Salud pública y teoría cuántica

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Colección Complejidad y Salud, Vol. 3

Salud pública y teoría cuántica:


© Universidad El Bosque © Editorial Universidad El Bosque Rectora: María Clara Rangel Galvis Salud pública y teoría cuántica: un puente para la investigación Colección Complejidad y Salud, Vol. 3 Carlos Eduardo Maldonado Castañeda Editor académico © Adriana Lucía Acevedo Supelano © Patricia Arias Muñoz © Maximiliano Bustacara Díaz © Camilo José González Martínez © Carlos Eduardo Maldonado © Edwin Mauricio Millán Hernández © Rosalía Olaya Zúñiga © Karina Susana Pastor Sierra © Erika Marcela Quintero Hernández © Sandy Liliana Silva González © James Frank Trujillo Perdomo Facultad de Medicina Primera edición, noviembre de 2019 ISBN: 978-958-739-184-8 (Impreso) ISBN: 978-958-739-185-5 (Digital) Editor: Miller Alejandro Gallego Cataño Coordinación editorial: Nicolás Cuevas Alvear Dirección gráfica y diseño: María Camila Prieto Abello Corrección de estilo: Liliana Ortiz Fonseca Hecho en Bogotá D.C., Colombia Vicerrectoría de Investigaciones Editorial Universidad El Bosque Av. Cra 9 n.° 131A-02, Bloque A, 6.º piso +57 (1) 648 9000, ext. 1395 editorial@unbosque.edu.co www.unbosque.edu.co/investigaciones/editorial Impresión: Afán Gráfico S.A.S. Noviembre de 2019 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la Editorial Universidad El Bosque. Universidad El Bosque | Vigilada MinEducación. Reconocimiento como universidad: Resolución n° 327 del 5 de febrero de 1997, MEN. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 11153 del 4 de agosto de 1978, MEN. Acreditación institucional de Alta Calidad: Resolución 11373 del 10 de junio de 2016, MEN. 613.6 A23p Maldonado, Carlos Eduardo Salud pública y teoría cuántica: un puente para la investigación / Adriana Lucía Acevedo Supelano, Patricia Arias Muñoz, Maximiliano Bustacara Díaz, Camilo José González Martínez, Edwin Mauricio Millán Hernández, Rosalía Olaya Zúñiga, Karina Susana Pastor Sierra, Erika Marcela Quintero Hernández, Sandy Liliana Silva González y James Frank Trujillo Perdomo -- Bogotá: Universidad El Bosque. Facultad de Medicina, 2019. 160 p.; 16 x 24 cm -- (Colección Complejidad y Salud; Vol. 3) Incluye referencias bibliográficas. ISBN: 978-958-739-184-8 (Impreso) ISBN: 978-958-739-185-5 (Digital) 1. Salud pública 2. Revolución científica -- Ciencias de la salud 3. Ciencias de la salud -- Fenomenología 4. Sociedad cuántica I. Acevedo Supelano, Adriana Lucía II. Arias Muñoz, Patricia III. Bustacara Díaz, Maximiliano IV. González Martínez, Camilo José V. Millán Hernández, Edwin Mauricio VI. Olaya Zúñiga, Rosalía VII. Pastor Sierra, Karina Susana VIII. Quintero Hernández, Erika Marcela IX. Silva González, Sandy Liliana X. Trujillo Perdomo, James Frank XI. Universidad El Bosque. Facultad de Medicina. NLM: WA 20.5 Fuente. SCDD 23ª ed y NLM. – Universidad El Bosque. Biblioteca Juan Roa Vásquez (Noviembre de 2019) - RR

Colección Complejidad y Salud, Vol. 3

Salud pública y teoría cuántica:
Un puente para
la investigación


Carlos Eduardo Maldonado (Comp.)Adriana Lucía Acevedo SupelanoPatricia Arias MuñozMaximiliano Bustacara DíazCamilo José González MartínezEdwin Mauricio Millán Hernández Rosalía Olaya ZúñigaKarina Susana Pastor SierraErika Marcela Quintero HernándezSandy Liliana Silva GonzálezJames Frank Trujillo Perdomo

