Alberto Ladrón de Guevara Jiménez

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Alberto Ladrón de Guevara Jiménez.

Médico y humanista, maestro e historiador

se terminó de editar en noviembre de 2018

en las oficinas de la Editorial Universitaria,

José Bonifacio Andrada 2679, Col. Lomas de Guevara,

44657 Zapopan, Jalisco.

Conversión gestionada por:

Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2018.

+52 (55) 52 54 38 52

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En la formación de este libro se utilizaron las familias tipográficas Minion Pro, diseñada por Robert Slimbach y Ronnia, diseñada por Veronika Burian y José Scaglione.

Índice

Presentación

Hugo Torres Salazar


Historia de sus vínculos

Hugo Torres Salazar


Médico y humanista

Salvador A. Gutiérrez Gauna

David Luce Guzmán

Carlos Villarruel Gascón


Narración de la extraordinaria experiencia del joven médico en Chicago de 1926 a 1937

Helen Ladrón de Guevara Cox


Trayectoria docente en la Facultad de Filosofía y Letras

Ma. de Lourdes González trujillo

Gabriela Ruiz

Ortencia Viveros


Funcionario universitario

Dora Meléndez Vizcarra

Lorena Meléndez Vizcarra

Laura Vera Hernández


Alberto Ladrón de Guevara bajo cinco miradas

Hugo Torres Salazar


Agradecimientos

Hugo Torres Salazar


Semblanza fotográfica

Anexos


Presentación

Hugo Torres Salazar


Con el gusto de siempre y con la enorme nostalgia por la ausencia de personajes que fueron memorables en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara, hoy dedicamos el volumen 3 de la Colección Maestros Memorables de la Facultad de Filosofía y Letras al doctor Alberto Ladrón de Guevara Jiménez, ilustre en todas las acciones que realizó: la docencia, la investigación, la divulgación de la historia; y fuera del ámbito universitario, la medicina.

Todas estas facetas las llevó a cabo desde sus diversas ocupaciones. En su desempeño profesional como médico, profesor y directivo universitario; y en lo familiar como hijo, hermano, esposo y padre.

Alberto Ladrón de Guevara fue humano en el ejercicio médico y generoso en el ejercicio magisterial. Ejerció la medicina en Guadalajara, en instituciones como el Hospital Civil, el Seguro Social y el Sanatorio Guevara. Su labor con la comunidad latina fue muy significativa en el Hospital de Chicago. Como docente dejó huella en el Colegio Americano —hoy American School—; lo mismo en la Universidad de Guadalajara, primero a nivel bachillerato y después en la Facultad de Filosofía y Letras. El ejercicio profesional de ambas actividades siempre lo llevó a cabo con excelencia y fundamento ético.

En la facultad dejó un gran ejemplo con su trayectoria como director y profesor; los alumnos lo recuerdan por sus clases de Historia universal y Didáctica de la historia. Enseñaba historia y educaba sobre cómo enseñar historia. No fue prolífico en la escritura, pero sus lecciones eran verdaderos compendios de erudición; impartía sus materias partiendo de textos originales escritos en diferentes idiomas —inglés o francés— y con base en autores de México, América o Europa. A ninguno de sus alumnos le eran desconocidos los textos de A. Malet y J. Isaac o de M. Crouzet.

El volumen 3 de esta colección aborda precisamente las diferentes caras de nuestro ilustre biografiado.

En el primer capítulo, “Historia de sus vínculos”, Hugo Torres Salazar desarrolla su historia de vida por medio de información familiar, personal y social. Se basa en los diversos vínculos que forjó con personas e instituciones, describiendo su carácter humanitario en su ejercicio profesional con sus pacientes y alumnos.

En el aspecto familiar, el doctor Alberto era requerido en todos los eventos de la familia Guevara Jiménez para dar fe de su estrecho vínculo familiar. Mientras, en su quehacer como médico y humanista destacó por el carácter profesional y ético que guiaba cada una de sus consultas o en las iniciativas de carácter social que dirigía o participaba. Le preocupaba el dolor humano y vivía para mitigarlo aplicando las técnicas más adelantadas en el tratamiento de la tuberculosis. Sus colegas médicos lo recuerdan con admiración por su entrega en el ejercicio del deber.

