Obsesionada

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Из серии: Diario de un Vampiro #12
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CAPÍTULO TRES

Vivian se despertó sobresaltada y se dio cuenta que estaba acostada en una hamaca en el patio trasero de su casa. El sol se había puesto hacía tiempo, y la luna brillaba sobre la superficie de la piscina. Desde las ventanas de la mansión de su familia, un cálido resplandor naranja se derramaba por el césped perfectamente cuidado.

Vivian se incorporó y la sacudió una ola de dolor. Parecía irradiar de sus poros, como si cada una de sus terminaciones nerviosas estuviera en llamas. Su garganta estaba seca, su cabeza le dolía, y tenía una sensación pulsante como dagas detrás de los ojos.

Vivian se agarró a los lados de la tumbona para mantener el equilibrio pues tenía náuseas.

¿Que me está pasando?

Los recuerdos comenzaron a flotar a la superficie de su mente, de dientes dirigiéndose hacia ella, de un dolor insoportable en el cuello, el sonido de la respiración de una persona grotesca en su oído, el olor de la sangre llenaba sus fosas nasales.

Vivian se agarró a los lados con más fuerza mientras recuerdos terribles pasaban por su mente. Su corazón latía con fuerza y su estómago se desplomó al recordar todo a la vez: el momento en que ese Joe la había convertido en un vampiro. La estaba agarrando con tanta fuerza que la tumbona cedió.

Alarmada por su fuerza, Vivian se levantó de un salto. Al hacerlo, el dolor que había estado  sintiendo inmediatamente se disipó. Se sentía diferente, casi como si estuviera habitando un cuerpo nuevo. Un poder nuevo fluía por sus venas. Había sido una porrista fuerte y atlética -aún así, lo que sentía ahora era algo más que una excelente aptitud física. Era algo más que fuerte. Se sentía invencible.

No era sólo el poder. Algo más se estaba acumulando en su interior. Enojo. Rabia. El deseo de causar dolor. El deseo de venganza.

Quería hacer sufrir a Joe por lo que le había hecho. Quería lastimarlo tanto como él la había herido.

Estaba caminando hacia la mansión, decidida a encontrarlo, cuando las puertas del patio se abrieron. Se detuvo en seco cuando su madre, vestida con sus zapatillas esponjosas de color rosa pom-pom, bata de seda, y gafas de sol de Prada, asomó la cabeza. Era típico de su madre usar gafas de sol, incluso cuando estaba en un lugar oscuro. En su cabello llevaba rodillos, señal de que se estaba preparando para salir, probablemente, a una de sus estúpidas funciones de  la sociedad.

Al ver a su madre, la rabia recién descubierta de Vivian comenzó a burbujear hasta el tope. Apretó los puños.

"¿Qué estás haciendo ahí afuera?", exclamó su madre, utilizando la voz aguda que le ponía a Vivian los nervios de punta. “¡Se supone que deberías estar preparándote para la fiesta de los Sandersons!" Hizo una pausa mientras Vivian daba un paso hacia la luz. “¡Dios mío, te ves como la muerte! ¡Ven rápidamente aquí para que te arregle el pelo.”

Su pelo largo y rubio había sido, una vez, el orgullo y alegría de Vivian, provocando la  envidia entre sus compañeras de escuela y un potente imán para los chicos interesados, pero en ese momento, Vivian no podía importarle menos cómo se veía. Solo podía pensar en las nuevas sensaciones que estaban rebotando en su cuerpo, el hambre persistente en la boca del estómago, y el deseo de matar que latía en sus venas.

“¡Vamos!" espetó su madre, haciendo temblar los rodillos en su cabeza. “¿Por qué te quedas  ahí parada?"

Vivian sintió una sonrisa en la comisura de la boca. Muy lentamente, dio otro paso hacia su madre. Cuando habló, su voz era fría y sin emoción.

"No voy a ir a la fiesta de los Sandersons."

Su madre le devolvió la mirada, su mirada estaba llena de odio.

