Un Rastro de Vicio

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Из серии: Un Misterio Keri Locke #3
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Un Rastro de Vicio
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UN RASTRO DE VICIO

(UN MISTERIO KERI LOCKE —LIBRO 3)

B L A K E P I E R C E

Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicológico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicológico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros).

Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.

Copyright © 2017 by Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto como esté permitido bajo la U.S. Copyright Act of 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma y por ningún medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este libro electrónico está licenciado solo para su entretenimiento personal. Este libro electrónico no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si usted quisiera compartir este libro con otra persona, compre por favor una copia adicional para cada destinatario. Si usted está leyendo este libro y no lo compró, o no fue comprador para su uso exclusivo, entonces por favor regréselo y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Esta es una obra de ficción. Nombre, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son, o producto de la imaginación del autor o son usados en forma de ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. La imagen de portada Copyright Rommel Canlas, usada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT

EL ESPOSA PERFECTA (Book #1)

EL TIPO PERFECTO (Book #2)

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

Al LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ LATENTE (Libro #14)

SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE DESEE (Libro #3)

ANTES DE QUE ARREBATE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE SE APROVECHE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)

ANTES DE QUE SE DESCUIDE (Libro #11)

SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

UNA RAZÓN PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)

SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

CONTENIDO

PRÓLOGO

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDOS

CAPÍTULO VEINTITRÉS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTISÉIS

CAPÍTULO VEINTISIETE

CAPÍTULO VEINTIOCHO

CAPÍTULO VEINTINUEVE

CAPÍTULO TREINTA

CAPÍTULO TREINTIUNO

PRÓLOGO

Aunque Sarah Caldwell solo tenía dieciséis, tenía la cabeza en su sitio y captaba con claridad cuándo las cosas no andaban bien. Y esto no andaba bien.

Casi estuvo a punto de no ir. Pero cuando Lanie Joseph, su mejor amiga desde la escuela elemental, la llamó esa misma tarde para pasar el rato en el centro comercial, no vino a su mente alguna razón convincente para no ir.

Desde que se encontraron, sin embargo, Lanie lució en todo momento nerviosa. Sarah no entendía qué cosa de un paseo por Fox Hills Mall podía producir tanta ansiedad. Notó que cuando se estaban probando unos collares baratos en Claire’s, las manos de Lanie temblaban al intentar abrir el broche.

La verdad es que Sarah ya no sabía en realidad qué era lo que ponía nerviosa a Lanie. Habían sido increíblemente cercanas a lo largo de la escuela elemental. Sin embargo, una vez que la familia de Sarah se mudó del sur de Culver City a la urbanización, igualmente de clase trabajadora, pero menos peligrosa de Westchester, poco a poco se fueron alejando. Unos pocos kilómetros separaban a las comunidades, pero sin automóviles, que ninguna de las dos poseía, o el compromiso serio de seguir conectadas, perdieron el contacto.

Mientras se probaban un maquillaje en Nordstrom, varias veces Sarah miró a Lanie de manera disimulada en el espejo. En el cabello rubio pálido de su amiga había mechas de color azul y rosado. Tenía ya tanta sombra y delineador en sus ojos que realmente no había razón para probar nada del mostrador. Su piel clara parecía más pálida en el contraste con sus múltiples tatuajes, la camiseta sin mangas color negro y los cortísimos shorts que llevaba. Mezclados con la muestra deliberada de arte corporal, Sarah no pudo dejar de notar algunos moretones.

Miró su propio reflejo y la sorprendió el contraste. Sabía que también era bonita, pero de una forma más sutil y sensible. Su cabello castaño, que llegaba hasta los hombros, estaba recogido en una cola de caballo. Su propio maquillaje era ligero, y destacaba sus ojos color avellana y sus largas pestañas. Su piel olivácea estaba libre de tatuajes, y llevaba unos jeans desteñidos, además de una hermosa y discreta blusa verde azulada.

