Socialistas de otros tiempos

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Daniel Anguiano Magando

Nacido en la localidad riojana de Haro en 1882, Anguiano era hijo de un empleado ferroviario, salió muy joven de su pueblo natal, pasando su infancia y el principio de su juventud en Las Caldas de Besaya (Cantabria). En la ciudad de Santander estudió la carrera de perito mercantil, donde entabló amistad con Torralba Beci. Trasladado su padre a Catarroja (Valencia), simpatizó en esta ciudad levantina con el republicanismo de Blasco Ibáñez, participando en las luchas callejeras frente a la facción radical de Rodrigo Soriano.

Ingresó en la Compañía de Ferrocarriles del Norte, siendo destinado a sus oficinas en Madrid. Allí se afilió a la UGT en 1907 e ingresó en el PSOE en mayo de 1908. Cuando era secretario de la Agrupación Socialista Madrileña participó en un mitin contra la guerra celebrado en el Teatro Barbieri el 23 de octubre de 1910, por lo que fue encarcelado tres meses en la cárcel Modelo de Madrid. Fue fundador en 1909 de la Unión Ferroviaria de la UGT. Estuvo detenido diecisiete días por la huelga ferroviaria de 1912. Sustituyó en la presidencia de la Unión Ferroviaria a Vicente Barrio. Representó a varias agrupaciones socialistas en el IX Congreso del PSOE en 1912 y en el Congreso Extraordinario en 1920. Fue candidato del PSOE por La Latina-Chamberí (Madrid) en las elecciones de 1913 sin llegar a ser elegido diputado, pero resultó, en cambio, elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid entre 1915 y 1919 por el distrito de Hospital. Iniciado en la masonería en agosto de 1917 con el nombre simbólico de «Verdad», alcanzó el grado 18.

Fue redactor de El Socialista cuando Pablo Iglesias volvió a ser director en 1915. Con anterioridad, había promovido, junto a Andrés Saborit, una campaña para que Iglesias regresara a la dirección del diario socialista, y fue uno de los fundadores del semanario Acción Socialista en 1914. Según Saborit, era el “hombre más compenetrado” con Pablo Iglesias durante la segunda década del siglo XX, hasta el punto de desempeñar la secretaría del partido entre 1912 y la escisión comunista en abril de 1921.

Anguiano, de carácter bondadoso, hombre honrado de vida austera, gestor tenaz, no resultó sin embargo un buen orador ni escritor.

En la dirección de la UGT ejerció los cargos de vicesecretario-tesorero del Comité Nacional (1914-1918) y vicesecretario-tesorero de la Comisión Ejecutiva (1918-1920). Fue elevado en 1916 a la presidencia de la federación ferroviaria, sustituyendo al experimentado líder sindical Vicente Barrio, con el inexperto Ramón Cordoncillo de secretario. En nombre del Comité Nacional del PSOE visitó a Trotsky en la cárcel Modelo de Madrid en 1916, consiguiendo que Romanones lo excarcelara a cambio de su salida de España. Demostró cierta incapacidad para controlar a los ferroviarios en la huelga general de 1917, dándose además la circunstancia de que el movimiento fue traicionado por el secretario del sindicato, Cordoncillo. Por su pertenencia al Comité de Huelga de agosto de 1917, fue condenado a cadena perpetua, ingresó en el Penal de Cartagena y salió en mayo de 1918 tras ser amnistiado al ser elegido diputado por Valencia. En las elecciones generales de 1919 fue candidato por Loja (Málaga), sin obtener el escaño.

Tuvo una destacada intervención en los debates socialistas sobre el ingreso del PSOE en la III Internacional, formando parte, junto a Fernando de los Ríos, de la delegación socialista española que visitó la Unión Soviética en octubre-diciembre de 1920, entrevistándose con Lenin y otros dirigentes del Partido Bolchevique. En 1920, debido a diferencias con Besteiro, en un viaje a Ámsterdam, con motivo de una reunión internacional, dimitió de la secretaría general del PSOE. A su regreso, en el Congreso Extraordinario de 1921, De los Ríos expuso su criterio contrario a la adhesión a la Internacional Comunista y Anguiano informó favorablemente. No obstante, la defensa que Anguiano realizó de la adhesión a Moscú fue poco afortunada, pues se mostró partidario de la dictadura del proletariado aunque no de la dictadura de un partido internacional. La votación del Congreso rechazó las veintiuna condiciones que la Internacional establecía para el ingreso en la misma, produciéndose entonces la escisión comunista y la formación del Partido Comunista Obrero Español, partidario de la III Internacional. Al unificarse el PCOE y el Partido Comunista Español, que había formado en abril de 1920 el Comité Nacional de las Juventudes Socialistas, en el Partido Comunista de España, fue elegido miembro de su Comisión Ejecutiva pero a partir de entonces, debido a las detenciones policiales y a las discrepancias políticas, fue dejando paulatinamente la militancia comunista.