Contenido

Prólogo: la vida es cuántica

Introducción: aprendiendo a pensar, una vez más

Cap. 1 Experimentos mentales, azar e incertidumbre

1.1 Introducción

1.2 El jugador de Fiódor Dostoievski: emociones y teoría de juegos

1.3 Teoría de juegos, azar y salud pública

1.4 Seres imaginarios y experimentos mentales

1.5 Bibliografía

Cap. 2 De la física clásica a la física moderna: una ruptura paradigmática

2.1 Introducción

2.2 El nacimiento de un nuevo paradigma

2.3 Primera revolución científica

2.4 Segunda revolución científica

2.5 La ruptura del paradigma

2.6 Bibliografía

Cap. 3 Hacia el universo cuántico de la salud

3.1 Introducción

3.2 La naturaleza en la teoría cuántica

3.2.1 Ápeiron de la física cuántica

3.2.2 Centrarse en la realidad

3.3 Espacio-tiempo cuántico

3.4 Gravedad cuántica. Teoría de cuerdas

3.5 Aproximación: salud y teoría cuántica

3.6 Bibliografía

Cap. 4 La salud entre el mundo clásico y el cuántico

4.1 Introducción

4.2 El mundo cuántico y el clásico: una mirada desde la complejidad

4.3 Límites entre el mundo clásico y el cuántico

4.4 Punto de encuentro entre el mundo cuántico y el clásico

4.5 Entonces, ¿qué hace al mundo cuántico tan diferente del mundo clásico?

4.6 Bibliografía

Cap. 5 Sociedad cuántica y salud pública

5.1 Introducción

5.2 Sociedad cuántica y salud pública: la utopía de la diversidad, un “baile” entre partículas y ondas

5.3 Bibliografía

Conclusiones

Los autores

Índice temático

Índice onomástico

Prólogo: la vida es cuántica

Sin la fenomenología cuántica la vida no sería posible. Existen muchos otros imposibles, de no ser por la cuántica. Mencionemos unos cuantos: i) sin ella el universo no podría ser lo que es (téngase en cuenta que hoy solo sabemos de qué está constituido cerca de un 5 %); ii) la materia, a nivel atómico y molecular, sería inestable; iii) la fotosíntesis, esencial para mantener la vida, en el supuesto de que alguna vez hubiera surgido sin ayuda de un mecanismo cuántico no trivial, es rigurosamente un fenómeno cuántico; iv) la evolución de la vida, desde las macromoléculas que permitieron la aparición de los protistas y los eucariotas hasta lo que llamamos hoy inteligencia natural, cualquiera que ella sea, no habría sido posible sin la cuántica; v) la denominada “inteligencia artificial” tampoco habría surgido, de hecho ninguna de las tecnologías que le dan soporte. La lista podría continuar, pero los ejemplos citados son suficientes para la hipótesis central, título de esta nota introductoria: la vida es cuántica.

 

Pensar en la vida desde la física cuántica es entender que el tema no se circunscribe a la física, mucho menos a la mecánica, una rama de aquella. La química es en rigor cuántica. Hoy se habla, cada vez con más fuerza, de la biología cuántica. Si bien la mayor parte de los fenómenos cuánticos que tienen que ver con la biología (o con la vida, para el caso da igual) son los denominados “fenómenos cuánticos triviales”, hay otros que son la esencia misma de la fenomenología cuántica, en particular los que caen en la categoría calificada por Einstein como “acciones fantasmagóricas a distancia” (“spooky actions at a distance”, lo decía sarcásticamente), en general los fenómenos no locales.

En Salud pública y teoría cuántica: un puente para la investigación, volumen editado por el profesor Carlos Eduardo Maldonado Castañeda, con capítulos escritos por estudiantes del Doctorado en Salud Pública, adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque, los autores están asumiendo un reto mayúsculo que se sale de la ortodoxia: el mundo es cuántico. Yendo todavía más lejos, desde la perspectiva del físico estadounidense John Archibald Wheeler, el universo es producto del procesamiento cuántico de la información. Dicho esto, es necesario advertir también que lo que el lector encontrará en este volumen no guarda relación con los avances, ciertamente formidables, en las tecnologías de origen cuántico que favorecen el ejercicio de la medicina convencional, limitada casi siempre a la cura de las enfermedades. Tampoco el tema de la “sanación cuántica”, invocado por no pocos “curanderos”, se aborda en estas páginas.

Como menciona el editor en la introducción, la metodología (del seminario) no consiste, en absoluto, en técnicas de investigación. “Esto es herramental; aquello otro es fundamental, pues implica el cruce entre las ciencias y la filosofía”. La metodología de la investigación propuesta “es un laboratorio para aprender a pensar, siempre, de nuevo. Esto es, para arriesgar, apostar, exponerse, equivocarse, corregirse, y crecer siempre”.