 

Se preguntó si ella se vería ahora como Lanie, de haber permanecido en la antigua urbanización. Casi era seguro que no. Sus padres nunca le hubieran permitido poner sus pies en ese sendero.

Si Lanie se hubiera mudado a Westchester, ¿se vería de todas formas como una prostituta adolescente que trabaja en una parada de camiones?

Sarah sintió que se sonrojaba al sacar ese pensamiento de su cabeza. ¿Qué clase de persona era ella, para pensar cosas tan desagradables acerca de alguien con quien había jugado con la Barbie cuando era una niña? Se dio la vuelta con la esperanza de que Lanie no viese la culpa que, estaba segura de ello, se había pintado en su rostro.

—Comamos algo en la plaza de comidas —dijo Sarah, tratando de cambiar la dinámica. Lanie asintió y ambas salieron, dejando detrás a una decepcionada vendedora.

Una vez se sentaron a mordisquear una ración de pretzels, Sarah se decidió por fin a averiguar qué estaba pasando.

—Bueno, ya sabes que siempre adoro verte, Lanie. Pero sonaste tan seria cuando llamaste y luces tan incómoda… ¿hay algo que no está bien?

—No. Todo está genial. Yo solo… mi novio viene a saludar y creo que me siento nerviosa al pensar que vas a conocerlo. Es un poco mayor y solo hemos estado juntos unas pocas semanas. Siento quizás que podría estarlo perdiendo y pensé que tú podrías elogiarme un poco, y que si él me viera con mi más vieja amiga, ¿me vería él de una manera distinta?

—¿Cómo te ve él ahora? —preguntó Sarah, algo preocupada.

Antes de que Lanie pudiera responder, un chico se aproximó a la mesa. Sin que mediaran las presentaciones, Sarah supo que este debía ser el novio.

Era alto y extremadamente delgado, con jeans ajustados y una camiseta negra que destacaba su pálida piel y sus múltiples tatuajes. Sarah notó que él y Lanie tenían la misma imagen de una pequeña calavera y dos tibias cruzadas en el envés de sus muñecas izquierdas.

Con su cabello negro, largo, puntiagudo, y sus penetrantes ojos oscuros, no es que fuera apuesto, es que era bello. Le recordaba a Sarah a unos de los vocalistas principales de esas bandas metaleras de melenudos de los 1980s, con los que su mamá se embelesaba, con nombres como Skid Row o Motley Row o algo Row. Tenía por lo menos veintiuno.

—Oye, nena —dijo de manera casual y se inclinó para darle a Lanie un beso apasionado, sorprendente al menos para una pequeña plaza de comidas—. ¿Le dijiste?

—No he tenido oportunidad —dijo Lanie mansamente, antes de voltearse hacia Sarah—. Sarah Caldwell, este es mi novio, Dean Chisolm. Dean, esta es mi más vieja amiga en el mundo, Sarah.

—Encantada de conocerte —dijo Sarah, inclinando la cabeza de manera cortés.

—El placer es todo mío —dijo Dean, tomando la mano de ella y haciendo una reverencia teatral y exagerada—. Lanie habla de ti todo el tiempo, y de cómo desea que ambas pudieran pasar más rato juntas. Así que me alegra en verdad que pudieran verse hoy.

—A mí también —dijo Sarah, impresionada por el inesperado encanto del chico, sin que por ello dejara de recelar—. ¿Qué es lo que ella no tuvo oportunidad de decirme?

Todo el rostro de Dean se resolvió en una franca sonrisa que pareció desvanecer sus sospechas.

—Oh, eso —dijo—. Unos amigos vienen esta tarde a mi casa y pensamos que sería divertido que te unieras. Algunos de ellos están en bandas. Una de ellas necesita un nuevo vocalista principal. Lanie pensó que podría gustarte conocerles. Dice que eres una cantante realmente buena.

Sarah miró a Lanie, que le sonrió de vuelta sin decir nada.

—¿Es eso lo que quieres hacer? —le preguntó Sarah.