En 1932, durante la Segunda República, comenzó a trabajar en la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos Sociedad Anónima (CAMPSA), afiliándose poco después al Sindicato de Petróleos de la UGT y reingresando de nuevo a la Agrupación Socialista de Madrid. Fue elegido secretario general del Sindicato de Petróleos en 1936 y representó a éste en el Comité Nacional de la UGT en 1937, ya comenzada la Guerra Civil.

En octubre de ese año 37, presidió la reunión en la que se eligió la nueva Comisión Ejecutiva de la UGT, conocida como “Ejecutiva de la escalera”, y permaneció en el cargo de vocal hasta 1950 (ya acabada la guerra muchos años antes, actuando desde 1939 en la clandestinidad), vinculado al sector negrinista de la UGT que presidía Ramón González Peña. Representó, junto a este último, José Rodríguez Vega y Antonio Pérez, a la dirección de UGT en Congresos internacionales en abril de 1938, asistiendo también a un Congreso de la CGT de la región de París.

Al salir de España, recibió ayuda del Fondo de Solidaridad Internacional socialista. Fue delegado del SERE en representación de UGT, encargándose de la visita de los campos de internamiento y de la salida de refugiados hacia América. En 1940 se trasladó en representación de UGT y del SERE a la República Dominicana, asistiendo a los refugiados. En 1941 residió en Cuba, ingresando en México el 17 de noviembre de 1941. Colaboró en el Boletín de Información Sindical de UGT y en los trabajos de la Ejecutiva “unitaria” de UGT en México entre 1941 y 1945. Asistía con regularidad a la tertulia de los componentes de la editorial Séneca, ligada al comité de ayuda negrinista, junto a Herrera Petere, Bergamín, Arana o Gallegos Rocafull. Al ser liberada Europa tras el final de la Segunda Guerra Mundial, representó a UGT en los Congresos de la Federación Sindical Mundial en Praga y Londres, acompañando al secretario José Rodríguez Vega en la recepción de la ayuda internacional para los huelguistas de Bilbao de mayo de 1947. Residió un tiempo en Budapest, pero regresó de nuevo a México, donde falleció el 12 de agosto de 1963.

Ramón Lamoneda Fernández

Ramón Lamoneda, un hombre cauto y tenaz, fue el primer secretario general del PSOE que desempeñó el papel de principal dirigente del partido, por encima incluso del presidente Ramón González Peña, aunque Indalecio Prieto ejerciera, en realidad, el liderazgo. Promovido al puesto de secretario-tesorero en junio de 1936, en una elección polémica frente a la candidatura de la izquierda socialista, y a la Secretaría General en septiembre de 1938, habría de desempeñar en exclusiva el cargo hasta 1942. A partir de entonces, el sector mayoritario del PSOE en América decidió renovar la Ejecutiva, impulsando Lamoneda el Círculo Jaime Vera frente al hegemónico Círculo Pablo Iglesias.

Lamoneda intentó preservar sin éxito la unidad del partido durante la Guerra Civil, siendo acusado injustamente de filocomunista, debido a su pasado como dirigente en el PCE durante los años veinte. Nacionalizado ya mexicano, fue expulsado del PSOE en 1946 debido al no acatamiento de la directriz disciplinaria que ordenaba la disolución de las ejecutivas existentes en América (propuesta por la dirección clandestina) y su adscripción a un grupo parlamentario disidente ajeno a la Minoría Parlamentaria Socialista. Entre octubre de 1951 y los primeros años sesenta, fue secretario general de la formación política disidente Unión Socialista Española (USE), encabezada por Julio Álvarez del Vayo. Por tanto, de los sesenta años en los que militó en las organizaciones socialistas, el tiempo de mayor protagonismo de Lamoneda en el PSOE se desarrolló entre 1936 y 1942 y, en menor medida, entre 1918 y 1921.

