangelina Rodríguez

Josep Lluís Sirera


©

De esta edición:

Publicacions de la Universitat de València,

Cinthia María Hamlin

Noviembre de 2019

I.S.B.N.: 978-84-9134-566-4

Diseño de la cubierta:

Celso Hernández de la Figuera y José Luis Canet

Imagen de la portada:

Imagen de La traducción del Dante de lengua toscana Ejemplar de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid

Maquetación:

Héctor H. Gassó

Publicacions de la Universitat de València

http://puv.uv.es publicacions@uv.es

Parnaseo

http://parnaseo.uv.es

Este volumen se incluye dentro del Proyecto de Investigación Parnaseo (Servidor web de Literatura Española) financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, referencia FFI2017-82588-P (AEI/FEDER, UE)

Traducción, humanismo y propaganda monárquica : la versión glosada del Infierno de Pedro Fernández de Villegas (1515) / Cinthia María Hamlin

València : Universitat de València, Publicacions de la Universitat de València, 2019 388 p. ; 17 × 23,5 cm — (Parnaseo ; 36)

ISBN: 978-84-9134-551-0

Bibliografía

1. Humanisme en la literatura – Espanya. 2. Literatura espanyola – S.XVI – Història i crítica. I. Hamlin, Cinthia María. II. Publicacions de la Universitat de València

008(460)”15”

821.134.2.09”15/16”

ÍNDICE

Palabras preliminares

Introducción

1. La traducción en la Edad Media y la relevancia del caso dantesco: estado actual

2. La suerte de Dante en Castilla: relevo bibliográfico

3. Hipótesis, metodología y estructura

4. Últimos trabajos: estado de la cuestión 2014-2017

1. La tradición textual de la traducción del Infierno: problemas de datación y filiación

1.1. Descripción de los testimonios

1.1.1. El impreso de Burgos (Fadrique alemán de Basilea, 1515)

1.1.2. El manuscrito

1.2. El problema de la datación

1.3. Problemas de filiación

1.3.1. Primer problema de filiación: las enmiendas

Excursus: enmiendas y métrica

1.3.2. Segundo problema de filiación: las variantes

1.4. Conclusiones y stemma: ¿del impreso al manuscrito?

2. La traducción del Infierno (Burgos, 1515): un textus cum commento

2.1. Traducción del Infierno: características generales

2.1.1. Estilo y forma de la traducción: el arte mayor

2.1.1.1. Fenómenos derivados de la «coacción de los ictus»

2.1.1.2. Fenómenos derivados de la forma estrófica

2.1.2. Mecanismos de traducción

2.2. Comentario: características generales

2.2.1. El género comentario: precisión del objeto y características

2.2.2. El comentario del Infierno: rasgos formales

2.2.2.1. Introducción: ¿accessus ad auctorem/commentatorem?

2.2.2.2. El comentario

2.3. Conclusiones

3. La traducción de la Commedia en la España de los Reyes Católicos: intencionalidad política y cultural

3.1. Inscripción cultural y contextual

3.1.1. «Aquell que del mundo s’espera monarcha»: mesianismo y profecía en la época Trastámara