De la mano de su maestro, como debe ser, el estudiante da un primer paso. El siguiente lo lleva a andar, bajo su propio riesgo. Para el caso, andar es pensar. El camino no es expedito. Quienes se atrevieron a recorrerlo por primera vez cometieron errores. Ahora sabemos que la interpretación que le dio Schrödinger a su función de onda no podía ser correcta. Tampoco Heisenberg estuvo en lo cierto cuando explicó con su microscopio mental el principio que lleva su nombre. La interpretación estadística que Einstein le dio a la nueva teoría no es la apropiada. ¿Por qué habría de ser correcta la interpretación de Copenhague, propuesta inicialmente por Bohr, a pesar de que haya sobrevivido hasta el presente? Un aliciente nuevo, los efectos no locales, es lo que impulsa la segunda revolución cuántica: la verdadera revolución en la energía, pero sobre todo en el manejo de la información.

La humanidad asiste, atónica, al derrumbe de sus máximas conquistas. La Cuarta Revolución Industrial amenaza con dejar sin empleo a tres cuartas partes de la población, mientras que el calentamiento global, acelerado desde la primera, parece no dar tregua: o se aborda el problema en forma definitiva, o no podremos resolverlo a tiempo.

Pensar la salud y no la enfermedad, como propone Maldonado, es un camino promisorio. El reto es grande, los riesgos son enormes. El resultado puede ser altamente satisfactorio, pero exige elaborar propuestas no convencionales desde puntos de vista que tampoco lo son.

En los dos asuntos que acabamos de mencionar, la investigación requiere de un trabajo inter- y transdisciplinario, como nunca antes tan siquiera se había intentado. Base fundamental de este proceso no ortodoxo de investigación, divulgación y difusión es fortalecer las relaciones de las ciencias de la salud, las sociales y las humanas con las ciencias cuánticas, en particular con la naciente biología cuántica. El beneficio es recíproco si se supera el reduccionismo y si se logra eliminar el determinismo mecanicista, tan dañino para todas.

Desde hace poco más de una década, el autor de esta nota “a modo de aperitivo”, ha adoptado parcialmente el criterio metodológico anterior en un curso de contexto que se ofrece a estudiantes de pregrado de todos los programas académicos de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá. Algunos estudiantes de posgrado se animan a tomar el curso, denominado “Cuántica para todos y para todo”. Con el segundo adjetivo (cuántica también lo es) se quiere expresar el hecho de que el curso se hace, rigurosamente hablando, sin matemáticas (valga la pena enfatizarlo con las cursivas). El “para todo”, si se quiere, se puede extender a la literatura. El Aleph de Jorge Luis Borges es un clásico ejemplo de cómo hacerlo con maestría sin mencionar el tema, como lo demuestra Alberto Rojo en su ensayo Borges y la física cuántica: un científico en la biblioteca infinita.

Casi desde el comienzo el profesor Maldonado Castañeda nos ha acompañado en el CPTPT (así abreviamos el curso para los estudiantes) con una conferencia invitada. Estas constituyen una parte esencial del curso: desde diversas disciplinas, participan especialistas en un campo de la física, de áreas relacionadas (química, biología, astrofísica, cosmología) y de otras que lo son menos. Es el caso de Maldonado, aunque no resulta fácil precisar su especialidad, pues ha sido renuente a dejarse identificar. De él puede decirse que es filósofo o complejólogo, lógico o naturalista, tal vez filósofo de la naturaleza en el estricto significado del término, sin que por ello deje de lado la metafísica, una ciencia en sentido kantiano que habría que reformular a la luz de las implicaciones cuánticas. La estética no le es indiferente y mucho menos la ética. Para decirlo sin tapujos, es la conferencia que los estudiantes del CPTPT más disfrutan. Dicho sea de paso, cada semestre su contribución es diferente a la del anterior y enormemente enriquecedora.

La alusión al curso de contexto, más allá de llamar la atención sobre la experiencia, tiene como propósito estimular este tipo de vínculos académicos que se puede establecer con los estudiantes y entre los estudiantes, y que tan exitosamente promueve Maldonado. Por otra parte, la relación entre la vida y la salud debería ser obvia. Usualmente se ha entendido esta última como ausencia de enfermedad, pero ese concepto a todas luces se queda corto si se piensa en la medicina preventiva, la más rentable de todas. Como lo afirma Maldonado, el concepto mismo de salud no ha sido pensado, solo la enfermedad. “La vida misma no ha sido pensada”, enfatiza categóricamente. “Enférmate que yo te curaré” parece ser el eslogan del mercado. Esto lo he aprendido participando en algunos seminarios en el Doctorado en que se inscribe esta reseña.

