Una Vez Atado

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Из серии: Un Misterio de Riley Paige #12
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CAPÍTULO DOS

Mientras Riley subió las escaleras junto a April, se preguntó si realmente había tomado la decisión correcta. Pero sentía que April estaba emocionada por lo que podría ser la «sorpresa».

Pensó que April también se veía un poco nerviosa.

«No más nerviosa que yo», se dio cuenta Riley. Pero supuso que ya no podía cambiar de opinión.

Ambas entraron en la habitación de Riley.

Un vistazo a la expresión en el rostro de su hija convenció a Riley a no dar ninguna explicación anticipada. Se fue a su clóset, donde una nueva pequeña caja fuerte negra yacía en el estante. Marcó los números en el teclado numérico y luego sacó algo y lo colocó sobre la cama.

Los ojos de April se abrieron de par en par ante lo que vio.

—¡Una pistola! —exclamó—. ¿Es...?

—Tuya —interrumpió Riley—. Bueno, legalmente sigue siendo mía. La ley de Virginia dice que no puedes tener un arma de fuego hasta los dieciocho años. Pero puedes aprender con esta hasta entonces. Trabajaremos poco a poco hasta que lleguemos a esta pero, si aprendes a usarla bien, será tuya.

April estaba boquiabierta.

—¿La quieres? —preguntó Riley.

April parecía no saber qué decir.

«¿Esto es un error?», se preguntó Riley. Tal vez April no se sentía preparada para esto.

Riley dijo: —Dijiste que querías convertirte en agente del FBI.

April asintió con entusiasmo.

Riley dijo: —Por eso pensé que podría ser una buena idea empezar a entrenarte para usar armas. ¿Qué te parece?

—Sí, me parece bien —dijo April—. Esto es maravilloso. Realmente increíble. Gracias, mamá. Estoy abrumada. Realmente no había esperado esto.

—Yo tampoco. O sea, no había esperado hacer algo como esto a estas alturas. Tener un arma es una gran responsabilidad, una que muchos adultos no pueden manejar. —Riley sacó el arma del estuche y se la mostró a April—. Esta es un Ruger SR22, una pistola semiautomática calibre 22.

—¿Una calibre 22? —preguntó April.

—Créeme, esto no es un juguete. No quiero que entrenes con más calibres aún. Una calibre 22 puede ser tan peligrosa como cualquier otra arma, tal vez más. Más personas mueren por este calibre que cualquier otro. Trátala con cuidado y respeto. Solo la vas a manejar para fines de formación. La mantendré en mi clóset el resto del tiempo. Estará en una caja fuerte que solo se puede abrir con una combinación. Por los momentos, yo soy la única que tendrá esa combinación.

—Por supuesto —dijo April—. No quiero que esté tirada por ahí.

Riley añadió: —Y prefiero que no le menciones esto a Jilly.

—¿Y a Gabriela?

Riley sabía que era una buena pregunta. Lo de Jilly simplemente era una cuestión de madurez. Podría sentirse celosa y querer una pistola propia, lo cual no sucedería. En cuanto a Gabriela, Riley sospechaba que podría alarmarse al enterarse de que April aprendería a usar un arma.

—Quizá le diga. Pero todavía no. —Riley sacó el cartucho vacío y agregó—: Siempre debes sabes si el arma está cargada o no.

Ella le entregó el arma descargada a April, cuyas manos estaban temblando un poco.

Riley estuvo a punto de decir en broma…

—Lo siento, no encontré una pistola rosa.

Pero se lo pensó mejor. No se podía bromear sobre estas cosas.

April dijo: —Pero ¿qué hago con ella? ¿Dónde? ¿Cuándo?

—Ahora mismo —dijo Riley—. Vamos.

Riley metió la pistola en su estuche y se lo llevó con ella mientras bajaban las escaleras. Afortunadamente, Gabriela estaba trabajando en la cocina y Jilly estaba en la sala familiar, así que no tuvieron que hablar de lo que había en el estuche.

April fue a la cocina y le dijo a Gabriela que ella y Riley iban a salir, y luego se dirigió a la sala familiar y le dijo a Jilly lo mismo. La chica más joven parecía estar fascinada por algo que estaban pasando en la TV, y ella se limitó a asentir.

Riley y April salieron por la puerta principal y se subieron al auto. Riley las llevó a una tienda de armas llamada Armas Smith, donde había comprado el arma hace un par de días. Cuando ella y April entraron, se encontraron rodeadas de armas de fuego de todo tipo y tamaño colgando de las paredes y en vitrinas.

