ZEN, un camino de transformación

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Из серии: Sabiduría Perenne
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Dogen fue autorizado para ingresar en el templo de Ju-ching y desde el comienzo recibió permiso para visitar la habitación del abad con frecuencia e interrogarlo sobre el Dharma. Así, reconoció en Ju-ching al auténtico maestro que había estado buscando y con el tiempo recibiría de él el sello de la transmisión y el certificado que lo acreditaba como sucesor en el linaje del maestro Tozan (considerado el fundador de la escuela Soto).

Durante su estudio en el monte T’ien t’ung, Dogen absorbió las enseñanzas del maestro Ju-ching, quien a su vez había sido impregnado de las enseñanzas de dos grandes maestros de la tradición Soto: Fuyo Dokai (Furong Daokai, 1043-1118) y Wanshi Shogaku (Hongzhi Zhengyue, 1091-1157). Del primero, aprendería la importancia del retorno a la auténtica disciplina de los buddhas y ancestros, y del segundo, la recuperación de la auténtica práctica de meditación. De la intensa práctica de meditación de Ju-ching, se cuenta que para dar ejemplo a sus discípulos, practicaba zazén hasta después de las once de la noche, y se levantaba a las dos y media para volver a la práctica. Para Dogen, este zazén recibido del maestro Ju-ching es la actualización misma de la Vía:

«El Gran Maestro Shakyamuni transmitió correctamente el maravilloso método para realizar la Vía. Todos los tathagatas de los tres tiempos también alcanzaron la Vía a través de zazén. Zazén ha sido transmitido de persona a persona como la verdadera puerta. De igual manera todos los ancestros de la India y China alcanzaron la Vía a través de zazén. Por lo tanto, ahora enseño la verdadera puerta a seres humanos y celestiales.»26

«Ju-ching se veía a sí mismo no solo como una figura que revivió la escuela Soto al seguir a sus predecesores inmediatos, sino, más importante aún, como alguien que restauró el propio fundamento de la tradición budista como un todo, mediante el regreso al núcleo de la experiencia de la iluminación del mismo Buddha histórico; práctica/iluminación indivisa».27 De Ju-ching, Dogen también aprendió el desprecio hacia la búsqueda mundana de fama y riqueza, como algo radicalmente opuesto a la búsqueda de la Vía del Buddha.

A pesar de que Ju-ching transmitió a Dogen el linaje de la escuela Soto, siempre rehusó darle este nombre. De hecho, su interés no era el de transmitir la llamada escuela Zen, sino que consideraba que su enseñanza correspondía al auténtico Dharma de Buddha. En el Hokyoki, el diario que llevó durante su estadía en China, Dogen cita las palabras de su maestro:

«No debemos llamar arbitrariamente a la Gran Vía de los buddhas y patriarcas la escuela Zen. La escuela Zen es un nombre falso que de hecho es lamentable. Este es el nombre que pequeñas bestias de cabeza rapada han venido usando. Todos los antiguos virtuosos del pasado lo saben. ¿Has leído el Shih-men lien-chien [Biografías de monjes eminentes]?».28

Esta fue una de las características más importantes que recibió Dogen de su maestro, y durante su vida siempre enfatizó el hecho de que su práctica no se correspondía con una escuela particular, sino que se trataba del Dharma de Buddha mismo, esencialmente contenido en la propia práctica de zazén:

«La transmisión del dharma de Buddha en el Oeste y en el Este [India y China] no es otra que la transmisión del Buddha sentado. Este es el punto esencial. Donde el dharma de Buddha no se transmite, zazén no se transmite. Lo que ha sido pasado de persona a persona es la enseñanza esencial de solo zazén. Aquellos que no han recibido íntimamente esta enseñanza no son buddhas ancestros».29

Más adelante, en respuesta a la pregunta de por qué hacía tanto énfasis en zazén como la práctica más importante de todas las enseñanzas budistas, Dogen, dijo:

