Política y Academia

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Primera Parte


POLÍTICA

La libertad kantiana desde la razón teórica


Yerson Y. Carrillo-Ardila1

La libertad dentro de la filosofía de Immanuel Kant (1724-1804) es uno de los conceptos claves de las reflexiones que surgen a partir de su filosofía moral, política y de la historia. No obstante, es necesario reconocer que tal concepto inicialmente es trabajado por Kant en la Crítica de la razón pura (KrV) como el resultado de un conflicto entre las facultades del entendimiento y la razón; es decir, que la locación del problema del libre albedrío es teórico y no práctico. Lo anterior sugiere que una revisión al concepto de libertad en Kant debe estar mediado por una comprensión puntual de categorías claves tales como leyes, necesidad, incondicionalidad, causalidad y otras tantas derivadas de la razón especulativa, para comprender cómo la libertad posee un valor central dentro de la filosofía moral. Con fundamento en lo anterior, este capítulo académico muestra una reconstrucción compatibilista de la libertad, tomando como base exclusivamente la lectura de la razón teórica kantiana.

Es pertinente mencionar que si bien Kant expone el concepto de libertad de forma más desarrollada en escenarios tales como la Crítica de la razón práctica (KpV)2 desde el punto de vista de reconocerla, dirá Àlex Mumbrú, como el objeto de una racionalidad práctica3 que alcanza incluso a ser un concepto cumbre para el desarrollo de una educación moral y atenta a los avances de la Ilustración, como se expresa en sus conferencias sobre Pedagogía (Päd), las cuales fueron recogidas por Friedrich Theodor Rink, y que en última instancia se presenta como categoría que nos ayudaría a reconocer una búsqueda de la ley moral a través de textos como la Fundamentación para una metafísica de las costumbres (GMS)4 o la Metafísica de las costumbres (MS)5, como lo expone Luciano Vorpagel6; nuestro problema y locación está enteramente dentro de la filosofía especulativa kantiana. Lo anterior se debe a que allí surge el concepto de libertad.

Ahora bien, la libertad es tratada inicialmente por Kant como un problema cosmológico en el que se plantea cómo el ser humano en cuanto ser libre se inserta en el mundo físico como generador de causalidad gracias a su deliberación. Por ello, este capítulo académico tiene como propósito central exponer la forma en que Kant concibe la libertad desde la razón especulativa o teórica, a fin de comprender la clave de la filosofía práctica kantiana desde la perspectiva de la Crítica de la razón pura (KrV)7.

Para lograr tal objetivo es imperativo reconstruir la tercera antinomia de la razón, la cual surge como una suerte de conflicto entre dos tesis que parecen ser correctas de modo separado, pero incompatibles una vez juntas. El análisis de esta nos permite comprender en qué sentido, para Kant, la libertad no es algo caprichoso, sino que es un tipo de causalidad que, si bien no se puede conocer, sí es algo que se puede pensar como principio de un mundo inteligible, tal y como lo expone Henry Allison8. Así pues, la libertad surge en la primera crítica (KrV), donde se establece la posibilidad de la libertad trascendental mediante la resolución de la tercera antinomia, y ya para la segunda crítica (KpV) sí se establece la conexión entre la libertad y la ley moral.

Nuestra ruta de trabajo para este capítulo académico está dividida en tres momentos. Primero, expondremos cómo la tercera antinomia, la cual presenta un problema cosmológico, nos permite reconocer dos tesis con respecto a la causalidad, lo cual implica que en efecto tenemos un conflicto que se resume en una disyuntiva: o nuestras acciones están en su totalidad determinadas por leyes naturales o sencillamente podemos ser libres dentro de un mundo determinado.

Segundo, mostraremos cómo queda resuelta la antinomia con dos causalidades que en principio parecen ser excluyentes. Como veremos, la salida kantiana resulta, en líneas generales, compatibilista, por cuanto muestra que la libertad y el llamado determinismo causal no necesariamente entran en contradicción; esto bajo la interpretación que realiza principalmente Allison, el cual realiza una lectura epistémica de la antinomia versus una lectura ontológica9.