“¿Que no vienes?", exclamó. "Esa no es una opción, señorita. Este es uno de los eventos más importantes en el calendario de este año. Si no vienes, va a empezar a correr todo tipo de rumores. Ahora, date prisa, sólo tenemos una hora antes de que llegue el coche. ¡Y mira tus uñas! ¡Parece que te hubieras estado arrastrándose en la tierra! "

La miraba con una incredulidad, mezclada con desconfianza y vergüenza.

La ira de Vivian sólo se profundizó. Pensó en la forma en que su madre la había tratado durante toda su vida, siempre colocando primero sus compromisos sociales, y sólo se interesaba en Vivian cuando  encajaba con la imagen perfecta que quería proyectar al mundo. Odiaba a esta mujer, más de lo que podría afirmar.

"No voy a ir a la fiesta de los Sandersons," Vivian gruñó, mientras daba un paso para estar más cerca de su madre.

Entonces, se dio cuenta de que había una palabra para lo que estaba haciendo: acecho. Es lo que los animales de caza hacen en la naturaleza cuando se están acercando a sus presas. Un estremecimiento de anticipación corrió por ella mientras observaba el cambio de expresión de su madre: de la frustración al miedo.

"No voy a ir a la fiesta de los Sandersons", dijo Vivian de nuevo “o a la de los Johnson, o los Gilbertons', o los Smythes '. No voy a ninguna otra fiesta nunca jamás.”

La expresión en los ojos de su madre era algo que Vivian nunca querría olvidar.

"¿Qué te pasa?", ella dijo, esta vez había un temblor nervioso en su voz.

Vivian se le acercó más. Se humedeció los labios y chasqueó el cuello.

Su madre dio un paso hacia atrás, estaba horrorizada.

"Vivian …", comenzó.

Pero no pudo terminar.

Con las manos extendidas, Vivian se abalanzó hacia ella, mostrando los dientes. Agarró a su madre, le tiró la cabeza hacia atrás, y hundió sus dientes en su cuello. Sus gafas de sol Prada volaron al suelo y ella los pisoteó bajo sus pies.

El corazón de Vivian empezó a latir más rápidamente mientras el sabor metálico de la sangre llenaba su boca. Y cuando su madre cayó inerte en sus brazos, Vivian sintió una abrumadora sensación de triunfo.

La soltó y el cuerpo sin vida de su madre cayó al suelo, no era más que un montón de miembros retorcidos y ropa de diseño. Sus ojos muertos miraban directamente a Vivian, sin ver. Vivian le devolvió la mirada y lamió la sangre de sus labios.

"Adiós, Madre," dijo.

Se dio vuelta y atravesó el jardín de sombras, corriendo cada vez más rápidamente, y enseguida estaba volando, en el aire de la noche, sobre su residencia impecable, hacia la noche fría, fría. Ella encontraría al hombre que le había hecho eso, y le desgarraría miembro por  miembro.

CAPÍTULO QUATRO

La luna llena brillaba arriba de Kyle, haciendo que los árboles que se alineaban en la calle suburbana de la casa de Vivian se vieran como esqueletos. Se lamió la sangre seca de los labios, saboreando su sabrosa caza, recordando la expresión de miedo y terror de Vivian. Y eso le dio fuerza. Ella, decidió, sería la primera de muchos, la primera víctima en el ejército de vampiros que estaba a punto de crear.

La preparatoria. Sería su próxima parada. Tenía un deseo ardiente de encontrar a la chica que lo había convertido -Scarlet. Tal vez estaría allí, o alguien podría saber dónde estaba.

Si no, estaría bien de todos modos pues habría un suministro sin fin de chicos para convertir. Desde el banquete con Vivian, se había engolosinado con el sabor de los adolescentes, y le gustaba la idea de tener un pequeño ejército obediente que lo siguiera. Más que eso, le gustaba la idea de causar estragos en esa ciudad y en el mundo.

Kyle comenzó a correr por la banqueta, y luego se detuvo en seco y se rió para sí. Se acordó de que ahora era un vampiro, con la fuerza y la habilidad por encima de lo que un humano podría soñar, y lo más importante, tenía la capacidad de volar. Era lo único que no había probado todavía. Y ahora quería sentirlo todo, y sentirlo completamente. Quería elevarse al cielo y mirar hacia abajo a esas insignificantes hormigas con sus pequeñas vidas sin brillo. Quería precipitarse hacia ellos y cazarlos como un águila capturando su presa.