Bienvenido, pues, este singular llamado a pensar la vida y la salud y a buscar los vínculos naturales que a ellas les corresponden con las ciencias cuánticas.

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Jairo Giraldo Gallo Profesor titular Departamento de Física Universidad Nacional de Colombia

Introducción: aprendiendo a pensar, una vez más

Hasta la fecha hemos vivido tres revoluciones científicas: la primera, la ciencia clásica o moderna, que tarda alrededor de cuatro siglos para emerger y consolidarse; la segunda es la teoría cuántica (y como se afirma en este libro, no solo la física cuántica), y la tercera es la de la información. Existe una fuerte ruptura entre la primera revolución y las otras dos. Un rasgo psicológico, cultural y emocional que puede ser destacado es que la ciencia moderna es ciencia que se basa en el primado de la percepción natural. Por ello mismo es el resultado de un dúplice proceso: observación y experimentación. En contraste, las otras dos revoluciones científicas son alta y crecientemente contraintuitivas. Y existen fuertes imbricaciones, cada vez más, entre ellas.

Las dos teorías –clásicas, decimos retrospectivamente hoy–más sólidas en la historia de la humanidad son la teoría de la evolución y la teoría cuántica. La primera es la mejor teoría jamás desarrollada para explicar cambios, transformaciones. La segunda es, de lejos, la teoría más sólida jamás habida, probada, confirmada, verificada, falseada hasta el undécimo decimal.

La importante bióloga Evelyn Fox Keller sostenía que la teoría de la evolución es el punto arquimédico de toda la cultura y la civilización actual; hasta el punto de que, si se suprimiera, todo el armazón del mundo actual se caería en pedazos. Por su parte, la teoría cuántica es la mejor teoría desarrollada para explicar qué es el mundo, la naturaleza, la realidad. Esas que, clásicamente, fueron preguntas de la filosofía y de la metafísica lato sensu.

Sin embargo, existe una tragedia. Tres grupos de ciencias –¡grupos!– claramente sensibles e importantes para la vida en el mundo son a la fecha manifiestamente precuánticas. Se trata de las ciencias de la salud –dentro de la cual se incluye la medicina–, las ciencias sociales y las ciencias humanas. Emerge, en consecuencia, un imperativo al mismo tiempo epistemológico y ético: debe ser posible que estos tres grupos de ciencias se actualicen. Esto es, por decir lo menos, que aprendan. De un lado, de la teoría de la evolución, y de otra parte también de la teoría cuántica. Al fin y al cabo, lo que les compete a aquellos grupos de ciencias son aspectos tan determinantes como la salud, el convivio, la vida en sociedad y el cuidado, siempre, del individuo, además de sus relaciones con el medioambiente, esto es, con la naturaleza.

Este libro es el resultado de un seminario de investigación en el marco del Doctorado en Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque. Bien entendida, la metodología no consiste, en absoluto, en técnicas de investigación. Esto es herramental; aquello otro es fundamental, pues implica el cruce entre las ciencias y la filosofía. La metodología de la investigación es el esfuerzo por entender cómo pensaron, trabajaron, investigaron e incluso vivieron científicos importantes en la historia de la humanidad, como Galileo o Newton, Vesalius o Leeuwenhoek, Pasteur o Koch, Einstein o Bohr, y así sucesivamente.

Dicho escueta y sucintamente, la metodología de la investigación es un laboratorio para aprender a pensar, siempre, de nuevo. Esto es, para arriesgar, apostar, exponerse, equivocarse, corregirse, y crecer siempre, en marcado contraste con esa idea insulsa y normalizadora que la ve como un asunto de técnicas y herramientas de investigación, que es como confundir los cubiertos con la cena o el camino con los zapatos, por ejemplo.

Los autores de este libro, todos estudiantes del Doctorado, se encontraron por primera vez en su vida con la teoría cuántica. Las dificultades fueron enormes, pero las sorpresas fueron aún mayores. Para decirlo en pocas palabras: el resultado del trabajo y el asombro es este libro, que representa, por lo demás, lo que un doctorado debe hacer: tratar de situarse en las fronteras del conocimiento y darse, denodadamente, a la tarea de correr esas fronteras. Un doctorado es, dicho en general, un salto cualitativo total comparado con los niveles de formación y de educación anteriores.