—Podría ser divertido intentar algo nuevo —dijo Lanie. Su tono era casual, pero Sarah reconoció la mirada en sus ojos, que suplicaba a su amiga no decir nada que la avergonzara delante de su nuevo novio de turno.

—¿Dónde es eso? —preguntó Sarah.

—En las adyacencias de Hollywood —dijo él, con un destello de satisfacción en sus ojos—. Salgamos. Será divertido.

*

Sarah se sentó en el asiento trasero del viejo Trans Am de Dean. La reliquia estaba bien mantenida en el exterior, pero el interior estaba regado con colillas de cigarrillo y envoltorios enrollados de McDonald’s. Dean y Lanie se sentaron adelante. Con la música a todo volumen, era imposible sostener una conversación. Cruzaron Hollywood en dirección a la Pequeña Armenia.

Sarah miró a su amiga en el asiento delantero y se preguntó si realmente la estaba ayudando al venir. Sus pensamientos volvieron al baño de damas del centro comercial justo antes de irse; allí Lanie por fin se había franqueado de alguna manera con ella.

—Dean es super-apasionado —le había dicho mientras una vez más revisaban su maquillaje en el espejo del baño—, y me preocupa que si no le sigo el paso, voy a perderlo. Es decir, él es tan sexy. Podría tener las chicas que quisiera. Y no me trata como una adolescente. Me trata como una mujer.

—¿Es por eso que tienes esos moretones, porque te trata como una mujer?

Trató de captar los ojos de Lanie en el espejo, pero su amiga se rehusó a verla directamente.

—Solo estaba molesto —dijo—. Dijo que yo estaba avergonzada de él y que por eso no se lo presentaba a ninguna de mis respetables amigas. Pero la verdad es que ya no tengo esa clase de amistades. Fue entonces que pensé en ti. Me imaginé que si los dos se conocían, sería como matar dos pájaros. Él sabría que yo no le estaba escondiendo, y tú me harías ver bien porque al menos tengo una amiga que, ya sabes, tiene un futuro.

Toparon con un bache y los pensamientos de Sarah volvieron abruptamente al presente. Dean se detuvo junto a un espacio paralelo a la calzada de una sórdida calle con una hilera de pequeñas casas, todas con rejas en las ventanas.

Sarah sacó su teléfono e intentó por tercera vez enviar un breve texto a su mamá. Pero seguía sin señal. Era extraño, porque no se encontraban en una zona remota o algo parecido; estaban en el corazón de Los Ángeles.

Dean estacionó el vehículo y Sarah guardó de nuevo el teléfono en su bolso. Si la recepción seguía así de mala en la casa, usaría un teléfono fijo. Después de todo, su mamá era muy comprensiva, pero irse por varias horas sin hacer una llamada de cortesía iba definitivamente contra las reglas familiares.

Mientras caminaban por el sendero que llevaba a la casa, Sarah podía oír el ritmo palpitante de la música. El hormigueo de una incertidumbre cruzó su cuerpo pero ella lo ignoró.

Dean golpeó fuertemente la puerta y esperó mientras alguien en el interior abría lo que sonaba como varias cerraduras separadas.

Finalmente, la puerta se abrió con un crujido y mostró a un chico cuya cara estaba oculta bajo una masa de largos y desordenados cabellos. El fuerte olor a yerba se esparció y golpeó a Sarah de manera tan inesperada que comenzó a toser. El hombre vio a Dean y le dio un suave golpe con el puño, abrió entonces por completo la puerta para dejarlos pasar.

Lanie entró y Sarah permaneció detrás de ella, muy cerca. Separando el vestíbulo del resto de la casa, estaba una gran cortina de terciopelo rojo, como algo sacado de un cursi acto de magia. Cuando el melenudo volvió a echar las cerraduras detrás de ellos, Dean corrió la cortina y los guió hasta el recibidor.