Sonrió para sí mientras daba dos pasos grandes y se elevaba en el aire.

Fue estimulante. El viento pasaba junto a él, revolviéndole el pelo mientras volaba más y más alto en el cielo. Debajo de él, podía ver las pequeñas luces parpadeantes de la ciudad. Pensó en todas las personas en sus hogares, ignorantes del infierno que estaba a punto de desatar. Se rió para sí, imaginando el caos que estaba a punto de crear. Nada le daría más alegría que destrozar  todas y cada una de sus vidas.

Pronto Kyle vio la escuela preparatoria a lo lejos, muy por debajo. La policía había establecido un bloqueo alrededor de un área grande de la zona, incluyendo cada camino que llevaba a la escuela. Cada camino estaba lleno de patrullas de la policía.

Idiotas, Kyle pensó mientras volaba directamente sobre ellos sin ser notado.

Eran presa la ignorancia por sus limitaciones. Era claro que la idea de un vampiro asesino suelto era demasiado para sus pequeños cerebros, por lo que en lo había bajado de categoría a sólo un asesino suelto. No tenían ni idea.

Cuando Kyle se acercó a la entrada de la escuela, vio los trozos de cinta policial aleteando con el viento donde los dos hombres habían tratado de dispararle. Vio su propia sangre sobre el cemento. Apretó los puños y pensó en que ahora nadie podía detenerlo. Ahora, era inmortal. Ni coches, ni balas, nada podía detenerlo.

Entonces, decidió entrar por la entrada trasera. Bajó sobre el campo de atletismo, donde había una práctica de fútbol bajo el resplandor de los reflectores, y se escondió entre las sombras. Usando su vista súper aguda, enfocó en las patrullas de policía aparcadas tan solo a la vuelta de la calle, con la idea de que estarían fuera de vista. Tal vez, Kyle pensó con una sonrisa, estaban fuera de la vista de un ser humano. Pero no de un vampiro.

El lugar estaba en completo desorden. Había vidrios rotos y basura desparramados por todo el pavimento. Se preguntó cómo pudieron convencer a los niños a permanecer en la escuela. Era que no quería saber, de nuevo, pensó.

 

Se paseó hacia las puertas cerradas del gimnasio, concluyó que era el mejor camino para entrar a la escuela. Allí, pudo notar, también había mayor vigilancia. Kyle vio que habían colocado a un tipo corpulento junto a las puertas, incluso era más grande que él. Era el tipo de guardia de seguridad que sería más fácil encontrar en un club nocturno del centro que en una escuela preparatoria. Kyle solo sonrió para sí, saboreando el reto de hacerse cargo del hombre.

Con confianza, se paseó hasta donde estaba el guardia de seguridad, mientras notaba cómo la mano del hombre se deslizaba hacia su cintura. Kyle supuso que estaría alcanzando ya sea una pistola o un walkie-talkie de radio para pedir refuerzos. Nada de eso perturbaba a Kyle. Las armas no podían matarlo e incluso ni un centenar de agentes de policía no podrían hacer nada para detenerlo.

"Tienes el descaro para volver", dijo el guardia de seguridad mientras Kyle se acercaba a él. “Te están buscando. Todo el personal de policía y de seguridad de la ciudad tienen tu foto. Toda la ciudad te está buscando.”

Kyle sonrió y extendió los brazos.

"Y, sin embargo, aquí estoy", respondió.

El guardia de seguridad trató de ocultar la preocupación en su rostro, pero Kyle pudo notarlla.

"¿Qué quieres?", preguntó, su voz estaba temblorosa.

Con la cabeza, Kyle señaló las puertas del gimnasio. Podía escuchar el ritmo palpitante de la música que venía del interior e imaginaba a todas las porristas adentro, en la mitad de su  práctica. Quería convertir a todas y cada una de ellas.

Kyle se acercó al guardia de seguridad y lo agarró por el cuello, levantándolo muy por encima del piso. A pesar de que era más grande y más alto que Kyle, la fuerza de Kyle era  mayor. El hombre se sentía que pesaba como apenas un niño.