3.1.2. Fernández de Villegas y la corte de la casa Velasco

3.2. La traducción de Villegas como propaganda monárquica

3.2.1. La materia profética dantesca y su refuncionalización: la batalla del perro contra la loba

3.2.2. Adscripción a una poética: otros textos apologéticos en arte mayor y sus relaciones con la traducción

3.3. La ideología pro-monárquica y sus repercusiones en el resto de la traducción

3.3.1. El autoritarismo teocéntrico

3.3.2. La relocación apologética del sentido

4. Traducción y reapropiación: Villegas y Landino

4.1. Contexto cultural e intencionalidad política

4.2. El borramiento del neoplatonismo y la mejor difusión de la doctrina cristiana

4.3. La dicotomía vida activa y contemplativa, una nueva perspectiva

4.3.1. Las figuras de María y Raquel vs. Marta y Lýa

4.3.2. Las figuras de Eneas, Pablo y Cicerón

4.4. Conclusiones

5. La configuración político-ideológica del comentario: reapropiación apologética e inserción de tópicos panegíricos

5.1. La construcción apologética de la imagen del rey

5.1.1. Personajes histórico-míticos y su reapropiación panegírica: el ensalzamiento de la monarquía

5.1.2. El motivo de la guerra justa como legitimación regia

5.2. La reapropiación negativa de otros personajes históricos y su funcionalidad propagandística

5.2.1. La tiranía y las contrafiguras monárquicas

5.2.2. La negatividad de la privanza como tópico panegírico y legitimador

5.3. La propaganda anti-francesa y su funcionalidad apologética

6. El comentario de Villegas en los umbrales del humanismo

6.1. Actitudes e intereses humanistas

6.2. El problema de la lengua

7. El comentario y sus reflexiones sobre poesía y ficción: tradición e innovación

 

7.1. El Prohemio y la defensa de la poesía

7.2. El comentario y las definiciones del poeta y la ficción

7.2.1. El poeta divino y las verdades teologales de la ficción

7.2.2. La defensa de la ficción y la definición del oficio poético

7.2.3. La defensa del oficio poético: las armas contra las letras

7.3. Conclusiones

8. Consideraciones finales

9. Apéndice

10. Bibliografía

10.1. Fuentes primarias

10.1.1. Otras ediciones mencionadas

10.2. Fuentes secundarias

10.3. Bibliografía crítica

10.3.1. Diccionarios y catálogos

10.3.2. Estudios generales

10.3.3. Estudios específicos

Para Eduardo A. Hamlin, in memoriam Para Daniel, Abril y Valentina

Palabras preliminares

El libro que presento aquí sigue la línea de investigación que fue el núcleo central de mi tesis doctoral (2008-2012), la cual desarrollé y profundicé durante mis estudios posdoctorales (2013-2014) y mis primeros años como Investigadora en el SECRIT (2015-2016). Resultados parciales de dicha investigación salieron publicados entre 2011 y 2016 en revistas como Incipit, Revista de Literatura Medieval, Revista de Filología Española, Letras, eHumanista, Lemir, La corónica y Bulletin of Spanish Studies.1 La intención de este libro, por tanto, es que el lector interesado pueda tener una visión global y más completa de una investigación que, dado el sistema científico argentino que valoriza más papers de impacto que libros, se había publicado sólo de manera parcial y fragmentada.

Aprovecho este espacio para agradecer a Leonardo Funes, que dirigió todas las instancias de mi rumbo académico y es un verdadero maestro. También a la Universidad de Buenos Aires, donde cursé mis estudios y soy docente y al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), institución a la que me enorgullece pertenecer hoy como investigadora, pues financió con beca mis estudios doctorales y posdoctorales, permitiéndome formar en un lugar como el SECRIT. A todos mis compañeros diarios del SECRIT, en especial a mis queridos Erica Janin, Soledad Bohdziewicz, Pablo Saracino, Jorge Ferro, Giselle Rodas, Magui López García, Mercedes Rodríguez Temperley y Juan Fuentes, que me han leído, han compartido sus apreciaciones, ayudado con bibliografía y, más importante aún, han acompañado —y soportado— las distintas instancias que llevaron a este libro.

A John O’Neill y Vanessa Pintado, que tanto me han ayudado desde mi estancia en la Hipanic Society. A José Manuel Lucía Megías y Vicenç Beltran, que me acompañaron en las circunstancias no tan felices que impulsaron la rápida publicación de este trabajo. Una mención especial merece Ottavio di Camillo, que con la generosidad que lo caracteriza leyó este libro y ofreció sus valiosas observaciones.

A mi familia, en especial a mi madre, a mi suegra y a Daniel Panateri, mi compañero de vida y colega. Toda la metodología histórica de este trabajo, si es que la tiene, se debe a su compañía, su enseñanza y al intento constante de estar a la altura.

A Abril y Valentina: ambas, en distintos momentos de su tierna edad, padecieron —e iluminaron— el arduo trabajo que llevó a este libro.

A Eduardo Hamlin, por haberme transmitido desde pequeña su pasión por la literatura y, en especial, por la poesía. Para vos, papá.

