Un Mar De Armaduras

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Из серии: El Anillo del Hechicero #10
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Un Mar De Armaduras
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Acerca de Morgan Rice

Morgan Rice tiene el #1 en éxito en ventas como el autor más exitoso de USA Today con la serie de fantasía épica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de once libros (y contando); de la serie #1 en ventas LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA, novela de suspenso post-apocalíptica compuesta de dos libros (y contando); y de la nueva serie de fantasía épica REYES Y HECHICEROS. Los libros de Morgan están disponibles en audio y ediciones impresas, y las traducciones están disponibles en más de 25 idiomas.

¡TRANSFORMACIÓN (Libro #1 en El Diario del Vampiro), ARENA UNO (Libro #1 de la Trilogía de Supervivencia), LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1 en el Anillo del Hechicero) y EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Reyes y Hechiceros—Libro #1)  están todos disponibles como descarga gratuita!

A Morgan le encanta escucharte, así que por favor visita www.morganricebooks.com para unirte a la lista de email, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar el app gratuito, conocer las últimas noticias, conectarte con Facebook y Twitter, ¡y seguirla de cerca!

Algunas Opiniones Acerca de Morgan Rice

"Es una fantasía animada que entrelaza elementos de misterio e intriga en su historia. La Senda de los Héroes (A Quest of Heroes) trata acerca de la realización del valor y de darse cuenta del propósito de la vida que conduce al crecimiento, madurez y excelencia…Para aquellos que buscan aventuras de fantasía sustanciosa, los protagonistas, estratagemas y acción proporcionan un vigoroso sistema de encuentros que se centran en la evolución de Thor, de ser un muchacho soñador a convertirse en un joven adulto que se enfrenta a retos imposibles para sobrevivir… Es sólo el comienzo de lo que promete ser una serie épica para adultos jóvenes".

Midwest Book Review (D. Donovan, Crítico de eBook)

"EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER´S RING) tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: tramas, conspiraciones, misterio, caballeros aguerridos y relaciones florecientes repletas de corazones rotos, decepciones y traiciones.  Lo mantendrá entretenido durante horas y satisfará a las personas de todas las edades.  Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del género de la fantasía".

--Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

"La entretenida fantasía épica de Rice [EL ANILLO DEL HECHICERO – THE SORCERER’S RING] incluye rasgos clásicos del género – una buena ambientación, grandemente inspirada en la antigua Escocia y su historia, y un buen sentido de la intriga de la Corte".

– Kirkus Reviews

"Me encantó cómo Morgan Rice construyó el personaje de Thor y el mundo en que vive. El paisaje y las criaturas que viven ahí, estuvieron muy bien descritos… La disfruté [la trama]. Fue corto y tierno… Tiene la cantidad adecuada de personajes secundarios, así que no me confundí. Contenía aventuras y momentos espeluznantes, pero la acción representada no era demasiado grotesca. El libro sería perfecto para un lector adolescente… Los inicios de algo increíble están ahí…"

--San Francisco Book Review

"En este primer libro lleno de acción de la saga de la fantasía épica de El Anillo del Hechicero – The Sorcerer’s Ring (que actualmente consta de 14 libros), Rice presenta a los lectores a Thorgrin, ’Thor’ McLeod, de 14 años, cuyo sueño es unirse a la Legión de los Plateados, caballeros de élite que sirven al rey… La obra de Rice es sólida y el argumento es fascinante".

--Publishers Weekly

"[LA SENDA DE LOS HÉROES – A QUEST OF HEROES] es de lectura fácil y rápida. Los finales de los capítulos hacen que tengas que leer lo que sigue y no quieras dejarlo. Hay algunos errores en el libro y algunos nombres están mezclados, pero eso no distrae de la historia en general. El final del libro me hizo querer conseguir el siguiente libro inmediatamente, y eso es lo que hice. Las nueve series del Anillo del Hechicero (The Sorcerer’s Ring) se pueden adquirir actualmente en la tienda Kindle y La Senda de los Héroes (A Quest of Heroes) ¡es gratis, para que uno empiece! Si está buscando algo rápido y divertido para leer mientras está de vacaciones, este libro es el adecuado".