«Esta pregunta surge porque usted llama a este gran insuperable ojo precioso del verdadero dharma escuela Zen. Debe saber que este título de escuela Zen se originó en China y nunca se oyó de él en la India. Al comienzo, cuando el gran maestro Bodhidharma se sentó frente al muro por nueve años en el templo Shorinji en la montaña Su, ni los monjes ni los laicos conocían el verdadero dharma y lo llamaron el brahmán que practica zazén como su esencia. Después de esto, todos los ancestros en cada generación simplemente practicaron zazén. Al verlo así, las personas ordinarias que no comprendían la realidad, confundidas omitieron la palabra za (sentarse) y simplemente lo llamaron la “escuela Zen”. Este proceso se hace evidente en las sentencias de los ancestros. No piensen que [zazén] es la misma concentración y meditación de los seis paramitas30 y los tres estudios básicos».31

En uno de los discursos formales en la sala del Dharma (jodo), Dogen llega incluso a afirmar que la escuela Zen nunca existió:

«Se dice que después de [el ancestro] Upagupta, hubo cinco escuelas del Dharma de Buddha durante su decadencia en la India. Después de Qingyuan [j.: Seigen Gyoshi m. 740] y Nanyue [j.: Nangaku, 677-744], las personas lo asumen así, para establecer los diversos estilos de las cinco casas, lo cual fue el error en China. Más aún, en tiempos de los antiguos buddhas y ancestros fundadores, nunca se oyó hablar del dharma de Buddha designado como la escuela Zen, la cual nunca ha existido. Lo que se conoce hoy día como la escuela Zen no es en realidad el Dharma de Buddha. ¿Cómo podríamos llamar al Dharma del Buddha una escuela Zen?».32

En el capítulo «La Vía del Buddha (Butsudo)» del Shobogenzo, Dogen dice:

«En la India y China, desde los tiempos antiguos hasta el presente, no ha existido tal nombre de “escuela Zen”. Aquellos que se refieren a ellos mismos de esta manera son demonios que violan la vía del Buddha, enemigos que no son bienvenidos por los buddhas y ancestros».33

El capítulo «La Vía del Buddha» está dedicado a explicar la importancia de la transmisión del auténtico Dharma de Buddha. Dogen afirma que esta transmisión no se limita a los 50 ancestros históricos que lo precedieron, sino que, perdida en un tiempo inmemorial, viene desde los siete buddhas del pasado.34

Luego de su encuentro con Ju-ching, Dogen estudió rigurosamente bajo su tutela y aprendió el concepto de «práctica incesante». En 1225, su maestro le transmitió los preceptos en la ceremonia conocida como Denkai. En el Kyojukaimon,35 Dogen escribió:

«Los grandes preceptos de los buddhas han sido protegidos y mantenidos por los buddhas. Los buddhas se los transmitieron a los buddhas y los ancestros se los transmitieron a los ancestros. La transmisión del Dharma trasciende el pasado, el presente y el futuro. La identidad de la verificación [de maestros y discípulos] es continua desde los tiempos antiguos hasta el momento presente. Nuestro gran maestro Shakyamuni Buddha los confirió a Mahakasyapa. Mahakasyapa los transmitió a Ananda. Siguiendo así, estos preceptos fueron legítimamente conferidos de maestro a discípulo durante cincuenta y cuatro generaciones y la transmisión ha llegado al presente abad [de este monasterio]».