En tercer lugar, expondremos cómo, a partir de la anterior lectura, resulta adecuado adoptar una distinción crítica en relación con los seres humanos, entre un carácter fenoménico y otro inteligible. Lo planteado en estas secciones constituirá la noción de libertad desde una revisión enteramente epistemológica y teórica, la cual Kant tomará como punto de partida en su filosofía moral y de la historia, escenarios filosóficos igualmente pertinentes y amplios dentro de la filosofía de Kant, los cuales, por lo pronto, desarrollaremos de forma muy enunciativa; empero, podrán ser atractivos de evaluar a partir de la perspectiva teórica que presentaremos.

El conflicto

La tercera antinomia de la razón (KrV) expone una oposición entre dos tesis que, en principio, parecen estar en conflicto:

Tesis: La causalidad según leyes de la naturaleza no es la única de la que pueden derivar los fenómenos todos del mundo. Para explicar éstos nos hace falta otra causalidad por libertad. (…) Antítesis: No hay libertad. Todo cuanto sucede en el mundo se desarrolla exclusivamente según leyes de la naturaleza10.

De acuerdo con Kant, la tesis acepta una parte de lo que defiende la antítesis, pues acepta la causalidad de las leyes naturales, pero choca con ella al afirmar otra causalidad distinta a las determinaciones físicas, que sería la de la libertad. A su vez, la antítesis niega que la libertad pueda tener un poder causal, pues ello supondría un principio incondicionado no sujeto a las leyes de la naturaleza.

Cada proposición ofrece un inicio para sostenerse como verdadera, la tesis, una posibilidad y la antítesis, una autoridad, las leyes naturales. El problema que surge a partir de esta inconmensurabilidad no es solamente el formal, esto es, que parecen contradecirse, sino además práctico, pues si se acepta la tesis, se rompería la hipótesis de un orden causal físico del mundo, pero si se acepta la antítesis, no habría espacio para la agencia moral libre, que sería la condición de posibilidad para la justificación moral11. De lo expuesto, resulta entonces claro que Kant busca permitir una salida a un atolladero de la razón, el cual, de no realizarse, generaría profundas crisis de estabilidad al interino de su sistema.

No obstante, y siendo rigurosos en la lectura, la libertad que se podría desprender de la tesis no es tomada como posibilidad de agencia moral, pero sí nos sirve como una explicación no mecanicista del obrar humano en general, en cuanto, como el mismo Kant expone, la libertad trascendental es la capacidad de empezar un estado espontáneamente12. Por tanto, el problema de la justificación moral, si bien no es trabajado por Kant en la antinomia, sí es una tensión que podemos leer allí. De vuelta al problema, según Allison, la tesis es justificada por Kant gracias a la lectura que hace de la antítesis como contradictoria al no cumplir con el principio de razón suficiente13, pues la causalidad que exige que un evento sea causado por otro y este a su vez sea causado por otro evento, no tendría nunca una serie completa, y ello sugeriría no poseer una explicación adecuada de la totalidad de los elementos14.

Una interpretación similar a esta es la de Carlos Pereda, quien sostiene que la tesis se justifica sobre la antítesis cuando exige a esta última dar cuenta de los principios de finitud y compleción, siendo el primer principio la exigencia incumplible de un regreso al infinito en la explicación causal, y el segundo el que las causas nunca se observan como totalidad15.

Continuando con nuestra reconstrucción, la prueba de la tesis expone, a nuestro juicio, tres elementos puntuales que podemos identificar para reconocer su validez: i) suponiendo que no hay otra causalidad distinta a la naturaleza, todo en cuanto sucede presupone estados previos encadenados a una regla16; ii) una causa presupone a su vez otra causa, y esto nos lleva a un regreso ad infinitum en el que no existiría una integridad en la serie de las causas; y, iii) de los dos elementos enunciados, se infiere que el primer comienzo tuvo que ser incondicionado, puesto que:

nada sucede sin causa suficientemente determinada a priori. Así, pues, la proposición según la cual toda causalidad es sólo posible según leyes de la naturaleza se contradice a sí misma en su universalidad ilimitada. No podemos, por tanto, admitir que tal causalidad sea la única17.

