El Despertar Del Valiente

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Из серии: Reyes y Hechiceros #2
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El Despertar Del Valiente
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Morgan Rice

Morgan Rice tiene el #1 en éxito en ventas como el autor más exitoso de USA Today con la serie de fantasía épica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de once libros (y contando); de la serie #1 en ventas LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA, novela de suspenso post-apocalíptica compuesta de dos libros (y contando); y de la nueva serie de fantasía épica REYES Y HECHICEROS. Los libros de Morgan están disponibles en audio y ediciones impresas, y las traducciones están disponibles en más de 25 idiomas.

¡TRANSFORMACIÓN (Libro #1 en El Diario del Vampiro), ARENA UNO (Libro #1 de la Trilogía de Supervivencia), LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1 en el Anillo del Hechicero) y EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Reyes y Hechiceros – Libro #1) están todos disponibles como descarga gratuita!

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Elogios Dirigidos a Morgan Rice

“Si pensaste que ya no había razón para vivir después de terminar de leer la serie El Anillo del Hechicero, te equivocaste. En EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice nos presenta lo que promete ser otra brillante serie, sumergiéndonos en una fantasía de troles y dragones, de valor, honor, intrepidez, magia y fe en tu destino. Morgan ha logrado producir otro fuerte conjunto de personajes que nos hacen animarlos en cada página… Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores que aman la fantasía bien escrita.”

– Books and Movie Reviews
Roberto Mattos

“EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES funciona desde el principio… Una fantasía superior…Inicia, como debe, con los problemas de una protagonista y se mueve de manera natural hacia un más amplio circulo de caballeros, dragones, magia y monstruos, y destino… Todo lo que hace a una buena fantasía está aquí, desde soldados y batallas hasta confrontaciones con uno mismo…Un campeón recomendado para los que disfrutan de libros de fantasía épica llenos de poderosos y creíbles protagonistas jóvenes adultos.”

– Midwest Book Review
D. Donovan, Comentarista de eBooks

“[EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES] es una novela basada en trama fácil de leerse en un fin de semana… Un buen comienzo para una serie prometedora.”

– San Francisco Book Review

“Una fantasía llena de acción que satisfará a los fans de las novelas anteriores de Morgan Rice, junto con fans de trabajos tales como THE INHERITANCE CYCLE de Christopher Paolini… Los fans de Ficción para Jóvenes Adultos devorarán este trabajo más reciente de Rice y pedirán aún más.”

The Wanderer, A Literary Journal (sobre El Despertar de los Dragones)

“Una fantasía con espíritu que une elementos de misterio e intriga en su historia. Una Aventura de Héroes se trata del desarrollo de la valentía y sobre tener un propósito en la vida que llega al crecimiento, madurez, y excelencia… Para los que buscan aventuras fantásticas sustanciosas, los protagonistas, dispositivos y acciones proporcionan un vigoroso conjunto de encuentros que se enfocan bien en la evolución de Thor de un niño soñador a un joven adulto enfrentándose a probabilidades imposibles de sobrevivir…Sólo el inicio de lo que promete ser una serie épica.”

– Midwest Book Review (D. Donovan, Comentarista de eBooks)

“EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para un éxito instantáneo: tramas, contratramas, misterio, valientes caballeros, y relaciones crecientes llenas de corazones rotos, decepción y traiciones. Te mantendrá entretenido por horas, y satisfará a todas las edades. Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores de fantasía.”

Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

“La entretenida fantasía épica de Rice [EL ANILLO DEL HECHICERO] incluye características clásicas del género – un fuerte escenario con mucha inspiración en la antigua Escocia y su historia, y un buen sentido de intriga cortesana.”