Sarah se sintió impactada con lo que vio. La habitación estaba repleta de divanes, sofás de dos puestos y pufs. En cada uno de ellos había parejas liándose y en algunos casos, haciendo algo más. Todas las chicas se veían como de la edad de Sarah y la mayoría se veía bastante drogada. Unas pocas parecían haber perdido el conocimiento, lo que no impedía que los hombres, todos los cuales se veían mayores, continuaran haciéndolo. La vaga sensación de inquietud que había sentido mientras caminaba hacia la casa regresó, pero ahora más fuerte.

Este no es un lugar en el que quiera estar.

El aire estaba saturado de yerba, y de algo más dulce y más fuerte que Sarah no reconoció. Casi como una señal, Dean le pasó un pitillo a Lanie. Esta aspiró profundamente antes de ofrecérselo a Sarah, que lo rechazó. Decidió que ya tenía bastante con aquel sitio, que se veía como el set de una vieja película porno.

Sacó su teléfono para pedir un Uber, pero vio que seguía sin señal.

—Dean —gritó por encima de la música—, necesito llamar a mi mamá para hacerle saber que llegaré tarde, pero no consigo conectarme. ¿Tienes un teléfono fijo?

—Por supuesto. Hay uno en mi habitación. Te lo mostraré —contestó solícito, desplegando de nuevo esa amplia, cálida sonrisa, antes de girarse hacia Lanie—. Nena, ¿me buscas una cerveza en la cocina? Es por allí.

Lanie asintió y se encaminó en la dirección que él le había señalado, mientras Dean indicaba a Sarah que le siguiera por un corredor. Ella no estaba segura de porqué había mentido sobre la necesidad de llamar a su mamá. Pero algo en esta situación la hizo sentir como que no sería bien recibido que ella dijera que quería largarse.

Dean abrió una puerta al final del pasillo y se apartó para dejarla entrar. Ella miró en derredor pero no vio teléfono alguno.

—¿Dónde está tu teléfono? —preguntó, volteando hacia Dean mientras escuchaba que la puerta se cerraba. Vio que él ya había girado el cerrojo y colocado la cadena junto al dintel de la puerta.

—Lo siento —dijo, encogiéndose de hombros, pero sin sonar para nada arrepentido—, debo haberlo trasladado a la cocina. Supongo que lo olvidé.

Sarah sopesó qué tan agresiva necesitaba ser. Algo no andaba nada bien allí. Estaba encerrada en un dormitorio de lo que parecía algo cercano a un burdel, en una parte sórdida de la Pequeña Armenia. No estaba segura de qué tan efectivo sería pedirle que saliera, bajo las actuales circunstancias.

Sé dulce. Actúa como ignorante. Solo sal.

—Está bien —dijo animada—, vayamos a la cocina entonces.

Mientras hablaba escuchó que tiraban de la cadena. Se volvió para ver que la puerta del baño se abría, mostrando a un enorme hispano con una camiseta blanca parcialmente subida sobre su enorme y peluda barriga. Su cabeza estaba afeitada y tenía una larga barba. Detrás de él, estaba echada, en el suelo de linóleo del baño, una chica que no podía haber tenido más de catorce. Solo tenía puestas las pantis y parecía estar inconsciente.

Sarah sintió una opresión en su pecho y que su respiración se aceleraba. Intentó ocultar el creciente pánico que sentía.

—Sarah, este es Chiqy —dijo Dean.

—Hola, Chiqy —dijo ella, obligándose a mantener la calma en su voz—. Siento tener que cortar, pero voy a la cocina a hacer una llamada. Dean, si pudieras abrirme la puerta.

Decidió que en lugar de tratar de encontrar la cocina, donde dudaba que hubiera un teléfono de todas formas, se dirigiría directo a la puerta principal. Una vez afuera, le pediría a alguien un aventón. Entonces llamaría al 911 para conseguir ayuda para Lanie.

—Déjame verte mejor —ordenó Chiqy con una voz cavernosa, ignorando lo que ella había dicho. Sarah sintió ganas de vomitar.

—¿Qué piensas? —preguntó Dean ansioso.