Dos años más tarde, en 1227, Ju-ching entregó a Dogen el Shisho, documento de transmisión, y se convirtió en el patriarca 51 en sucesión directa desde el Buddha Shakyamuni. Dogen regresó a Japón para continuar la transmisión a través del establecimiento de una comunidad monástica de acuerdo con las reglas de Baizhang, e instruyendo a sus discípulos a través de enseñanzas orales y de textos escritos. Con el tiempo fundaría el templo Eiheiji en las montañas de Echizen, siguiendo las instrucciones de su maestro.36

Muchos de los monjes japoneses que fueron a China a estudiar y practicar, y luego regresaron a Japón con gran cantidad de sutras budistas como recuerdo. Pero como el mismo Dogen afirma en su jodo 1.48 del Eihei Koroku, él regresó con las manos vacías. Con esto quería expresar que había incorporado la enseñanza de shikantaza (la práctica de solo sentarse), que él mismo era la personificación, la propia manifestación del Dharma de Buddha. Sin embargo, según el registro de las reliquias del maestro Myozen (Shari Sodenki), en realidad había traído consigo las reliquias de Myozen, además del shisho (certificado de la transmisión), el kesa (hábito monástico) del maestro Fuyo Dokai, el Hokyo Zanmai (samadhi del espejo precioso) y un comentario de Goi (los Cinco Rangos) del maestro Tozan (Dongshan), considerado el fundador del linaje Soto que heredó Dogen, y un retrato de Ju-ching.37 Regresaba a su país a sembrar las semillas del auténtico Dharma de Buddha heredado de su maestro.

«De Shakyamuni Buddha a Caoxi Huineng hay 34 ancestros... Por tanto, la Colección del Verdadero Ojo del Dharma ha sido pasada de heredero a heredero hasta nuestros días. La auténtica vida del Dharma del Buddha existe solo en esta auténtica transmisión. Debido a que el Dharma del Buddha ha sido apropiadamente transmitido de esta manera, es conferido de heredero a heredero.»38

Es importante destacar que la mayor parte del tiempo antes de recibir la transmisión del Dharma de Ju-ching, Dogen estuvo practicando en la tradición Rinzai. Él solo buscaba encontrar un verdadero maestro y resolver su «gran duda». De hecho, como ya se vio, el primer templo que visitó fue Ching-tê-ssû en el monte T’ian t’ung, el mismo en el que Eisai había estudiado. En época de Dogen, según se puede apreciar, los templos en China podían nombrar a un abad Soto después de uno Rinzai, como en el caso de Ju-ching, que sucedió a Wu-chi en este templo. Para Ju-ching, separar las enseñanzas de los maestros en escuelas diferentes era un error. Dogen afirma que incluso los nombres de estas escuelas fueron designados tiempo después de que los fundadores de las supuestas corrientes ya habían muerto.

«Ju-ching, mi antiguo maestro, ascendió al estrado y enseñó a la Asamblea: “En estos días algunas personas dicen con frecuencia que las enseñanzas de Yumen, Fayan, Guiyang, Linji y Caodong eran enseñanzas separadas. Este no es el Dharma del Buddha, tampoco la Vía de los ancestros” [...]. Antes de practicar formalmente con Ju-ching, viejo Buddha, yo trataba de estudiar profundamente las enseñanzas de las cinco escuelas. Pero después de inclinarme formalmente ante Ju-ching, comprendí con claridad que la designación de las cinco escuelas carece de fundamento.»39

 

Dogen fue muy explícito en sus declaraciones de que lo que él buscaba transmitir desde China no era simplemente el linaje de Bodhidharma, sino el verdadero budismo en su totalidad. El budismo que Dogen encontró en la China Song puede resumirse comprendiendo tres prácticas fundamentales: sila (moralidad), samadhi (meditación) y prajna (sabiduría). La moralidad en el budismo Song significaba la adherencia a los diez preceptos para los novicios y a los 250 preceptos para los bhiksus (monjes completamente ordenados) enumerados en el Pratimoksha («liberación personal», resume los 227 preceptos del Vinaya que están contenidos en el capítulo «Suttavibanga»). La concentración comprendía muchas técnicas para concentrar la mente, pero para el novicio en su entrenamiento básico tomaba la forma de la meditación sedente en comunidad en las largas plataformas en la sala de la Sangha (sodo). El cultivo de la sabiduría, en su nivel más básico, constituía el estudio de las enseñanzas budistas tal como habían sido transmitidas en los sutras mahayana. La habilidad para leer y recitar los sutras era un requisito para la ordenación del novicio. El canto de los sutras (fugin) también era una herramienta esencial para generar mérito y dedicarlo en conjunto con las ofrendas de comida y las oraciones a los buddhas, bodhisattvas, arahats, deidades protectoras y espíritus ancestrales, que eran la forma más común de los rituales en el budismo de la china Song.40

