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Novelas de Voltaire — Tomo Primero

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No conservaba ménos enojo contra lo demas de la nacion, puesto que se habia reconciliado con los literatos. Sois un extrangero, le dixo el hombre juicioso que le hablaba, y se os presentan de tropel los abusos, miéntras que se os esconde el bien oculto, y que no pocas veces de estos mismos abusos resulta. Supo entónces que habia entre los literatos muchos que no eran envidiosos, y hasta entre los magos algunos que eran virtuosos. Al fin entendió que estos grandes cuerpos, que con sus choques preparaban al parecer su ruina común, eran en la realidad fundaciones provechosas; que cada asociacion de magos era un freno para sus émulas; que si á veces estas diferian de opinion, todas enseñaban una moral misma; que instruían el pueblo, y sujetas á las leyes: semejantes á los preceptores que zelan los hijos de casa, miéntras que á ellos los zela el amo. Trató á muchos, y encontró entre ellos almas celestiales; y supo que entre aquellos mismos locos que querian poner guerra al Gran Lama, habia varones eminentes. Sospechó al cabo que podian ser lo mismo las costumbres de Persepolis que sus edificios, que unos le habian parecido dignos de lástima, y otros le habian sobrecogido en admiracion.

Dixo un dia al literato: Ahora conozco que los magos, que por tan peligrosos habia tenido, pueden ser muy provechosos, especialmente quando un prudente gobierno estorba que se grangeen sobrado influxo: ¿pero qué utilidades, pueden resultar de las colosales riquezas de los asentistas y agentes del fisco? Aquel mismo dia vió que la opulencia de estos, que tanto le habia repugnado, producia á veces mucho fruto, porque habiendo necesitado dinero el soberano, halló en una hora por su medio lo que por las vias ordinarias no hubiera en seis meses encontrado; y se convenció de que estas pardas nubes, alimentadas con el rocío de la tierra, le restituían en lluvias lo que de ellas recibian: aparte de que los hijos de estos hombres nuevos, por lo comun mas bien educados que los de las mas antiguas familias, valian mucho mas que estos; porque tener por padre un buen calculador no quita que sea uno juez recto, valiente soldado, ó hábil estadista.

Poco á poco perdonaba Babuco la codicia del asentista, que en la realidad no es ni mas ni ménos codicioso que los demas, y que es indispensable; disculpaba la locura de disipar su caudal por hacer la guerra, que era orígen de tantas bélicas proezas; y perdonaba los zelos de los literatos, entre quienes se hallaban sugetos que ilustraban el mundo: se reconciliaba con los magos ambiciosos y tramoyistas, que con pequeños vicios juntaban grandes virtudes; puesto que le quedaban no pocos escrúpulos, especialmente sobre los galanteos de las damas, y las horrendas conseqüencias que infaliblemente habian de producir, y que le llenaban de horror y sustos.

Queriendo exâminar todos los estados, hizo que le llevaran á casa de un ministro, y en el camino iba temblando de ver alguna muger asesinada por su marido en presencia suya. Llegó á la antesala del hombre de estado, y estuvo dos horas aguardando á que dixeran que estaba allí, y otras dos despues que lo hubiéron dicho, haciendo en este tiempo firmísimo propósito de recomendar al ministro y sus insolentes concierges al enojo del ángel Ituriel. Estaba la antesala atestada de damas de todas clases, de magos de todos colores, de jueces, mercaderes, oficiales y pedantes, que todos estaban quejosos del ministro. Decian el avariento y el logrero: No hay duda de que roba este hombre las provincias; afeaba sus rarezas el extravagante; decia el sensual que solo con sus gustos tenia cuenta; y esperaban las mugeres que en breve le sustituiria otro ministro mas mozo.