– Kirkus Reviews

“Me encantó como Morgan Rice hizo crecer al personaje de Thor y al mundo en el que vivía. El paisaje y las criaturas que lo habitan están muy bien descritos… Disfruté [la trama]. Fue breve y dulce… Hubo la cantidad justa de personajes secundarios, así que no hubo confusiones. Hubo momentos de aventura y angustiosos, pero la acción descrita no fue demasiado grotesca. El libro sería perfecto para un lector adolescente… Tiene los inicios de lo que puede llegar a ser algo extraordinario…”-San Francisco Book Review “En este primer libro lleno de acción en la serie de fantasía épica el Anillo del Hechicero (que ya cuenta con 14 libros), Rice les presenta a los lectores a un joven de 14 años llamado Thorgrin "Thor" McLeod, cuyo sueño es unirse a la Legión de Plata, los caballeros de élite que sirven al Rey… La escritura de Rice es sólida y la premisa intrigante.”

– Publishers Weekly

“[A QUEST OF HEROES] es una lectura breve y sencilla. Los finales de cada capítulo te dejarán deseando seguir leyendo y no será fácil que te detengas. Hay algunos errores de escritura en el libro y algunos nombres están mal, pero esto no distrae de la historia en general. El final del libro me hizo desear tener el siguiente libro inmediatamente y eso fue lo que hice. ¡Todos los nueve de la serie El Anillo del Hechicero pueden ser comprados en la tienda Kindle y A Quest of Heroes es actualmente gratuito para que empieces! Si lo que quieres es algo breve y divertido para leer en tus vacaciones, este libro tiene lo que buscas.”

– FantasyOnline.net
Libros de Morgan Rice
REYES Y HECHICEROS
EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)
EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)
EL ANILLO DEL HECHICERO
LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)
UNA MARCHA DE REYES (Libro #2)
UN DESTINO DE DRAGONES (Libro #3)
UN GRITO DE HONOR (Libro #4)
UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)
UNA POSICIÓN DE VALOR (Libro #6)
UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)
UNA CONCESIÓN DE ARMAS (Libro #8)
UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)
UN MAR DE ESCUDOS (Libro #10)
UN REINO DE ACERO (Libro #11)
UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)
UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)
UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)
UN SUEÑO DE MORTALES (Libro #15)
UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)
EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)
LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA
ARENA UNO: SLAVERSUNNERS (Libro #1)
ARENA DOS (Libro #2)
EL DIARIO DEL VAMPIRO
TRANSFORMACIÓN (Libro # 1)
AMORES (Libro # 2)
TRAICIONADA (Libro # 3)
DESTINADA (Libro # 4)
DESEADA (Libro # 5)
COMPROMETIDA (Libro # 6)
JURADA (Libro # 7)
ENCONTRADA (Libro # 8)
RESUCITADA (Libro # 9)
ANSIADA (Libro # 10)
CONDENADA (Libro # 11)
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Derechos de autor © 2014 por Morgan Rice

Todos los derechos reservados. Excepto como permitido bajo el Acta de 1976 de EU de Derechos de Autor, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en ninguna forma o medio, o guardada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor.

Este ebook otorga licencia sólo para uso personal. Este ebook no puede ser revendido o pasado a otras personas. Si deseas compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro pero no lo compraste, o si no fue comprado sólo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo duro de este autor.

Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos, e incidentes son o producto de la imaginación del autor o usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es completa coincidencia.

 

Jacket image Copyright Photosani, usado bajo licencia de Shutterstock.com.


“Los cobardes mueren muchas veces;
El valiente sólo prueba una vez el gusto de la muerte.”
– William Shakespeare
Julio César

CAPÍTULO UNO

Kyra caminaba lentamente en medio de la masacre con la nieve crujiendo bajo sus botas, observando la devastación que el dragón había dejado a su paso. Estaba sin palabras. Miles de los Hombres del Señor, los hombres más temidos de todo Escalon, estaban muertos frente a ella, aniquilados en un instante. Los cuerpos chamuscados estaban a su alrededor, con la nieve derretida a su lado y sus rostros retorcidos de agonía. Los esqueletos, doblados en posiciones no naturales, aún se aferraban a sus armas con los dedos. Algunos cuerpos seguían de pie, de alguna manera quedándose verticales y mirando hacia el cielo como preguntándose qué los había matado.