"Quiero hacer un ejército," Kyle susurró en el oído del hombre.

El hombre dejó escapar un gemido estrangulado mientras daba patadas. Kyle inclinó la cabeza hacia abajo y mordió el cuello del guardia de seguridad. El hombre trató de gritar pero el Kyle le estaba agarrando el cuello con demasiada fuerza. No hizo ningún sonido mientras se le drenaba la sangre del cuello.

Kyle dejó caer el hombre, sabiendo que había creado su segundo vampiro. Cuando se despertó, renacido, estaría en su ejército.

Soldado número dos.

Kyle abrió las puertas del gimnasio y la música fuerte estalló junto con el olor a sudor y los gritos de las chicas que estaban en la práctica.

"¡Hey!" gritó una chica desde las gradas. "No puedes estar aquí."

Llevaba el mismo equipo de porrista que el resto de las chicas. Ella precipitó hacia Kyle y se detuvo frente a él, mirándolo hacia arriba con el ceño fruncido.

"¡Fuera de aquí!" ella le exigió.

Kyle la ignoró.

“¿Conoces a Scarlet Paine?", él dijo.

Ella hizo una mueca. “¿Ese monstruo? Yo sé mucho de ella.”

Detrás de la chica, las otras porristas se volvieron para ver lo que estaba pasando.

"¿Dónde está?", preguntó Kyle.

La chica se encogió de hombros.

"¿Cómo voy a saberlo?", dijo.

Kyle se lanzó hacia delante y la agarró, elevándola por encima de su cabeza. Las otras chicas comenzaron a gritar.

"Si alguna de ustedes sabe donde está Scarlet Paine," Kyle les gritó, “les pido que mejor hablen ahora."

Las porristas se hicieron para atrás. La chica que Kyle sostenía sobre su cabeza se retorcía. Sólo una de las muchachas que estaban mirando fue lo suficientemente valiente para decir algo.

"No sé dónde está," ella dijo, temblando. "Sin embargo, sus amigas Becca y Jasmine están en el coro de la escuela. Están practicando al final del el pasillo.”

Kyle entrecerró los ojos hacia la chica. "¿Estas diciendo la verdad?"

Ella apretó los labios y asintió.

Finalmente, Kyle bajó a la chica que estaba luchando en sus brazos. Ella corrió con el resto de las chicas y se juntaron en torno a ella, buscando protegerla, algunas estaban llorando.

Kyle se acercó a la pared y, de un tirón, bajó una escalera. Arrancó una de las piezas largas de madera y, deslizándolas por las asas, aseguró las puertas del gimnasio.

“Que nadie se mueva," ordenó a las chicas aterrorizadas.

Todavía quería convertirlas, pero primero tenía que seguir la pista.

Cuando salió del gimnasio y entró a los pasillos de la escuela, aun podía oír su llanto ahogado. A pesar de las trifulcas y disparos que habían ocurrido más temprano, el lugar todavía estaba lleno de niños. Kyle se rió para sí al darse cuenta de que debieron pensar que rodeando la escuela con patrullas sería suficiente para mantenerlo lejos. Estaban tratando de mantener todo en la normalidad para no asustar a los niños ni a los padres de la comunidad.

"¿Qué tan tontas pueden llegar a ser estas personas?" pensó Kyle para sí mientras sonreía.

Kyle se acercó a un grupo de chicos de aspecto alternativo que estaban pasando el tiempo junto a los casilleros. Se veía como la clase de niños con quienes habría estado dando vueltas si estuviera en la escuela, el tipo que abandonarían sus estudios sin haber obtenido su diploma y estaría destinado a trabajar en bares por el resto de su vida.

"Amigo," uno de los muchachos dijo, empujando con el pie al chico junto a él. "Mira el vagabundo."

Kyle se acercó al grupo y dio un puñetazo en los casilleros junto a ellos, hundiéndolos. El grupo saltó de sorpresa.

"¿Cuál es tu problema, hombre?", el muchacho dijo.

“La práctica de coro," Kyle gruñó. "¿Dónde es?"

