Una Vez Anhelado

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Из серии: Un Misterio de Riley Paige #3
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Читает Adriana Rios Sarabia
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U N A V E Z A N H E L A D O

(UN MISTERIO DE RILEY PAIGE—LIBRO 3)

B L A K E P I E R C E

Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio de RILEY PAIGE, que incluye los thriller de suspenso y misterio UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1), UNA VEZ TOMADO (Libro #2) y UNA VEZ ANHELADO (Libro #3). Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE.

Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.

Derechos de autor © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto según lo permitido bajo la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, distribuida, transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este libro electrónico está disponible solo para su disfrute personal. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Derechos de autor de la imagen de la cubierta son de GongTo, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES QUE ASESINE (Libro #1)

SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

UNA RAZÓN PARA MATAR (Libro #1)

CONTENIDO

PRÓLOGO

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDÓS

CAPÍTULO VEINTITRÉS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTISÉIS

CAPÍTULO VEINTISIETE

CAPÍTULO VEINTIOCHO

CAPÍTULO VEINTINUEVE

CAPÍTULO TREINTA

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

CAPÍTULO CUARENTA

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

Prólogo

Janine creyó ver algo oscuro en el agua cerca de la costa. Era grande y negro y parecía moverse un poco en el agua.

Le dio otra fumada a la pipa de marihuana y se la devolvió a su novio. ¿Podría ser un gran pez? ¿O algún otro tipo de criatura?

Janine negó con la cabeza, diciéndose a ella misma que no se dejara abrumar por su imaginación. Asustarse arruinaría el efecto de la droga. El lago Nimbo era un gran embalse artificial equipado para la pesca igual a muchos otros lagos de Arizona. Nadie había reportado la existencia de monstruos por estos lados.

Oyó a Colby decir: “Guau, ¡el lago está en llamas!”.

Janine se volvió para mirar a su novio. Su cara pecosa y pelo rojo brillaban en la luz del sol por la tarde. Acababa de darle otra fumada a la pipa de marihuana y estaba mirando el agua con asombro.

Janine se rio. “Solo estás drogado, hombre”, dijo. “En todos los sentidos”.

“Sí, y el lago está en llamas”, dijo Colby.

Janine se volvió y observó el lago Nimbo. Aunque aún no estaba tan droga, la vista era impresionante. El sol de la tarde encendió la pared del cañón, volviéndola un conglomerado de rojos y amarillos. El agua reflejaba los colores como si fuera un gran espejo.

Tomó la pipa de nuevo e inhaló profundamente, sintiendo la agradable quemadura en su garganta. Estaría bastante drogada en cualquier momento. Sería muy divertido.

Aún así, ¿qué era esa forma negra bajo el agua?

“Es solo un efecto de la luz”, pensó Janine.

Era mejor ignorarlo y no asustarse por eso. Todo lo demás era tan perfecto. Este era el lugar favorito de Colby y de ella. Era demasiado hermoso, estaba metido en una de las caletas del lago. Quedaba lejos de los campamentos, lejos de todo.

Colby y Janine generalmente venían todos los fines de semana, pero hoy simplemente habían faltado a clases. El tiempo de finales de verano era demasiado sabroso como para dejarlo pasar. Aquí había más fresco que en Phoenix. El carro viejo de Colby estaba estacionado justo al lado del camino de tierra detrás de ellos.

Por fin se empezó a sentir drogada mientras miraba el lago. El lago parecía ser casi demasiado hermoso como para mirarlo. Así que miró a Colby. Él le pareció demasiado hermoso también. Se aferró a él y comenzó a besarlo. Él le devolvió sus besos. Sabía demasiado bien. Todo de él se veía y se sentía fabuloso.

Ella terminó el beso y lo miró a los ojos y dijo: “Nimbo significa halo, ¿sabías eso?”.

“Guau”, dijo. “Guau”.

Pareciera como si eso fuera la cosa más asombrosa que jamás había escuchado en su vida. Se veía demasiado chistoso diciendo eso como si fuera algo religioso. Janine se comenzó a reír, y Colby se rio también. En unos segundos estaban en los brazos del otro de nuevo, toqueteándose.

Janine logró zafarse.