Kyra se paró junto a uno examinándolo en asombro. Se acercó y lo tocó en las costillas, y se sorprendió al verlo derrumbarse y caer al suelo en un montón de huesos con su espada cayendo inofensiva al lado.

Kyra escuchó un chillido sobre su cabeza y volteó hacia arriba para observar a Theos que volaba en círculos, aún respirando fuego como si siguiera insatisfecho. Podía sentir lo que él sentía, la furia corriendo por sus venas, su deseo de destruir a Pandesia e incluso el mundo entero si pudiera. Era una furia primitiva, una furia que no tenía límites.

El sonido de las botas sobre la nieve llamó su atención y Kyra volteó para ver a los hombres de su padre, una docena de ellos, caminando y observando la destrucción con sus ojos mostrando asombro. Estos experimentados hombres en batalla claramente nunca habían visto algo como esto; incluso su padre que estaba junto a Anvin, Arthfael y Vidar, parecía pasmado. Era como caminar por un sueño.

Kyra notó como estos valientes guerreros pasaban su mirada del cielo hacia ella con asombro en sus ojos. Era como si ella hubiera hecho todo esto, como si ella misma fuera el dragón. Después de todo, sólo ella había sido capaz de invocarlo. Volteó la mirada sintiéndose incómoda; no podía distinguir si la miraban como a un guerrero o como a un fenómeno. Quizá ellos mismos no lo sabían.

Kyra recordó su oración en la Luna de Invierno, su deseo de saber si era especial y si sus poderes eran reales. Después de hoy, después de esta pelea, no le quedarían dudas. Había sido su voluntad que el dragón viniera. Ella lo había sentido; aunque no sabía el cómo. Pero ahora definitivamente sabía que era diferente. Y no podía dejar de preguntarse si esto significaba que las otras profecías también serían verdad. ¿Estaba entonces destinada a ser una gran guerrera? ¿Una gran comandante? ¿Más grande incluso que su padre? ¿Realmente guiaría a las naciones en batalla? ¿Realmente estaba el destino de Escalon en sus hombros?

Kyra no podía ver como esto sería posible. Tal vez Theos había venido por sus propias razones; tal vez el daño que había hecho no tenía nada que ver con ella. Después de todo, los Pandesianos lo habían herido, ¿cierto?

Kyra ya no se sentía segura de nada. Todo lo que sabía era que, en este momento, con la fuerza del dragón corriendo por sus venas, caminando por el campo de batalla, viendo a sus enemigos muertos, todas las cosas eran posibles. Sabía que ya no era una chica de quince años deseando ver aprobación en los ojos de los hombres; ya no era más un juguete del Señor Gobernador – o de cualquier otro hombre – que debería cumplir deseos; ya no era más propiedad de otro hombre para ser dada en matrimonio, maltratada y torturada. Ahora era su propia persona. Una guerrera entre los hombres; alguien a quien temer.

Kyra caminó por el mar de cuerpos hasta que estos terminaron y el paisaje volvió a ser nieve y hielo. Se detuvo junto a su padre observando el valle que se extendía debajo de ellos. Ahí se encontraban las grandes puertas abiertas de Argos, una ciudad vacía con todos sus hombres muertos en estas colinas. Era escalofriante ver a esta gran fortaleza vacante y sin guardia. La fortaleza más importante de Pandesia estaba ahora abierta para que entrara cualquiera. Sus imponentes murallas altas talladas de gruesas piedras y picos, sus miles de hombres y líneas de defensa habían impedido cualquier idea de una revuelta; su presencia aquí le había permitido a Pandesia tener un puño de hierro sobre todo el noreste de Escalon.

Todos bajaron por la colina dirigiéndose al camino que daba a las puertas de la ciudad. Era una caminata victoriosa pero solemne, con más cuerpos muertos posándose sobre la tierra, estragos que el dragón había dejado en su camino de destrucción. Era como caminar por un cementerio.