En la actualidad hay personas con tendencia a secularizar la práctica del zen y a desligarla de las enseñanzas mismas del Buddha. Afirman que el zen no tiene nada que ver con el budismo y han llegado incluso a negar la importancia de la transmisión del Dharma y del certificado de la sucesión, que para Dogen eran la esencia de la continuidad de la enseñanza. Pero es evidente que se trata de expresiones de individuos que no han tenido acceso a un entrenamiento formal y que no han recibido la auténtica transmisión dentro de un linaje para transmitir la enseñanza de manera seria y honesta. Hay incluso algunos embaucadores que, queriendo obtener fama y riqueza, sincretizan todo tipo de prácticas y engañan con enseñanzas sin fundamento. Pero el zen de Dogen no puede ser desligado de la enseñanza del Buddha. Para Dogen, zazén no es otra cosa que actualizar la enseñanza y el despertar de Shakyamuni, el sello transmitido a Mahakasyapa en el Pico de los Buitres y luego ininterrumpidamente a través de generaciones sucesivas.

Budismo, un camino para la liberación del sufrimiento

«Solo una cosa enseño, el sufrimiento y el camino que lleva a la liberación del sufrimiento.»

Buddha Shakyamuni

Lo que se conoce como budismo es en realidad el cúmulo de numerosas escuelas extendidas por todo el planeta, cada una con jerarquías y maneras de transmitir e interpretar las enseñanzas, independiente de las demás. Poco después de la muerte del Buddha, los discípulos se reunieron para tratar de unificar la doctrina. La incapacidad de llegar a un consenso, llevó a las primeras divisiones, que cerca de doscientos años después de su muerte ya habían producido dieciocho escuelas diferentes. Con el tiempo esto llegó a generar dos grandes corrientes, la Theravada o Escuela de los Ancianos, que se desarrolló principalmente en Nepal, Sri Lanka, Birmania, Laos, Camboya y Thailandia, y la Mahayana o Gran Vehículo, que se desarrolló principalmente en China, Corea, Vietnam y Japón. Para algunos estudiosos, la tradición tibetana está incluida dentro de la Mahayana, pero para otros constituye una corriente independiente, Vajrayana o «Vehículo del Diamante». Además del Tíbet, tuvo gran influencia en Nepal, Bután, Mongolia y China. En cada país donde llegó el budismo, existen diversas escuelas, cada una independiente y autónoma. Solo en el Tíbet encontramos cuatro escuelas principales. La escuela Soto, a la cual pertenezco, es una entre numerosas corrientes del budismo japonés y es uno de los dos linajes zen sobrevivientes de los cinco que se originaron en China. Así, cada escuela tiene una manera diferente de presentar las enseñanzas del Buddha y procura llegar a las personas dependiendo de la diversidad de capacidades humanas. No obstante, todas tienen sus raíces profundas en las enseñanzas del Buddha histórico y en esencia, todas buscan llevar a los seres humanos de la orilla del sufrimiento a la orilla de la liberación, conocida como nirvana.

Por otra parte, me gustaría aclarar un punto que ha generado mucha confusión a la hora de hablar del Buddha. Muchas personas, me preguntan, por qué tiene esa representación de un hombre calvo, sonriente y barrigón. La verdad es que esta imagen, que se asocia con rascarle la barriga y pedirle favores, no tiene nada que ver con el Buddha histórico, fundador del budismo. El buddha sonriente, como se le conoce, se originó en la figura de un monje zen que vivió en China hacia el siglo décimo de la era común. Su nombre era Hotei o Budai y, al sonar parecido a Buddha, con el tiempo terminó llamándosele así. De cualquier forma, se trataba de un monje budista que se dice que había alcanzado la iluminación y se caracterizaba por su amplia risa, su trato compasivo con la gente y su generosidad. Frecuentaba los mercados y ayudaba a las personas y era muy querido por la gente, por lo que se llegó a convertir en un símbolo popular de sabiduría y generosidad. Aunque en algunas tradiciones se le asocia con Maitreya, que es el Buddha que vendrá en el futuro, no se trata del Buddha histórico, cuyas representaciones iconográficas son de un hombre esbelto de sonrisa sutil y apacible.