Oía Babuco todas estas razones, y no pudo ménos de decir: ¡Qué hombre tan dichoso es este! Todos sus enemigos los tiene en su antesala; su potencia abruma á sus envidiosos, y mira á sus plantas á quantos le detestan. Al fin entró en su gabinete, y vió á un viejecito agobiado de años y quehaceres, pero vivo todavia, y muy inteligente. Gustóle Babuco, y á Babuco le pareció un sugeto muy digno de estimacion. Fue muy interesante la conferencia: el ministro le confesó que era el hombre mas desgraciado; que le tenian por rico, y era pobre; que le creían omnipotente, y para todo encontraba impedimentos; que todos sus beneficios habian sido pagados con ingratitudes, y que en quarenta años de continuas faenas habia tenido apénas un rato de satisfaccion. Enternecióse Babuco, y dixo entre sí que si habia cometido algunos yerros este hombre, y por ellos le queria castigar el ángel Ituriel, bastaba con dexarle su cargo, sin exterminarle.

Estaba razonando con el ministro, quando entró desatentada la hermosa dama en cuya casa habia comido Babuco, manifestando su rostro y sus ojos los síntomas del dolor y el enojo. Prorumpió en amargas quejas contra el hombre de estado; vertió lágrimas; se lamentó amargamente de que hubieran negado á su marido un cargo á que podia aspirar por su cuna, y de que le hacian acreedor sus heridas y servicios; y habló con tanta energía, se quejó con tal gracia, desvaneció con tal maña los reparos, con tal eloqüencia esforzó sus razones, que no salió del gabinete hasta haber conseguido la fortuna de su marido.

Salió Babuco dándole la mano, y le dixo: ¿Es posible, señora, que os hayais tomado tanto trabajo por un hombre que no quereis, y que tanto teneis por que temer? ¿Cómo es eso que no le quiero? replicó la dama: sabed que mi marido es el mejor amigo que tengo en este mundo, y que sacrificaré por él todo quanto tengo, como no sea mi amante; lo mismo que hiciera él, ménos sacrificar á su querida. Quiero que la conozcais, que es una muy linda señora, muy discreta, y de excelente genio; esta noche cenamos juntos con mi marido y mi amiguito el mago: venid á participar nuestro gusto.

Llevóse la dama consigo á Babuco, y el marido que estaba sumido en el mas hondo dolor recibió á su muger con raptos de gratitud y alborozo, dando mil abrazos á su muger, á su dama, al mago, y á Babuco. El banquete le animáron el contento, las gracias y los donayres. Sabed, le dixo la hermosa dama con quien cenaba, que las que á veces califican de mugeres sin honra casi siempre poseen las virtudes de un hombre honrado; y en prueba de ello, venid mañana á comer conmigo en casa de la hermosa Teone. Algunas vestales viejas murmuran de ella, pero mas obras de beneficencia hace ella sola que todas juntas las que la muerden; no cometiera la mas leve injusticia por todos los intereses del mundo; á su amante le da siempre consejos generosos; solo su gloria la ocupa, y se sonrojaria él si en su presencia malograra una sola ocasion de obrar bien; porque no hay mayor estímulo para virtuosas acciones, que tener por juez y testigo de su conducta una amada cuyo aprecio anhela uno á merecer.

No faltó Babuco á la cita, y vió una casa que era el emporio de los placeres. En ellos reynaba Teone; con cada uno hablaba el idioma que entendia: su natural entendimiento dexaba explayarse el de los demas; agradaba casi sin querer; tan amable era como benéfica; y para dar mas lustre á todas sus dotes, era muy hermosa.

Conoció Babuco, puesto que era Escita y enviado por un genio, que si se detenia mas tiempo en Persepolis, le haria Teone olvidarse de Ituriel. Cogia cariño á la ciudad cuyos vecinos eran afables, corteses y benéficos, aunque murmuradores, insustanciales y vanidosos. Temia ya que fuese condenada Persepolis, y hasta temia la cuenta que á dar iba. Así para darla hizo lo siguiente: mandó al mejor estatuario del pueblo, que le fundiera una estatua pequeña, compuesta de todos metales, y de las tierras y piedras mas preciosas y mas viles; y se la llevó á Ituriel. ¿Haréis pedazos, le dixo, esta linda estatua, porque no es toda ella de oro y diamantes? Comprendió Ituriel el emblema, y se determinó á no tratar ni siquiera de enmendar á Persepolis, y dexar que anduviera el mundo como anda, diciendo: Si no todo es bueno, á lo ménos todo es tolerable. Subsistió pues Persepolis; y Babuco estuvo muy distante de quejarse, como hizo Jonas que se enfadó porque no fué destruida Ninive. Verdad es que quien ha pasado tres dias en el vientre de una ballena, no gasta tan buen humor como el que ha estado en la ópera, en la comedia, y ha cenado con gente de fino trato.