--FantasyOnline.net
Libros de Morgan Rice

REYES Y HECHICEROS

EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)

EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)

EL ANILLO DEL HECHICERO

LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)

UNA MARCHA DE REYES (Libro #2)

UN DESTINO DE DRAGONES (Libro #3)

UN GRITO DE HONOR (Libro #4)

UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)

UNA POSICIÓN DE VALOR (Libro #6)

UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)

UNA CONCESIÓN DE ARMAS (Libro #8)

UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)

UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10)

UN REINO DE ACERO (Libro #11)

UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)

UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)

UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)

UN SUEÑO DE MORTALES (Libro #15)

UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)

EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)

LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA

ARENA UNO: SLAVERSUNNERS (Libro #1)

ARENA DOS (Libro #2)

EL DIARIO DEL VAMPIRO

TRANSFORMACIÓN (Libro # 1)

AMORES (Libro # 2)

TRAICIONADA (Libro # 3)

DESTINADA (Libro # 4)

DESEADA (Libro # 5)

COMPROMETIDA (Libro # 6)

JURADA (Libro # 7)

ENCONTRADA (Libro # 8)

RESUCITADA (Libro # 9)

ANSIADA (Libro # 10)

CONDENADA (Libro # 11)

Escuche la saga de EL LIBRO DEL HECHICERO en formato de audio libro!

Derechos Reservados © 2013 por Morgan Rice

Todos los derechos reservados.  A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno, ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperación de información, sin la autorización previa de la autora.

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Ésta es una obra de ficción.  Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de manera ficticia.   Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es totalmente una coincidencia.

Imagen de la cubierta Derechos Reservados, Razoomgame, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.

 
Earl: "Si tuviéramos aquí
Al menos a diez 10 mil de esos hombres en Inglaterra…"
 
 
Enrique V "No, mi primo justo…
Mientras menos hombres, mayor parte del honor.
¡Es la voluntad de Dios! Te lo ruego, no desees ni un hombre más".
 
--William Shakespeare
Enrique V


CAPÍTULO UNO

Gwendolyn gritó y gritó mientras el dolor la hacía pedazos.

Yacía de espaldas en el campo de flores silvestres, le dolía su estómago más de lo que imaginaba posible, destrozándola, pujando, tratando de sacar al bebé. Una parte de ella deseaba que todo terminara, que pudiera llegar a un lugar seguro antes de que el bebé llegara. Pero una parte mayor de ella sabía que el bebé estaba llegando, le gustara o no.

Por favor, Dios, ahora no, rezó ella. Sólo unas horas más. Déjanos llegar a un lugar seguro, primero.

Pero el destino no lo quería así. Gwendolyn sintió otro tremendo dolor a través de su cuerpo, y se reclinó y gritó cuando sintió al bebé girar dentro de ella, a punto de salir. Ella sabía que era imposible que pudiera detenerlo.

En cambio, Gwen pujó, obligándose a respirar como las enfermeras le habían enseñado, tratando de ayudarlo a salir. Sin embargo, no parecía estar funcionando, y gimió en agonía.

Gwen se sentó una vez más y miró a su alrededor buscando cualquier señal de que hubiera alguna persona.

"¡AUXILIO!", gritó con toda la fuerza de sus pulmones.

No hubo ninguna respuesta. Gwen estaba en medio de los campos de verano, muy lejos de alma alguna, y su grito fue absorbido por los árboles y el viento.

Gwen siempre trató de ser fuerte, pero tuvo que admitir que estaba aterrorizada. Menos por sí misma y más por el bebé. ¿Qué pasaría si nadie los encontraba? Aunque pudiera parir por sí misma, ¿cómo sería capaz de irse de este lugar con el bebé? Tenía el mal presentimiento de que ella y el bebé morirían.