El origen del budismo se remonta a hace poco más de 2.500 años en la experiencia espiritual de un hombre llamado Sidharta Gautama. Nació en Lumbiní, en territorio del actual Nepal, hijo del rey Sudhodhana y de la princesa Maya, gobernantes del clan de los Shakya. Debido a una profecía que presagiaba que el príncipe tenía dos destinos posibles: convertirse en un gran rey para su pueblo o en un gran líder espiritual, su padre, prefiriendo que su hijo lo sucediera como gobernante, decidió mantenerlo alejado de las vicisitudes del mundo. El príncipe vivió rodeado de belleza, juventud, gente saludable y placeres mundanos. Recibió la educación formal para un príncipe y excedió en virtudes y destrezas a los otros varones de su edad. A los 16 años se casó con la princesa Yasodhara y, cuando Sidharta tenía 29 años, de esta unión nació un hijo a quien se le puso por nombre Rahula, que significa «atadura». Aunque durante su juventud nunca careció de nada, se sentía insatisfecho con su vida de confinamiento dentro del palacio y quiso conocer el mundo que había detrás de las murallas. Al salir fue testigo del sufrimiento encarnado en un hombre enfermo, un anciano decrépito y un cortejo fúnebre, pero también vio el rostro de un santón que, a pesar de tanto sufrimiento, reflejaba la serenidad de alguien que había encontrado la paz en su espíritu. Decidido a hallar respuesta a su insatisfacción y a las causas del sufrimiento en el mundo, poco después del nacimiento de su hijo, decidió abandonar el palacio una noche en busca del camino espiritual. Después de dejar atrás la vida de hedonismo, estudio con maestros renombrados de su tiempo y llegó a dominar diferentes prácticas espirituales. A pesar de haber alcanzado un gran dominio de estas técnicas, seguía insatisfecho y decidió continuar su propio camino en solitario para encontrar la verdad por él mismo, a través de diversas disciplinas ascéticas. Estas prácticas buscaban someter el cuerpo a condiciones extremas para superar los deseos y controlar la mente, como no dormir nunca, acostarse sobre espinas, comer un solo grano de arroz al día como único alimento, permanecer de puntillas durante días, etc. Una tarde, habiendo llegado al límite de sus fuerzas físicas y ya a punto de colapsar, vio pasar en una barca en el río frente a donde estaba a un maestro de música que instruía a su discípulo con las siguientes palabras: «Si tensas demasiado las cuerdas de tu instrumento, se pueden romper. Si, por el contrario, están demasiado laxas, no producirás buena música». El asceta Sidharta comprendió que hasta ese momento, al igual que lo que describía el músico, había experimentado los extremos de la laxitud del placer y la tensión de la automortificación y estaba al borde de la muerte sin haber encontrado respuestas. Si moría antes de encontrar la respuesta, toda su búsqueda habría sido en vano. Decidió entonces recuperar fuerzas y encontrar el camino medio entre estos dos extremos. Se cuenta que justo en ese momento una pastora, de nombre Sujata, que pasaba junto a él lo vio y le ofreció un tazón de arroz con leche que él aceptó agradecido para recuperar fuerzas. Bañó su cuerpo en el río y luego se encaminó a Gaya, donde se sentó en postura de meditación bajo el árbol Bodhi, el árbol de la iluminación, dispuesto a encontrar la respuesta. Tras varios días en meditación, una mañana de madrugada, cuando vio aparecer una estrella en el horizonte, despertó a la realidad total de la vida y fue conocido desde ese momento como el Buddha, el iluminado.