“¿Qué pasa?”, preguntó Colby.

“Nada”, respondió Janine.

Se quitó su blusa de cuello halter en un abrir y cerrar de ojos. Los ojos de Colby se abrieron.

“¿Qué estás haciendo?”, preguntó.

“¿Qué crees que estoy haciendo?”.

Ella comenzó a tirar de su camiseta, tratando de quitársela.

“Espera un minuto”, dijo Colby. “¿Aquí?”.

“¿Por qué no? Es mejor que el asiento trasero de tu carro. Nadie está viéndonos”.

“Pero tal vez un barco...”.

 

Janine se echó a reír. “¿Y qué? ¿A quién le importa si hay un barco?”.

Colby estaba cooperando ahora, ayudándola a quitarle su camiseta. Estaban torpes de la emoción, haciendo todo aún más excitante. Janine no podía imaginar por qué no habían hecho esto aquí antes. No es como si esta fuera la primera vez que habían fumado marihuana aquí.

Pero Janine no podía sacarse la forma negra del agua de su mente. Era algo, y seguiría inquietándola y arruinando todo si no se enteraba de lo que era.

Se puso de pie, respirando fuertemente.

“Vamos”, dijo. “Echémosle un vistazo a algo”.

“¿A qué?”, preguntó Colby.

“No sé. Vamos”.

Ella tomó la mano de Colby y dieron tumbos ladera abajo hacia la orilla. El mareo de Janine se estaba tornando amargo. Odiaba cuando pasaba eso. Entre más pronto descubriera que todo esto era inofensivo, más pronto podría volver a sentirse bien.

Aún así, estaba empezando a desear que la marihuana no la hubiese afectado tan rápidamente.

Entre más se acercaban, más podía ver el objeto. Era de plástico negro y podía ver algunas de las burbujas que creaba en el agua. Y había algo pequeño y blanco justo a su lado.

Janine pudo ver que se trataba de una gran bolsa de basura negra a lo que estaba a un metro del agua. Estaba abierta de un lado, de allí se asomaba la forma de una mano demasiado pálida.

“Un maniquí, tal vez”, pensó Janine.

Se inclinó hacia el agua para verla más de cerca. Las uñas estaban pintadas de un rojo brillante que contrarrestaba la palidez. Janine sintió una corriente eléctrica sacudir todo su cuerpo cuando por fin comprendió lo que estaba viendo.

La mano era real. Era la mano de una mujer. La bolsa contenía un cadáver.

Janine comenzó a gritar. Oyó a Colby gritar también.

Y sabía que no podrían dejar de gritar por un largo rato.

Capítulo Uno

Riley sabía que las diapositivas que estaba a punto de mostrarles a sus alumnos de la Academia de la FBI los conmocionaría. Algunos de ellos probablemente desviarían la mirada. Analizó los rostros jóvenes y ansiosos que la miraban desde sus pupitres.

“Vamos a ver cómo reaccionan”, pensó. “Esto podría ser importante para ellos”.

Riley sabía que los asesinatos en serie eran los menos comunes de toda la gama de delitos. Aún así, estos jóvenes tenían que aprender todo lo que había que aprender. Aspiraban ser agentes de campo del FBI y pronto descubrirían que la mayoría de los funcionarios locales no tenían experiencia en casos de asesinatos en serie. Y la agente especial Riley Paige era una experta en asesinatos en serie.

Hizo clic en el control remoto. Las primeras imágenes que aparecieron en la pantalla grande no eran nada violentas. Eran cinco carboncillos de mujeres jóvenes y mujeres de mediana edad. Todas las mujeres eran atractivas y sonreían. Se veía que el artista que los había dibujado era muy talentoso.

“Estos cinco dibujos fueron creados hace ocho años por un artista llamado Derrick Caldwell”, dijo Riley mientras pasaba las diapositivas. “Todos los veranos se ganaba un montón de dinero haciendo retratos de turistas en la pasarela Dunes Beach aquí en Virginia. Estas mujeres fueron unas de sus últimas clientas”.

Después del último de los cinco retratos, Riley hizo clic de nuevo. La siguiente fotografía era una imagen horrible de un congelador horizontal lleno de partes femeninas descuartizadas. Oyó sus estudiantes jadear.