Esta última descripción la encontramos en el capítulo “Médico y humanista”, de la autoría de Carlos Villarruel Gascón, Salvador A. Gutiérrez Gauna y David Luce Guzmán, quienes complementaron su trabajo con entrevistas a médicos que trabajaron con él y pueden dar fe de su calidad humana.

Para indagar un poco más acerca de la estancia que realizó en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, la maestra Helen Ladrón de Guevara Cox hace una detallada descripción en el capítulo titulado “Narración de la extraordinaria experiencia del joven médico en el entorno de la medicina. Chicago, 1926-1937”.

La autora proporciona datos importantes que nos descubren su forma de ser frente a los estudios, su atención a los enfermos y la oportunidad que tuvo de conocer en el plano personal y profesional a brillantes médicos de calidad internacional por medio de sus investigaciones, mismas que le permitieron adquirir conocimientos científicos que aplicaría primero con los pacientes locales, después —con el mismo celo profesional— con los de hospitales de asistencia social (Hospital Civil, IMSS), y finalmente con los particulares del Sanatorio Guevara. Esta actividad lo situó como uno de los médicos más innovadores y promotores de la salud social.

En el capítulo “Trayectoria docente en la Facultad de Filosofía y Letras”, María de Lourdes González Trujillo, Gabriela Ruiz Briseño y Ortencia Viveros Ríos presentan un estudio minucioso de su trayectoria como profesor de la Facultad de Filosofía y Letras. Las autoras llevan al lector de la mano para mostrarle la responsabilidad que Ladrón de Guevara destinaba a su diario ejercicio como docente y funcionario. Asimismo, describen las estrategias que aplicaba en sus clases para lograr aprendizajes significativos. Nos indican de qué manera planificaba sus clases, cómo evaluaba y la atención que ponía durante todo el proceso del aprendizaje.

En su labor educativa inspiró a muchos de sus alumnos y colegas para preparar e impartir las clases como él lo hacía en las aulas universitarias; pero sobre todo, transmitió valores sustanciales propios de un maestro de excelencia: responsabilidad, compromiso, espíritu de investigación, dominio del conocimiento histórico, capacidad para transmitirlo y, lo más importante, el ejercicio de la ética.

 

El doctor Ladrón de Guevara enseñaba como pensaba, pensaba como investigaba y transmitía el conocimiento histórico con la curiosidad e imaginación de todo científico social.

En el capítulo “Funcionario universitario”, Dora Meléndez Vizcarra, Lorena Meléndez Vizcarra y Laura Vera Hernández hacen un recorrido por el camino que nuestro protagonista transitó en cada una de las dependencias universitarias: profesor en la Preparatoria de la Universidad de Guadalajara y en la Facultad de Filosofía y Letras, y ahí mismo como su director. Ponen especial atención en este último aspecto al describir todas las actividades que el cargo requería: su asistencia y participación en el Consejo General Universitario; su interés por la enseñanza, investigación y divulgación de la historia por medio de cursos, seminarios, conferencias y congresos, mismos en los que, gracias a su constante promoción, desfilaron los intelectuales más distinguidos de las ciencias humanas, la historia, la filosofía y las letras.

Como director cumplió cabalmente con sus funciones administrativas, y como gestor universitario demostró una actitud dinámica para que las clases, planes y programas de estudio concluyeran satisfactoriamente. También trabajó afanosamente para que los egresados de las licenciaturas se colocaran en el medio social con eficiencia y responsabilidad. Estaba convencido de que cada estudiante universitario debía promover el cambio social mediante su desempeño profesional y así retribuir a la sociedad los estudios que se le habían proporcionado.

En “Alberto Ladrón de Guevara bajo cinco miradas”, Hugo Torres toma como material las entrevistas realizadas a cinco personalidades que lo conocieron en lo cercano y en lo cotidiano: José María Murià, Magdalena González Casillas, Ivette Ortiz Minique, María Eugenia Camarena Navarro y Angélica Peregrina. Todos ellos fueron sus alumnos en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras, y posteriormente se convirtieron en sus colegas al integrarse como profesores en la misma escuela. Su profesor en algún momento fungió como su director, en otros como su colega y, siempre, como un entrañable amigo.