Después de esta experiencia transformadora, el Buddha regresó al lugar donde antes había realizado sus prácticas ascéticas e impartió su primera enseñanza a los cinco hombres que lo habían acompañado durante esos años. Este primer sermón es conocido como «La puesta en movimiento de la rueda de la Enseñanza» o Las Cuatro Nobles Verdades, y es la base de todas las enseñanzas posteriores, que impartió durante los siguientes 45 años de su vida, hasta su muerte, alrededor del año 483 a.C. Durante su vida, el Buddha enseñó a todo el que se acercaba sin rechazar a nadie. Hombres o mujeres, ricos o pobres, personas de diversas castas, condiciones o razas se acercaban a oír sus enseñanzas, y cualquiera podía hacerse su discípulo.

En su primer sermón, el Buddha desarrolló en cuatro puntos la respuesta a la pregunta que lo había llevado a su búsqueda espiritual. Así, la Primera Noble Verdad habla sobre el sufrimiento inherente a la vida. Esta enseñanza no dice de que toda la vida sea sufrimiento, sino que hay un sufrimiento propio de la condición humana, dependiendo de la manera como afrontamos las situaciones que vamos encontrando. La enfermedad, la vejez, la muerte, estar separados de lo que queremos y estar en contacto con lo que nos desagrada son factores de sufrimiento. Incluso el placer, que a veces confundimos con felicidad, puede ser una causa de sufrimiento, por el miedo a perder el estado que hemos adquirido, por las condiciones cambiantes que hacen que el placer se desvanezca, o por la insistencia en producir placer con un objeto de deseo recurrente, como un alimento que nos gusta tanto que lo consumimos hasta que nos enferma.

La Segunda Noble Verdad nos dice que el apego, el aferramiento, es la causa del sufrimiento. El apego al que hace referencia esta Noble Verdad es la aprehensión a las propias ideas surgidas de la ignorancia. Es importante aclarar que ignorancia no se refiere a una falta de conocimiento como habitualmente se entiende. Según el budismo, ignorancia es la incapacidad de ver la realidad tal como es. Por lo general, vemos la vida desde nuestros condicionamientos mentales, desde nuestros marcos de referencia, desde nuestros conceptos y nuestras ideas. Así, nuestra mente está obstruida por opiniones falsas surgidas de la incapacidad de ver la realidad tal como es y de crear en nuestra mente una realidad subjetiva, un mapa que confundimos con la realidad total. A través de la historia, se ha visto cómo el aferramiento a maneras rígidas de ver la vida ha sido causa de conflictos que muchas veces han terminado en guerras. Egos enfrentados entre sí, por tratar de imponer ideas propias sobre las de otras personas. Habitualmente, buscamos la satisfacción y el placer y rechazamos lo que nos desagrada y nos produce incomodidad, y debido a estas tendencias mecánicas nocivas nos aferramos a las cosas, las circunstancias, las personas y no podemos ver el hecho de que todo lo que nace muere, de que todo es impermanente y todo está condicionado por causas, y cuando las causas que han dado origen a algo cesan, el objeto se desvanece. Pensemos como ejemplo en un hermoso espectáculo de fuegos artificiales que nos deleitan con su belleza. Cuando la pólvora que alimenta las hermosas figuras de fuego se quema, solo queda la oscuridad del cielo nocturno. Así, aunque nos aferremos a algo, tarde o temprano las condiciones harán que el objeto cambie o desaparezca, y experimentamos sufrimiento. El ego, la personalidad con la que nos relacionamos con el mundo, está construido a partir de nociones falsas, producidas por la búsqueda de placeres y el rechazo de lo desagradable. Pero veamos cómo se construye el pensamiento. Una de las funciones esenciales del cerebro tiene que ver con la supervivencia. Esto es común a todas las especies y ha desempeñado un papel esencial en la evolución. Para poder sobrevivir, es necesario anticiparse a las situaciones, saber si lo que tenemos frente a nosotros representa un peligro o es algo que nos ayuda a sobrevivir, como alimento o refugio. Así, desde nuestras primeras experiencias, empezamos a clasificar el mundo en nuestra mente conceptual y progresivamente vamos haciendo un mapa de la realidad, para saber cómo comportarnos frente a posibles situaciones similares en el futuro. Desde que somos pequeños, en las circunstancias que vamos encontrando, experimentamos diversas sensaciones. Según el budismo, las sensaciones están divididas básicamente en tres tipos: agradables, desagradables y neutras. Las sensaciones agradables nos llevan a realizar comportamientos para tratar de reproducir en nosotros la misma recompensa satisfactoria. Lo agradable conduce al deseo, y el deseo a la codicia. Las sensaciones desagradables nos llevan a realizar comportamientos que nos permitan mantener alejadas las experiencias molestas. El desagrado lleva al rechazo, y el rechazo conduce al odio. Las sensaciones neutras, sencillamente nos llevan a la negación de los fenómenos, y esto conduce al desconocimiento. Así, codicia, odio y desconocimiento son los velos fundamentales de nuestra mente. Son las obstrucciones que nos impiden ver la realidad tal como es, por esto el budismo los considera venenos esenciales de la mente, característica fundamental de la ignorancia. La enfermedad que da origen al sufrimiento. No obstante, estos tres venenos sintetizan todas las actitudes impulsivas de nuestra mente, las respuestas de nuestro ego, como la arrogancia, la vanidad, la ira, los celos, la pereza, etc.