“Esto es lo que les pasó a esas mujeres”, dijo Riley. “Mientras que Derrick las dibujaba, se convenció, en sus propias palabras, que 'eran demasiado hermosas como para vivir'. Así que las acechó una por una, las mató, las descuartizó y las guardó en su congelador”.

Riley hizo clic en nuevo, y las siguientes imágenes fueron aún más impactantes. Eran fotografías tomadas por el equipo del médico forense después de haber armado los cuerpos de nuevo.

“Caldwell revolvió tanto las partes de sus cuerpos que las mujeres fueron deshumanizadas más allá del reconocimiento”.

Riley se volteó para mirar a sus estudiantes. Un estudiante varón estaba corriendo hacia la salida, agarrándose el estómago. Otros parecían estar a punto de vomitar. Algunos estaban llorando. Solo algunos parecían no estar perturbados.

Paradójicamente, Riley se sentía bastante segura que los estudiantes calmados serían los que no sobrevivirían el entrenamiento de la academia. Para ellos, solo eran fotos, nada era real. No serían capaces de manejar el verdadero horror cuando tuvieran que experimentarlo en persona. No serían capaces de manejar los efectos que tendría en sus vidas personales ni el estrés postraumático que podrían sufrir. Riley veía imágenes de antorchas en su mente a veces, pero su TEPT estaba disminuyendo. Estaba sanando. Pero estaba segura que todas las personas tenían que sentir las cosas primero antes de poder recuperarse de ellas.

“Y ahora”, dijo Riley, “haré unas declaraciones y ustedes me dirán si son mitos o realidades. Aquí les va la primera. 'La mayoría de los asesinos en serie matan por razones sexuales'. ¿Mito o realidad?”.

Muchos estudiantes levantaron las manos. Riley señaló a un estudiante en la primera fila que se veía ansioso.

“¿Realidad?”, preguntó el estudiante.

“Sí, realidad”, dijo Riley. “Aunque pueden haber otras razones, el componente sexual es la más frecuente. Esto puede adoptar varias formas, a veces unas bastante extrañas. Derrick Caldwell es un ejemplo clásico. El médico forense determinó que cometió actos de necrofilia antes de descuartizar a las víctimas”.

Riley vio que la mayoría de sus estudiantes estaban tecleando notas en sus portátiles. “Aquí les va otra declaración. “Los asesinos en serie infligen más violencia a sus víctimas a medida que siguen matando”.

Los estudiantes volvieron a subir las manos. Esta vez Riley señaló al estudiante que estaba sentado unas filas atrás.

“¿Realidad?”, dijo el estudiante.

“Mito”, dijo Riley. “Aunque ciertamente he visto algunas excepciones, la mayoría de los casos no muestran ningún cambio con el tiempo. El nivel de violencia de Derrick Caldwell fue consistente en sus asesinatos. Pero era imprudente, no era ningún genio malvado. Se volvió codicioso. Tomaba a una víctima cada mes y medio. Hizo que su captura fuera casi inevitable por llamar tanta atención”.

Miró el reloj y vio que su clase estaba a punto de terminar.

“Eso es todo por hoy”, dijo. “Pero hay muchas hipótesis erróneas sobre los asesinos en serie y un montón de mitos aún circulan por allí. La Unidad de Análisis de Conducta ha recopilado y analizado los datos, y he trabajado en casos de asesinatos en serie en todo el país. Todavía nos falta mucha información por cubrir”.

La clase terminó y Riley comenzó a empacar sus cosas para irse a casa. Tres o cuatro estudiantes se agruparon alrededor de su escritorio para hacerle preguntas.

“Agente Paige, ¿no estuvo involucrada en el caso de Derrick Caldwell?”, le preguntó un alumno.

“Sí”, dijo Riley. “Esa es una historia para otra ocasión”.

No le animaba mucho el hecho de pensar en tener que contar esa historia, pero se guardó ese detalle.

Una joven le preguntó: “¿Caldwell fue ejecutado por sus crímenes?”.

“Todavía no ha sido ejecutado”, dijo Riley.