Los entrevistados narran sus experiencias, encuentros y aprendizajes al lado del doctor Alberto. Nos hablan no sólo de sus vivencias académicas sino también de las personales, como es el caso de José María Murià; en el servicio administrativo, en su papel de oficial mayor, al lado de Magdalena González Casillas; en la docencia, Ivette Ortiz Minique supliéndolo en algunas asignaturas; y en convivencia escolar con María Eugenia Camarena y Angélica Peregrina.

Hugo Torres consideró los textos más representativos de estas voces para desplegar su personalidad en sus diferentes rostros: maestro, colega, amigo y, sobre todo, en su carácter íntimo de ser humano. Así, al final de este capítulo se retoma el compendio Charlas sobre Historia. 1977-1979 para presentarlo en su dimensión como historiador, en la enseñanza y en la investigación.

Por último, este libro ofrece a los lectores una semblanza fotográfica compuesta de imágenes seleccionadas por Helen Ladrón de Guevara y Hugo Torres Salazar. Todas pertenecen al archivo de la familia Ladrón de Guevara Cox.

Los textos comprendidos en este volumen reflejan la visión que los autores se formaron de la personalidad del doctor. Sin duda, su lectura se verá complementada con la propia percepción y comentarios de los lectores. Esperamos que les evoque recuerdos entrañables y arrebate suspiros por tiempos pasados; pero sobre todo, confiamos en que atraiga apreciadas memorias del gran maestro, del gran amigo, del gran ser humano: doctor Alberto Ladrón de Guevara Jiménez.


Historia de sus vínculos

Hugo Torres Salazar


Introducción

El hombre se construye a partir de vínculos sociales, y su característica principal es crearlos y recrearlos. Desde su gestación es producto del lazo amoroso de sus padres que lo concibieron con deseo, que al nacer le dieron un nombre y que con el lenguaje lo incorporaron a la sociedad.

En el largo camino de su vida, la matriz de sus relaciones es la familia; ahí adquirirá su independencia y se convertirá en un formador de vínculos, con la familia, en la escuela, en los diversos grupos sociales donde participe, en la cultura, en la profesión, entre otros.

El propósito del presente texto es mostrar los nexos que formaron y proyectaron a Alberto Ladrón de Guevara en sus diferentes contextos sociales: en el ámbito familiar con sus padres, hermanos, esposa e hijas; en el médico con sus pacientes y colegas; en la docencia, con sus maestros y alumnos. Este es nuestro objetivo: presentar una historia de vida de los vínculos que creó durante su existencia, cultivándolos a través de diferentes relaciones sociales que lo llevaron a ser considerado por nuestro Seminario de Biografía y Narrativa como un Maestro Memorable de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara.

Vínculos familiares

Los primeros vínculos que el hombre forja en su vida son los familiares, mismos que lo acompañarán siempre en lo biológico y en lo espiritual.

Alberto Ladrón de Guevara nació el 9 de septiembre de 1903 en Ahualulco de Mercado, municipio del estado de Jalisco.1 Fue registrado en los archivos del Registro Civil por sus padres: Lucas Ladrón de Guevara2 y Josefina Jiménez Gutiérrez de Guevara, cuyo enlace matrimonial se efectuó en 1901. De igual manera se levantó en el Registro Civil el nacimiento de sus hermanos Aurelia y Miguel.3,4

La familia Ladrón de Guevara-Cox inició con el enlace matrimonial de Alberto Ladrón de Guevara y Gertrude M. Cox el 2 de agosto de 1940, en Nogales, Sonora. Como lugar de origen de la novia se registró la ciudad de Lachine, Quebec, Canadá; y para el novio, la población mexicana de Ahualulco de Mercado.5 A los cuatro años se completó la familia con el nacimiento de sus dos hijas: primero Helen y después Lucila; ambas educadas bajo un estricto sentido de responsabilidad individual y social, lo que las llevó a destacarse como profesionales brillantes. Helen se desempeñó como profesora normalista de educación preescolar, egresada de la Escuela Normal de Jalisco; obtuvo la Maestría en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara y el título Master of Library Science (Maestría en Biblioteconomía), acreditado por la Asociación Americana de Bibliotecas (ALA), State University of New York, Albany.6 Lucila se desarrolló profesionalmente como química farmacobióloga en varios centros hospitalarios de Guadalajara, destacando en los laboratorios de análisis clínicos del antiguo Hospital Civil de Guadalajara y en el Hospital de Gineco-Pediatría del IMSS; también egresó de la Universidad de Guadalajara.