 

Gwen pensó en el Mundo de las Tinieblas, en ese momento fatídico con Argon cuando ella lo había liberado, la elección que tuvo que hacer. El sacrificio. La opción insoportable que había sido forzada a tomar, teniendo que elegir entre su esposo y su bebé. Lloró, recordando la decisión que había tomado. ¿Por qué la vida siempre exigía sacrificios?

Gwendolyn sostuvo el aliento mientras el bebé de repente cambiaba de posición dentro de ella; un dolor severo resonó desde la parte superior de su cabeza hasta los pies. Sentía como si fuera un árbol de roble partiéndose en dos desde el interior.

Gwendolyn se acercó y gimió mientras miraba al cielo, tratando de imaginarse en cualquier lugar, menos aquí. Ella trató de aferrarse a algo en su mente, algo que le diera una sensación de paz.

Pensó en Thor. Se veía junto con él, cuando se conocieron por primera vez, caminando a través de estos mismos campos, agarrados de la mano, Krohn saltando a sus pies. Ella intentó llevar la imagen a la vida en su mente, tratado de concentrarse en los detalles.

Pero no estaba funcionando. Abrió los ojos con un sobresalto, el dolor la hacía volver a la realidad. Se preguntaba cómo había terminado aquí, en este lugar, sola – entonces se acordó de Aberthol, hablándole de su madre moribunda, de haber corrido para ir a verla. ¿Su madre también estaba muriendo en ese momento?

De repente, Gwen gritó, sintiendo que estaba muriendo, y miró hacia abajo y vio la corona de la cabeza del bebé emergiendo. Ella se reclinó y gritó mientras pujaba y pujaba, sudando, con la cara de un tono rojo brillante.

Hubo un último pujido, y de repente, un llanto atravesó el aire.

Era el llanto de un bebé.

De repente, el cielo se ennegreció. Gwen miró hacia arriba y vio con miedo cómo el día perfecto de verano, sin previo aviso, se convirtió en noche. Vio como los dos soles de repente fueron eclipsados por las dos lunas.

Un eclipse total de ambos soles. Gwen casi no lo podía creer: ella sabía que sólo sucedía una vez cada diez mil años.

Gwen observó con terror cómo se encontraba inmersa en la oscuridad. De repente, el cielo se llenó de relámpagos, los rayos parpadeaban, y Gwen sintió que le arrojaban pequeñas bolitas de hielo. Ella no entendía lo que estaba sucediendo, hasta que finalmente se dio cuenta de que estaba granizando.

Ella sabía que todo esto era un enorme presagio, que todo ocurría en el momento preciso del nacimiento de su bebé. Ella miró hacia abajo al bebé y supo de inmediato que era más poderoso de lo que ella podría entender. Que él era de otro reino.

Cuando nació, llorando, Gwen instintivamente estiró la mano y lo sujetó, tirando de su pecho antes de que pudiera deslizarse en el pasto y el lodo, protegiéndolo de la lluvia, mientras lo envolvía en sus brazos.

Él gemía, y al hacerlo, la tierra comenzó a temblar. Ella sintió la tierra temblar, y a lo lejos, vio rocas rodando por las laderas. Podía sentir el poder de este niño fluyendo a través de ella, afectando a todo el universo.

Mientras Gwen lo sujetaba con fuerza, se sentía más débil a cada momento; sentía que perdía mucha sangre. Se sintió mareada, demasiado débil para moverse, apenas lo suficientemente fuerte para sostener a su bebé, que no paraba de llorar en su pecho. Apenas podía sentir sus propias piernas.

Gwen tuvo un mal presentimiento de que moriría allí, en estos campos, con este bebé. Ya no se preocupaba por ella misma – pero no podía imaginar la idea de que su bebé muriera.

"¡NO!", gritó Gwen, convocando hasta el último poco de fuerza que tenía, para protestar a los cielos.

Mientras Gwen dejaba caer su cabeza hacia atrás, tirada en el suelo, un grito llegó en respuesta. No fue un grito humano. Era el de una criatura antigua.