Riley intentó escabullirse a la salida, esperando que eso no la hiciera parecer grosera. No se sentía cómoda discutiendo la ejecución inminente de Caldwell. La verdad es que probablemente sería programada para un día de estos. Como su captor principal, estaba más que invitada para presenciar su muerte. No había decidido aún si iría o no.

Riley se sintió bien a lo que salió del edificio a una tarde agradable de septiembre. Después de todo, todavía estaba de licencia.

Sufría de TEPT desde que un asesino maniático la había mantenido en cautiverio. Logró escapar y acabar con su atormentador. Pero ni siquiera había tomado una licencia en ese entonces. Siguió trabajando y hasta terminó otro caso. El caso que tuvo lugar al norte del estado de Nueva York tuvo un final macabro, el asesino se degolló enfrente de ella.

Ese momento aún la atormentaba. Cuando su supervisor Brent Meredith le informó de otro caso, decidió no tomarlo. Accedió a enseñar una clase en la academia del FBI en Quántico en su lugar por sugerencia de Meredith.

Riley pensó en lo acertada de su decisión mientras conducía a casa. Finalmente sentía que la paz reinaba en su vida.

Aún así, comenzó a sentir una sensación familiar e insidiosa en ese momento, una sensación que hacía que su corazón latiera con fuerza. Se dio cuenta que era una sensación intensa de anticipación, de algo siniestro que estaba por venir.

Y aunque intentó imaginarse a sí misma en esta paz por siempre, sabía que no duraría.

Capítulo Dos

Riley sintió una punzada de temor a lo que su celular comenzó a vibrar en su cartera. Se detuvo en frente de la puerta principal de su nueva casa adosada y sacó su celular. Su corazón dio un vuelco.

Era un mensaje de Brent Meredith.

Llámame.

Riley se preocupó. Quizás su jefe le estaba escribiendo solo para ver cómo estaba. Ya se había vuelto algo habitual en él últimamente. Por otro lado, quizás quería que volviera al trabajo. ¿Qué haría ella si eso fuera así?

“Le diré que no, obviamente”, pensó Riley.

Sin embargo, eso era más fácil decirlo que hacerlo. Su jefe le agradaba, y sabía que podía ser muy persuasivo. Era una decisión que no quería tener que tomar, así que guardó su celular.

Cuando abrió su puerta principal y entró al espacio luminoso de su nuevo hogar, su ansiedad momentánea se esfumó. Todo parecía estar tan bien desde que se había mudado.

Una voz agradable llamó.

“¿Quién es?”.

“Soy yo”, respondió Riley. “Llegué a casa, Gabriela”.

La mujer guatemalteca corpulenta de mediana edad salió de la cocina, secándose las manos con una toalla. Le agradaba ver el rostro sonriente de Gabriela. Tenía años siendo la criada de la familia, mucho tiempo antes de que Riley se divorciara de Ryan. Riley estaba agradecida por el hecho que Gabriela había aceptado mudarse con ella y su hija.

“¿Cómo estuvo tu día?”, preguntó Gabriela.

“Excelente”, dijo Riley.

“¡Qué bueno!”.

Gabriela volvió a la cocina. El olor de una maravillosa cena ondulaba por toda la casa. Oyó a Gabriela comenzar a cantar.

Riley se quedó parada en su sala de estar, disfrutando de su entorno. Ella y su hija tenían poco tiempo de mudadas. La pequeña casa en la que habían vivido cuando se disolvió su matrimonio era demasiado aislada como para ser segura. Además, Riley había sentido la necesidad urgente de cambio, tanto para ella como para April. Era el momento de reconstruir su vida ya que por fin tenía el divorcio y Ryan estaba siendo generoso con la manutención.

Todavía le faltaban algunos detalles. Algunos de los muebles eran bastantes viejos y se veían fuera de lugar en un ambiente tan prístino. Tenía que reemplazarlos. Una de las paredes se veía algo vacía, y a Riley ya no le quedaban fotos que colgar allí. Hizo una nota mental para ir de compras con April este fin de semana. Esa idea hizo a Riley sentirse cómodamente normal, una mujer con una vida familiar agradable en lugar de una agente rastreando algún asesino desviado.

Ahora se empezó a preguntar dónde estaba April.