En el universo familiar de Alberto concurrieron diferentes personajes que influyeron bastante en su vida: la abuela, las tías, sus hermanos y sus padres. De la misma manera, podemos mencionar a Martina Morales, abuela paterna; a la profesora Elisa Guevara Morales, tía paterna; y ya con gran reconocimiento social, a su otra tía paterna, la profesora Aurelia Guevara, quien por muchos años fue directora de la Escuela Superior para Niñas número 1. No hay que olvidar a su Ñaña, la señorita Rosenda Guevara Morales, tía abuela paterna, a quien le dedicó una fotografía infantil con señalado énfasis: “De su sobrino que nunca la olvidará”; ni a su prima, Esther Uribe Ugarte. En este recuento de personas importantes en su infancia no pueden faltar sus hermanos Miguel y Aurelia, y mucho menos sus padres: Lucas L. de Guevara y Josefina Jiménez de Guevara.

En poco tiempo, la familia Ladrón de Guevara-Cox extendió sus vínculos al concretar nuevas amistades en la ciudad de Guadalajara; cualquier actividad de carácter social, cultural o académico que realizaban era conocida no sólo en el ámbito privado de la familia, sino en los periódicos locales que le seguían la pista e informaban de sus reuniones familiares, inauguraciones, eventos culturales, viajes, decesos y todo tipo de actividades. Así lo demuestra la narración siguiente que describe una celebración de índole familiar:

La reunión cuyo motivo era celebrar el 100 aniversario de la Sra. Elisa Guevara viuda de Vélez, miembro de la familia Guevara, reunió a varios familiares del Dr. Ladrón de Guevara, pero también puso de manifiesto la diversidad de profesiones que tenían sus miembros y el impacto de su ejercicio profesional en la sociedad de Guadalajara.

Después del servicio religioso en honor de la señora de Vélez, celebrado en el templo parroquial de Zoquipan, los invitados se trasladaron al domicilio del Dr. Alberto Ladrón de Guevara, en donde se ofreció una comida y se brindó por la festejada.

Entre los concurrentes estuvieron el Dr. Enrique Guevara, Miguel Guevara Jiménez, Profa. Aurelia Guevara de Arreola, Dr. Antonio González Guevara, Lic. Jorge González Guevara, Dr. Carlos González Guevara, Prof. Jesús González Rivas, Profa. María de González Rivas, Lic. Jorge Guevara Rubio, Q.F.B. Lucila Ladrón de Guevara de Fernández del Valle y Elena [sic] Ladrón de Guevara.7

Aunque no se mencionan en la fuente anterior, pudo constatarse con la también invitada profesora Catalina Arriola Guevara,8 la asistencia de otras personalidades a la reunión, como el escritor Clemente Uribe Ugarte y el doctor Guillermo Guevara Rubio, entre otras decenas de familiares y amistades. Se cuenta con las disculpas de ausencia por causas de fuerza mayor del licenciado Rodolfo González Guevara (secretario general del Departamento del Distrito Federal) y su esposa la licenciada Elisa Macías Meléndez de González.

Sus allegados se congratulaban de contar con su amistad y lo consideraban como un invitado especial para las reuniones sociales y familiares que realizaban; así quedó registrada su presencia en la cena que el doctor Amado Ruiz Sánchez y la señora Blanca Estela Razura de Ruiz Sánchez ofrecieron a su hija Blanca Estela para darle la bienvenida después de pasar un año en plan de estudios por Estados Unidos. A este evento concurrieron las siguientes personas:

Matilde M. de Razura, Esther Sánchez de Ruiz, Dr. Juan José Álvarez, José Moyohes, Rodolfo Partida, Dr. Juan Menchaca, Dr. Arnulfo Aguilar, Lic. Guillermo Cedeño, Ernesto Ruiz Sánchez, Israel Sades, Ing. Juan Jiménez, Andrés Alba Saldaña, Jorge Álvarez del Castillo y familia, Margarita Ramírez, Patricia Trillo, Lynn Alba, Norma Guerrero, Velia Castellanos, Georgina Jáuregui, Lic. Jorge Seimandi, Dr. Alberto Ladrón de Guevara, José Shemaría, Ing. Rubén Ruiz Peña y muchas familias más.9

Alberto Ladrón de Guevara tuvo la fortuna de gozar a su madre durante toda su vida; sin embargo, sufrió la desgracia de despedirla de este mundo en 1958. La disminución de la familia Ladrón de Guevara comenzó con la muerte de los padres.