Una de las chicas del grupo, una gótica de pelo largo y negro, dio un paso adelante. “Ni creas que vamos a decirte."

Antes de que el grupo pudiera parpadear, Kyle había agarrado a la chica y la había atraído hacia él. Hundió sus dientes en su cuello y succionó. En cuestión de segundos, la chica se desvaneció inerte en sus brazos. El resto del grupo gritó.

Kyle dejó caer a la chica al suelo y se limpió la sangre de los labios con el dorso de la mano.

“La práctica de coro", él repitió. "¿Dónde es?"

El chico que había hablado primero señaló con un dedo tembloroso al final del pasillo. A su lado, dos de sus amigas estaban llorando abrazadas, sus miradas asustadas estaban fijas en el cuerpo de la chica muerta.

Kyle ya se iba pero, no había dado sólo pasos, cuando se dio vuelta y cogió a las dos niñas que estaban llorando. Mordió a una, luego a la otra, la sangre drenaba de sus cuellos al tiempo que sus gritos de dolor, finalmente, se callaron. Las dejó caer, pasó por encima de ellas, y se dirigió por el pasillo, dejando boquiabierto el resto del grupo.

Kyle siguió el canto hasta el salón donde el coro estaba practicando. Abrió las puertas de un golpe.

El grupo supo que estaba en peligro desde el instante que entró. Su canto cesó inmediatamente.

"Jazmín. Becca,” exigió.

Temblando, las dos chicas se dieron a conocer. Él las agarró por el cuello, levantándolas del piso.

"Scarlet Paine. Díganme dónde está.”

Las chicas pateaban y se retorcían en su mano. Ninguna podía hablar porque Kyle les estaba apretando demasiado el cuello.

“Yo lo sé," dijo alguien.

Todo el mundo se volvió, sorprendido. Kyle soltó a Becca y Jasmine y miró a la chica.

"¿Quién eres?", dijo Kyle.

"Jojo", respondió la chica. Hizo girar un mechón de pelo en sus dedos y sonrió. Llevaba una camiseta Ralph Lauren. Era evidente que era una de las amigas de Vivian.

"¿Y bien?" dijo Kyle.

"Yo …" la chica empezó, pero se detuvo. “Estuvimos juntas en una fiesta la otra noche."

"¿Y?" exigió Kyle.

"La vi. Con este tipo. Un chico muy guapo, en verdad.”

Becca y Jasmine intercambiaron miradas. Jojo tosió y siguió hablando.

"Estaban hablando de que no podían estar juntos para siempre, porque él estaba como muriendo o algo así."

A Kyle se le agotó la paciencia. Cruzó volando el salón hasta donde estaba la chica y la elevó en el aire.

“¡Salta al final!", exclamó.

La chica arañó la mano que oprimía su cuello. "Iglesia."

Kyle la examinó por un momento y luego la dejó en el suelo. "¿Iglesia?"

Con los ojos llenos de terror, la chica asintió con la cabeza. Se frotó el cuello.

"Iglesia. O castillo. O una catedral. Algo así. Ellos … volaron juntos.”

Si la chica hubiera dicho tal cosa antes, sus compañeros de clase se habrían burlado. Pero después de ver a Kyle volar a través de la habitación hacia ella, de repente la idea de Scarlet Paine y un chico guapo volando juntos bajo la luz de la luna parecía menos descabellada.

Desde el suelo, Becca miró a la chica con ojos llenos de furia.

"¿Por qué le tuviste que decirle eso, Jojo?", exclamó. “¡Es evidente que quiere hacerle daño!"

“Lealtad a Vivian," Jazmín respondió mordazmente.

Se le pararon las orejas a Kyle. Pensó en la sangre dulce de Vivian. Se volvió hacia Jojo.

“¿Eres una de las amigas de Vivian?", preguntó.

La muchacha asintió.

Kyle le tomó la mano.

"Vas a venir conmigo."

El coro vio con horror como Jojo era sacada de la habitación hacia el pasillo. Kyle la arrastró por los pasillos. El lugar era un completo caos. Los niños que se había convertido estaban dándose un banquete el uno con el otro. Los que aún tenían que ser convertidos iban corriendo y gritando, tratando de escapar. Kyle asintió con la cabeza a la chica gótica y a su amiga cuando pasó junto a ellas, estaban chupando la sangre de sus compañeros de escuela. A su lado, él sintió cómo Jojo temblaba.