Con estos tres elementos, la tesis, en principio, parece triunfar sobre la antítesis. Bajo esta óptica sin una primera causa incondicionada, las causas que constituyen la serie fenoménica no se encontrarán lo suficientemente determinadas a priori, por lo tanto, no se podrán explicar los fenómenos que acaecen en el mundo. Desde nuestra lectura, es una forma de reducción al absurdo, empero, Kant sigue un procedimiento similar para mostrar que el argumento puede estar a favor de la antítesis.

Evaluando esa última, rescatamos igualmente tres elementos de la proposición que adscriben la posibilidad causal únicamente a la naturaleza: i) suponiendo una libertad trascendental que diera inicio a un estado de cosas condicionado por este inicio absoluto, no podría ser consecuencia de una causa anterior; ii) dicho de esta forma, todo lo que acontece se origina en esta causa incondicionada, pero esta causa al no tener causa, viola precisamente la ley de la causalidad; y, iii) con base en lo anterior:

 

una conexión de estados sucesivos de las causas eficientes según la cual es imposible toda unidad de la experiencia y que, consiguientemente, tampoco se halle en ninguna experiencia, no es más que un puro producto mental18.

De manera análoga al caso de la tesis, en la antítesis se argumenta que, si se reconoce la libertad trascendental, se supone una creación ex nihilo que altera la unidad de la experiencia y por tanto trasgrede la naturaleza19. Con la revisión de ambas proposiciones concluimos dos aspectos. Primero, creemos que el objetivo de la antinomia, al ser presentada como irresoluble formalmente, en principio se confunde por suponer características fenoménicas a la libertad. Explicar lo incondicionado desde parámetros condicionados genera una contradicción evidente y, por tanto, una invitación a no generar más representaciones de lo que no se puede representar fenoménicamente. Asumimos, entonces, que es una restricción sana de los límites de nuestro conocimiento y de ahí por qué la libertad surge como un problema teórico en principio.

Segundo aspecto: la tercera antinomia presenta, provisionalmente, una libertad que surge dentro de un problema cosmológico pero que puede leerse en clave moral20. En este punto vale la pena recordar que en la tercera antinomia el problema de la justificación moral no tiene un papel central, pero lo que sí se reconoce en ella es que la libertad, entendida como causalidad espontánea, está en aquellas sustancias del mundo que se pueden reconocer como agentes morales y que tienen además la capacidad de intervenir en el mundo, lo cual no es sino la de sujetos racionales, cuyas decisiones interpelan al mundo21. Siguiendo esta idea, ¿cómo reconcilia Kant estas dos proposiciones, ya que sobre la base de rigurosas pruebas y observaciones las contrapone, pero en último término parecen legítimas por separado?

Ahora, esta pregunta no resulta menor al reconocerse el papel que juega la libertad dentro del entorno que se considera práctico en la filosofía de Kant, a saber, la historia, la política y la educación moral. Así, por ejemplo, asumir que hay una irrestricta determinación física es adjudicar leyes implícitas de naturaleza de este orden en la historia, lo cual devendría en asumir los acontecimientos como enlaces de causalidades; al tiempo que los procesos de formación y deliberación humana en la educación serían tan solo la presentación de la legalidad natural en aspectos tan complejos como el aprendizaje, la decisión, el papel de la ciudadanía y la responsabilidad moral.

La solución

Llegados a este punto nuestro objetivo específico para esta sección es analizar los argumentos que aduce Kant para demostrar que las proposiciones de tesis y antítesis pueden llegar a ser compatibles. Como veremos, según Kant, hay causas que pueden darse gracias a la naturaleza y hay otras que pueden venir de la espontaneidad de la libertad. Empero, tal compatibilidad requiere organizar el problema, esto es, reconocer la locación exacta, si se nos permite la expresión, de cada una de las variables de las dos proposiciones.