Mediante una notificación fechada el 4 de mayo de 1958 se informó del deceso de la señora doña Josefina Jiménez de Guevara ocurrido un día anterior. Además de manifestar el duelo a los familiares, se dio a conocer el trayecto del cortejo fúnebre, partiendo del Sanatorio Guevara a la funeraria El Carmen, en la ciudad de Guadalajara (ubicada en la calle Hidalgo número 571).

Años más tarde, en 1965, se expresaron en el periódico El Informador10 las condolencias que la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara presentó con motivo del fallecimiento de su padre, acaecido el 19 de marzo de ese año en la capital jalisciense.

Vínculos escolares

Después de vivir los vínculos fraternos en el ámbito familiar, todo sujeto los transfiere al medio educativo, donde la fratría se multiplica con cada uno de sus compañeros.

Alberto Ladrón de Guevara realizó parte de sus primeros estudios en su pueblo natal, Ahualulco de Mercado; sin embargo, en el año de 1913, a causa de los disturbios ocasionados por la Revolución Mexicana de 1910, se trasladó a la ciudad de Guadalajara para concluirlos en un ambiente menos peligroso,11 donde continuó su educación primaria a partir del cuarto año en la Escuela Superior para Niños número 1, a cargo del profesor Aurelio Ortega —contemporáneo de su tía Aurelia Guevara, quien dirigía la Escuela Superior para Niñas número 1. Como dato curioso podemos mencionar que la maestra Atala Apodaca dejó una huella importante en su infancia, quien décadas más adelante le dedicaría una fotografía de su juventud con el texto siguiente: “Atala Apodaca en 1913, maestra entonces de Alberto Ladrón de Guevara toda una inteligencia privilegiada. Afectuosamente, agradeciéndole mi [sic] siga siendo fiel”.12

 

La casa de la tía Aurelia y su hermana Elisa fue su nuevo hogar en la Perla Tapatía. Y precisamente, esa misma casa sería el lugar a donde llegarían a vivir algunos años después sus primos Jorge, Antonio, Héctor, Carlos y Rodolfo González Guevara, personajes destacados en el campo de la medicina, la abogacía y la política mexicanas.

Podemos darnos cuenta de la educación integral y la gran disciplina que recibió en estos primeros años gracias a sus cuadernos escolares de diferentes grados:

1. Cuaderno con 87 hojas foliadas con canutero y tinta china y a lápiz. Contiene lecciones y notas escolares de física, historia general, química, gramática, zoología, fisiología e higiene, botánica, geografía, mineralogía. Se observa la anotación a lápiz “Viva Atala Apodaca”. Todo esto está escrito en un Cuaderno con etiqueta de la librería El Lápiz del Águila, Av. 16 de Septiembre número 43. s.l.s.f. Por el contenido se infiere que cursaba el quinto grado de educación primaria.

2. Cuaderno con 144 hojas foliadas, manuscrito con canutero y tinta china y lápiz. Contiene lecciones y notas escolares de ciencias naturales-zoología, álgebra (notas en inglés) y mineralogía con un colofón: “Fin de la Mineralogía de la Srita. María C. Aldrete”. También contiene materias como raíces griegas, botánica, “El episodio de la vida de V. Guerrero”, higiene, alimentación, bebidas, lectura y recitación de “Balada de Año Nuevo” de Manuel Gutiérrez Nájera, además de otros versos de Manuel José Othón, Alberto Herrera y Núñez de Arce. Se incluye geografía, personajes de la historia mexicana y otros datos. Este cuaderno consta de la misma etiqueta de la librería El Lápiz del Águila.

3. Cuaderno sin foliar manuscrito con tinta bolígrafo. Lleva por título “Que Sais-je? Los primeros cristianos por Marcel Simon, decano de la Facultad de Letras de Estrasburgo”. El cuaderno corresponde a la papelería El Nuevo Libro de Caja, Av. 16 de Septiembre número 188, Guadalajara, Jal. ca. 1950.