Se detuvo para escuchar. No escuchaba música salir del cuarto de April. Entonces oyó a su hija gritar, el grito venía del patio trasero.

Riley jadeó y corrió por su comedor hasta llegar a la gran cubierta del patio trasero. Cuando vio el rostro y el torso de April por encima de la valla, le tomó a Riley un momento darse cuenta lo que estaba sucediendo. Entonces se relajó y se rio de sí misma. Su pánico automático había sido una reacción exagerada. Pero también había sido instintivo. Riley había rescatado a April de las garras de un loco que la había atacado para vengarse de su madre recientemente.

April desapareció de su vista y luego apareció de nuevo, chillando alegremente. Estaba saltando en el trampolín de su vecino. Se había hecho amiga de la chica que vivía allí, una adolescente que tenía la misma edad de April y que incluso asistía a la misma escuela secundaria.

“¡Ten cuidado!”, le dijo Riley a April.

 

“¡Estoy bien, Mamá!”, respondió April entrecortadamente.

Riley se echó a reír de nuevo. Era un sonido desconocido que surgía de sentimientos que casi había olvidado. Quería acostumbrarme a reír de nuevo.

También quería acostumbrarse a la expresión alegre de su hija. Pareciera como si fuera ayer cuando April había sido terriblemente rebelde y taciturna, incluso para una adolescente. Riley no podía culpar a April. Riley sabía que, como madre, había dejado mucho que desear y ahora estaba haciendo todo lo posible para cambiar eso.

Esa era una de las cosas que más le gustaban de estar de licencia de su trabajo de campo y sus horas largas e impredecibles, a menudo en lugares lejanos. Ahora su horario encajaba con el de April, y la posibilidad de que esto tuviera que cambiar algún día aterraba a Riley.

“Mejor lo disfruto mientras pueda”, pensó.

Riley entró de nuevo a la casa justo a tiempo para escuchar el timbre de la puerta principal.

“Yo atiendo, Gabriela”, gritó Riley.

Abrió la puerta y se sorprendió al ver el rostro sonriente de un hombre que no había visto antes.

“Hola”, dijo tímidamente. “Yo soy Blaine Hildreth, de al lado. Tu hija está en mi casa ahora mismo con mi hija Crystal”. Sostuvo una caja frente a Riley y añadió: “Bienvenidas al vecindario. Les traje un pequeño regalo de bienvenida”.

“Ah”, dijo Riley. Esta cordialidad la sorprendió, no estaba acostumbrada a ella. Le tomó un momento decir: “Pasa adelante, por favor”.

Tomó el regalo y le ofreció un asiento en una silla de la sala de estar. Riley se sentó en el sofá con la caja de regalo en su regazo. Blaine Hildreth estaba mirándola con expectación.

“Esto es tan amable de tu parte”, dijo, abriendo el paquete. Contenía unas tazas de café coloridas, dos de ellas decoradas con mariposas y las otras dos con flores.

“Son bonitas”, dijo Riley. “¿Quieres café?”.

“Sí, gracias”, dijo Blaine.

Riley llamó a Gabriela, quien vino de la cocina.

“Gabriela, ¿podrías traernos café en estas tazas?”, dijo, entregándole dos de las tazas. “Blaine, ¿cómo te gusta el tuyo?”.

“Negro”.

Gabriela volvió a la cocina con las tazas.

“Mi nombre es Riley Paige”, le dijo a Blaine. “Gracias por visitarnos. Y gracias por el regalo”.

“De nada”, dijo Blaine.

Gabriela regresó con dos tazas de café caliente, luego volvió a la cocina para seguir con sus labores. Riley se encontró evaluando a su vecino, y esto la avergonzó un poco. No podía resistirse ahora que era soltera. Esperaba que él no lo notara.

“Qué importa”, pensó. “Tal vez él está haciendo lo mismo conmigo”.

Lo primero que observó es que no estaba usando un anillo de bodas. “Viudo o divorciado”, pensó.

Luego estimó que tenían casi la misma edad, tal vez él era un poco más joven, casi cerca de los cuarenta.

Por último, era apuesto. Tenía entradas, pero no se le veían mal. Y era esbelto y parecía estar en forma.