Ramón Lamoneda fue, según su amigo Max Aub, un buen tipógrafo (presidió durante muchos años esa federación de industria ugetista) y una buena persona pero, también, un político sin ambición, con medianas dotes oratorias y sin suficiente autoridad y visión para ejercer el liderazgo del partido.

Lamoneda había nacido el 9 de junio de 1892 en la localidad rural olivarera de Begíjar, en la comarca jiennense de Úbeda. Con apenas doce años se trasladó a Madrid, junto con sus hermanos Juan y León. Comenzó a trabajar de aprendiz de tipógrafo en una imprenta y en la Casa Herrero. Más adelante, encontró trabajo de corrector en el diario El Sol. En 1913, como recuerda Azaña en sus memorias, recibió una beca de ampliación de estudios en el extranjero, junto con Manuel Cordero, para estudiar el funcionamiento de las organizaciones obreras en Bélgica y Francia.

En 1910, a los 18 años, Lamoneda se había incorporado a las Juventudes Socialistas, dirigidas por Andrés Saborit. Tres años después participó en la fundación de la Escuela Nueva, promoviendo un manifiesto contra la guerra mundial y de adhesión al Congreso socialista de Zimmerwald. En 1916 tuvo ocasión de entrevistarse con León Trotsky, dirigiendo en 1918 el semanario madrileño partidario de los bolcheviques, Nuestra Palabra. Lamoneda se había afiliado al PSOE en agosto de 1914, siendo elegido vocal de la Ejecutiva en el Congreso extraordinario de diciembre 1919, con tan sólo 27 años. Medio año después, en junio de 1920, en el nuevo Congreso del PSOE, fue elegido vicesecretario general del partido con 8.176 votos, junto con Daniel Anguiano como secretario general, derrotando a Francisco Núñez Tomás y a Lucio Martínez Gil, quienes obtuvieron 3.385 y 1.206 votos, respectivamente. Sin embargo, esta primera etapa de protagonismo como joven socialista duró apenas diez años, pues en 1921 fue uno de los principales dirigentes de la escisión comunista.

 

En el Congreso de la escisión del PSOE, que dio lugar a la creación del Partido Comunista Obrero Español, Lamoneda pronunció uno de los mejores discursos a favor de las tesis “terceristas” (partidarias de la III Internacional o Internacional Comunista), mientras que los de Virginia González y Roberto Álvarez fueron poco claros y desafortunados.

El 13 de abril de 1921 Lamoneda contestó al discurso de Julián Besteiro, criticando que se hiciera valer la “hoja de servicios prestados al Partido” y negando que los “terceristas” se movieran por un impulso de ambiciones políticas. Criticó vehementemente el “prejuicio liberal” de Fernando de los Ríos tras su visita a la URSS, aludiendo, además, a un artículo de Saborit y a otro de Pablo Iglesias, donde se decía que la aceptación de las 21 condiciones impuestas por la Internacional Comunista para el ingreso de las organizaciones daría pábulo a las persecuciones de las autoridades. El error oratorio de la alusión al “Abuelo” dio lugar a un tumulto. En su parlamento, Lamoneda continuó defendiendo la necesidad de una dictadura transitoria del proletariado para el triunfo del socialismo. Prosiguió exhortando a los delegados para que aprobaran las 21 condiciones, ya que lo contrario supondría un divorcio del partido respecto a los deseos de las masas. Lamoneda concluyó anunciando la escisión comunista:

“La escisión parece inevitable, pues más que la unidad lo que se nos brinda es el sometimiento y, sobre todo, porque creo, en conciencia, que estar en la reconstrucción, en la cual habéis declarado no tener fe, es contribuir al descrédito de la primera República Socialista”.

El factor clave del escaso arraigo de la escisión comunista fue el control socialista de la UGT. Por ejemplo, en septiembre de 1921 se celebró el XV Congreso de la Federación Tipográfica en Madrid y a pesar de las presiones de Lamoneda, que era su secretario general, a favor de las tesis moscovitas, éstas no fueron aceptadas. Andrés Saborit, nuevo secretario del PSOE, asistió en representación del Arte de Imprimir, siendo elegido para presidir las sesiones.

En 1915, Lamoneda había desempeñado el primer cargo dirigente en las organizaciones socialistas, siendo elegido secretario primero de la Asociación General del Arte de Imprimir y, más adelante, presidente de la misma en febrero de 1917. También fue elegido secretario de la Federación Gráfica en un Congreso celebrado en Zaragoza en febrero de 1918, bajo la presidencia del veterano Antonio García Quejido.