—Creo que con un vestido veraniego y unas trenzas tendremos una sólida fuente de ingresos aquí.

—Me voy ahora mismo —dijo Sarah, y se apresuró a ir hasta la puerta. Para su sorpresa, Dean se apartó, con una mirada divertida.

—¿Usaste el amortiguador para que ella no pudiera llamar o enviar un mensaje de texto? —escuchó que Chiqy preguntaba detrás de ella.

—Sí —contestó Dean—, la observé muy de cerca, Intentó muchas veces pero nunca pareció hacer conexión. ¿O sí, Sarah?

Luchó torpemente con la cadena y casi logró quitarla cuando una inmensa sombra bloqueó la luz. Comenzó a girarse pero antes, sintió un golpe seco en la parte de atrás de su cabeza y todo se volvió negro.

CAPÍTULO UNO

El corazón de la Detective Keri Locke latía con fuerza. Aunque se hallaba en medio de una enorme estación de policía, se había desconectado de todo lo que la rodeaba. A duras penas podía pensar con claridad mientras contemplaba el correo-e en su teléfono, rehusándose a creer que fuera real.

dispuesto a reunirme si sigues las reglas. me pondré en contacto muy pronto.

Las palabras eran sencillas, pero su significado era colosal.

Había esperado por esto, durante seis largas semanas, aguardando contra toda esperanza que el hombre que ella sospechaba había raptado a su hija hacía cinco años hiciera contacto. Y ahora lo había hecho.

 

Keri apartó su teléfono en el escritorio y cerró sus ojos, tratando de mantenerse serena mientras le ponía cabeza a la situación. Cuando al principio descubrió la información de contacto de un hombre conocido solo como el Coleccionista, hizo cita para una reunión. Pero él nunca apareció.

Ella lo contactó para averiguar qué había sucedido. Él indicó que ella no había seguido las reglas pero dio a entender que podría ponerse en contacto más adelante. Había exigido toda su disciplina y paciencia no intentar contactarlo de nuevo. Desesperadamente quería hacerlo, pero le preocupaba que de mostrarse demasiado ansiosa, él podría inquietarse y desechar de forma permanente la dirección de correo electrónico, dejándola sin opciones de encontrarlo en algún momento, a él o a Evie.

Y ahora, al cabo de todas esas torturantes semanas de silencio, él finalmente se había puesto en contacto de nuevo. Por supuesto, él no sabía que se estaba comunicando con la madre de Evie, ni siquiera que ella era una mujer. Todo lo que sabía es que era un cliente potencial interesado en discutir un contrato de secuestro.

Esta vez ella desplegaría un plan mejor que el anterior. La última vez, dispuso de menos de una hora para llegar al sitio de reunión asignado. Intentó poner un señuelo que fuese en su lugar y evaluar la situación desde la distancia. Pero de alguna manera él supo que el señuelo no era legítimo y no vino. Ella no podía permitir que eso sucediera de nuevo.

Quédate tranquila. Has aguantado esto por bastante tiempo y ha dado resultado. No lo arruines haciendo algo impulsivo. De todas formas ahora mismo no hay nada que puedas hacer. El balón está en su campo. Solo dale una respuesta básica y aguarda a que conteste.

Keri digitó una palabra:

comprendido

Puso entonces su teléfono en el bolso y se levantó de su escritorio, demasiado nerviosa y excitada para quedarse sentada. Sabiendo que no había nada más que pudiera hacer, trató de sacar al Coleccionista de su cabeza.

Se encaminó hacia el salón de descanso para comer algo. Eran las 4 p.m. pasadas y su estómago lanzaba gruñidos, aunque no estaba segura si era porque se había saltado el almuerzo o era debido a la ansiedad general.

Al entrar, vio a su pareja, Ray Sands, rebuscando en el refrigerador. Era notoria su costumbre de meterle mano a cualquier comida que no estuviera debidamente identificada. Afortunadamente la ensalada de pollo de ella, con su nombre claramente colocado en el contenedor, estaba oculta en la esquina inferior, al fondo. Ray, un negro de uno noventa y tres y 104 kilos, con una cabeza calva y una constitución muscular robusta, tendría que estar muy desesperado para inclinarse y contorsionarse solo por una ensalada.