Gwen comenzó a perder la conciencia. Ella miró hacia arriba, sus ojos se fijaban en ella y vio aparecer algo desde los cielos. Era una bestia enorme, bajando hacia ella, y se dio cuenta que era una criatura que ella amaba.

Ralibar.

Lo último que vio Gwen, antes de que sus ojos se cerraran para siempre, fue a Ralibar, bajando hacia ella, con sus enormes y brillantes ojos verdes y sus escamas rojas y antiguas, con sus garras extendidas y apuntando hacia ella.

CAPÍTULO DOS

Luanda estaba paralizada, en estado de shock, mirando el cadáver de Koovia, todavía con la daga ensangrentada en la mano, sin poder creer lo que había hecho.

Todo el salón de banquetes quedó en silencio y la miraron, sorprendidos, nadie se movió ni un instante. Todos miraban el cadáver de Koovia a sus pies, el intocable Koovia, el gran guerrero del Reino McCloud, segundo solamente en destreza al rey McCloud y la tensión era tan gruesa en la sala, que podría cortarse con un cuchillo.

Luanda era la más sorprendida de todos. Sintió su mano ardiente, con la daga todavía en ella, sintió una acometida de calor, entusiasmada y aterrorizada por haber matado a un hombre. Ella estaba, más que nada, orgullosa de haberlo hecho, orgullosa de haber detenido a este monstruo antes de que él pudiera poner las manos sobre su esposo o de la novia. Obtuvo lo que merecía. Todos esos McCloud eran salvajes.

Hubo un grito repentino y Luanda volteó a ver al guerrero líder de Koovia, a pocos metros de distancia, irrumpiendo repentinamente en acción, con la venganza en sus ojos y corriendo hacia ella. Levantó su espada por lo alto y la dirigió hacia su pecho.

Luanda estaba aún demasiado entumecida para reaccionar, y este guerrero se movió rápidamente. Ella se preparó, sabiendo que en un momento, sentiría el frío acero perforando su corazón. Pero a Luanda no le importaba. Lo que pasara con ella ahora ya no importaba ahora que había matado a ese hombre.

Luanda cerró sus ojos cuando el acero bajó, lista para la muerte – y en cambio, se sorprendió al escuchar un repentino sonido metálico.

Ella abrió los ojos y vio a Bronson avanzando, levantando su espada y bloqueando el golpe del guerrero. Eso la sorprendió; no pensó que él podía hacer eso, o que, con su mano buena, pudiera dar un golpe tan poderoso. Sobre todo, estaba muy emocionada para darse cuenta de que se preocupaba lo suficiente por ella para arriesgar su propia vida.

Bronson blandió hábilmente su espada alrededor e incluso con sólo una mano; tenía tal habilidad y fuerza que se las arregló para apuñalar al guerrero en el corazón, matándolo en el acto.

Luanda casi no lo podía creer. Bronson, una vez más, le había salvado la vida. Ella se sentía profundamente en deuda con él y sintió un torrente fresco de amor por él. Tal vez era más fuerte de lo que había imaginado.

Estallaron gritos en ambos lados del pasillo, mientras los McCloud y los MacGil corrían unos hacia los otros, ansiosos por ver quién podría matar al otro primero. Todos los pretextos de civilidad que se habían producido a lo largo del día de la boda y la festividad de la noche, se habían ido. Ahora era la guerra: guerrero contra guerrero, todo calentado por la bebida, alimentada por la rabia, por la indignidad que los McCloud habían intentado perpetrar al tratar de violar a la novia.

Los hombres saltaban sobre la gruesa mesa de madera, ansiosos por matarse unos a otros, apuñalándose mutuamente, agarrándose unos a otros de la cara, luchando mutuamente en la mesa, tirando la comida y el vino. La habitación era tan estrecha, estaba tan llena de gente, que quedaban hombro con hombro, con apenas espacio para maniobrar, los hombres gruñendo y apuñalando y gritando y llorando mientras la escena era un caos completo y sangriento.