En principio, el planteamiento de las dos proposiciones supone la siguiente disyuntiva: son todas nuestras acciones dirigidas por nosotros mismos o son estas las consecuencias de las leyes de la naturaleza. Al respecto, por las observaciones y posturas que tomará Kant frente a esta antinomia, se llegará a la conclusión de aceptar ambas tesis, pero reformuladas bajo la expresión: algunas de nuestras acciones son dirigidas por nosotros y otras tantas por leyes naturales.

Para ello, Kant acude a una distinción entre la perspectiva fenoménica y nouménica, de tal manera que el problema cosmológico se va a traducir en términos no ontológicos22, como una cuestión de dos jurisdicciones que pueden operar de manera simultánea y sin que cada una de estas traspase sus límites23. Ello implica que las acciones humanas no pueden verse como una piedra de escándalo al suponer una disyuntiva exclusiva de ser obedientes a las leyes de la naturaleza o, por lo contrario, manifestaciones de una causa incondicionada.

Bajo este marco, surge la cuestión de cómo lograr entonces una compatibilidad entre necesidad e incondicionalidad si de entrada sugieren ser excluyentes. La compatibilidad se logra reconociendo: a) el lugar que ocupa la antinomia dentro de la KrV; b) exponiendo la naturaleza del problema; y, c) aceptando las implicaciones de ambas causalidades.

Al respecto, es importante señalar que esta hoja de navegación nos permitirá reconocer que la lectura compatibilista que realiza Allison, y a la cual nos ceñimos como recurso metodológico para leer e interpretar este problema, sugiere una perspectiva epistémica y no ontológica del problema24.

Puesto así, veamos:

a) La tercera antinomia se ubica dentro de la dialéctica trascendental, esta última está a su vez ubicada dentro la lógica trascendental que entendemos como una parte de la lógica que trata de la cuestión de la verdad y que tiene como una de sus preguntas centrales las condiciones que son necesarias para tener un conocimiento verdadero, condiciones que son las del espacio y del tiempo, temáticas de la estética trascendental25. Luego, la antinomia precisamente surge porque se ha llegado a los límites del conocimiento humano.

b) La antinomia se presenta cuando aplicamos un concepto como el de causalidad a objetos que se dan más allá de la experiencia posible y se comienza a especular sobre si hay o no un inicio incondicionado. Así, a través de la pretensión de conocer más, se desbordan los límites y, con ello, se confunden principios trascendentes, en cuyo uso no se basa la experiencia. Un ejemplo de esto es, por supuesto, la libertad, la cual al ser interpretada como fenómeno y no como cosa en sí produce una ilusión que se reconoce como un supuesto conflicto26. Puesto así, comprender la libertad dentro de los marcos de lo fenoménico genera una ilusión que surge de la tensión entre la razón y el entendimiento27. Allí, el entendimiento ve en las ideas de la razón consideraciones muy amplias y, a su vez, la razón observa los conceptos del entendimiento muy reducidos28.

c) A la luz de lo anterior, queda claro que el entendimiento, al ser una facultad del conocimiento del mundo de la experiencia, afirma la antítesis (necesidad) y, la facultad de la razón, que permite pensar las ideas trascendentales, asume verdadera la tesis (incondicionalidad)29.

Ahora, el punto interesante que surge de lo anterior es que Kant ofrece la posibilidad de pensar la libertad, pero desde una posición nouménica, a fin de evitar asumir que una decisión humana pueda ocurrir de la nada30. En ese orden de ideas, Kant sugiere que no es incompatible la causalidad por libertad con la causalidad según leyes naturales, lo que hace de Kant, según Allison, un compatibilista entre la determinación de la naturaleza y las acciones concatenadas dentro de parámetros del libre albedrío. Para comprender lo anterior basta repasar en estricto rigor el siguiente fragmento que separa a la libertad de los marcos supuestos de las determinaciones naturales:

La validez del principio que afirma la completa interdependencia de todos los eventos del mundo sensible conforme a las leyes naturales inmutables quedó ya establecida como un principio de la analítica trascendental y no permite infracción ninguna. La cuestión se reduce, pues, a si, a pesar de ello, puede haber libertad respecto del mismo efecto determinado por la naturaleza o si, por el contrario, esa libertad queda completamente excluida por dicha regla inviolable. La común y engañosa suposición de la realidad absoluta de los fenómenos revela aquí su pernicioso influjo en la confusión de la razón. En efecto, si los fenómenos son cosas en sí mismas, la libertad es insalvable. En este caso, la naturaleza es la causa completa y en sí misma suficientemente determinante de todo acontecimiento. La condición de este no se hallará entonces sino en la serie de los fenómenos, los cuales serán, ellos y su efecto, necesarios en virtud de la ley natural. Por el contrario, los fenómenos no son considerados sino como lo que son en realidad, es decir, no como cosa en sí, sino como meras representaciones que se hallan vinculadas conforme a leyes empíricas, entonces tienen que poseer fundamentos que no sean fenómenos31.

Esto quiere decir que en la analítica trascendental se expone la forma en que los conceptos puros del entendimiento, las categorías, permiten las condiciones de representación, a saber, los fenómenos. Puesto así, en este pasaje se argumenta que, si se asume que los fenómenos son la única realidad y que no hay un espacio para algo más, no habría lugar para la libertad. Pero, este supuesto implica afirmar algo que no se puede probar y, por lo tanto, algo que sería imposible de darse, ya que supone un mecanicismo en la totalidad de las acciones humanas.

Pero como no se puede probar que los fenómenos sean la realidad absoluta, entonces se sigue que podemos pensar que puede existir otro ámbito de la realidad que no esté gobernado por las leyes de la naturaleza física, sino por otras leyes, que pueden ser las que corresponden a un ser libre.

Al mismo tiempo, en la medida en que ese ser libre es un ser racional, no actuará de manera caprichosa, sino siguiendo un orden que estaría legislado por lo que Kant llama las leyes de la libertad, y que nos abren otra esfera, a saber, la de la acción. Este marco distinto al fenoménico, el de las leyes de la libertad, es el inteligible. Luego, es posible conocer lo que podemos representarnos, es decir, los fenómenos, y podemos pensar cosas en sí mismas, a saber, los noúmenos, tal como la libertad.

Poseemos dos perspectivas y de paso llegamos a uno de los avatares de la teoría kantiana: el idealismo trascendental. Ahora bien, tal como lo sugiere Allison, este idealismo trascendental puede leerse desde una condición epistémica según la cual los seres humanos poseen ciertas condiciones de representación de los fenómenos, esto bajo los regímenes cognoscibles que poseemos y también podemos pensar otras formas causales distintas a la natural32.

Esta condición epistémica nos permite reconocer la siguiente distinción: la primera de carácter fenoménico, que corresponde a la determinación de los fenómenos desde las leyes de la naturaleza. Desde esta perspectiva, el entendimiento nos muestra cómo se relacionan los fenómenos de acuerdo con dichas leyes. El segundo tipo de descripción, esta vez de carácter nouménico, se refiere a la libertad, y lo que busca establecer es si lo que está ocurriendo pudo darse a partir de una causa no determinada por leyes naturales. Así, una de las descripciones nos explica lo temporal y la otra nos ofrece causas incondicionadas, y ambas refieren el mismo mundo.

No podemos, entonces, diferenciar estas condiciones ontológicamente, pues tales descripciones se comportan en el mismo marco, en el mismo mundo; no puede darse una separación de dos mundos o universos distintos. Lo que sugiere la lectura epistémica de Allison es que la distinción refiere a dos puntos de vista: uno que corresponde al del entendimiento y que ve la acción humana como un fenómeno más sometido a las leyes naturales, y otro que ve en la acción humana desde la perspectiva nouménica y que refiere por tanto a un carácter inteligible.

Con todo ello y bajo los postulados arriba señalados, autores como Luis Eduardo Hoyos sugerirán entonces que Kant sí pretendía adscribir la libertad como atributo humano sin con esto generar una contradicción con las leyes naturales33. Similar es la posición de Ileana Beade, al afirmar que abordar una lectura compatibilista del idealismo trascendental es permitir la discusión práctica34. Ello implica, desde nuestra lectura, que siendo el ser humano libre puede pensarse en un espacio para la deliberación y con ello atribuirse o no responsabilidad, ello dado desde un carácter inteligible y no natural. Llegados a este punto, se hace necesario matizar esta última distinción no sin antes insistir en la importancia de esta hipótesis.