Fin de la vision de Babuco
* * * * *

MEMNON, ó LA CORDURA HUMANA

Pusósele en la cabeza á Memnon un dia la desatinada idea de ser completamente cuerdo: que pocos hombres hay á quien no haya pasado por la cabeza semejante locura. Memnon discurria así: Para ser muy cuerdo, y á conseqüencia muy feliz, basta con no dexarse arrastrar de las pasiones: cosa muy fácil, como nadie ignora. Lo primero, nunca he de querer á muger ninguna, y en viendo una beldad acabada diré en mi interior: Un dia se ha de arrugar ese semblante; ese turgente y redondo pecho se ha de tornar fofo y lacio; esa tan bien poblada cabeza ha de quedarse calva: y me basta con mirarla desde ahora como la he de ver entónces, para que esa linda cabeza no me haga perder la mia.

Lo segundo, siempre seré sobrio, por mas que me tiente la golosina, los exquisitos vinos, y el incentivo de la sociedad. Me figuraré las resultas de la glotonería, la cabeza cargada, el estómago descompuesto, perdida la razon, la salud y el tiempo; y así solo comeré lo que necesite, disfrutaré sana salud, y tendré siempre claras y luminosas las ideas. Cosa es esta tan fácil, que no es meritorio salirse con ella.

Luego, continuaba Memnon, es necesario no descuidar su caudal: mis deseos son moderados; tengo mi dinero que me produce buenos réditos y con buenas fianzas en poder del tesorero general de Ninive, y me basta para vivir sin depender de nadie, que es la mayor fortuna, porque nunca me veré en la cruel precision de ir á besar manos de palaciegos; á nadie tendré envidia, y de nadie seré envidiado: cosa no ménos fácil. Amigos tengo, dixo en fin, y los conservaré, porque nunca les haré mal tercio; no se enfadarán jamas conmigo, ni yo con ellos: tampoco en esto se ofrece dificultad.

 

Formado así su planecico de moderacion dando paseos por su quarto, se asomó Memnon á la ventana, y vió dos señoras que iban por unas calles de plátanos, que inmediatas á su casa habia. Era vieja la una, y no la aquejaba al parecer nada; la otra era moza, linda, y tenia trazas de estar muy apesadumbrada: suspiraba, y lloraba, y eso mismo le daba mas gracia. Movióse mucho nuestro sabio, no con la beldad de la dama (porque estaba seguro de no rendirse á tal flaqueza), mas sí por el desconsuelo en que la vía. Baxó, y se acercó á la Ninivita jóven, con ánimo de darle prudentes consuelos. Contóle esta hermosa con la mas ingenua y tierna expresion los perjuicios que le hacia un tio que no tenia, con que artificio la habia privado de un caudal que nunca habia poseido, y los temores que le causaban sus arrebatos. Vos me pareceis hombre discreto, le dixo, y si me hiciérais el favor de venir hasta mi casa, y exâminar mis asuntos, estoy cierta de que me sacaríais del cruel apuro en que me veo. No tuvo reparo Memnon en acompañarla, para examinar con madurez sus asuntos, y darle buenos consejos.

Llevóle la afligida señora á un retrete bien aromado, y le obligó con mucha cortesía á sentarse en un muelle sofá, donde estaban las piernas cruzadas uno enfrente de otro. Hablaba la dama con los ojos baxos; de quando en quando se le iban las lágrimas, y quando los levantaba, siempre topaba con las miradas del cuerdo Memnon. Eran sus razones cariñosas en demasía, y mucho mas quando ámbos se miraban. Memnon tomaba muy á pechos sus asuntos, y á cada instante crecia en él el anhelo de servir á tan hermosa y desdichada persona. Con el calor de la conversacion dexáron poco á poco de encontrarse uno enfrente de otro, y de tener cruzadas las piernas, aconsejándola Memnon tan de cerca, y siendo tan cariñosos sus consejos, que ni uno ni otro podian hablar de asuntos, ni sabian donde estaban.