Luanda pretendía recuperarse. La pelea fue tan rápida y tan intensa, que los hombres llenos de esa sed de sangre, estaban tan concentrados en matarse unos a otros, que nadie tomó un momento para mirar alrededor y observar la periferia de la habitación. Luanda observó todo y asimiló todo con una perspectiva mayor. Ella fue la única persona que observó a los McCloud yendo hacia las orillas de la habitación, blindando lentamente las puertas, una a la vez y luego escabulléndose hacia afuera.

Los pelos se levantaron en la parte posterior de su cuello mientras Luanda se daba cuenta de lo que estaba sucediendo. Los McCloud encerraron a todos en el salón – y huyeron por una razón. Les vio tomar las antorchas de la pared, y sus ojos se abrieron de par en par, llenos de pánico. Se dio cuenta con horror que los McCloud iban a quemar el pasillo con todo el mundo atrapado dentro – incluso sus propios miembros del clan.

Luanda debió haberlo sabido. Los McCloud eran despiadados, y harían cualquier cosa para ganar.

Luanda miró alrededor, viendo cómo se desarrollaba todo ante ella, y vio una puerta que no estaba blindada.

Luanda se dio vuelta, se separó de los demás y corrió hacia la puerta restante, dando codazos y empujando a los hombres fuera de su camino. Vio también a un McCloud, corriendo hacia esa puerta al otro lado de la habitación, y corrió más rápido, con los pulmones estallando, decidida a ganarle.

Los McCloud no vieron acercarse a Luanda cuando llegó a la puerta, agarraron una viga de madera, gruesa y se prepararon para blindarla. Luanda salió volando desde el costado, elevando su daga y apuñalándolo por la espalda.

El hombre McCloud clamó, arqueó la espalda y cayó al suelo.

Luanda agarró la viga, la arrancó de la puerta, la abrió y corrió hacia afuera, con los ojos ajustándose a la oscuridad, Luanda miró de izquierda a derecha y vio a los McCloud, alineados afuera de la sala, todos llevando antorchas, preparándose para prenderle fuego. Luanda estaba llena de pánico. No podía permitir que eso ocurriera.

Se dio vuelta, corrió hacia el salón, agarró a Bronson y lo alejó de la escaramuza.

"¡Los McCloud!", gritó desesperadamente. "¡Se preparan para quemar al salón! ¡Ayúdame!". ¡Saca a todos! ¡AHORA!”.

Bronson, comprendiendo, abrió sus ojos de par en par, lleno de miedo, y sin dudarlo, se volvió, corrió hacia los líderes MacGil, les sacó de la pelea y les gritó, gesticulando hacia la puerta abierta. Todos se volvieron y se dieron cuenta, luego gritó órdenes a sus hombres.

Para satisfacción de Luanda, vio cómo los hombres MacGil de repente se separaron de la pelea, se volvieron y corrieron hacia la puerta abierta que ella había salvado.

Mientras ellos se estaban organizando, Luanda y Bronson no perdieron el tiempo. Él corrió hacia la puerta, y ella se horrorizó al ver a otro McCloud corriendo hacia ella, recoger la viga e intentar blindarla. Ella no creía que podía ganarle esta vez.

Esta vez, Bronson reaccionó; levantó su espada por lo alto, se inclinó hacia adelante y la lanzó.

Voló por el aire, agitándose de punta a punta, hasta que finalmente quedó empalada en la espalda de los McCloud.

El guerrero gritó y cayó al suelo, y Bronson corrió a la puerta y la abrió justo a tiempo.

Decenas de MacGil irrumpieron a través de la puerta abierta, y Luanda y Bronson se unieron a ellos. Lentamente, el pasillo se vació de todos los MacGil, los McCloud miraban asombrados cómo sus enemigos se estaban retirando.

Una vez que todos estuvieron afuera, Luanda dio un portazo, recogió la viga con varios otros y cerraron la puerta desde el exterior, para que los McCloud no pudieran seguirlos.

Los McCloud que estaban en el exterior comenzaron a darse cuenta, y empezaron a dejar sus antorchas y sacaron sus espadas para ir al ataque.