Al pasar por las impresionantes puertas, Kyra se detuvo bajo el umbral quedándose sin aliento: adentro pudo ver que había miles de cuerpos más, chamuscados y humeantes. Era lo que había quedado de los Hombres del Señor, los que se habían movilizado tarde. Theos no se había olvidado de nadie; su furia era visible incluso en los muros de la fortaleza con grandes partes de las piedras manchadas de negro por las llamas.

Al entrar, Argos se destacó por su silencio. Su patio estaba vacío, siendo algo poco común ver a una ciudad como esa privada de vida. Era como si Dios la hubiera absorbido toda de un solo respiro.

Mientras los hombres de su padre se apresuraban, sonidos de emoción empezaron a llenar el aire y Kyra entendió pronto por qué. Pudo ver que en el suelo había tesoros a montones de armas como las que ella nunca había visto antes. Ahí, yaciendo en el piso del patio, estaban los despojos de la guerra: las armas, acero y armaduras más finas que jamás había visto, todos relumbrando con marcas Pandesianas. Incluso había entre estos sacos de oro.

Y aún mejor, al final del patio estaba una gran armería de piedra con sus puertas abiertas mientras los hombres se apuraban dentro y encontrando un abundante tesoro. Las paredes estaban forradas con espadas, alabardas, picos, hachas, lanzas, arcos; todo hecho con el acero más fino que el mundo podía ofrecer. Había suficientes armas para equipar a la mitad de Escalon.

Entonces se oyó el sonido de relinchos, y Kyra volteó hacia el otro lado del patio para ver una fila de establos de piedra llenos con un ejército de los más finos caballos, todos a salvo del aliento del dragón. Suficientes caballos para cargar a aun ejército.

Kyra miró la esperanza creciendo en los ojos de su padre, una mirada que no había visto en años, y sabía lo que estaba pensando: Escalon podría levantarse de nuevo.

Entonces hubo un chillido y Kyra miró a Theos que volaba en círculos más bajo, con sus talones extendidos y extendiendo sus grandes alas dando una vuelta de victoria sobre la ciudad. Sus grandes ojos amarillos brillantes la miraron incluso a pesar de la gran distancia. Ella no podía mirar a ninguna otra parte.

Theos bajó y se posó afuera de las puertas de la ciudad. Se sentó orgulloso de frente a ella como si la llamara. Ella sintió su llamado.

Kyra sintió como su piel se tensaba mientras un calor surgía dentro de ella, como si tuviera una intensa conexión con esta criatura. No tuvo opción más que acercarse.

Mientras Kyra se volteaba y atravesaba el patio dirigiéndose hacia las puertas de la ciudad, pudo sentir todos los ojos de los hombres sobre ella mientras pasaban de mirar del dragón hacia ella y deteniéndose. Caminó sola hacia las puertas con las botas crujiendo sobre la nieve y su corazón latiendo más de prisa.

Mientras caminaba, Kyra sintió una gentil mano en su brazo que la detuvo. Se volteó y miró a su padre que la miraba con preocupación.

“Ten cuidado,” le advirtió.

Kyra continuó caminando sin sentir miedo a pesar de la fiera mirada en los ojos del dragón. Ella sólo sentía una intensa unión con él como si parte de ella hubiera reaparecido, una parte sin la que no podía vivir. Su mente se volcó con curiosidad. ¿De dónde había venido Theos? ¿Por qué había venido a Escalon? ¿Por qué no había vuelto antes?

Mientras Kyra pasaba por las puertas de Argos acercándose al dragón, sus ruidos se hicieron más fuertes, pasando de ronroneos a gruñidos mientras la esperaba batiendo sus grandes alas suavemente. Abrió su boca como si fuera a escupir fuego mostrando sus grandes dientes, cada uno tan grande como ella y afilados como una espada. Por un momento ella sintió miedo, con sus ojos posándose en ella con una intensidad que hacía difícil el pensar.