Estando en esto, llega, como ya el lector se ha podido imaginar, el tío, el qual venia armado de punta en blanco; y lo primero que dixo fué que iba á matar, como era justo, al sabio Memnon y á su sobrina; y lo último, que podria perdonarlos, si le daban mucho dinero. Vióse precisado Memnon á darle quanto tenia, y gracias á que en aquellos venturosos tiempos no habia peores resultas que temer; que aun no estaba descubierta la América, ni eran las hermosas damas afligidas tan peligrosas como ahora.

Confuso y desesperado Memnon se volvió á su casa, donde encontró una esquela convidándole á comer con unos amigos íntimos. Si me quedo solo en casa, dixo, tendré preocupado el ánimo con mi triste aventura, no comeré, y caeré malo; mas vale hacer una frugal comida con mis amigos íntimos, y con su amena compañía olvidarme del disparate que esta mañana he cometido. Fuése al convite; y viendo que estaba algo triste, le obligáron á que bebiese para disipar su melancolía. El vino usado con moderacion es medicina para el ánimo y para el cuerpo: así pensaba el sabio Memnon, y se emborrachó. Propónenle jugar una mano de sobremesa: un juego, donde se atraviesa poco, es una inocente diversion. Juega, y le ganan quanto traía en el bolsillo, y quatro veces mas sobre su palabra. Origínase una contienda sobre el juego, irrítanse los ánimos, le tira uno de sus íntimos amigos á la cabeza un cubilete que le saca un ojo, y traen á casa al sabio Memnon borracho, sin dinero, y con un ojo ménos.

Habiendo dormido un poco el lobo, envia á su criado á casa del tesorero general de rentas de Ninive, á que le diera dinero para pagar á sus íntimos amigos; y le trae el criado la nueva de que aquella mañana habia hecho una quiebra de mala fé su deudor, con la qual dexaba por puertas á cien familias. Despechado Memnon se va á palacio con un parche en el ojo y un memorial en la mano, pidiendo justicia al rey del fallido; y encuentra en una sala á muchas damas, todas como peonzas al reves, con elegantes tontillos de veinte piés de circunferencia, y batas de treinta de cola. Una que le conocia algo, dixo mirándole al soslayo: ¡Jesus, qué horror! Y otra que le conocia mas: Buenas tardes, señor Memnon; de veras, señor Memnon que me alegro mucho de veros: ¿cómo es que estais tuerto, señor Memnon? y dicho esto, se fué sin aguardar respuesta. Agazapóse Memnon en un rincon, esperando á poderse echar á los pies del monarca. Llegó su magestad, besó Memnon tres veces el suelo, y le dió su memorial, que tomó el soberano con mucha afabilidad, y se le alargó á uno de sus sátrapas, para que le diera cuenta. Llama el sátrapa á Memnon aparte, y le dice con tono de mofa y ademan de insulto: Donoso tuerto sois, pues os atreveis á dar al rey un memorial que no ha pasado por mi mano, y cometeis con eso el atentado de pedir justicia de un fallido muy honrado, que está baxo mi amparo, y es sobrino de una doncella de servicio de mi querida. No deis mas paso en el asunto, si no quereis perder el ojo sano que os queda.

De esta suerte, habiendo Memnon renunciado por la mañana de mozas, de comilonas, de juego, de contiendas, y sobretodo de palacio, ántes de anochecer habia sido engañado y estafado por una herniosa dama, se habia emborrachado, habia jugado, le habian sacado un ojo, y habia ido á palacio donde se habian reido de él.