1. «El comentario de la Divina Comedia de Fernández de Villegas y el humanismo peninsular: reflexiones lingüísticas y renovación filológica», Incipit, XXXI (2011), pp. 73-100; «La traducción en la España pre-humanista y sus causas político-ideológicas: el caso de la Divina Commedia y los Reyes Católicos», Revista de Literatura Medieval, 24 (2012b), pp. 81-100; «Fernández de Villegas y Landino: traducción y reapropiación, el caso de la dicotomía vida activa-vida contemplativa en el Comentario de la Commedia», eHumanista, 20 (2012c), pp. 430-450; «El comentario de la Divina Comedia de Fernández de Villegas: características generales y actitudes humanistas», eHumanista, 21 (2012d), pp. 437-466; «Perspectivas y planteamientos de una poética: reflexiones sobre poesía y ficción en el comentario a la Comedia de Fernández de Villegas», e-Spania: <http://e-spania.revues.org/22014> (2012e), «La traducción de la Divina Comedia de Villegas: problemas de datación y filiación de testimonios», Letras, 67-68 (2013a), pp. 107-116; «Los testimonios de la traducción de la Divina Comedia (1515) y sus problemas de filiación: ¿del impreso al manuscrito?», RFE, XCII, 2 (2013b), pp. 273-89, «La configuración apologética del comentario de la Divina Comedia (1515): Fernández de Villegas y su reapropiación de las alusiones histórico-míticas del Comento de Landino», Lemir, 17 (2013c), pp. 113-150; «La traslación de la Divina Comedia de Fernández de Villegas (1515) y un análisis descriptivo de su forma y mecanismos de traducción», eHumanista, 28 (2014a), pp. 409-436; «De nuevo sobre la funcionalidad apologética de la traducción y el comentario de la Divina Comedia de Villegas (1515)», La corónica, 42, 2 (2014b), pp. 77-105; «La funcionalidad apologética de la traducción de la Divina Comedia de Villegas (1515) y la elección del formato estrófico: pervivencia del arte mayor en la corte de los Reyes Católicos», Bulletin of Spanish Studies, 93.3 (2016), pp. 369-395.

Introducción

1. La traducción en la Edad Media y la relevancia del caso dantesco: estado actual

La traducción en la Edad Media es un objeto que ha ido ganando terreno durante los últimos años en el campo de los estudios medievales. Gracias a trabajos precursores como los de Folena, Wittlin, Buridant y en especial los de Russell, Copeland y Rubio Tovar, los medievalistas hemos ido tomando cada vez más conciencia sobre la importancia de la traducción en la historia de la literatura y de la necesidad de abocar nuestro estudio a los textos traducidos con la misma dedicación que a las obras originales.1 Estos primeros estudios, además de clasificar los diferentes métodos utilizados por los traductores en la Edad Media, fueron precursores a la hora de esbozar lo que podría llamarse una «teoría de la traducción medieval». Más recientemente las compilaciones de trabajos de Beer, Paredes Núñez y Muñoz Raya, Martínez Romero y Recio, Cantavella y Haro, Delpy y Funes, Borsari entre muchas otras, demuestran el mismo interés y abordan la «teoría de la traducción medieval» ya desde un análisis más particular de los textos meta en relación a los textos fuente.2 En el ámbito específicamente castellano, Alvar y Lucía Megías han hecho una labor notable al sistematizar e historiar el complejo mundo de traductores y traducciones del Medioevo castellano, movidos por la necesidad de subsanar una dificultad que el estudioso de la traducción en la Edad Media siempre encuentra —la dispersión de materiales y la información no sistematizada—.3 Sin embargo, y a pesar de notar la proliferación de estudios que se abocan a este campo en los últimos diez años, Alvar y Lucía Megías afirman: «el estudio de las traducciones medievales castellanas constituye un mundo que apenas ha empezado a descubrirse».4