Fueron recibidas por Brick Smith, el dueño de la tienda. Era un hombre grande con barba que llevaba una camisa a cuadros y una sonrisa amplia y cordial.

—Hola, Sra. Paige —dijo—. Me da gusto verla de nuevo. ¿Qué se le ofrece?

Riley dijo: —Esta es mi hija, April. Vinimos para probar la Ruger que compré aquí hace unos días.

Brick Smith se veía entretenido. Riley recordó el día que trajo a su propio novio, Blaine, aquí para comprarse un arma. En aquel entonces, Brick se había visto un poco desconcertado por el hecho de que una mujer le estaba comprando un arma a un hombre. Su sorpresa se esfumó a lo que se enteró de que Riley era agente del FBI.

No se veía ni un poco sorprendido ahora.

«Se está acostumbrando a mí —pensó Riley—. Excelente. No todo el mundo lo hace.»

—Vaya, vaya, vaya —dijo, mirando a April—. No me dijo que el arma que estaba comprando era para su hijita.

Esas palabras sacudieron a Riley un poco...

... su hijita.

Se preguntó si April se había ofendido.

Riley miró a April y vio que todavía se veía un poco abrumada.

«Supongo que se siente como una niñita en este momento», pensó Riley.

Brick llevó a April y a Riley al campo de tiro sorprendentemente grande que quedaba detrás de la tienda, y luego las dejó solas.

—Lo primero es lo primero —dijo Riley, señalando una lista larga en la pared—. Lee estas reglas. Avísame si tienes una duda.

Riley se quedó mirando a April leer las reglas, que por supuesto cubrían todos los elementos esenciales de seguridad, incluyendo nunca apuntar el arma en ninguna dirección salvo el objetivo. Mientras April leía con una expresión seria, Riley sintió una extraña sensación de deja vu. Recordó cuando había traído a Blaine aquí para comprar y probar su nueva arma.

Era un recuerdo algo amargo.

Durante el desayuno en su casa después de su primera noche haciendo el amor, Blaine le había dicho con vacilación:

—Creo que necesito comprar un arma. Para tener con qué protegerme en mi casa.

Obviamente Riley había entendido la razón. Había corrido peligro desde que la conoció. Y resultó que había necesitado esa arma unos días después, no solo para defenderse a sí mismo, sino también a toda la familia de Riley, de un convicto fugitivo peligroso, Shane Hatcher. Blaine casi había matado al hombre.

Riley volvió a sentir una punzada de culpa por ese terrible incidente.

«¿Nadie estará a salvo si formo parte de su vida? —se preguntó a sí misma—. ¿Todos los que conozco necesitarán armas por mí?»

April terminó de leer las reglas, y ella y Riley se dirigieron a una de las cabinas vacías, donde April se colocó los equipos de protección para sus ojos y oídos. Riley sacó el arma del estuche y la colocó enfrente de April.

April se veía intimidada mientras la miraba.

«Excelente —pensó Riley—. Debería sentirse intimidada.»

April dijo: —Esta es diferente a la pistola que le compraste a Blaine.

—Eso es correcto. Yo le compré una Smith and Wesson 686, un revólver de calibre 38. Un arma mucho más poderosa. Pero sus necesidades son diferentes. Solo quería ser capaz de defenderse a sí mismo. No estaba considerando trabajar en las fuerzas del orden como tú. —Riley levantó el arma y se la mostró a April—. Hay muchas diferencias entre un revólver y una semiautomática. Una semiautomática tiene un montón de ventajas, pero también varias desventajas: tiros errados ocasionales, doble alimentación, balas atascadas. No quería que Blaine tuviera que lidiar con nada de eso, no en caso de una emergencia. Pero tú... Bueno, deberías comenzar a aprender de ellas de inmediato, en un entorno seguro en el que tu vida no esté en peligro.

Riley comenzó a mostrarle a April lo que necesitaba saber: cómo meterle rondas al cartucho, cómo colocar el cartucho en el arma y ​​cómo descargarlo de nuevo.

—Ahora bien, esta arma puede ser utilizada tanto en simple acción o doble acción. Simple acción es cuando tienes que montar el martillo antes de apretar el gatillo. Luego el arma carga automáticamente una y otra vez. Puedes disparar rápidamente hasta que el cartucho se vacíe. Esa es la gran ventaja de una semiautomática. —Riley tocó el gatillo y continuó—: Doble acción es cuando haces todo el trabajo con el gatillo. Mientras jalas, el martillo carga y luego el arma se dispara. Si quieres hacer otro tiro, tienes que volver a hacer lo mismo. Eso toma más trabajo, el dedo está jalando en contra de la presión, y disparas más lento. Y eso lo que yo quiero que hagas para empezar.