Las ideas que se tejen en este libro son dos: de una parte, sobre la base de la apropiación básica de la teoría cuántica, el hecho de que ella implica una nueva forma de ver la realidad. Si cabe, podríamos parafrasear esto en los siguientes términos: la belleza está en quien la mira; o lo que es equivalente, la realidad es lo que el cerebro interpreta que es real, pues “allá afuera” no sucede nada. El cerebro recibe datos permanentemente de los sentidos, incluida la piel –la piel del mundo–, pero es el cerebro quien interpreta y define qué sucede “allá afuera” o no. Lo hace gracias a esa dúplice capacidad que tiene y que se condensa en el nombre de “epigenética”: la herencia y el aprendizaje.

 

De otra parte, al mismo tiempo, así sea a título de metáfora, es la idea de que la sociedad puede ser diferente, mejor, para lo cual se acuña el adjetivo adecuado: “cuántica”. Pues bien, es exactamente en este punto donde se impone una advertencia.

Existe, allá afuera, en el mercado –el mercado de bienes y servicios; en la publicidad y en el sentido común, pero también en una parte de la academia–, mucho ruido acerca de la física cuántica y de la teoría cuántica. Es más: lo que más abunda es ruido y, perdón, cochinadas, acerca de la cuántica. Hay quienes hablan –siempre erróneamente– del yo cuántico, de la organización cuántica, del derecho cuántico, por ejemplo. Es lo que sucede con las teorías exitosas de siempre, de punta. Aparecen los “superficialistas” (como una especialización) que tienen solo ideas vagas acerca de la física cuántica, y dicen lo que les viene en gana para aprovecharse de los incautos, los neófitos o los desconocedores.

Y generalmente, como es efectivamente el caso, se concentran en la más popular –y ya hoy muy cuestionada– interpretación de Copenhague. No tienen ni idea de que esa es solo una de las interpretaciones acerca de la mecánica cuántica. Ignoran la mecánica de ondas, y tienen una idea muy superficial del entrelazamiento. Es lo que sucede, en el campo de la salud, con esos usurpadores que hablan de sanación cuántica.

Este libro quiere explorar, cuidadosa, prudentemente, puentes entre la teoría cuántica y la medicina a partir de un hilo conductor: la salud; y específicamente, la salud pública. Para nada aparece aquí, en ningún lugar, nada de “sanación”. Como observará un lector cuidadoso, parte de la bibliografía apunta a mejores desarrollos y comprensiones que la interpretación de Copenhague. Esto es, las ideas popularizadas de Niels Bohr.

A lo largo de los capítulos –cada uno de ellos, autocontenidos cautelosamente– se ve un proceso de apropiación, pero al mismo tiempo de reflexión que tiene un horizonte claro: contribuir a los problemas de la salud. La salud, que es quizá el caso más sensible de la vida misma. Pues una cosa es cierta y está en la base, por tanto, no visible, de este libro: el problema no es ya para nada la enfermedad. Debe ser posible pensar la salud, algo que no se ha hecho propiamente en la historia de Occidente.

Nos encontramos en medio de una auténtica revolución científica. Las revoluciones científicas, una idea que hace popular Th. Kuhn, pero que en realidad se remonta a tres antecedentes menos conocidos, pero más fundamentales. Debemos la idea de revoluciones científicas, recientemente, a G. Canguilhem, A. Koyré y G. Bachelard. Pues bien, las revoluciones científicas –podríamos, de consuno, agregar la Cuarta Revolución Industrial en marcha–exigen absolutamente pensar. Y si es posible, transformar las estructuras con las que hemos vivido hasta la fecha. Pensar, una de las formas más nobles de existencia, pero también la más desconocida, pues lo que impera es el conocer.

Es evidente que el conocimiento es determinante en el desarrollo de los seres humanos. Ya varios autores –Maturana y Varela, Solé, Kauffman, y varios más– han puesto suficientemente de manifiesto que conocer y vivir son una sola y misma cosa. Lo más grande que puede hacer un sistema vivo en general es lo más peligroso al mismo tiempo: conocer, explorar nuevos territorios, adentrarse en espacios y experiencias desconocidas hasta el momento. Pues en esa exploración y apuesta se les puede ir la vida.