Keri permaneció en la entrada, disfrutando en silencio el contoneo de las nalgas de Ray mientras maniobraba. Además de ser su pareja, era también su mejor amigo y últimamente, quizás algo más. Ambos sentían una fuerte y mutua atracción, y así lo había admitido uno al otro hacía menos de dos meses, cuando Ray se recuperaba de un tiro recibido cuando dieron de baja a un secuestrador de niñas.

Desde entonces, sin embargo, solo habían dado pasos de bebé. Flirteaban más abiertamente cuando estaban solos, y habían habido varias citas a medias, donde uno iba al apartamento del otro a ver una película.

Pero ambos parecían temerosos de dar el siguiente paso. Keri sabía por qué se sentía así y sospechaba que Ray sentía lo mismo. A ella le preocupaba que si se decidían y no funcionaba, tanto su sociedad como su amistad podría ponerse en riesgo. Era una preocupación legítima.

Ninguno de los dos tenía un gran historial romántico. Ambos estaban divorciados. Ambos le habían sido infieles a sus cónyuges. Ray, un antiguo boxeador profesional, era un notorio mujeriego. Y Keri tenía que admitir que desde que se llevaron a Evie, ella había sido un saco de nervios, constantemente a punto de perder el control. Match.com no los pondría en sus carteles en un futuro cercano.

Ray sintió que era observado y se giró, con la mitad de un sándwich sin dueño en la mano. Viendo que no había nadie más en la habitación aparte de Keri, preguntó:

—¿Te gusta lo que ves? —y guiñó un ojo.

—No seas engreído, Increíble Hulk —le advirtió ella. Adoraban burlarse el uno del otro con apodos que destacaban la sustancial diferencia de tamaño.

—¿Quién está usando el doble sentido ahora, Miss Bianca? —preguntó él, sonriendo.

Keri vio que el rostro de él se oscurecía y se dio cuenta que no había hecho un buen trabajo ocultando su nerviosismo a causa del Coleccionista. Él la conocía demasiado bien.

—¿Qué pasa? —preguntó de inmediato.

—Nada —dijo ella, mientras pasaba rozándolo para inclinarse y tomar su ensalada. A diferencia de él, ella no tenía problemas al moverse en espacios estrechos. Aunque no fuese tan pequeña como el nombre de la ratoncita ficticia podía sugerir, comparado con Ray, su cuerpo de uno sesenta y siete y cincuenta y nueve kilos era liliputiense .

Podía sentir sus ojos sobre ella pero simuló que no lo notaba. No quería discutir lo que cargaba en su mente por un par de razones. Ante todo, si le decía del correo-e del Coleccionista, él querría analizarlo en detalle con ella. Y ello socavaría sus esfuerzos para mantenerse cuerda dejando de pensar en eso.

Pero había otra razón. Keri estaba bajo vigilancia por parte de un turbio abogado llamado Jackson Cave, notable por representar a pedófilos y secuestradores de niños. Para obtener la información que la llevó a encontrar al Coleccionista, ella había irrumpido en su oficina y copiado el archivo oculto.

La última vez que se habían visto, Cave había dado a entender que sabía lo que ella había hecho y dijo abiertamente que le tenía puesto el ojo. Estaba claro para ella lo que significaba. Desde entonces, había realizado de forma regular barridos de dispositivos de escucha, y tenido el cuidado de solo discutir con el Coleccionista en ambientes seguros.

Si Cave sabía que ella andaba detrás del Coleccionista, podía avisarle. Entonces este último desaparecería y ella nunca encontraría a Evie. Así que no había manera de que ella fuera a mencionar nada al respecto a Ray y allí .

Pero él no sabía nada de eso, así que la presionó.

—Puedo asegurar que hay algo —dijo.