Llegó el gimnasio y abrió las puertas de un tirón y encontró a las chicas porristas tratando de  formar una pirámide humana para salir por una de las ventanas superiores. La pirámide cayó tan pronto como se dieron cuenta de que su captor había vuelto y frustrado su complot.

“Es muy inteligente", dijo Kyle con una risa. “Por lo que veo, todas serán excelentes nuevas miembros de mi familia."

"Jojo!" Alguien gritó mientras la amiga de Vivian era arrojado en el gimnasio.

Kyle miró a su alrededor y se lamió los labios.

"Que empiece la diversión", se dijo.

CAPÍTULO CINCO

El oficial de policía Sadie Marlow miró a través de la pequeña ventana de cristal al interior de la habitación. En el cuarto casi desnudo, vio una cama contra una pared. Sentada sobre la cama, estaba la chica con quien había sido enviada para hablar.

El psicólogo junto a ella sacó una tarjeta magnética del bolsillo. Pero justo antes de que la fuera a pasar contra la cerradura de la puerta para permitir la entrada de los agentes, se detuvo y se volvió hacia los dos.

"Ya saben que todavía no hemos podido obtener una sola palabra inteligible de ella", dijo el psicólogo. "Todo lo que dice es 'Scarlet. Scarlet. Tengo que encontrar a Scarlet.’”

Era el turno del oficial de policía Brent Waywood para hablar.

"Por eso es que estamos aquí, señor", dijo, señalando uncuaderno abierto. "Scarlet Paine. Ese nombre sigue apareciendo una y otra vez en nuestra investigación.”

El psicólogo frunció los labios.

"Entiendo por qué están aquí", respondió. "Simplemente no me gusta la idea de que la policía interrogue a mis pacientes."

Brent cerró bruscamente su cuaderno que hizo un chasquido. Miró al psicólogo.

"Tenemos policías muertos", dijo en un tono cortante. "Buenos hombres y mujeres que no irán a casa con sus familias esta noche porque un psicópata mató a todos y cada uno que estaba en su camino. ¿Qué quiere él? A Scarlet Paine. Eso es todo lo que tenemos para seguir adelante.Entonces, usted puede darse cuenta por qué es nuestra prioridad interrogar a su paciente.”

El Oficial Marlow cambiaba incómodamente su apoyo pasándolo de un pie al otro, frustrada por la forma en que su compañero parecía estar creando un conflicto en cada situación. No pudo evitar pensar que su trabajo sería mucho más sencillo si pudiera hacer estas entrevistas por sí sola. A diferencia de Brent, ella  tenía calma y una manera de tratar con los testigos, especialmente los más vulnerables mentalmente como la chica que querían ver. Por eso, el jefe de policía la había enviado para proteger el hospital para enfermos mentales, en primer lugar. Sólo deseaba que él hubiera elegido un mejor agente para acompañarla. Se dio cuenta entonces, con un nudo en el estómago, que el jefe de la policía no había tenido muchos policías para elegir. Aparte de los que vigilaban la escuela preparatoria, el resto estaba muerto o herido.

Ella dio un paso adelante.

"Entendemos que el testigo está en un estado vulnerable", dijo, diplomáticamente. "Vamos a ser amables con ella. No le haremos preguntas que la hagan sentir presionada. No elevaremos la voz. Confíe  en mí, señor, tengo años de experiencia hablando con jóvenes como ella.”

 

Todos miraron por la ventana a la chica. Se balanceaba hacia atrás y hacia adelante, con las rodillas levantadas contra su pecho.

Finalmente, el psicólogo pareció satisfecho y permitió la entrada de los oficiales. Pasó la tarjeta por la cerradura de la puerta. Una luz verde se encendió, acompañado de un pitido.