Un tiempo antes, Saborit había propuesto a Lamoneda que representara a la Asociación del Arte de Imprimir en la comisión reorganizadora de la Escuela Oficial Nacional de Artes Gráficas, dependiente del Ministerio de Fomento. Al comienzo de 1919, Saborit y Lamoneda formaron parte de la comisión obrera del Arte de Imprimir que planteó una serie de reivindicaciones a la patronal. Accedió al puesto de vocal de la comisión ejecutiva de UGT entre sus Congresos de 1918 y 1920. Sin embargo, en enero de 1921, poco antes de la escisión comunista, en una sesión del Comité Nacional de UGT, Saborit criticó la postura de Lamoneda, que era partidario de la retirada de los organismos oficiales cuando se mantenían los cargos representativos en ayuntamientos y en las Cortes.

Lamoneda se presentó como candidato a diputado por el distrito de Martos en las elecciones a Cortes de 1919 y 1920 mientras que Largo Caballero lo hacía por Lucena. Los diputados electos por Asturias, Teodomiro Menéndez y Andrés Saborit, junto al enfermo Pablo Iglesias, que asistió expresamente, defendieron las actas obtenidas por ambos pero fueron desalojados injustamente por los candidatos encasillados monárquicos, a pesar de la impugnación del pucherazo ante el Tribunal Supremo.

A finales de 1918, Lamoneda acompañó a García Quejido a Barcelona para entrevistarse con el abogado nacionalista catalán Francesc Layret y el sindicalista de la CNT, Salvador Seguí, con el fin de discutir la posible presentación de candidaturas conjuntas a las Cortes. Sin embargo, el asesinato de Layret y el ingreso de prisión de Seguí, impidieron que se trasladara la unidad de acción UGT-CNT a la acción parlamentaria.

Tampoco Lamoneda conseguiría acceder al puesto de concejal en el Ayuntamiento de Madrid tras las elecciones de febrero de 1920. Elegido por el distrito de Inclusa con 1.579 votos, junto a Luis Araquistáin, que obtuvo 1.612, la impugnación de un seguidor del conde de Romanones impidió la toma de posesión debido a la espera de la resolución de los tribunales. La salida de Lamoneda del PSOE en 1921 trajo consigo que el candidato romanonista ocupara finalmente la concejalía.

Todavía Lamoneda se presentó sin éxito a diputado en las listas del PCE por Madrid en 1923, junto a los veteranos Isidoro Acevedo y Antonio García Quejido. A pesar de la sangría de militantes que la escisión produjo en el PSOE, no hubo mucha repercusión electoral, obteniendo el partido socialista una gran victoria en Madrid, ya que fue la lista más votada. Mientras que Julián Besteiro obtenía 21.417 votos y Andrés Saborit 19.797, el candidato comunista Ramón Lamoneda se quedaba con solamente 1.451 sufragios.

En el seno del PCE desempeñó un papel dirigente entre la fundación del Partido Comunista Obrero Español en abril de 1921 y los inicios de la dictadura de Primo de Rivera dos años y cinco meses más tarde. En el primer Congreso del PCE resultó elegido secretario de organización mientras que, un año después, en el II Congreso celebrado en julio de 1923, fue designado secretario sindical. Defendió la continuidad de la acción parlamentaria comunista, aunque el pronunciamiento de Primo de Rivera en septiembre de 1923 condujo a una situación de semilegalidad del PCE. Como otros antiguos jóvenes socialistas, entre los que se encontraban César R. González y José Rodríguez Vega (que sería elegido secretario general de UGT en sustitución de Largo Caballero en octubre de 1937), criticó la pasividad del PCE durante la dictadura primorriverista que había forzado al exilio francés a una parte de la dirección. Lamoneda dimitió de su cargo en el comité ejecutivo comunista, retrayéndose a la actividad sindical. Además, Lamoneda fue secretario de Socorro Rojo Internacional durante la primera mitad de los años veinte, siendo encarcelado en Madrid en septiembre de 1921 y entre diciembre de 1923 y abril de 1924, así como en Bilbao en diciembre del mismo año.

Todavía en 1927 participaba en una tertulia sabatina en la cervecería La Polar de Madrid a la que asistían sobre todo jóvenes comunistas como el antiguo diputado del PSOE, Daniel Anguiano, César Chacón y Amaro del Rosal.