Pues bien, sobre la base del conocer, pensar es un asunto de una envergadura, riesgo y dignidad al mismo tiempo aún más fuertes. Formar investigadores, para decirlo de manera escueta, consiste ante todo en formar pichones de científicos; no simple y llanamente doctores. Y nadie puede llegar a ser científico si no osa pensar –pensar por sí mismo, pensar de manera crítica, pensar autónoma, en fin, radialmente–. Es, por lo menos, mi apuesta personal con mis estudiantes. Una apuesta sincera, desprevenida, abierta y sin tapujos o cartas escondidas. Pero siempre alegre y fruitiva. Como la vida, como la salud misma.

La salud no ha sido pensada; siempre solo, prioritariamente, y no sin buenas justificaciones, la enfermedad. Es tanto como decir que la vida misma no ha sido pensada; solo su ausencia, la soledad, el sufrimiento, la muerte. Toda la historia de la medicina está, dicho epistemológicamente, acompañada del primado de la percepción natural, y en muy buena medida, del sentido común. El sentido común que es esencialmente acrítico. Incluso el nacimiento y desarrollo de la medicina científica, con todo y sus ramas, anatomía, fisiología, etc., corresponde a esa historia.

La teoría cuántica plantea serios desafíos: por ejemplo, ver fenómenos contraintuitivos. La enfermedad se ve, y hay que verla. En contraste, nadie ha visto la salud, en el sentido de la percepción natural. Análogamente a como nadie ha visto la vida: la vida la imaginamos, la concebimos, la amamos, pero nadie la ha visto. De la misma manera, los fenómenos y comportamientos cuánticos ponen de manifiesto una dimensión que las ciencias de la salud, las ciencias sociales y humanas jamás habían adivinado: los tiempos microscópicos. Las cosas más importantes en la vida proceden siempre de escalas microscópicas, pero se plasman, al cabo, en tiempos macroscópicos: la salud, la enfermedad, la atención, la captación de una idea, el chispazo, el ¡ajá! (serendipity), el eureka, el recuerdo, el conocimiento, y muchos más.

Debe ser posible, por tanto, pensar también en tiempos microscópicos que son vertiginosos. El tiempo real es hoy y cada vez más el tiempo de las escalas microscópicas: en finanzas, en sistemas de seguridad, en sistemas de información, en el sistema inmunológico, en el funcionamiento del cerebro, en los plegamientos de proteínas, en la detección de anticuerpos y en la producción de antígenos, y en muchas otras escalas y dimensiones. Debemos poder aprender a pensar también de cara a estos otros tiempos.

Tenemos aquí el primer intento serio –to the best of my knowledge– por tender puentes entre la salud y la teoría cuántica; esto es, entre la medicina, en sentido amplio, y la más robusta y sólida de todas las teorías habidas jamás en la historia. Siempre, en la vida, en cualquier expresión que se quiera, el momento más difícil consiste en dar el primer paso. Otros vendrán, mejores, más seguros, como un bebé cuando aprende a caminar.

Hemos tomado una decisión: dar un primer paso en la exploración, seria, rigurosa, aunque tentativa y tímida, en la creación de puentes entre la medicina o las ciencias de la salud y la mejor teoría para explicar el mundo, la naturaleza, el universo.

Hay un lugar en el que para cada quien el mundo o el universo acaece: el propio cuerpo. Solo que el cuerpo es una sola cosa con la mente –y más allá, con la herencia y con la cultura–. No existen dos cosas: naturaleza y cultura, sino una sola. Pues bien, literalmente, el lugar donde se encarna (embody) la confluencia entre mente y materia, o entre naturaleza y cultura, o entre herencia y aprendizaje, o bien, igualmente, entre ontogénesis y filogénesis es en el cuerpo. El cuerpo viviente –Leib, en alemán; en oposición al Körper– es ese ámbito que nos desborda y en el que hundimos al mismo tiempo las raíces en la tierra, el que nos lanza a nuevos espacios recónditos –gracias a los sueños, la imaginación o la mente–, y sin el cual no hay experiencia alguna en el mundo. El objeto primario de una buena medicina, pero también, el misterio de haces de vivencia que no terminamos de atrapar o de comprender muchas veces.

Un solo tema nos convoca: pensar la vida, y hacerla posible, tanto como quepa imaginar. Solo que el momento más importante –no el único– es la salud. Y la salud no se sabe a sí misma: se explaya en el mundo, nos jalona, nos arrastra por montañas y valles. Debemos poder pensarla, eso es todo.

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Carlos Eduardo Maldonado Castañeda

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