Guió a los dos agentes a la habitación hacia donde estaba la chica encorvada. Fue entonces cuando la oficial de Marlow notó las esposas en sus tobillos y en sus manos. Restricciones. El hospital no emitía restricciones a menos de que el paciente pudiera lastimarse sí mismo o lastimar a otros. Lo que esta chica había tenido que pasar, había sido horrible. ¿Cómo era posible que una estudiante de preparatoria de dieciséis años, sin ni siquiera una mancha en su registro, de repente fuera considerada peligrosa?

El psicólogo habló primero.

"Hay unos oficiales aquí que vinieron a verte", dijo con calma a la chica. “Es sobre Scarlet."

La cabeza de la chica se lanzó hacia arriba. Sus ojos frenéticamente recorrían las caras de las tres personas ante ella. La Oficial Marlow pudo notar la angustia en su expresión y en su  desesperación.

"Scarlet", exclamó la chica, tirando de sus ataduras. "Necesito encontrar a Scarlet."

El psicólogo miró a los dos agentes mientras salía de la habitación.

*

María miraba a los oficiales. En algún lugar en el fondo de su mente, su parte sana todavía seguía funcionando, todavía estaba lúcida y despierta. Pero la parte con la que se había metido Lore tenía el control sobre ella, y sentía que era como una nube oscura de tormenta que empañaba su mente. Tenía que salir de ese lugar y tenía que encontrar a Scarlet. Scarlet estaría con Sage, y Sage, estaba segura, sería capaz de ayudarla. Podría deshacer lo que su primo había hecho en ella.

Pero no importaba todo lo que intentara, no podía explicarle a nadie de que no estaba loca, que no debía estar allí, encadenada como si fuera un convicto. Ni siquiera cuando sus amigas iban a verla, ni cuando su madre le tomaba la mano y lloraba, María no podía pronunciar ninguna  palabra. Sea lo que fuera que Lore había puesto en su cerebro era impenetrable. Y se estaba haciendo cada vez más fuerte. Con cada momento que pasaba, sentía que su fuerza se diluía. Su capacidad para luchar contra el control mental de Lore iba disminuyendo y la parte sana de su era cada vez más y más débil. Estaba segura de que si no encontraba ayuda, eventualmente desaparecería por completo, y solo sería una cáscara vacía.

El oficial hombre se quedó mirando hacia abajo, hacia María. La mujer policía se sentó en el borde de la cama.

"María, tenemos que hacerte algunas preguntas", ella le dijo, en voz baja.

María trató de asentir con la cabeza, pero no pasó nada. Su cuerpo se sentía pesado. Estaba agotada. Luchar contra lo que Lore le había hecho a su cerebro era un trabajo agotador.

"Tu amiga, Scarlet", la mujer continuó con la misma suavidad. "¿Sabes donde está?"

"Scarlet", dijo María.

Ella quería decir más, pero no le salían las palabras. Miró con frustración al oficial masculino quien revoleaba los ojos.

"Esto es inútil", le dijo a su compañera.

"Oficial Waywood, necesita ser paciente", la mujer le espetó.

“¿Paciente?", exclamó el Oficial Waywood. “¡Mis amigos están muertos! ¡Nuestros colegas están en peligro! ¡No tenemos tiempo para ser pacientes!"

Atrapada en su propia mente, María se sentía más y más frustrada. Entendía la preocupación del oficial Waywood. Quería ayudar, realmente. Pero, gracias a Lore, apenas podía articular palabra. Poder sacar las palabras de su boca parecía como como correr en una cinta para correr, todo ese esfuerzo y nunca llegaba a ninguna parte.

La mujer policía ignoró el arrebato de Oficial Waywood y se volvió hacia María.

"El hombre que busca a tu amiga, su nombre es Kyle. ¿Alguna vez lo viste? ¿Escuchaste que ella lo mencionara?”

María trató de negar con la cabeza, pero no pudo. La funcionaria se mordió el labio y jugueteó con el cuaderno en sus manos. María supo por sus gestos que ella estaba sopesando algo en su mente, tratando de decidir si le diría más.

Finalmente, la agente se acercó y apretó la mano de María. La miró fijamente a los ojos.

"Kyle … él es un vampiro, ¿verdad?"