El interés que ha motivado todos los nuevos impulsos en los estudios de traductología en la Edad Media puede explicarse gracias a la conciencia cada vez más certera de que las traducciones, como señaló Tovar, «reflejan tanto como las obras de pura creación las corrientes culturales y literarias de una época».5 Ahora bien, al adentrarnos en los siglos XV y XVI este objeto impone mayor atención aún: no se pueden comprender los primeros pasos que da el humanismo peninsular sin tener en cuenta las traducciones de los grandes poetas italianos (Dante, Petrarca, Boccaccio) en las bibliotecas de los grandes nobles, el impulso de la traducción horizontal (entre lenguas romances), las traducciones encomendadas —por quién, a quién y para qué—, la autotraducción y todo el tráfico cultural que se da en estos siglos. La traducción es la práctica literaria que expresa de forma paradigmática este proceso de relaciones culturales y literarias nuevas y será pues fundamental no sólo para entender la historia de la literatura sino toda la historia social, política y cultural. En este sentido, el estudio de la particular situación que presentan las traducciones y glosas medievales castellanas de la Divina Commedia en los siglos XV y XVI se vuelve más que pertinente, ya que en ellas es posible leer no sólo el traslado de la Commedia dantesca sino también las condiciones y líneas problemáticas de la particular situación histórico-cultural de la España humanista.

Además, el universo particular de las traducciones de la Commedia ejemplifica de manera paradigmática la noción de traducción vigente a fines de la Edad Media: «la traducción no tenía una especificidad, no era un ejercicio autónomo, netamente diferenciado de la glosa o del comentario».6 Así, en el panorama específico de las traducciones dantescas peninsulares, «es muy delgada la línea que separa a traductores de glosadores o comentaristas»7. En efecto, traducir, trasladar al romance o vulgarizar,8 implicaba interpretar y «glosar» —mediante amplificatio, duplicatio, etc.— el original en el mismo entramado del texto. Copeland, de hecho, ha ya demostrado muy bien cómo la traducción medieval no puede ser entendida como una práctica ajena a la práctica hermenéutica de la enarratio poetarum y a la retórica de la inuentio. Al contrario, según Copeland, la traducción al igual que el comentario sirve a su texto fuente pero, al mismo tiempo, desplaza su fuerza original. La enarratio asume así un poder creativo que aleja esta práctica de la mera reproducción.9 El panorama de las traducciones dantescas en el ámbito hispánico resulta harto complejo si se tiene en cuenta, además, que los comentarios a la Divina Commedia eran de por sí una traducción. Todo lo que de Dante repercutió en España parece haber llegado a través del tamiz de la reescritura.

Será pertinente destacar, además, que el interés por estas traducciones se debe también a que durante los siglos XIV y XV la concepción sobre la traducción comienza a cambiar. Para comprender mejor de qué manera, realizaré primero un breve resumen del origen y evolución del pensamiento traductológico hasta ese momento. En efecto, las preocupaciones teóricas medievales sobre la traducción hunden sus raíces en el debate clásico entre la retórica y la gramática y en la distinción que hace Cicerón entre interpres y orator.10 San Jerónimo fue el primero en entender estas ideas de manera normativa y en la Epístola a Pamaquio, escrita en el 395, las teoriza: una traducción fiel ha de realizarse pro verbo verbum (palabra por palabra) sólo en la Biblia. El verdadero traductor es aquel que intenta captar en su propia lengua el significado total del texto original y no debe traducir las palabras exactas sino el sentido de las palabras: sensum exprimere de sensum.11 Ahora bien, la sed de erudición que se va despertando en las clases dirigentes castellanas a fines del XIV y principios del XV y la consecuente idea de superioridad del latín frente a las lenguas vernáculas —enarboladas por Mena, López de Ayala y Cartagena— opacó estas ideas flexibles en torno a la traducción y llevó a trasvases literales, ad verbum, que respetaban muy de cerca el latín, en detrimento tal vez de la comprensión o la estructura del idioma.12 Habría que aclarar, igualmente, que aunque la mayoría de los traductores latinistas preferían la traducción palabra por palabra, encontramos algunas matizaciones, como demuestran los casos del mismo López de Ayala y Enrique de Villena en las reflexiones de sus prólogos a Las Flores de los Morales de Job y La Eneida, respectivamente.13 Durante esta época, sin embargo, en Castilla la tendencia latinizante era la que dominaba.14 A medida que avanza el siglo XV, sin embargo, se comienza a percibir un cambio en relación a la estructura cerrada del período anterior: se siente la necesidad de romper con la oscuridad de los textos y se intenta hacer más claras y cercanas las traducciones. Se puede observar, pues, en palabras de Recio «una evolución que se muestra en la búsqueda de un equilibrio entre lo ad litteram y lo ad sententiam hasta proponer un texto familiar, variado, flexible, que no se aleje de la lengua común».15 Poco a poco penetran los autores y las ideas italianas, humanistas y cada vez son más los traductores que en Castilla aceptan a San Jerónimo, incluso los que se dedican al latín. Se erige, de este modo, una «tradición liberal», en palabras de Morreale, frente a lo que sería una posición más tradicional aferrada a la literalidad.16 Toda esta periodización que relevo, de manera un tanto sencilla, no tiene en cuenta un importante cambio que sí se da a fines del XIV, que desde mi perspectiva resulta esencial. Como da cuenta Gómez Redondo, el Canciller Pero López de Ayala, por ejemplo, traduce De Casibus virorum illustrium de Boccaccio y las Décadas de Tito Livio obedeciendo a un proyecto que comienza a distanciarse de las concepciones anteriores —relacionadas con pautas doctrinales y religiosas—, al hallarse estrechamente vinculado a las preocupaciones políticas del momento, que giraban en torno a la necesidad de asimilar y justificar el establecimiento de la nueva dinastía Trastámara y sus consecuencias.17 A la afirmación citada de Rubio Tovar al comienzo, por tanto, habría que hacerle un añadido: las traducciones tardo-medievales reflejan también intereses políticos.