Ella apretó un botón para que el blanco de papel estuviera a seis metros y medio de la cabina y luego le mostró a April cómo pararse y dónde colocar sus manos, así como también cómo apuntar.

Riley dijo: —De acuerdo, tu arma no está cargada. Vamos a hacer unos disparos en seco.

Como lo había hecho con Blaine, Riley le explicó a April cómo respirar, a inhalar lentamente mientras apuntaba y luego exhalar lentamente mientras apretaba el gatillo de forma que su cuerpo estuviera quieto cuando el arma se disparara.

April apuntó cuidadosamente a la forma vagamente humana en el blanco y luego apretó el gatillo varias veces. Luego, siguiendo las instrucciones de Riley, ella metió el cartucho cargado en la pistola, volvió a su posición y disparó un solo tiro.

 

April soltó un chillido.

—¿Acerté? —preguntó.

Riley señaló el blanco y dijo: —Bueno, le diste al blanco. Nada mal para ser tu primer intento. ¿Cómo se sintió?

April soltó una risita nerviosa y dijo: —Un poco sorprendente. Esperaba más...

—¿Retroceso?

—Sí. Y no fue tan fuerte como esperaba.

Riley asintió y dijo: —Esa es una de las ventajas de una calibre 22. No te estremecerás ni desarrollarás malos hábitos. Mientras que avanzas a armas más poderosas, podrás lidiar con su poder. Adelante, vacía el cartucho.

Mientras April disparó lentamente las nueve rondas restantes, Riley notó un cambio en su rostro. Era una expresión feroz y determinada que Riley se dio cuenta había visto en April en algún momento antes. Riley trató de recordar...

Luego el recuerdo le llegó de golpe.

Riley había perseguido el monstruo llamado Peterson hasta la orilla del río. Tenía a April cautiva, atada de manos y pies y con una pistola en la cabeza. Cuando el arma de Peterson falló, Riley se lanzó sobre él y lo apuñaló, y lucharon en el río hasta que él empujó su cabeza bajo el agua y estuvo a punto de ahogarla.

Su rostro salió a la superficie por un momento, y vio algo que nunca olvidaría...

Sus muñecas y pies todavía atados, April estaba parada sosteniendo la escopeta que Peterson había soltado.

April golpeó a Peterson en la cabeza con ella...

La lucha terminó unos momentos después, cuando Riley le partió la cara con una roca.

Pero nunca se había perdonado a sí misma por haber permitido que April corriera peligro.

Y ahora aquí estaba April, disparando al blanco con la misma expresión feroz en su rostro.

«Se parece tanto a mí», pensó Riley.

Y si April ponía su corazón y su alma en esto, Riley estaba segura de que ella se convertiría en tremenda agente del FBI, quizá hasta mejor que ella.

Pero ¿eso era bueno o malo?

Riley no sabía si sentirse culpable u orgullosa.

Sin embargo, durante la sesión de entrenamiento de media hora, April disparó al blanco cada vez con más confianza y precisión. Para cuando salieron de la tienda de armas y condujeron a casa, Riley definitivamente se estaba sintiendo orgullosa.

April estaba eufórica y habladora, haciendo todo tipo de preguntas sobre el entrenamiento. Riley dio las mejores respuestas que pudo, tratando de no mostrar su ambivalencia sobre el futuro que April parecía querer tanto.

Cuando se acercaron a casa, April dijo: —Mira quién está aquí.

Se le cayó el alma a los pies cuando vio el BMW costoso que estaba estacionado frente a la casa. Sabía que le pertenecía a la última persona en el mundo que quería ver en este momento.

CAPÍTULO TRES

A lo que Riley estacionó su propio vehículo modesto detrás del BMW, se dio cuenta de que las cosas se pondrían bastante desagradables en su casa. Cuando apagó el motor, April tomó el estuche con la pistola y comenzó a bajarse del auto.

—Es mejor que dejes eso aquí por ahora —dijo Riley.

Ciertamente no quería explicarle el arma al visitante no deseado.

—Supongo que tienes razón —contestó April, empujando el estuche debajo del asiento delantero.