“¿En qué trabajas?”, preguntó Riley.

Blaine se encogió de hombros. “Soy dueño de un restaurante. ¿Conoces El Grill de Blaine, el que queda en el centro?”.

Riley quedó gratamente impresionada. El Grill de Blaine era uno de los restaurantes informales más bonitos de Fredericksburg. Le habían dicho que era un excelente lugar para cenar, pero no había tenido la oportunidad de visitarlo.

“Sí, he ido”, dijo.

“Bueno, es mío”, dijo Blaine. “¿Y tú?”.

Riley respiró profundamente. Nunca era fácil para ella decirle a un desconocido lo que hacía para ganarse la vida. Los hombres eran los que más se intimidaban.

“Trabajo con el FBI”, dijo. “Soy — agente de campo”.

Los ojos de Blaine se abrieron.

“¿En serio?”, preguntó.

“Sí, estoy de licencia en estos momentos. Estoy enseñando una clase en la academia”.

Blaine se inclinó hacia ella con creciente interés.

“Guau. Seguro tienes bastantes historias que contar. Me encantaría escuchar una”.

Riley se echó a reír de los nervios. Se preguntaba si alguna vez sería capaz de contarle a alguien que no perteneciera a la Oficina algunas de las cosas que había visto. Sería aún más difícil hablar sobre algunas de las cosas que había hecho.

“No lo creo”, dijo Riley bruscamente. Riley notó que Blaine se puso tenso, y se dio cuenta que su tono había sido un poco grosero.

Él agachó su cabeza y dijo: “Te pido disculpas. Ciertamente no era mi intención incomodarte”.

Siguieron charlando por minutos, pero Riley sabía que su vecino estaba siendo más reservado. Riley cerró la puerta detrás de él y suspiró luego de su despedida amable. Entró en cuenta que no se estaba haciendo accesible. La mujer que estaba reconstruyendo su vida seguía siendo la misma Riley.

Pero se dijo a sí misma que esto no era importante por los momentos. Una relación por despecho era lo último que necesitaba ahora mismo. Necesitaba enfocarse en reorganizar su vida, y apenas estaba empezando a avanzar en esa dirección.

Aún así, había sido agradable pasar unos minutos hablando con un hombre atractivo. También era un alivio tener vecinos, y estos vecinos eran bastante agradables.

*

Cuando Riley y April se sentaron en la mesa para cenar, April no podía dejar de andar su smartphone.

“Por favor dejar de enviar mensajes de texto”, dijo Riley. “Es la hora de cenar”.

“Dame un minuto, Mamá”, dijo April. Siguió enviando mensajes de texto.

Este comportamiento adolescente de April solo irritó a Riley un poco. La verdad era que eso tenía su lado positivo. A April le estaba yendo muy bien en la escuela este año y estaba haciendo nuevos amigos. Para Riley, era un buen grupo de chicos, mucho mejores que con los que April solía pasar el rato. Riley supuso que April estaba escribiéndole a un chico que le interesaba. Sin embargo, April no lo había mencionado aún.

April dejó de enviar mensajes de texto cuando Gabriela entró de la cocina con una bandeja de chiles rellenos. April dejó escapar una risa pícara a lo que colocó el plato caliente de chiles en la mesa.

“Bastante picante Gabriela, ¿o no?”, preguntó.

“Sí”, dijo Gabriela, riéndose también.

Era una chiste constante entre las tres. Ryan odiaba la comida picante, realmente ni podía comerla. Para Riley y April, entre más picante, mejor. Gabriela ya no tenía que retenerse, o al menos no tanto como solía hacerlo. Riley dudaba si ella y April podían soportar las recetas guatemaltecas originales de Gabriela.

Cuando Gabriela terminó de servir la comida para las tres, le dijo a Riley: “El caballero es guapo, ¿no?”.

Riley se puso colorada. “¿Guapo? No lo noté, Gabriela”.

Gabriela se echó a reír. Se sentó a comer con ellas y comenzó a canturrear una melodía. Riley supuso que era una canción de amor guatemalteca. April miró fijamente a su madre.

“¿Qué caballero, Mamá?”, preguntó.