Desde su posición de pie, el Agente de Waywood echó los brazos en el aire y se burló. “¡Sadie, te has vuelto loca! ¡Esas cosas de vampiros son solo mierda!”

La funcionaria se levantó rápidamente, mirándolo a la cara.

"No te atrevas a decirme eso", ella dijo. "Soy una oficial de policía. Es mi deber interrogar a este testigo. ¿Cómo puedo interrogarla adecuadamente sin decirle lo que sabemos? “Antes de que el  Oficial Waywood tuviera la oportunidad de responder, Sadie añadió," Y soy la Oficial Marlow, muchas gracias."

El Oficial Waywood la miró con disgusto.

"Oficial de Marlow," él dijo, enunciando el nombre a través de sus dientes, "en mi opinión profesional, traer la idea de vampiros a un testigo mentalmente inestable es una mala idea."

En la cama, María empezó a balancearse. Podía sentir que su parte sana, enterrada muy profundamente debajo de lo que Lore le había hecho, comenzaba a emerger. De alguna manera, el hecho de que el agente Marlow creyera en los vampiros estaba ayudando a que se liberaran las partes atrapadas de su mente. Ella trató de hablar y finalmente un ruido salió de su garganta.

"Guerra."

Los dos oficiales dejaron de discutir y se volvieron para mirar a María.

"¿Qué dijo?", dijo el agente Waywood, con el ceño fruncido en su rostro.

La Oficial Marlow corrió a la cama y se sentó a su lado.

“¿María?", Dijo. “Repite lo que dijiste."

"G …" trató María. Ella cerró los ojos y respiró hondo. Su lucidez estaba regresando. Estaba recuperando su mente. Finalmente, pudo sacar la palabra. "Guerra."

La oficial Marlow levantó la vista hacia su colega. "Creo que está diciendo 'guerra'".

Él asintió con la cabeza, con una expresión de preocupación en su rostro.

María volvió a respirar hondo, esperando que su parte lúcida tomara el control para poder decirles lo que tan desesperadamente necesitaban conocer.

"Vampiro", dijo entre dientes. "Vampiro. Guerra."

La cara de Marlow oficial palideció.

"Adelante", ella instó a María.

María se lamió los labios. Permanecer presente le tomó cada onza de su esfuerzo.

"Kyle", ella dijo a través de una mueca. "Líder."

La Oficial Marlow apretó la mano de María. “¿Kyle conducirá una guerra de vampiros?"

María le apretó la mano y asintió.

"Scarlet", agregó. “Única. Esperanza."

La Oficial Marlow exhaló y se enderezó. "¿Sabes dónde está Scarlet?"

María apretó los dientes y habló con tanto cuidado como pudo. "Con Sage … el castillo."

De repente, un dolor profundo emergió en el interior del cerebro de María. Ella gritaba y se agarraba la cabeza, tirando de su cabello con sus puños apretados. Al instante supo que su parte sana estaba siendo dominada una vez más por el daño que Lore le había hecho. Ella estaba perdiendo el control.

“¿Ayúdame!" gritó.

Empezó a tirar de sus ataduras golpeándolas violentamente.

Presa del pánico, la Oficial de Marlow se puso de pie. Miró por encima del hombro a su compañero.

“Llama al jefe", le ordenó.

Ella trató de calmar a María, pero estaba descontrolada. Gritaba una y otra vez. La puerta sonó y el psicólogo se precipitó al interior.

"¿Qué pasó?", exclamó.

"Nada", dijo el agente Marlow, retrocediendo. “Solo perdió el control."

Se alejó mientras el psicólogo trataba de calmar a María y se paró junto a su compañero.

“¿Lo llamaste?", ella dijo, jadeando por la angustia.

"No", él respondió escuetamente.

La Oficial Marlow frunció el ceño y cogió su walkie-talkie. Pero el Oficial Waywood se  inclinó hacia delante y se lo sacó de las manos.

"No", espetó. "El jefe no quiere escuchar esa basura. ¡Tiene a todo su equipo trabajando y tú  quieres molestarlo porque una chica, que está loca, cree que hay una guerra de vampiros!"

Sobre los gritos de Maria, Sadie Marlow hablaba con una voz apresurada, insistente.

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