—Y que no se te olvide… no le digas nada a Jilly sobre esto —dijo Riley.

—No lo haré —dijo April—. Pero probablemente ya descubrió que me compraste algo, y comenzará a hacer preguntas. Eh, bueno, el domingo le darás su propio regalo y se olvidará de esto.

«¿Su propio regalo?», se preguntó Riley.

Entonces recordó que el domingo era el cumpleaños de Jilly.

Riley se sintió alarmada.

Casi había olvidado que Gabriela había planeado una fiesta familiar para el domingo por la noche.

Y todavía no le había comprado un regalo a Jilly.

«¡Que no se te olvide!», se dijo a sí misma.

Riley y April cerraron el auto con llave y caminaron a casa. Efectivamente, el propietario del auto de lujo, el ex esposo de Riley, estaba sentado allí en la sala de estar.

Jilly estaba sentada en una silla frente a él, su expresión fría mostrando que su visita no le alegraba ni un poquito.

—Ryan, ¿qué haces aquí? —preguntó Riley.

Ryan se volvió hacia ella con esa sonrisa encantadora que muchas veces había debilitado su determinación de sacarlo de su vida por completo.

«Maldición, sigue siendo guapo», pensó.

Ella sabía que se esforzaba mucho para verse así y que pasaba muchas horas en el gimnasio.

Ryan dijo: —Oye, ¿esa es manera de saludar a tu familia? Todavía soy familia, ¿o no?

Nadie habló por un momento.

La tensión era palpable y la expresión que Ryan ahora tenía en el rostro era una de desilusión.

Riley se preguntó qué clase de saludo había esperado recibir.

Llevaba tres meses sin venir a verlas. Antes de eso, habían intentado reconciliarse. Había pasado un par de meses aproximadamente viviendo aquí, pero nunca se había mudado por completo. Él no había vendido la casa cómoda que una vez había compartido con Riley y April, antes de la separación y el divorcio.

Tenerlo cerca había alegrado a las niñas, hasta que él perdió el interés y se volvió a alejar.

Eso había destrozado a las chicas.

Y ahora estaba aquí de nuevo, de la nada y sin previo aviso.

El silencio continuó. Luego Jilly se cruzó de brazos y frunció el ceño. Volviéndose a Riley y April, preguntó: —¿Dónde estaban ustedes?

Riley tragó grueso.

Odiaba mentirle a Jilly, pero este sin duda sería un mal momento para mencionar el arma de April.

Afortunadamente, April dijo: —Fuimos a hacer un mandado.

Ryan miró a April y le dijo: —Hola, cariño. ¿No me merezco un abrazo?

April no hizo contacto visual con él, sino que se quedó parada allí arrastrando los pies. Finalmente dijo: —Hola, papá.

Viéndose como si estuviera a punto de echarse a llorar, April se dio la vuelta y corrió por las escaleras hasta su cuarto.

Ryan quedó boquiabierto.

—¿Qué fue eso? —dijo.

Riley se sentó sola en el sofá, tratando de decidir la mejor forma de manejar la situación.

Ella volvió a preguntar: —¿Qué haces aquí, Ryan?

Ryan se encogió de hombros y dijo: —Jilly y yo estamos hablando de sus tareas escolares. Bueno, estoy tratando hacerla hablar de eso. ¿Sus notas han estado bajando? ¿Eso es lo que no quiere decirme?

—Tengo buenas notas —dijo Jilly.

—Entonces cuéntame todo sobre la escuela —dijo Ryan.

—Todo está bien en la escuela... señor Paige —dijo Jilly.

Riley se encogió, y Ryan se veía herido.

Jilly había empezado a llamar a Ryan «papá» justo antes de su partida. Antes de eso, lo había llamado «Ryan». Riley estaba segura de que Jilly nunca lo había llamado «señor Paige» antes. La chica estaba expresando perfectamente cómo se sentía.

Jilly se levantó de su silla y dijo: —Si no les molesta, tengo tarea por hacer.

—¿Quieres ayuda? —preguntó Ryan.

Jilly ignoró la pregunta y corrió por las escaleras.

Ryan miró a Riley. Se veía bastante afligido.

—¿Qué está pasando aquí? —dijo—. ¿Por qué están tan molestas conmigo?

Riley suspiró con amargura. A veces su ex era tan inmaduro como ambos habían sido cuando se casaron.