Por ejemplo, dentro de un contexto de formación, la libertad, en cuanto atributo humano, dependería del desarrollo de la autonomía en un contexto que así lo posibilite. Dentro del sistema kantiano ello apunta hacia la Ilustración, empero, queremos dejar este lugar común y preguntarnos si el formarse está relacionado o no con determinaciones físicas. De ser así, la formación y los procesos de educación no podrían apelar al carácter inteligible, esto en la medida en que se acomodan a las descripciones físicas y no libres. De ahí que nuestro último momento nos lleve al planteamiento de una distinción epistémica entre la libertad y las leyes naturales.

 

Una distinción epistémica

En las secciones precedentes hemos mostrado cómo para Kant la antinomia se basa en una ilusión de la razón y no en un conflicto, pues devela que la causa por libertad puede existir junto con la causa determinada por leyes naturales. El quid del asunto es que ambas proposiciones tienen dos propósitos distintos y están orientadas a mostrar, por un lado, que lo que expresa la libertad es la posibilidad de comienzos causales no temporales y, por otro, que en el ámbito de los fenómenos lo que tenemos es la explicación encadenada de una serie causal35. Luego, el comienzo causal de la libertad evidencia una causa incondicionada de decisión y la causa temporal es una descripción del desarrollo necesario entre un evento y otro.

Ahora, la causalidad por leyes naturales ha tenido un particular tratamiento, ya que siempre se ha expuesto con base en lo que sucede dentro de la observación de los fenómenos, mientras que la causalidad por libertad se ha focalizado enteramente en la agencia humana. Ello no implica que no puedan darse relaciones necesarias de causalidad fenoménica en el ser humano. De hecho, en cuanto seres físicos estamos inmersos también dentro de las causas temporales, un ejemplo de esto son los procesos de envejecimiento o incluso morir. Al respecto debemos reconocer que los propósitos señalados estarían anclados al reconocimiento de dos ámbitos característicos del ser humano. Así pues, estamos frente a un carácter doble, que permite dar cuenta de la “posibilidad de conciliar la causalidad por libertad con la ley universal de la necesidad de la naturaleza”36.

Los dos tipos de explicaciones que se pueden dar del ser humano nos permiten comprender a) la distinción entre lo fenoménico y lo inteligible, y b) la posibilidad de pensar ideas regulativas. En lo que respecta a la distinción epistémica se trata de reconocer que un mismo objeto pueda ser valorado desde diversos puntos de vista donde le surgen características diferentes. Ahora, esta distinción es sobre el sujeto que puede ser definido desde sus características físicas y al mismo tiempo desde sus características inteligibles.

Desde el punto de vista fenoménico, si tomamos como ejemplo un tropiezo y una posterior caída de nuestro cuerpo, y en consideración a la densidad, masa y volumen de este, la aceleración es inevitable tomando una velocidad basada en magnitudes de tiempo y longitud al acercarse hacia el centro de la Tierra: así, hay una causa y un efecto para la caída, y esto se acopla por supuesto a la causalidad según leyes naturales. Para el caso de la causalidad por libertad y por ende del carácter inteligible, no es posible explicarse de este modo, sino mediante un surgimiento espontáneo no referente físico, es decir, cuando decido actuar frente a mentir o no, por ejemplo37.

Por otro lado, desde la perspectiva del carácter fenoménico, se trata de reconocer que el sujeto está inmerso en una cadena secuencial (temporal) de hechos que lo ubican como elemento empírico; por consiguiente, darle al sujeto un carácter fenoménico es dotarlo de un espacio en el orden natural; y desde el carácter inteligible, es ver a este mismo sujeto como una cosa en sí misma, como un ser nouménico que tiene la capacidad de seguir lo que le dicta su propia deliberación. Por tanto, en palabras de Kant, el agente

No comenzaría ni cesaría en él ningún acto, no estaría, por tanto, sometido a la ley de toda determinación temporal, de lo mudable, es decir, a la ley según la cual todo cuanto sucede tiene su causa en los fenómenos (de su estado anterior)38.