 

Es justamente dentro de este contexto de cambio que se comienza a traducir la Divina Commedia y los comentarios que sobre ésta circulaban. En un primer momento, entre 1429 y 1450, como fruto del círculo literario del Marqués de Santillana y de su curiosidad humanística. En efecto, de su biblioteca proceden tanto la versión de la Commedia de Enrique de Villena (ms. 10.186 BNM), como las traducciones anónimas de los primeros siete cantos del Comentum super Dantis Alighieris Comoediam de Benvenuto da Imola (ms. 10208 BNM) y de todo el Commentarium de Pietro Alighieri (ms. 10207 BNM) y también la que Martín de Lucena realizó a partir del Comentum del Purgatorio de Benvenuto da Imola (ms. 10196 BNM).18 En un segundo momento, entre 1502 y 1515 aproximadamente, el arcediano de Burgos Pedro Fernández de Villegas la traduce en esta misma ciudad a pedido de Juana de Aragón, hija natural de Fernando el Católico, mujer del condestable de Castilla Bernardino Fernández de Velasco. Esta traducción, que se divulga a través de la imprenta en 1515, emerge en el marco de la política imperial de los Reyes Católicos.

Antes de detenerme en la descripción y relevo bibliográfico de las problemáticas en torno a estos textos, resulta preciso aclarar cuáles fueron las inquietudes principales que me guiaron en mi primer acercamiento a las traducciones de la materia dantesca. Se desprenden, de hecho, del panorama previamente descrito: ¿De qué manera el contexto cultural y político de la España humanista influyó en su recepción y traducción? ¿Hasta qué punto podría concebirse la traducción medieval, en cuanto práctica hermenéutica y recreadora, como reescritura y nueva «puesta en obra»? El interés por abordar estas cuestiones determinó un recorte del objeto de estudio, que en los comienzos de esta investigación pretendía abarcar todas las traducciones recién mencionadas.

2. La suerte de Dante en Castilla: relevo bibliográfico

Se dedican a estudiar específicamente la suerte que tuvo tanto la Commedia dantesca como sus comentarios en Castilla, Penna, Morreale, y, a modo de breve apartado en trabajos más amplios sobre la traducción en Castilla, Alvar y Lucía Megías.19 Todos estos estudios, sin embargo, son más bien descriptivos: le dedican pocas líneas a cada texto y, en la mayoría de los casos, hacen referencias muy breves a su contexto de producción. Resulta importante señalar que todos estos críticos concuerdan en que las dos traducciones más importantes, sea por la envergadura del trabajo —pues son las más completas— o por la presencia de glosas, son las de Enrique de Villena (1428) y Pedro Fernández de Villegas (Burgos, 1515). Desarrollaré brevemente, por tanto, el estado de la cuestión acerca de estos dos textos.