Kyra finalmente se detuvo a unos pies delante de él. Lo miró con admiración. Theos era magnífico. Se elevaba treinta pies de altura con escamas duras, gruesas y primordiales. El suelo temblaba con su respiración y ella se sintió completamente a su merced.

Se quedaron ahí en silencio mirándose y examinándose el uno al otro, y el corazón de Kyra la golpeaba en el pecho con una tensión en el aire tan pesada que apenas podía respirar.

Con su garganta seca, finalmente reunió suficiente valor para hablar.

“¿Quién eres?” le preguntó con su voz apenas superando un suspiro. “¿Por qué has venido conmigo? ¿Qué deseas de mí?”

Theos bajó su cabeza y se acercó, tan cerca que su enorme hocico casi tocaba su pecho. Sus enormes ojos amarillos brillantes parecían atravesarla. Ella los miró fijamente, cada uno tan grande como ella, y se sintió perdida en otro mundo, en otro tiempo.

Kyra esperó una respuesta. Esperaba que su mente se llenara con sus pensamientos como ya lo había hecho una vez.

Pero esperó y esperó, y se sorprendió al ver que su mente estaba en blanco. Nada venía hacia ella. ¿Es que Theos quería guardar silencio? ¿Había perdido ella su conexión con él?

Kyra lo miraba, preguntándose, con el dragón siendo un misterio más grande que antes. De repente este bajó su espalda como si la invitara a subir. Su corazón latió más de prisa mientras se imaginaba volando por los cielos en su espalda.

Kyra caminó lentamente hacia su lado y tomó sus escamas, duras y ásperas, preparándose para tomar su cuello y subir.

Pero tan pronto como lo había tocado este se sacudió y la hizo que perdiera su agarre. Ella tambaleó y él se elevó batiendo sus alas en un solo movimiento tan abrupto que sus manos se rasparon con la aspereza de sus escamas.

Kyra se quedó ahí inmóvil y confundida, pero más que nada con un corazón roto. Se quedó sin poder hacer nada al ver como la tremenda criatura se elevaba, chillando y volando más y más alto. Tan rápido como había llegado, Theos de repente desapareció entre las nubes dejando nada más que silencio.

Kyra se quedó ahí sintiéndose vacía y más sola que nunca. Y mientras el último de sus chillidos desaparecía ella sabía, simplemente lo sabía, que Theos se había marchado para siempre.

CAPÍTULO DOS

Alec corrió por el bosque en la oscuridad de la noche con Marco a su lado, tropezando con raíces que salían de la nieve y preguntándose si podría salir con vida. Su corazón lo golpeaba en el pecho mientras corría por su vida tratando de recuperar el aliento, queriendo detenerse pero necesitando seguir el paso de Marco. Volteó por sobre su espalda por la centésima vez y miró como el resplandor de Las Flamas se volvía más débil mientras avanzaban más en el bosque. Pasó algunos árboles gruesos y de repente el resplandor desapareció completamente, introduciéndose en una oscuridad casi completa.

Alec se volteó y retomó su camino pasando entre los árboles con los troncos golpeando sus hombros y las ramas aruñando sus brazos. Miró hacia la negrura enfrente de él que apenas permitía distinguir el sendero, tratando de no escuchar los sonidos exóticos a su alrededor. Ya le habían advertido debidamente sobre estos bosques en los que ningún fugitivo sobrevivía, y sintió un creciente vacío mientras avanzaban. Podía sentir el peligro con criaturas feroces en todos lados, con el bosque tan denso que era difícil navegar y volviéndose cada vez más complicado. Empezaba a preguntarse si hubiera sido mejor quedarse atrás en Las Flamas.

“¡Por aquí!” se escuchó una voz.

Marco lo tomó de los hombros y lo jaló mientras viraba a la derecha pasando entre dos grandes árboles, agachándose bajo sus torcidas ramas. Alec lo siguió resbalándose en la nieve, y de pronto se encontró en un claro en medio del denso bosque, con la luz de la luna brillando y mostrándoles el camino.