 

Pero nuestro ego, nuestra personalidad no está construida solo por nuestras sensaciones, sino también por la herencia genética, la educación, los valores, las creencias familiares y el entorno social en el que crecimos. Lo que creemos que es el mundo y sus objetos, nuestras ideologías, nuestra filosofía, nuestra fe y el valor que damos a las cosas, todo ha sido tomado prestado de los diversos marcos en los que crecimos. Nos hemos acostumbrado a relacionarnos con la vida siempre de la misma manera, y nos hemos asegurado en la comodidad de esta identidad, aunque sea causa de sufrimiento. Continuamos tratando de imponer nuestro ego frente al ego de los otros, entrando en confrontación continua con los deseos y las ideas de los demás, con expresiones como «¿Usted no sabe quién soy yo?». Pero, desde la perspectiva del ego, cada quien es lo más importante solo para sí mismo. El ego obstruye el flujo de la vida.

Como vimos, desde nuestras primeras experiencias, incluso en el vientre materno, hacemos una clasificación en nuestra mente de lo que vamos encontrando. Le damos nombre a los objetos y los archivamos como buenos o malos, bonitos o feos, agradables o desagradables, etc. Creamos un mapa de la realidad a partir de ideas. De esta manera, dependiendo del resultado agradable que queramos obtener o el desagradable que queramos evitar, desarrollamos un conjunto de conductas impulsivas al que llamamos yo, y creemos que somos alguien fijo que se comporta siempre igual, como si fuéramos personajes de una obra de teatro a los que nos ha tocado ciertas características de personalidad inmodificables. Pero no nos damos cuenta de que en realidad reaccionamos dependiendo del valor que hemos dado a las cosas. Sufrimos porque creemos que si obtenemos lo que queremos y mantenemos alejado lo que nos desagrada seremos felices. Sufrimos porque hemos puesto nuestras expectativas de felicidad fuera de nosotros mismos en valores externos como el éxito, la riqueza, la belleza, la fama, el reconocimiento, etc., en comparación con los demás. Y sufrimos porque, aunque nos aferremos a los objetos, a las personas, a nuestra identidad, a nuestro cuerpo, a nuestra salud, todo es efímero, todo lo que nace muere y no podemos evitarlo.