La traducción de Enrique de Villena es una versión extremadamente literal, por lo cual se ha aducido —teniendo en cuenta sus otras traducciones, como la de la Eneida, y su manera de trabajar— que podría ser una versión intermedia, borrador, y que la final nunca se completó.20 El interés que suele despertar el texto de Villena se debe a que la traducción se presenta en los márgenes del folio donde se trasmite el texto italiano, cual apostilla, y dispone de un articulado aparato de glosas en latín y en castellano. El manuscrito trilingüe (ms. 10.186 BNM) fue objeto de muchos estudios, entre los cuales el más importante es el trabajo de José Antonio Pascual sobre el Infierno, que releva y afronta problemáticas fundamentales de la traducción, concluyendo que es una versión latinizante y literal.21 Los otros estudios al respecto de Devilla, Zecchi y Cátedra, al ser ediciones del texto traducido, dejan de lado una de las cuestiones fundamentales para la recepción: cómo las glosas influyeron en la traducción y cómo los tres estados de lengua —el italiano, las glosas y la traducción— interactuaban en la recepción.22 Un aspecto de este problema es estudiado por Paola Calef, quien advierte que muchas de las glosas del manuscrito de Madrid no han sido todavía objeto de estudio y que el papel intermediario que desempeñaron entre el original y la traducción ha estado sobrevaluada hasta ahora.23 El estudio de Calef, dedicado a esta cuestión, me ha resultado fundamental para revisar algunas de mis hipótesis, relacionadas con las pautas ideológicas que determinaron las elecciones léxicas en aquellos pocos lugares donde el texto se aparta del original. Calef prueba que tanto las traducciones anómalas o de términos que el traductor no podría comprender por su competencia lingüística, como los casos de amplificación donde la traducción no contiene elementos deducibles del texto dantesco, proceden de la tradición exegética dantesca y, por tanto, no son huella del contexto particular español. Además, la crítica demuestra fehacientemente que las glosas en latín que influyen muchas veces en la traducción se realizaron en un período bastante previo en el que el manuscrito se encontraba todavía en Florencia. En cuanto a las glosas castellanas, por un lado, Calef prueba que algunas son del Marqués y generalmente corrigen la traducción o aclaran cuestiones oscuras sirviéndose de comentarios con los que contaba en su biblioteca (por ejemplo, Benvenuto da Imola y Pietro Alighieri). Por el otro, las glosas anónimas son, ya intentos de traducción o notas preparatorias (si es que son de Villena), ya aclaraciones históricas de personajes. Ninguna, pues, ofrece datos particulares sobre la recepción. Este primer acercamiento a los estudios específicos sobre la traducción de Villena me llevó, por tanto, a descartarlo como objeto de estudio, al considerar que todo lo que se podía decir al respecto ya ha sido dicho.

La traducción del Infierno de Pedro Fernández de Villegas es, en cambio, una versión que convierte la terzina dantesca en coplas de arte mayor, debiendo así recurrir a versos agregados. Además, la versión que nos transmiten los numerosos ejemplares impresos que se conservan difiere ampliamente del único manuscrito conservado (ms. B 2183 de la Hispanic Society): cada estrofa está acompañada de un extenso comentario de Villegas que, en parte, traduce — amplificando, omitiendo, apartándose— el Comento sopra la Comedia de Cristoforo Landino (Florencia, 1481), el más prestigioso comentarista dantesco del momento. La naturaleza de este mismo texto en cuanto «textus cum commento», nomenclatura que tomo de Powitz,24 resulta harto provechosa para estudiar los procesos de traducción y glosa como procesos íntimamente relacionados que, interviniendo tanto en los procesos de traducción del texto poético como de su comentario, confluyen en una nueva instancia de puesta en obra, así como también inauguran una nueva etapa interpretativa de la materia dantesca, puramente española, y que pretende guiar de cerca la lectura. Será ésta, de hecho, la única traducción española que circula en la península hasta fines del siglo XIX, donde, en el revival dantesco del romanticismo, se la vuelve a imprimir, esta vez desprovista del comentario y con varios errores de transcripción.25 Un texto de tal complejidad resultó ideal para acercarme a uno de mis objetivos principales: analizar la traducción como reescritura, en la que se encuentran huellas textuales de un contexto histórico cultural en los umbrales del humanismo español. La complejidad y riqueza descubiertas en este texto impusieron, pues, una reestructuración de mi corpus, que comenzó a centrarse sobre todo en el análisis particular de esta traducción y de su comentario, dejando al resto de los textos —no sólo el de Villena y el del anónimo traductor del primer Canto (ms. S-II-13 del Escorial),26 sino también los fragmentos traducidos de los comentarios de Benvenuto da Imola y de Pietro Alighieri (mi corpus primigenio)— como fuentes secundarias.