 

Ambos se detuvieron doblándose y poniendo sus manos en las rodillas tratando de recuperar el aliento. Intercambiaron miradas y Alec volteó hacia atrás hacia el bosque. Respiraba con dificultad con sus pulmones y costillas doliéndole por el frío, confundido.

“¿Por qué no nos están siguiendo?” preguntó Alec.

Marco se encogió de hombros.

“Tal vez saben que este bosque hará su trabajo por ellos.”

Alec buscó el sonido de soldados Pandesianos que los persiguieran; pero no hubo ninguno. Pero en vez de eso, Alec pareció escuchar un sonido diferente, como un gruñido bajo y furioso.

“¿Escuchas eso?” preguntó Alec con su vello levantándose detrás de su nuca.

Marco negó con la cabeza.

Alec se quedó ahí escuchando y preguntándose si su mente le jugaba trucos. Entonces, lentamente, empezó a escucharlo de nuevo. Fue un sonido distante, un gruñido apagado y amenazante, algo que Alec nunca había escuchado. Mientras escuchaba, este se volvió más fuerte como acercándose.

Marco ahora lo miraba con preocupación.

“Es por eso que no nos siguieron,” dijo Marco con su voz reconociéndolo.

Alec estaba confundido.

“¿A qué te refieres?” preguntó.

“Wilvox,” respondió con unos ojos llenos de terror. “Los han soltado para que nos persigan.”

La palabra Wilvox aterrorizó a Alec; había escuchado sobre ellos cuando era un niño y se rumoraba que habitaban el Bosque de las Espinas, pero él siempre pensó que sólo eran una leyenda. Se decía que eran las criaturas más letales de la noche; toda una pesadilla.

Los gruñidos se intensificaron como si fueran varios de ellos.

“¡CORRE!” imploró Marco.

Marco se volteó y Alec lo siguió mientras atravesaron el claro y se introdujeron en el bosque. Adrenalina bombeaba por las venas de Alec y podía escuchar su propio palpitar, enmudeciendo el sonido del hielo y nieve debajo de sus botas. Pero pronto pudo escuchar como las criaturas se acercaban detrás de ellos y se dio cuenta que no podrían ser más rápidos que estas bestias.

Alec tropezó con una raíz y chocó contra un árbol; gimió de dolor, lo empujó y siguió corriendo. Buscaba en el bosque algún lugar para escapar dándose cuenta que ya no había tiempo; pero no había ninguno.

Los gruñidos se volvieron más fuertes y, mientras seguía corriendo, Alec volteó hacia atrás deseando no haberlo hecho. Casi encima de ellos estaban cuatro de las criaturas más feroces que él había visto. Con apariencia de lobos, los Wilvox eran el doble del tamaño, con pequeños cuernos afilados que salían de detrás de sus cabezas y un solo y grande ojo rojo en medio de los cuernos. Sus patas eran como de osos con garras largas y puntiagudas, y sus pelajes eran gruesos y tan negros como la noche.

Al verlos tan cerca, Alec supo que era hombre muerto.

Alec se abalanzó con lo último que le quedaba de velocidad, con sus manos sudando incluso en el frio y su aliento congelándose en el aire frente a él. Los Wilvox estaban a sólo veinte pies de distancia y sabía por la desesperación en sus ojos, por la saliva que caía de sus bocas, que lo harían pedazos. No veía manera de escapar. Miró hacia Marco esperando que tuviera algún plan, pero Marco tenía la misma mirada de desesperanza. Claramente tampoco sabía qué hacer.

Alec cerró los ojos e hizo algo que nunca antes había hecho: oró. El ver su vida pasar por delante de sus ojos lo cambió de alguna manera, lo hizo darse cuenta de lo mucho que apreciaba la vida, y lo hizo sentir una desesperación que nunca antes había tenido.