“Ah, nuestro vecino vino hace un rato —”.

April interrumpió con entusiasmo. “¡Dios mío! ¿Fue el papá de Crystal? ¡Sí, verdad! ¿No es hermoso?”.

“Y creo que es soltero”, dijo Gabriela.

“Ya, ya”, dijo Riley con una sonrisa. “Denme espacio. No necesito que unan fuerzas para tratar de emparejarme con el vecino”.

Empezaron a devorarse los chiles rellenos y el celular de Riley comenzó a vibrar en su bolsillo cuando estaban a punto de terminar de cenar.

“Maldita sea”, pensó. “No lo hubiese traído a la mesa”.

El celular siguió vibrando. Tenía que contestar, no le quedaba de otra. Brent Meredith le había dejado otros dos mensajes desde su llegada a casa, y ella seguía diciéndose a sí misma que lo llamaría más tarde. Ya no podía postergarlo más, así que se retiró de la mesa y contestó el teléfono.

“Riley, siento molestarte de esta manera”, dijo su jefe. “Pero realmente necesito tu ayuda”.

A Riley le sorprendió que Meredith la llamara por su nombre ya que no era algo habitual. Aunque se sentía muy cercana a él, generalmente la llamaba agente Paige. Él normalmente era muy formal, al punto de ser brusco.

“¿Qué sucede, señor?”, preguntó Riley.

Meredith se quedó callado por unos instantes. Riley se preguntaba por qué se estaba mostrando reticente y comenzó a preocuparse. Se sentía segura que estas eran precisamente las noticias que había estado temiendo.

“Riley, necesito pedirte un favor personal”, dijo, sonando menos autoritario de lo habitual. “Me pidieron investigar un asesinato en Phoenix”.

Esto sorprendió a Riley. “¿Un solo asesinato?”, preguntó. “¿Por qué el FBI tendría que involucrarse en eso?”.

“Tengo a un viejo amigo en la oficina en Phoenix”, dijo Meredith. “Garrett Holbrook. Fuimos juntos a la academia. Su hermana Nancy fue la víctima”.

“Lo siento mucho”, dijo Riley. “Pero la policía local...”.

Sintió súplica en la voz de Meredith.

“Garrett quiere que lo ayudemos. Ella era una prostituta. Simplemente desapareció y luego su cuerpo apareció en un lago. Quiere que lo investiguemos como si fuera un asesinato en serie”.

A Riley le parecía extraña esa petición. Las prostitutas a menudo desaparecían sin ser asesinadas. A veces decidían hacer su trabajo en algún otro lugar. O simplemente dejaban de hacerlo.

“¿Tiene alguna razón para creer que lo es?”, preguntó.

“No lo sé”, respondió Meredith. “Tal vez quiere creer eso para involucrarnos. Pero sabes que es cierto que las prostitutas son blancos frecuentes de los asesinos en serie”.

Riley sabía que eso era así. Los estilos de vida de las prostitutas las ponían en riesgo. Eran visibles y accesibles, estaban solas con extraños, a menudo dependientes de drogas.

Meredith continuó: “Él me llamó personalmente. Le prometí que enviaría al mejor personal a Phoenix. Y obviamente eso te incluye a ti”.

Esto conmovió a Riley. Meredith estaba haciendo esto cada vez más difícil.

“Por favor entiéndame, señor”, dijo. “No puedo tomar un nuevo caso ahora”.

Riley sentía que estaba siendo deshonesta. “¿No puedo o no quiero?”, se preguntó a sí misma. Después de haber sido capturada y torturada por un asesino en serie, todos habían insistido en que se fuera de licencia. Había intentado hacerlo, pero se encontró necesitando volver al trabajo desesperadamente. Ahora se preguntaba la razón de ese desespero. Había sido imprudente y autodestructiva, y todo esto le había costado ganar el control de su vida. Cuando finalmente mató a Peterson, su atormentador, pensó que todo estaría bien. Pero aún la atormentaba, y le estaba costando mucho aceptar cómo había terminado su último caso.

Después de una pausa, añadió: “Necesito más tiempo fuera del campo. Técnicamente estoy de licencia y realmente estoy tratando de reconstruir mi vida”.

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