4. Cuaderno sin foliar, redacción con pluma fuente para tinta y lápiz. Comprende sección IV “Respiración, hojas de contabilidad de préstamos y pagos”, “El punto de vista del historiador”, bitácora de malestar y medicación de un paciente. Cuaderno con etiqueta impresa de la Imprenta y Librería Font, Guadalajara, Jal. Libreta popular 400 pp.

5. Cuaderno sin foliar, manuscrito de temas varios. 7 pp. Relación de libros sobre medicina en francés e inglés con costo de cada uno. Apuntes en francés, con fecha de X-1-58, X-6-58. Se aprecia que algunas hojas fueron arrancadas. Finaliza con hojas de relación de libros sobre medicina en inglés y francés, incluyendo el precio de cada uno. Cuaderno con sello de Librería y Papelería Carlos Moya, sucursales Morelos y Santa Mónica, Guadalajara, Jal., casa establecida en 1872.13

En este periplo de su vida escolar no sólo nos enteramos de su trayectoria como estudiante, sino también de su proceso de apropiación del conocimiento, en particular de los idiomas inglés y francés.

Al concluir la primaria, se inscribió como bachiller en la Escuela Preparatoria de Jalisco, conocida en la estructura universitaria como la Escuela Preparatoria número 1. Concluyó este nivel conforme el plan vigente en el año de 1919, y su certificado está avalado por las firmas del rector Enrique Díaz de León, del secretario Ramón Delgado y, al anverso, del secretario general de Gobierno y el gobernador Margarito Ramírez.

Al finalizar su educación media superior “en 1919 ingresó a la Escuela de medicina, realizando su internado en el Lazareto y graduándose en 1925, siendo su generación la primera de egresados de esta disciplina de la recién establecida [en su refundación] Universidad de Guadalajara”.14 Finalizó los estudios correspondientes a la carrera de Médico, Cirujano y Partero el día 8 de diciembre de 1925, mediante la tesis titulada “Estudios clínicos sobre la anestesia sinérgica en el parto”, examinado y aprobado en todas sus calificaciones. Obtuvo el respectivo título por parte de la Facultad de Medicina, avalado por las firmas del director Juan Campos Kunhardt, el secretario Abel Romo. El rector Enrique Díaz de León y el secretario Ramón Delgado dan fe de dicho documento, además del secretario general de Gobierno y el gobernador Margarito Ramírez.

El título universitario que lo avala como médico cirujano partero lleva el número ٣٢, expedido por “el Sr. Dr. Fernando Banda y Sr. Rafael Rodrígues [sic]”, el 8 de junio de 1926. Aparecen registrados como media filiación del titulado los siguientes datos: “Nombre: Alberto L. de Guevara, Natural de: Ahualulco, Jal.; Estado Civil: Soltero; Edad: 22 años, Color: Moreno; Estatura: 1,72 (un metro 72 cmts.) Pelo: Negro; Frente: Grande; Ojos: Cafés; Nariz: Regular; Boca: Chica; Barba: Regular y sin ningunas señas particulares”. El documento es acreditado por la Rectoría de la Universidad de Guadalajara, con la firma del secretario Rafael Rodríguez.

Para cursar su especialidad médica tuvo que trasladarse a la ciudad de Chicago, donde permaneció once años (1926-1937)15 en calidad de interno en el American Hospital de Chicago, y como residente en el Wexley Hospital en la Clínica de Tuberculosis de Naperville, Illinois, en la especialidad de Neumología y Tuberculosis. Al respecto, José María Murià afirma que dichos acontecimientos “superaban aún a los de los renombrados especialistas de la capital de la República Mexicana”. Finalmente, concluyó su especialidad en enfermedades pulmonares (tórax) en el Edwards Sanatorium, a cargo de la Universidad de Chicago:

Las grandes corporaciones invierten enormes sumas de dinero en investigaciones científicas que redondean, profundizan y difunden el concepto de la génesis bacteriológica de la enfermedad, para que tranquilizara a los trabajadores, pusiera paz en los a la sazón de exaltados ánimos y permitiera desarrollar tecnología médica capaz de aumentar los dividendos de los capitales invertidos. Esto fue sobre todo notable en los Estados Unidos, donde ya existía una tradición cincuentenaria en otras áreas de las ciencias aplicadas y que las grandes empresas habían desarrollado merced a desinteresadas donaciones a las universidades o incluso la creación de universidades enteras en productivas asociaciones industria-educación: Hopkins, Tulane, Clark, Vanderbilt, Stanford, Cornell.16