Los estudios particulares sobre el texto de Fernández de Villegas eran, hasta el momento de mi investigación doctoral (2008-2012), muy escasos. El primero es un artículo de Beltrani en el Giornale Dantesco quien, desde una perspectiva conservadora, tiene el objetivo de desestimar a Villegas en cuanto traductor de Dante, puntualizando a cada paso las deficientes habilidades poéticas del arcediano en comparación con Dante.27 Advierte, asimismo, algunas de las técnicas de la traducción, como la elisión y adición de versos, que desde su punto de vista, están motivadas siempre por un intento moralista. Su perspectiva, por tanto, resulta un tanto acotada pues, además de concebir el «deber ser» de la traducción como una «reproducción» fehaciente del original, concepción que dista de los parámetros hermenéuticos de la época, a la hora de evaluar estéticamente la obra de Villegas la desacredita al no tener en cuenta el factor más importante: la necesidad cultural imperiosa de asimilar y reapropiarse de esta extraña y nueva forma artística en el nuevo contexto.

Luego tenemos también el estudio de Arce que, aunque no se dedica solamente al texto de Villegas, le otorga un lugar privilegiado en su análisis.28 Su estudio se centra en la lengua, esto es, en dar cuenta de las diferencias léxicas entre la Commedia y los textos de sus traductores. El tipo de análisis que realiza es más bien descriptivo e inmanentista y no intenta ofrecer explicaciones sobre las causas que pudieron haber motivado las diferencias.

El siguiente estudio que se dedica exclusivamente al texto de Villegas es la tesis inédita de Andreu Lucas, junto a un breve trabajo posterior donde resume los resultados de esta investigación.29 Ambos se centran en las variaciones que presenta la traducción de Villegas en comparación con el texto fuente, reflejadas principalmente en el uso sistemático de la técnica retórica de la amplificación y en la reducción de la variedad léxica, mecanismos motivados, según la crítica, por fines didáctico-moralizantes. Aunque intenta, por tanto, ofrecer una explicación sobre el tipo de adaptación, en realidad presenta la «adaptación ideológica» como una cuestión de moralización, mientras que, como ya se planteó, debería ser atendida también en cuanto adaptación político-cultural. Me demoraré un instante en las conclusiones de su tesis. Luego de detenerse en la mayor profundización que la traducción del arcediano ejerce sobre las implicancias teológicas y didácticas del texto fuente señala cómo «los motores históricos, políticos y jurídicos» del texto dantesco son «minimizados en ésta —cuando no eliminados— por la acción de unas amplificaciones cuyo carácter didáctico-moral excluye las contingencias de la vida humana» y cómo, peor aún desde su perspectiva, sus «valores poéticos [son] mutilados sistemáticamente en una traducción que confundió la fidelidad al texto con la literalidad léxica».30 A su vez, el «carácter interpretativo» de estas amplificaciones «anula las posibilidades connotativas del texto original, resolviendo las sugerencias dantescas en un sentido unívoco capaz de guiar la mente del lector a través de los senderos preestablecidos por la actitud moralista y didáctica del traductor».31 A lo largo de todo este estudio intentaré probar cómo esta postura requiere ser matizada, pues se basa en un abordaje de la traducción que se desliga del contexto histórico-cultural y literario en el que emerge y cobra su total relevancia, y sólo la juzga en relación al texto fuente. A la vez, desatiende las implicancias totales del comentario que la acompaña. Las últimas líneas con las que se cierra la tesis de Andreu rezan lo siguiente:

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