Pero Bronson y los otros no les dieron tiempo. Se dirigieron hacia los soldados McCloud alrededor de la estructura, apuñalándolos y matándolos mientras bajaban sus antorchas y buscaban a tientas con sus brazos. La mayoría de los McCloud estaban todavía dentro, y las pocas docenas que estaban afuera no podían enfrentarse a las acometidas de los enfurecidos MacGil, quien, con ira en los ojos, mataron a todos rápidamente.

Luanda se quedó allí parada, Bronson a su lado, junto a los miembros del clan MacGil, todos ellos jadeando, emocionados por estar vivos. Todos miraron a Luanda con respeto, sabiendo que le debían sus vidas.

Mientras estaban allí, comenzaron a escuchar los golpes de los McCloud adentro, intentando salir. Los MacGil lentamente se dieron vuelta sin saber qué hacer, buscando el liderazgo de Bronson.

"Debes dejar la rebelión", dijo Luanda enérgicamente. "Debes tratarlos con la misma brutalidad con la que pretendían tratarte".

Bronson la miró, vacilante, y ella pudo ver la duda en sus ojos.

"El plan de ellos no funcionó", dijo él. "Están atrapados allí dentro. Como prisioneros". Vamos a arrestarlos".

Luanda meneó la cabeza enérgicamente.

"¡NO!", gritó ella. "Estos hombres buscan tu liderazgo. Esta es una parte brutal del mundo. No estamos en la Corte del Rey. Aquí reina la brutalidad. La brutalidad exige respeto. Esos hombres que están adentro, no pueden quedar vivos. ¡Se debe establecer un ejemplo!".

 

Bronson enfureció, horrorizado.

"¿Qué estás diciendo?",  preguntó él. "¿Que debemos quemarlos vivos? ¿Que los tratemos con la misma carnicería con que nos trataron?".

Luanda apretó su mandíbula.

"Si no lo haces, recuerda mis palabras: seguramente un día te asesinarán a ti".

Los miembros del clan MacGil se reunieron alrededor, atestiguando su argumento, y Luanda se quedó allí, echando humo de frustración. Ella amaba a Bronson – después de todo, él le había salvado la vida. Y sin embargo ella odiaba lo débil e ingenuo que podía ser.

Luanda estaba harta de los hombres que gobernaban, de los hombres que tomaban malas decisiones. Ella ansiaba gobernar, sabía que sería mejor que cualquiera de ellos. Ella sabía que a veces se necesitaba una mujer para gobernar en un mundo de hombres.

Luanda, desterrada y marginada toda su vida, sentía que ya no podría sentarse en el banquillo. Después de todo, fue gracias a ella que todos estos hombres estaban vivos ahora. Y era hija de un rey – y primogénita, nada menos.

Bronson se quedó allí, mirando, vacilante y Luanda pudo ver que no llevaría a cabo ninguna acción.

Pero ella no podía aguantar más. Luanda gritó de frustración, corrió hacia adelante, arrebató una antorcha de manos de un ayudante, y mientras todos los hombres la observaban en silencio, ella corrió delante de ellos, sostuvo la antorcha por lo alto y la arrojó.

La linterna iluminó la noche, volando en el aire, de extremo a extremo y aterrizando en la cima del techo de paja de la sala de fiestas.

Luanda vio con satisfacción como las llamas comenzaron a esparcirse.

Los MacGil que estaban alrededor de ella soltaron un grito, y todos ellos siguieron su ejemplo. Cada uno recogió una antorcha y la lanzó, y pronto se levantaron las llamas y el calor se hizo más fuerte, chamuscando su rostro, iluminando la noche. Pronto, la sala estaba ardiendo en una gran conflagración.

Los gritos de los McCloud atrapados dentro se propagaron en la noche, y mientras Bronson se estremecía, Luanda estaba parada allí, fría, dura, despiadada, con las manos en las caderas y se sintió satisfecha de cada uno.

Se volvió hacia Bronson, que estaba allí parado, con la boca abierta en estado de shock.

"Eso", le dijo ella, desafiante, "es lo que significa gobernar".

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