Casado con Julia Izquierdo Villuendas, tuvo cuatro hijos y le dio el militante nombre de Marxina a la menor. Su hijo Ramón Lamoneda Izquierdo se dedicó a la traducción en México. Fue iniciado en la masonería a través de la logia Primero de Mayo de Madrid pero no fue activo dentro de la misma.

Pese a la bolchevización, al final de la dictadura Lamoneda se fue acercando de nuevo al PSOE. En octubre de 1929, asistió al acto celebrado en la Casa del Pueblo con motivo del cincuentenario de la fundación de la Asociación del Arte de Imprimir en honor de Juan José Morato. El día de la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, Lamoneda pidió permiso a Andrés Saborit para acudir con la bandera del Arte de Imprimir, y en compañía de Morato, a la toma de posesión de los mayoritarios concejales republicano-socialistas del Ayuntamiento de Madrid.

La presencia de Lamoneda en el Ayuntamiento selló en septiembre de 1931 su reingreso en el PSOE a raíz del advenimiento de la República. Representó a la Agrupación Socialista Madrileña en el XIII Congreso del PSOE en 1932, formando parte de la comisión dedicada a la táctica del partido. En las elecciones parlamentarias de noviembre de 1933 Lamoneda resultó electo diputado por el PSOE en Madrid y Granada, optando por la segunda con 93.389 votos.

Desempeñó el puesto de cuarto secretario de las Cortes, formando parte de las comisiones de Gobierno Interior y Paro Obrero. Presentó una veintena de ruegos por escrito dirigidos a los ministerios de Obras Públicas, Instrucción y Agricultura. Intervino a menudo en los debates parlamentarios sobre todo por asuntos laborales, denunciando los abusos, y presentó dos proposiciones de ley y numerosas enmiendas al proyecto de amnistía hacia los antiguos ministros de la Dictadura. Sus colaboraciones en la prensa socialista durante el bienio de 1934-1935 le costaron 35 tentativas de procesamiento, siendo acusado reiteradamente de injurias a los gobiernos radical-cedistas.

Este activismo de Lamoneda fue recompensado con el acceso a la directiva de la Minoría Parlamentaria Socialista asistiendo, además, como vocal suplente de Rafael Henche de la Plata a las reuniones del Comité Nacional del PSOE por Castilla-La Mancha desde 1934. Además del puesto de secretario de la Minoría Parlamentaria, Lamoneda desempeñó la jefatura de la Oficina Parlamentaria del PSOE.

A pesar de su trayectoria sindical, Lamoneda se vinculó con la corriente “centrista” del PSOE, liderada por Indalecio Prieto. Tras la insurrección revolucionaria de octubre de 1934, de la que salió indemne, Lamoneda fue partidario de posiciones conciliatorias con las radicalizadas Juventudes Socialistas, siendo designado miembro de la comisión pro-presos de las organizaciones socialistas en representación de la Minoría Parlamentaria.

Lamoneda se opuso a la retirada de las Cortes de la Minoría Parlamentaria Socialista en 1935, apelando a diversos textos de Lenin que señalaban la necesidad de trabajar en el seno de las instituciones mientras no se tuviera fuerza para derribar a los regímenes reaccionarios. El secretario de la Minoría Parlamentaria se oponía a las tesis de Luis Araquistáin, que defendían que era preferible una dictadura reaccionaria a la democracia parlamentaria pues así caería antes el “fascismo”. Sin embargo, la permanencia en prisión de Largo Caballero y otros miembros de la Comisión Ejecutiva del PSOE durante 1935, postergó el retorno de la Minoría a las Cortes, pese a las múltiples demandas de Prieto, otros diputados y miembros de la dirección para que se examinara la posición política en un congreso o al menos en una reunión de Comité Nacional.