Al respecto de esta distinción, Allison sostiene que el idealismo trascendental abre toda una forma de comprensión tanto de lo fenoménico como de lo nouménico, donde lo primero se conoce y lo segundo se puede pensar39. Incluso, como lo hace ver Beade, en la estética trascendental ya se expone que la doble perspectiva entre fenómeno y noúmeno es la puntual diferencia entre el objeto, tal como aparece ante nosotros, y el objeto tal como es en sí40.

Con relación a lo anterior, esta noción de cosa en sí o de noúmeno no busca generar conocimiento alguno, más bien lo que se intenta con ella es mostrar la posibilidad de tener una representación puramente indeterminada de lo no sensible. Si bien es dificultoso de exponer, este noúmeno se hace necesario a fin de considerar nuestras acciones como enteramente libres y de ahí juzgar si hay responsabilidad moral en tales acciones, pues desde un carácter fenoménico no habría tal responsabilidad porque sería una concatenación de eventos sensibles.

Con todo ello, nos encontramos entonces frente a la posibilidad de indicar que el sujeto en Kant puede tanto conocer como pensar, solo basta perfilar los límites de cada noción. Ante esto, en un pasaje de la sección “Explicación de la idea cosmológica de una libertad en conexión con la necesidad universal de la naturaleza”41, Kant nos muestra los límites del mundo fenoménico:

Desde luego, entre las causas fenoménicas no puede haber nada capaz de iniciar, por sí mismo y en términos absolutos, una serie. En cuanto fenómeno, todo acto que produzca un acontecimiento es, a su vez, un acontecimiento o suceso que presupone otro estado en el que se halla su causa. Todo lo que sucede no es, por tanto, más que continuación de la serie, no siendo posible en ésta un comienzo que se produzca por sí mismo. Así, pues, todos los actos de las causas naturales en la serie temporal son, a su vez, efectos que presuponen igualmente sus causas en la serie temporal. Una acción originaria en virtud de la cual se produzca una novedad que antes no existía no es algo que pueda esperarse de la relación que enlaza causalmente los fenómenos42.

De acuerdo con Beade, aquí lo que Kant está indicando es que a lo fenoménico le es imposible hacerse de una causa originaria43. No obstante, este fragmento está acompañado de un contraste adversativo que es clave para nuestro problema:

Pero, si los efectos son fenómenos ¿sigue siendo igualmente necesario que la causalidad de su causa, la cual (es decir, la causa) es, a su vez, fenómeno, sea exclusivamente empírica? ¿No es posible, por el contrario, que, a pesar de la necesidad de que todo efecto en la esfera del fenómeno se halle ligado a su causa según las leyes de la causalidad empírica, esta misma causalidad empírica sea, sin interrumpir en absoluto su relación con las causas naturales, efecto de una causalidad, no empírica, sino inteligible?44

Las preguntas formuladas por Kant nos sugieren la siguiente interpretación: la causalidad por leyes naturales no puede generar acciones a partir de lo no determinado, pero la causalidad de una causa empírica, esto es, fenoménica, puede ser tanto empírica como inteligible; así, pensar la causalidad empírica como efecto de la causalidad por libertad es posible, ya que el carácter inteligible permite el carácter fenoménico45. De hecho, Kant expone que el carácter empírico ha de ser el signo sensible del carácter inteligible, lo cual sugeriría que lo inteligible es la causa de lo empírico46.

Para entender mejor esta forma de leer la solución kantiana a la tercera antinomia es necesario precisar cómo se entiende aquí la noción de causalidad. La causalidad no es solo la relación entre dos sucesos dados en lo temporal, sino que más bien se refiere a una relación irreversible, lo cual implica que no pudo ocurrir algo distinto. La causa en este caso tiene mayor cercanía con el principio de razón suficiente, el cual explica cómo un evento es necesariamente así, esto es, determinar por qué ocurrió así y no de otra manera.

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