Por favor Dios sálvame de esta. Después de lo que hice por mi hermano, no permitas que muera aquí. No en este lugar y no por estas criaturas. Haré lo que sea.

Alec abrió los ojos mirando hacia arriba y, al hacerlo, miró un árbol que era un poco diferente a los demás. Sus ramas estaban más retorcidas y cercanas al piso, lo suficiente para que pudiera tomar una con un salto corriendo. No tenía idea si los Wilvox podrían subir, pero no tenía opción.

“¡Esa rama!” le gritó Alec a Marco apuntando.

Corrieron juntos hacia el árbol y, con los Wilvox a sólo unos pies de distancia y sin detenerse, saltaron tomando la rama y subiendo.

La mano de Alec se resbaló con la nieve pero pudo sostenerse y logró elevarse hasta poder tomar la siguiente rama a varios pies del piso. Inmediatamente saltó a la siguiente rama a tres pies más alto con Marco a su lado. Nunca había escalado tan rápido en su vida.

Los Wilvox los alcanzaron gruñendo salvajemente, saltando y arañando a sus pies. Alec sintió su aliento caliente en el talón antes de que pudiera subirlo más, con los colmillos quedándose a sólo una pulgada. Los dos siguieron subiendo impulsados por la adrenalina hasta que estaban a quince pies del piso y más seguros de lo que necesitaban.

Alec finalmente se detuvo agarrándose a una rama con todas sus fuerzas, recuperando el aliento y con sudor cayéndole en los ojos. Miró hacia abajo orando por que los Wilvox no pudieran escalar también.

Para su inmenso alivio aún estaban en el suelo, saltando y rasguñando contra el árbol tratando de subir pero sin poder lograrlo. Atacaron el tronco con locura pero sin ningún resultado.

Se quedaron sentados en la rama y, al darse cuenta de que estaban a salvo, suspiraron con alivio. Para la sorpresa de Alec, Marco se echó a reír. Era una risa de loco, una risa de alivio, una risa de alguien que acababa de escapar de la muerte de la manera más inusual.

Alec, dándose cuenta de lo cerca que había estado, no pudo evitar reírse también. Sabía que aún no estaban seguros, que probablemente nunca podrían dejar este lugar y que seguramente morirían aquí. Pero al menos por ahora estaban seguros.

“Parece que te debo una,” dijo Marco.

Alec negó con la cabeza.

“No me agradezcas todavía,” dijo Alec.

Los Wilvox gruñían ferozmente y esto hacía que se estremecieran, con Alec mirando hacia arriba del árbol con manos temblorosas deseando alejarse aún más y preguntándose qué tan alto podrían subir, si sería posible escapar de aquí.

De repente, Alec se paralizó. Al mirar hacia arriba se estremeció, atacado por un terror como el que nunca había sentido. Ahí, en las ramas y mirando hacia abajo, estaba la criatura más horrible que jamás había visto. Ocho pies de largo, con el cuerpo de una serpiente pero con seis pares de patas todas con largas garras, cabeza de anguila, y con unos ojos rasgados y amarillos que se enfocaron en Alec. A sólo unos pies de distancia, dobló su espalda, siseo y abrió la boca. Alec, impactado, no podía creer cuánto podía abrirla, lo suficiente para tragárselo entero. Y sabía por la forma en que movía su cola que estaba a punto de atacar y matarlos a ambos.

Su boca se abalanzó apuntando hacia la garganta de Alec y él reaccionó involuntariamente. Gritó y saltó hacia atrás perdiendo su agarre, con Marco a su lado, pensando sólo en alejarse de esos letales colmillos y gran boca; una muerte segura.

Ni siquiera pensó en lo que estaba debajo. Mientras volaba hacia atrás en el aire, se dio cuenta, aunque demasiado tarde, de que estaba pasando de unos colmillos dirigiéndose a otros. Miró y observó a los Wilvox salivando, abriendo sus mandíbulas y sin nada que pudiera hacer salvo prepararse para el descenso.

Había cambiado una muerte por otra.

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