Finalmente, el Comité Nacional del PSOE reunido en diciembre de 1935, después de la absolución de Largo Caballero por el Tribunal Supremo, aprobó una propuesta de Prieto por 9 votos, contra 5 y 2 abstenciones. El presidente Largo Caballero, el secretario general Enrique de Francisco y otros tres seguidores dimitieron de la Comisión Ejecutiva, controlando, no obstante, la Minoría Parlamentaria y la UGT. La dimisión de Largo Caballero respondía a su negativa a aceptar que la Minoría dependiera de la decisión política de la Ejecutiva, vulnerando la autonomía del grupo parlamentario que habían establecido hacía décadas los Estatutos. Sin embargo, ese reglamento pensado para cuando los diputados socialistas se contaban con los dedos de la mano no respondía a las necesidades del tiempo republicano cuando la Minoría había llegado a superar los cien diputados y el PSOE participaba de la acción de gobierno. Sobre esta cuestión reglamentista y de organización subyacía la cuestión de la política de alianzas con los republicanos y el resto de los partidos obreros, es decir, el carácter del futuro Frente Popular.

El primer semestre de 1936 presenció fuertes luchas internas entre la izquierda y los “centristas” del partido. Largo Caballero consiguió bloquear el proyecto político prietista desde la Minoría Parlamentaria. Prieto no fue consecuente con su plan de promover a Azaña a la presidencia de la República, reeditando los gobiernos de coalición republicano-socialistas bajo su jefatura. No se decidió a utilizar el control que ejercía del Comité Nacional del partido para neutralizar la negativa a que formara gobierno que le hizo Largo Caballero desde la Minoría Socialista. Sin embargo, dadas las luchas internas, hay que tener en cuenta que las reuniones de la Minoría Parlamentaria suponían el único lugar de encuentro entre las diversas corrientes socialistas durante la primera mitad de 1936, ejerciéndose desde ellas la dirección del socialismo español.

 

Tras la derrota del proyecto de gobierno de coalición de Prieto, los “centristas” se lanzaron a desplazar a la izquierda socialista de las posiciones de poder que ocupaban en el seno del movimiento socialista. Esta batalla se prolongaría durante el resto de 1936 y todo el año 1937. En esos momentos, Lamoneda era miembro del Comité Nacional del partido, habiendo sido desplazado por los caballeristas de la dirección de la Minoría Parlamentaria y sustituido por Rodolfo Llopis como secretario. Este desplazamiento se vio facilitado por la repetición de las elecciones en Granada, lo que impidió a Lamoneda su toma de posesión como diputado hasta finales de mayo de 1936. Además, Ramón Lamoneda era el presidente de la fuerte federación gráfica de UGT, siendo reelegido en su Congreso de la primavera de 1936. Lamoneda obtuvo 30 votos contra 21 del caballerista Manuel Lois, con el apoyo de los marginados seguidores de Besteiro pero, también, de los ugetistas del PCE, que vieron recompensada su convergencia con la designación del comunista Cartón como vicepresidente de la Federación.

De este modo, Lamoneda fue promovido al puesto de secretario-tesorero, en la práctica secretario general, en la candidatura “centrista” para renovar las vacantes de la Comisión Ejecutiva del PSOE en junio de 1936. La corriente de izquierda trató de forzar la celebración de un congreso extraordinario sin conseguir los apoyos internos necesarios para la convocatoria.

Tras el comienzo de la Guerra Civil, Lamoneda fue designado subsecretario del Ministerio de Industria encabezado por el dirigente del partido de Unión Republicana, Plácido Álvarez-Buylla, dentro del Gobierno de José Giral, desempeñando el mismo puesto en el gabinete de Largo Caballero con el antiguo presidente de la UGT, Anastasio de Gracia, de ministro.

Desde noviembre de 1936, con la entrada de ministros de la CNT en el Gobierno de Largo Caballero, Lamoneda acompañó a Anastasio de Gracia como subsecretario en el Ministerio de Trabajo. Posteriormente, con la formación del Gobierno Negrín en mayo de 1937, jugó un papel clave al asegurar la coordinación entre la dirección del partido, la Minoría Parlamentaria Socialista y el Gobierno. Además, durante la etapa de Nergrín fue delegado general en el exterior del Ministerio de Hacienda, presidiendo también desde junio de 1938 el consejo de administración del intervenido Banco Hispano-Americano.

Lamoneda fue partidario de una futura unificación entre el PSOE y el PCE. Apelando al marxismo, defendió la unidad de los partidos obreros a lo largo de 1937 y 1938 en numerosos mítines de propaganda:

“Cuando lo permitan las circunstancias nacionales e internacionales es preciso fundir en un solo partido a los que crean que tras un periodo de dictadura de clase se instaurará el socialismo. Todo ello sin demagogias, sin impaciencia”.