En 1937, a través del Comité de Despedida y Agradecimiento, el Edwards Sanatorium celebró al doctor Ladrón de Guevara por su estancia académica y médica.17

En resumen, practicó la medicina por más de treinta y cinco años, mientras que la docencia, y en específico la enseñanza de la historia, fue una labor que ejerció hasta su muerte. Siempre se mantuvo en constante formación y actualización; leía, escribía, investigaba y enseñaba.

Desempeñó actividades de enseñanza en la Northwestern University Medical School durante su etapa de especialidad médica en enfermedades pulmonares.

En Guadalajara, “en el año de 1937, fue nombrado profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Guadalajara y en 1941 obtuvo la titularidad de la clase de Clínica del Aparato Respiratorio y Paredes Toráxicas, al mismo tiempo desempeñó la jefatura de la misma especialidad en el Hospital Civil”.18

Asimismo, formó parte del cuerpo docente de la Facultad de Filosofía y Letras —fundada en 1957— impartiendo las clases de Historia comparada de las religiones, Historia universal y Didáctica de la historia, donde impulsó la práctica de nuevas técnicas en la enseñanza de la historia mediante clases participativas y de análisis crítico. Incorporaba en sus clases textos en inglés y francés, los cuales traducía al español de manera simultánea.

Consideraba fundamental que los profesionales de la historia fueran capaces de dominar la lectocomprensión de diversas lenguas, por lo que promovió desde la Coordinación de Enseñanza de Lenguas Extranjeras la creación de un programa de entrenamiento de idiomas en las escuelas preparatorias.19 Así, gracias a él, aprobar un examen de traducción del idioma estudiado –ya fuera inglés, francés o alemán– se convirtió en un requisito obligatorio para la titulación de los egresados de la Facultad de Filosofía y Letras.

Con los antecedentes de su práctica médica sobre la mesa, cabe preguntarnos si puso en práctica estos principios al ejercer la enseñanza de la historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara:

Su pensamiento analítico y profundo aplicado a la clínica mostró el camino de la objetividad y la evaluación crítica a miles de alumnos de nuestra universidad. Promovió siempre la duda entre aquellos que lo escuchaban dentro y fuera del aula, en la sala de operaciones o en la cama del paciente, pero la duda positiva, la que nos hace buscar soluciones apegadas a la verdad, y así influyó en alumnos y profesores de la misma, elevando en todos los niveles la enseñanza de la medicina.20

Como director de la Facultad de Filosofía y Letras se empeñó en fortalecer el aprendizaje de las ciencias históricas y sociales a través de diversas acciones, valiéndose de la sección Agenda de la Cultura del periódico tapatío El Informador para la difusión de las mismas. En dicha agenda promovió un evento que comprendía tres conferencias, las cuales se llevarían a cabo entre el 21 y el 30 de mayo de 1965. La primera, titulada “Historia de la filosofía (siglos XIX y XX)”, fue dirigida por Adolfo Sánchez Vázquez; la segunda, relacionada con el tema de la metafísica, fue dictada por el doctor Ricardo Guerra; y la tercera abordó el tema “Las letras mexicanas contemporáneas”, dictada por nuestra ilustre escritora Rosario Castellanos. Aunque estas ponencias iban dirigidas a los alumnos de la facultad, la invitación se extendió a toda la comunidad universitaria y al público interesado. Cabe mencionar la presencia del escritor Juan José Arreola entre los distinguidos ponentes que se presentaron en las aulas de la facultad.

Una fecha que no pasó desapercibida fue el centenario del gran naturalista alemán Alejandro von Humboldt. La Universidad de Guadalajara, a través de la Facultad de Filosofía y Letras y del Instituto Alemán, dedicó una semana cultural al explorador y científico junto con un seminario sobre literatura latinoamericana, el cual fue celebrado los días 8, 9 y 10 de octubre de 1969, en el auditorio de dicha escuela:

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