Antes de que Keri pudiera, diplomáticamente, callarlo, el jefe de ambos entró de repente. El teniente Cole Hillman, su supervisor inmediato, tenía cincuenta, pero se veía mucho más viejo, con su rostro profundamente arrugado, su despeinado cabello entrecano, y una creciente panza que no podía ocultar con sus holgadas camisas de vestir. Como de costumbre, tenía puestas una chaqueta y una corbata, pero la primera no le quedaba y la segunda estaba ridículamente floja.

—Bien. Me alegra que ambos estén aquí —dijo, saltándose cualquier clase de saludo—. Vengan conmigo. Tienen un caso.

Lo siguieron de regreso a su oficina y ambos tomaron asiento en el gastado sofá de dos plazas junto a la pared. Sabiendo que probablemente no tendría chance de comer más tarde, Keri devoró su ensalada mientras Hillman los ponía en antecedentes. Notó que antes de que se sentaran, Ray ya había terminado el sándwich que se había robado. Hillman fue al grano.

—Su posible víctima es una chica de dieciséis años de Westchester, Sarah Caldwell. No ha sido vista desde el almuerzo. Los padres la han llamado muchas veces, y dicen que no han podido contactarla.

—¿Entraron en pánico porque su hija adolescente no les ha devuelto la llamada? —preguntó Ray escéptico— Suena como el caso de toda familia en América.

Keri no replicó nada a pesar de su inclinación natural a estar en desacuerdo. Ella y Ray habían discutido sobre este punto muchas veces. Pensó que él era demasiado lento para involucrarse en casos como estos. Él, por su parte, sentía que la experiencia personal de ella la inclinaba demasiado a actuar en los mismos de forma prematura. Era una constante fuente de fricción y ella no tenía ganas de entrar en ello en ese momento. Pero Hillman aparentemente estaba dispuesto.

—Lo pensé también al principio —dijo Hillman—, pero ellos fueron muy convincentes en cuanto a que su hija no se ausentaría por tanto tiempo sin reportarse. Intentaron también verificar su localización usando el GPS de su teléfono inteligente. Estaba apagado.

—Eso es un poco extraño, pero aun así —insistió Ray.

—Escuchen, puede que no sea nada. Pero ellos fueron muy insistentes, y habían entrado en pánico incluso. Y ellos hicieron notar que la política de estar desaparecido por veinticuatro horas antes de emprender una búsqueda no se aplica a los menores. Ustedes dos no tienen casos urgentes en este momento, así que les ordeno que vayan allá y les tomen la declaración. Diablos, la chica puede haber regresado a casa cuando ustedes lleguen. Pero no estará de más. Y esto les cubrirá las espaldas en el caso improbable de que haya algo.

—Suena como un plan para mí —dijo Keri, incorporándose, la boca llena con el último resto de la ensalada.

—Por supuesto que me suena bien —musitó Ray, mientras copiaba la dirección que le daba Hillman—. Otra persecución de ganso salvaje a la que arrastrarme.

—Sabes que te encanta —dijo Keri saliendo antes que él.

—¿Podrían ambos ser un poco más profesionales cuando vean a los Caldwells? —gritó tras ellos Hillman a través de la puerta abierta— Me gustaría que ellos pensaran que al menos simulamos que los tomamos en serio.

Keri echó su contenedor de ensalada en la basura y se encaminó hacia el estacionamiento. Ray tuvo que trotar para alcanzarla. Cuando llegaron a la salida, él se inclinó y le susurró.

—No creas que te has librado sea lo que sea ese secreto que me ocultas. Puedes decírmelo ahora o puedes decírmelo después. Pero sé que algo pasa contigo.

Keri intentó no reaccionar de manera visible. Algo estaba pasando. Y ella planeaba enterarlo cuando fuera seguro hacerlo. Pero necesitaba conseguir una locación más segura para contarle a su pareja, su mejor amigo, su potencial novio, que ella estaba a punto de finalmente atrapar al secuestrador de su hija.

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