—Ryan, ¿qué demonios esperabas? —preguntó con toda la paciencia que pudo—. Cuando te mudaste a la casa, las chicas estaban más que encantadas de tenerte cerca. Especialmente Jilly. Ryan, el padre de esa pobre chica era un borracho abusivo. Estuvo a punto de convertirse en prostituta para alejarse de él, ¡y apenas tiene trece años! Significó mucho para ella tener una figura paterna como tú en su vida. ¿No entiendes lo mucho que la destrozó tu partida?

Ryan se limitó a mirarla con una expresión de desconcierto, como si no tuviera ni la menor idea de lo que estaba hablando.

Pero Riley recordaba muy bien lo que Ryan le había dicho por teléfono:

—Necesito un poco de espacio. Todo este asunto de familia... Pensé que estaba preparado para ello, pero no es así.

Y no había mostrado mucha preocupación por Jilly en ese momento.

—Riley, Jilly fue tu decisión. Te admiro por ello. Pero yo nunca decidí asumir esa responsabilidad. Una adolescente con problemas es demasiado para mí. No es justo.

Y ahora estaba aquí, haciéndose el herido porque Jilly ya no quería llamarlo «papá».

Era demasiado exasperante.

A Riley no le había sorprendido en nada que sus hijas se habían ido furiosas. Ella tenía ganas de hacer lo mismo. Por desgracia, alguien tenía que ser el adulto en esta situación. Y como Ryan parecía ser incapaz de eso, le tocaba a Riley.

Antes de que pudiera pensar en qué decir ahora, Ryan se levantó de su silla y se sentó a su lado. Se le acercó, pero Riley lo empujó.

—Ryan, ¿qué haces?

—¿Qué crees que estoy haciendo?

La voz de Ryan sonaba amorosa ahora.

La ira de Riley iba en aumento.

—Ni se te ocurra —le dijo—. ¿Cuántas novias has tenido desde que te fuiste?

—¿Novias? —preguntó Ryan, obviamente tratando de parecer desconcertado por la pregunta.

—Me oíste bien. ¿O se te olvidó que una de ellas llamó para la casa borracha cuando aún no te habías ido? Me dijiste que se llamaba Lina. Pero sé que Lina no fue la última. ¿Cuántas más has tenido? ¿Siquiera lo sabes? ¿Siquiera recuerdas sus nombres?

Ryan no respondió. Se veía culpable ahora.

Todo estaba empezando a tener sentido para Riley. Esto había pasado antes, y se sentía estúpida por no haberlo esperado.

Ryan no tenía novia en este momento, y supuso que Riley sería suficiente por ahora, dadas las circunstancias.

No le importaban las niñas, ni siquiera le importaba su propia hija. No eran más que un pretexto para volver con Riley.

Riley apretó los dientes y dijo: —Creo que será mejor que te vayas.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? No estás saliendo con nadie, ¿o sí?

—De hecho, sí lo estoy.

Ahora Ryan se veía totalmente desconcertado, como si no pudiera entender por qué Riley se interesaría en cualquier otro hombre.

Luego dijo: —Dios mío. No me digas que estás con el cocinero ese.

Riley soltó un gruñido de rabia y le dijo: —Sabes muy bien que Blaine es un chef experto. También sabes que es dueño de un buen restaurante y que April y su hija son mejores amigas. Es fenomenal con las chicas, todo lo que tú no eres. Y sí, estoy saliendo con él, y las cosas se están poniendo serias. Así que quiero que te vayas de aquí.

Ryan la miró fijamente durante un momento.

Finalmente dijo con amargura: —Hacíamos buena pareja.

Ella no respondió.

Ryan se levantó del sofá y se dirigió a la puerta.

—Hazme saber si cambias de parecer —dijo al salir de la casa.

Riley se sintió tentada a decir...

—No te hagas ilusiones.

... pero logró contenerse. Solo se quedó quieta hasta que oyó el sonido del auto de Ryan alejándose. Luego respiró más tranquila.

Se quedó sentada allí en silencio durante un rato, pensando en lo que había sucedido.

Jilly lo había llamado «señor Paige».

Eso había sido cruel, pero no podía negar que Ryan se lo merecía.

Aun así, se preguntó qué debía decirle a Jilly sobre ese tipo de crueldad.

«Ser madre es difícil», pensó.

Estaba a punto de llamar a Jilly para que bajara a hablar de ello cuando su teléfono sonó. La llamada era de Jenn Roston, una joven agente con la que había trabajado en casos recientes.

Cuando Riley atendió la llamada, se percató de la tensión en la voz de Jenn.