La Tercera Noble Verdad nos dice que es posible encontrar paz y felicidad en esta vida. Una paz que es la serenidad de afrontar la vida sin dejarnos arrastrar por las condiciones del momento, como un árbol cuyas raíces están bien enterradas y soporta vendavales, sin ser arrancado del suelo que lo alimenta. Vivimos en un mundo donde a diario se ven injusticias, abusos e intolerancia, producidos por egos engrandecidos. A veces quisiéramos huir de este mundo y cerrar los ojos a tanta inequidad y violencia. La felicidad no consiste en huir del sufrimiento del mundo, ni en cumplir los modelos sociales. Desde la perspectiva del budismo, la felicidad la proporciona el camino mismo que nos permite florecer con todo nuestro ser en la vida, con su dolor y belleza, manifestando totalmente nuestro ser más íntimo. No podemos cambiar el mundo en el que se da el sufrimiento, pero podemos cambiar el ojo que ve el mundo, decía el Buddha, y podemos cambiar la manera como nos relacionamos con todo. No podemos educar y cambiar a otros, pero podemos cambiar nosotros mismos, y, desde nuestro cambio, ejercer una influencia positiva a nuestro rededor. En la medida en que nos liberamos de los condicionamientos que han dado origen a nuestro ego, vamos ampliando las barreras de nuestro ser y liberando a ese ser que es prisionero de las propias ideas. A través de la práctica, en lugar de frenar la vida que nos alimenta, podemos permitir que se manifieste en todo su esplendor, y como una flor de loto que, aun teniendo las raíces enterradas en el fango del mundo, puede florecer sin mancha sobre la superficie del lago porque esa es su naturaleza más íntima, podemos empezar a ejercer una influencia positiva en nuestra sociedad, y esto en sí mismo genera el estado de felicidad de la propia liberación. Así, superando el apego, superamos la ignorancia y alcanzamos la sabiduría que se encuentra en la dirección opuesta. Sabiduría tampoco hace referencia al conocimiento o el saber, consiste en ver la vida tal como es, para poder actuar en concordancia, momento a momento. Pero la sabiduría no es un estado permanente al que llegamos y del que no volvemos a salir. La sabiduría es como una planta que hay que germinar en nosotros, cultivar, mantener y alimentar para que siga existiendo.

Esto nos lleva a la práctica budista descrita en la Cuarta Noble Verdad, que es el camino que lleva a la liberación del sufrimiento, conocido como el Noble Óctuple Sendero. A saber: comprensión justa, pensamiento justo, palabra justa, acción justa, medios de existencia justos, esfuerzo justo, atención justa y concentración justa. Y aquí es esencial comprender el sentido de justo, que a veces es traducido como correcto. Justo no tiene que ver con justicia en términos legales, como si se tratara de aplicar fórmulas o leyes para obtener algún resultado. En cada circunstancia, debemos actuar de manera diferente dependiendo de las condiciones, y antes de actuar debemos preguntarnos cómo nuestros actos pueden afectar a los demás. Justo se refiere precisamente a ese punto medio que encontró el Buddha entre la búsqueda de la felicidad a partir de la satisfacción de los placeres, la autocomplacencia, y el extremo de buscar la liberación mediante la mortificación del cuerpo. El Camino Medio no se haya entre estos dos extremos, sino que los trasciende. Cuando se habla de los ocho puntos del Noble Sendero, es necesario entender que todos están interconectados y su aplicación en la vida cotidiana debe ser simultáneo, momento a momento. Así, el Noble Sendero es conocido como el camino que lleva a la visión clara, a la iluminación, al nirvana. Nirvana no se refiere aquí a algún lugar paradisiaco o a algún estado de felicidad inamovible al que llegamos como recompensa. Nirvana, literalmente, significa «extinción», y se refiere a la extinción de las perturbaciones mentales que dan origen al sufrimiento. Aunque no se trata de una condición permanente y, por lo tanto, debemos continuar actualizando la práctica para volver a esa condición de paz.

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