Como ha subrayado Helen Graham, el secretario del PSOE trató de contener las defecciones de secciones y cuadros socialistas, evitando la inmediata unificación de los dos partidos marxistas por la base gracias a la continuidad del comité nacional de enlace PSOE-PCE y los llamamientos a una retórica unidad futura tras la victoria, en los actos de propaganda.

Al principio, en diciembre de 1936, la unidad de acción entre los dos partidos marxistas había sido también un medio que tuvo la Ejecutiva de Lamoneda de reforzar su poder político en su lucha contra la izquierda socialista encabezada por la dirección de la Agrupación Socialista Madrileña y la Ejecutiva de UGT. Sin embargo, hasta el verano de 1937 la unificación estuvo en el pensamiento del líder del partido, Indalecio Prieto, como un imperativo de la Guerra Civil debido a la ayuda soviética y la impotencia de los socialistas europeos.

Desde el verano de 1938, Lamoneda mantuvo en solitario los contactos con el PCE a través del comité de enlace pero las relaciones bilaterales no hicieron sino deteriorarse debido a los ataques de los comunistas contra los líderes históricos socialistas y la destitución del comisario Piñuela. Lamoneda se vio obligado a mantener los contactos con la dirección comunista pero paralizó todo avance unitario, recomendando el no ingreso en el PSUC de los socialistas de otras zonas refugiados en Cataluña y organizando un secretariado juvenil de las juventudes socialistas frente a las bolchevizadas JSU.

La tentativa de Lamoneda de restablecer la autoridad de la Ejecutiva del partido, así como la unidad, trajo consigo que la batalla contra los caballeristas terminara volviéndose contra él. A pesar del aparente restablecimiento de la unidad del movimiento socialista, con la sustitución de Largo Caballero y de sus seguidores de la dirección de la Minoría Parlamentaria en septiembre de 1937 (contra la opinión de Lamoneda) y la formación de una nueva dirección de UGT, encabezada por el presidente del partido, Ramón González Peña, buena parte de las bases socialistas terminaron distanciándose respecto al Gobierno Negrín y la Ejecutiva. El movimiento contra la Ejecutiva de buena parte de las federaciones provinciales socialistas comenzó nada más sustituido Largo Caballero al frente del Gobierno, prolongándose sin solución de continuidad hasta el fin de la guerra. Uno de sus principales propulsores fue el gobernador de Alicante y miembro del Comité Nacional, Justo Martínez Amutio.

Lamoneda había intentado recuperar a los marginados seguidores de Besteiro. Por ejemplo, el antiguo secretario del partido, Andrés Saborit, que había sido expedientado por la caballerista Agrupación Socialista Madrileña, fue apoyado por Lamoneda a través de la afiliación directa. Otros destacados besteiristas como Trifón Gómez ocuparon puestos gubernamentales o entraron en la Ejecutiva, como fue el caso de Lucio Martínez Gil.

En el verano de 1938, Lamoneda intentó restablecer la unidad en el partido, proponiendo la entrada en la Ejecutiva de los antiguos presidentes Besteiro y Largo Caballero y de los ministros en ejercicio. Además, las vacantes debidas al desempeño de puestos diplomáticos fueron cubiertas mediante elecciones.

Sin embargo, el descontento de las bases socialistas debido al predominio en el comisariado y en el Ejército del PCE tuvo como consecuencia el alejamiento respecto al Gobierno y la dirección del partido. La salida de Prieto del Gobierno en abril de 1938 trajo consigo que una parte de los centristas también se sintieran agraviados, buscando el acercamiento con las antiguas corrientes de besteiristas y caballeristas. Se sentaban así las bases para un aglutinamiento de la mayoría del partido en torno al liderazgo de Indalecio Prieto, cuya culminación se produciría ya en el exilio.

En efecto, Prieto, a pesar de su retraimiento político tras la salida del Gobierno, mantuvo su puesto en la Ejecutiva y fue elegido para formar parte de la Diputación Permanente de las Cortes. Además, Prieto estableció contacto con el caballerista Rodolfo Llopis, recibiendo el apoyo de los besteiristas.

En su intervención en la reunión de Cortes en Figueras, el 1 de febrero de 1939, Lamoneda diría:

“Nuestra tarea no terminará hasta que España, con el concurso de todos los españoles que quieran sumarse a esta obra –que no faltarán, incluso detrás de las trincheras de Franco– pueda decir que ya es libre, y que, por serlo, ella va a decidir sus propios destinos, sean cuales fueren”.

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