—Hola, Riley. Solo quise llamarte para…

Cayó un silencio. Riley se preguntó qué tenía Jenn en mente.

Luego Jenn dijo: —Mira, solo quería agradecerles a ti y a Bill por… ya sabes… cuando yo…

Riley estaba a punto de decirle: —No lo digas por teléfono.

Afortunadamente, la voz de Jenn se quebró antes de que terminara la frase.

Aun así, Riley sabía por qué Jenn le estaba dando las gracias.

Durante el caso que acababan de cerrar, Jenn había desaparecido casi todo un día. Riley había persuadido a Bill que debían cubrirla. Después de todo, Jenn había cubierto a Riley durante una situación algo similar.

Pero la ausencia de Jenn se había debido a las exigencias de su ex madre de acogida quien también era una mente criminal. Jenn había violado la ley para ayudar a la «tía Cora» con un problema.

 

Riley no sabía exactamente lo que había pasado, ya que no había preguntado.

Oyó a Jenn atragantarse un poco.

—Riley, he pensado que tal vez debería entregar mi placa. Lo que ocurrió antes podría volver a ocurrir. Y podría ser peor la próxima vez. No creo que se haya terminado.

Riley sentía que Jenn no le estaba diciendo toda la verdad.

«La tía Cora la está presionando otra vez», pensó Riley.

No era nada sorprendente. Si el dominio de la tía Cora era lo suficientemente fuerte, Jenn podría ser un recurso muy útil desde dentro del FBI.

Riley se preguntó por un momento si Jenn debía renunciar.

Sin embargo, se dijo a sí misma rápidamente: «No».

Después de todo, Riley había tenido una relación similar con una mente criminal, con el convicto fugitivo brillante Shane Hatcher. Esa relación había llegado a su fin luego de que Blaine le disparara a Hatcher y Riley lo capturara. Hatcher estaba de vuelta en Sing Sing ahora, y no había vuelto a hablar con nadie desde entonces.

Jenn sabía más sobre la relación de Riley con Hatcher que nadie excepto el propio Hatcher. Jenn pudo haber destruido la carrera de Riley con lo que sabía. Pero había guardado silencio por lealtad a Riley. Ahora era el momento para que Riley le mostrara la misma lealtad.

Riley dijo: —Jenn, ¿recuerdas lo que te dije la primera vez que me hablaste de esto?

Jenn no dijo nada, así que Riley continuó: —Te dije que lidiaríamos con esto. Tú y yo, juntas. ¡No puedes renunciar! Tienes mucho talento. ¿Me entiendes?

Jenn siguió sin decir nada.

En su lugar, Riley oyó el pitido de su servicio de llamada en espera, indicándole que tenía otra llamada.

«Ignórala», se dijo a sí misma.

Pero volvió a oír el pitido. Los instintos de Riley le dijeron que la otra llamada era importante. Ella suspiró y le dijo a Jenn:

—Mira, tengo que atender otra llamada. No cuelgues, ¿vale? Trataré de hablar rápido.

—Está bien —dijo Jenn.

Riley atendió la llamada entrante y oyó la voz ronca de su jefe de equipo en la UAC, Brent Meredith.

—Agente Paige, tenemos un caso. Un asesino en serie en el Medio Oeste. Necesito verte en mi oficina.

—¿Cuándo? —preguntó Riley.

—Ya mismo —dijo Meredith—. Lo más pronto posible.

Riley supo por su tono que este era un asunto urgente.

—Ya voy para allá —dijo Riley—. ¿Quién más asignarás al equipo?

—Esa es tu decisión —dijo Meredith—. Trabajaste bien con el agente Jeffreys y la agente Roston en el caso del Hombre de Arena. Trabaja con ellos si quieres. Los quiero a todos en mi oficina ahora mismo.

Sin decir nada más, Meredith finalizó la llamada.

Riley volvió a la línea de Jenn. Ella dijo: —Jenn, entregar tu placa no es una opción. No en este momento. Te necesito en un caso. Nos vemos en la oficina de Brent Meredith. Y apúrate.

Sin esperar una respuesta, Riley finalizó la llamada. Mientras marcaba el número de su compañero Bill Jeffreys, pensó: «Tal vez otro caso es justo lo que necesita Jenn en este momento.»

Riley esperaba que fuera así.

Mientras tanto, sintió una intensificación familiar de su propia alerta mientras se apresuraba para averiguar de qué podría tratar este nuevo caso.

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