Confuso, absorto, y rendido al peso de su sentimiento, se volvia medio muerto á su casa, y al ir á entrar, la encontró llena de alguaciles y escribanos que cargaban con los muebles á nombre de sus acreedores. Paróse casi sin sentido debaxo de un plátano, y se encuentra con la linda dama de aquella mañana, que se andaba paseando con su amado tio, y que no se pudo tener de risa al ver á Memnon con su parche. Cerró la noche, y se acostó Memnon sobre un monton de paja, cerca de las paredes de su casa: entróle calentura, se aletargó con la fuerza de ella, y se le apareció en sueños un espíritu celestial; el qual era resplandeciente como el Sol, y tenia seis hermosas alas, pero sin piés, ni cabeza, ni cola, y no se parecia á cosa ninguna. ¿Quién eres? le dixo Memnon. Tu genio bueno, le respondió. Pues vuélveme, repuso Memnon, mi ojo, mi salud, mi caudal, mi cordura; y de seguida le contó de qué modo todo lo habia perdido aquel dia. Aventuras son esas, replicó el espíritu, que nunca suceden en el mundo donde nosotros vivimos. ¿En qué mundo vivis? le dixo el hombre afligido. Mi patria, respondió el genio, dista quinientos millones de leguas del Sol, y es aquella estrellita junto á Sirio, que estás viendo desde aquí. ¡Lindo pais! dixo Memnon. ¿Con que no teneis bribonas que engañan á los hombres de bien, ni amigos íntimos que les estafan su dinero y les sacan un ojo, ni deudores que quiebren, ni sátrapas que se rian de vosotros quando os niegan justicia? No, le dixo el morador de la estrella, nada de eso: no nos engañan las mugeres, porque no las hay; no hacemos excesos de glotonería, porque no comemos; ni hay deudores que quiebren, porque no tenemos plata ni oro; no nos pueden sacar los ojos, porque no se parece nuestro cuerpo al vuestro; ni los sátrapas cometen injusticias, porque todos somos iguales.

Díxole entónces Memnon: Señor ilustrísimo, ¿sin mozas y sin comer, en qué pasais el tiempo? En cuidar, dixo el genio, de los demas globos que estan á nuestro cargo, y yo soy venido á consolarte. ¡Ay! replicó Memnon, ¿porqué no habéis venido la noche pasada, y me hubiérais estorbado hacer tanto disparate? Porque estaba con Asan, tu hermano mayor, le dixo el morador de los cielos, el qual es mas desventurado que tú, habiendo su magestad el clemente rey de las Indias, en cuyo palacio tiene la honra de estar empleado, mandádole sacar ámbos ojos por una leve falta, y teniéndole en un calabozo, amarrado de piés y manos. Pardios, exclamó Memnon, que estamos medrados con tener un genio bueno en nuestra familia, si de dos hermanos uno está ciego, y otro tuerto, uno acostado sobre paja, y otro en una cárcel. Tu suerte se mudará, replicó el animal de la estrella: verdad es que toda la vida serás tuerto; pero, como no sea eso, vivirás bastante feliz, con tal que nunca hagas el desatinado propósito de ser completamente cuerdo. ¿Con que eso es cosa que no es posible conseguir? replicó Memnon arrancando un sollozo. Como no es posible, respondió el otro, ser completamente inteligente, completamente fuerte, completamente poderoso, ó completamente feliz. Nosotros mismos estamos muy distantes de serlo; un globo hay á la verdad donde todo eso se encuentra; pero todo va por grados en los cien mil millones de mundos sembrados en el espacio. En el segundo hay ménos placer y ménos sabiduría que en el primero; en el tercero ménos que en el segundo; y así se sigue hasta el postrero, donde todo el mundo es enteramente loco. Mucho me temo, dixo Memnon, que nuestro globo sea justamente esa casa de orates del universo, que vos decis. No tanto como eso, dixo el espíritu, pero le anda cerca; y es preciso que cada cosa ocupe su sitio señalado. En tal caso, dixo Memnon, muy descaminados van ciertos poetas, y ciertos filósofos, que dicen que todo está bien. Razon llevan, dixo el filósofo del otro mundo, si contemplan la colocacion del universo entero. ¡Ha! replicó el pobre Memnon, eso no lo creeré miéntras fuere tuerto.

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